En conmemoración al «Día Mundial de al-Quds», instituido por Ruhollah Jomeini en 1979 tras el triunfo de la Revolución Islámica en Irán, en el último viernes del mes bendito de Ramadán (mes del ayuno islámico) para tomar conciencia de su importancia.
A los primeros 100 días de la administración de Joseph R. Biden (46° presidente de los Estados Unidos de América) ya se ha manifestado la manera en la que abordará el tema sobre Palestina y los palestinos: no urgente y no prioritaria; lo que nos permite adelantar que, ante tal inacción por parte de EE. UU., el régimen sionista mantendrá el sistema de represión, colonización, limpieza étnica y estado de apartheid imperante, es decir, mantendrá el statu quo de apropiación de todo el territorio de Palestina y el desplazamiento exterior del pueblo palestino.
Después de la intensa actividad pro-sionista por parte del presidente Donald Trump (reconocimiento de al-Quds -Jerusalén- como capital de Israel y el traslado de su embajada, apoyo constante a la colonización de Cisjordania ocupada, visto bueno a la anexión de los Altos del Golán sirios, mediador entre algunos países árabes para normalizar sus relaciones con el régimen sionista) Biden desde que asumió el cargo prefirió el silencio frente a los palestinos y el espaldarazo al régimen de ocupación y se contentó con reanudar la ayuda humanitaria, económica y de desarrollo, (suspendida por su antecesor) a través de la UNRWA, para los refugiados palestinos: 150 millones de dólares (75 millones para Gaza y Cisjordania) y 10 millones a través de USAID para la consolidación de la paz; sin contar con los 15 millones destinados en febrero de 2021, para ayudar a los palestinos al combate de la pandemia por COVID-19.
Sin embargo, por las diversas declaraciones y su perfil particular, no habrá cambios sustanciales pues le apuesta a encontrar una solución “de dos estados para el conflicto israelí-palestino”, según advirtió en un comunicado la Casa Blanca tras una llamada efectuada al rey Abdalá II de Jordania. Asimismo, en su conversación vía telefónica con el primer ministro sionista, Benjamin Netanyahu, expresó su “firme compromiso con la seguridad de Israel” y su “intención de fortalecer todos los aspectos de la asociación entre Estados Unidos e Israel, incluida nuestra sólida cooperación en materia de defensa”. Abordaron el tema de la seguridad regional (concretamente el tema del acuerdo nuclear con Irán y su posible contención), además, de enfatizar los incentivos para mantener las relaciones entre los países árabes-musulmanes y el régimen de usurpación. Se pronunció por “trabajar por la paz en toda la región” y “la cooperación estratégica continua para enfrentar los numerosos desafíos que enfrenta la región”.
Esta renuncia a buscar una solución justa y duradera para los palestinos ya era parte de su visión sobre los asuntos regionales; además, es conocida la intencionalidad y la parcialidad con la que trabaja al manifestarse en beneficio del régimen de ocupación y su “necesidad” de existir para la protección de sus intereses. Como vicepresidente durante el mandato de Barack Hussein Obama señaló: “Si no hubiese habido Israel, nos habríamos vistos obligados a crear un Israel para proteger los intereses de Estados Unidos”.
La postura mostrada por Biden se confirma en la escalada de tensiones en el marco del Día Mundial de al-Quds (último viernes del mes de Ramadán correspondiente este 2021 al 07 de mayo) y los posteriores ataques con cohetes por parte del régimen colonizador sobre la franja de Gaza, al considerar que lo que se debe buscar es una “reducción de los ataques”, en lugar de una retirada del territorio ocupado. A esto añadimos que el presidente estadounidense no considera excesivo el ataque israelí y lo justifica en el rubro del “derecho a defenderse”.
Desde principios de mayo (y hasta el momento de escribir estas líneas) y tras 73 años de la Nakba (catástrofe), cuatro familias palestinas fueron desalojadas de sus propiedades en el barrio de Sheij Jarrah (Jerusalén del Este, Cisjordania) en un acto de desposesión que ha sido la constante por parte del régimen colonial israelí sobre los espacios que debería gobernar la Autoridad Nacional Palestina y que han constituido la base de la “limpieza étnica” (fragmentación territorial, apropiación cultural, control sobre los recursos y la movilidad) contra los palestinos. El objetivo de esta colonización es acabar con la presencia de millones de habitantes radicados en Cisjordania aislándolos en guetos, vigilados con checkpoints, (al estilo apartheid) y restringir el libre tránsito dentro de su mismo territorio, marginando y poniendo obstáculos a los civiles palestinos y privilegiando a los ciudadanos con documentación israelí.
La desesperación de la población palestina (cristiana o musulmana) al vivir bajo estas condiciones se acentuó cuando en los momentos de celebración religiosa se le es impedido el paso a los espacios sagrados de su fe (la explanada de las Mezquitas, el Noble Santuario que alberga la Mezquita de al-Aqsa, la Cúpula de la Roca y la Cúpula de la Cadena, cuatro minaretes y once puertas custodiadas por la policía israelí) y mostraron su hartazgo contra la policía bien armada que los reprime con toda legalidad israelí y la complicidad internacional. Esto condujo a que los grupos políticos y militares que controlan Gaza (territorio palestino densamente poblado desconectado de Cisjordania y bloqueada por tierra, mar y aire por el régimen militarista israelí hasta el extremo de impedir el paso de cualquier ayuda humanitaria dinero, alimentos, medicinas, por señalar los más urgentes) lanzaran cohetes contra Tel Aviv para denunciar la represión en Jerusalén del Este contra la población. A lo que el régimen ocupante respondió con misiles de la más alta tecnología y bajo una desproporcionada ofensiva sin discriminar entre civiles y militares, aumentando los niveles de tensión.
El ataque asimétrico entre un Estado formalizado (Israel) y un grupo militar de resistencia en búsqueda de liberar un territorio ocupado (Hamas) fue posible: primero, dado la inactividad de Biden (y la comunidad internacional) que, al guardar silencio, proporcionó al primer ministro Benjamin Netanyahu una carta en blanco para mantener su política de ocupación y desalojo de los palestinos en medio de un marco electoral del que cree beneficiarse. Y segundo, el apoyo formal a las acciones israelíes para no dañar sus relaciones bilaterales en detrimento de las y los palestinos refugiados, expatriados y los residentes. Toda una atmosfera de impunidad que colapsa el derecho internacional ante la pasividad de todos los actores internacionales y, particularmente, las autoridades estadunidenses.
Debido a esta situación imperante en Palestina, Imam Jomeini, adoptando una medida histórica, con el fin de crear una movilización mundial contra el régimen israelí, nombró el último viernes del mes de Ramadán como el Día Mundial de Al-Quds y pidió a todos los musulmanes que en este día se expresen contra los crímenes de Israel y en apoyo de los palestinos: “pido a toda la gente y los gobiernos islámicos que se unan y nos ayuden a cortar las manos de este usurpador y sus aliados. Invito a todos los musulmanes que en el último viernes del mes bendito de Ramadán salgan a las calles y se manifiesten contra los crímenes de Israel y en apoyo de los derechos de los palestinos”.