Este lunes 19 de diciembre, el primer ministro de Países Bajos pidió disculpas públicas a sus ex colonias en nombre del Estado, por su pasado esclavista. La noticia se difundió rápidamente por todo el mundo, y según se conoció a través de varios medios internacionales como Al Jazeera, o la BBC, el gobierno de Países Bajos no tuvo en cuenta la voz de las organizaciones de los países involucrados. Estas organizaciones pedían que el acto se realizara el próximo 1 de julio, en el marco de la fecha que conmemora la ley de emancipación, que puso fin a la esclavitud en Surinam y las Antillas en 1863. Así que por ahora, solo tenemos un primer ministro que hace un anuncio de disculpas sin tener en cuenta la voz de los damnificados.
No obstante, según informa la administración de Países Bajos, hay compromisos asumidos con cada gobierno local (Aruba, Curazao, Sint Maarten, Bonaire, Sint Eustatius, Saba y Surinam) para invertir en educación sobre la temática y la construcción de museos. Aunque esto no está del todo claro, se espera que los anuncios se hagan en la visita a los territorios de América y el Caribe, que tiene pautada el gobierno de Países Bajos en enero próximo.
La cuestión de fondo es si estos anuncios y algo de dinero para promoción y educación reparan más de 250 años de esclavitud. Por eso el eje central del debate es: ¿A qué llamamos reparación?Nos proponemos entonces, hacer un repaso sobre el significado de este concepto y sus implicancias para la diáspora africana y la sociedad en su conjunto hoy.
Como alguna vez señaló el intelectual afropuertorriqueño agustín Lao-Montes, “Las afrorreparaciones son tan antiguas como el abolicionismo”. Podemos encontrar un primer antecedente internacional en los debates del Primer Congreso Panafricano en 1900. Este concepto refiere a las reparaciones solicitadas por los efectos negativos de la esclavitud, comprendiendo tanto al continente africano como a la diáspora africana en las Américas y el Caribe. Conjuga redistribución con reconocimiento, suman reclamos materiales y simbólicos, y son un asunto con fondo histórico, pero vigentes en el presente y pertinentes para un futuro más democrático e igualitario. Están sustentadas en una política de memoria activa de la esclavitud y sus consecuencias en el presente.
Cuando hablamos sobre afrorreparaciones, debemos comprender cómo el racismo se convirtió en eje fundamental de las políticas imperiales y de los Estados nacionales. Esto lo conocemos como colonialidad del poder, un concepto acuñado por Aníbal Quijano que es clave para comprender el mundo moderno en el que vivimos. Según explica Lao-Montes, la colonialidad del poder refiere a un patrón de dominación, un entramado de poder de forma compleja y desigual con base en tres ejes: La explotación del trabajo por el capital, la dominación etno-racial y cultural; y la dominación sexual y de género.
Este patrón debe entenderse como el proceso mundial de globalización capitalista surgido con la conquista de las Américas y el Caribe, el comercio esclavista y el sistema de plantaciones, que da como resultado un nuevo orden geopolítico con la formación de los Estados nacionales, y la emergencia de una ideología occidental como marco discursivo para las nuevas formas de dominación.
La desigualdad racial, laboral y de distribución de la riqueza convergen con estas divisiones geopolíticas. En este contexto colonizador apareció la categoría negro, que conjuga una inmensa pluralidad de identidades de origen africano, y que produjo el discurso racial que articula jerarquías de color con valorizaciones desiguales de la cultura. Estas identidades culturales en relación con el poder colonial se agrupan en tres categorías: nacionalidad, etnicidad y raza. Las tres tienen un componente cultural, que tienden a la esencialización y naturalización de los sujetos, que al final termina por definir la categoría raza, que implicó el surgimiento de nuevas formas de identidad y nuevos modos de resistencia.
La diáspora fue el resultado de las lógicas de terror y muerte de la esclavitud. Esto trajo consigo condiciones de desigualdad económica y exclusión política que perduran en la actualidad. En ese marco, el reconocimiento de la trata esclavista trasatlántica como un crimen contra la humanidad por parte de los Estados, es un hecho notable de reparación. Sin embargo, las palabras del primer ministro de Países Bajos son pronunciadas más de 20 años después de la Conferencia de Durban, donde los Estados se comprometieron a asumir públicamente y condenar su pasado esclavista, en pos de comenzar un camino de reparación. Estos movimientos lentos ante un problema estructural, diluyen el acto reparatorio y dejan un sabor a poco, difícil de tragar.
Pero en este camino de lucha por la justicia racial, la libertad, y la igualdad a través del tiempo, nos encontramos hoy ante la necesidad de seguir avanzando. Existen muchas y muchos pensadores y líderes afrodescendientes que plantean un nuevo rumbo para las afrorreparaciones. Entre estos referentes, encontramos a Francia Marquez, Vicepresidenta de Colombia, que dijo en una exclusiva para Negrx en el mes de noviembre, que creía que había que hacer un cambio de deuda externa por reparación histórica: «Por supuesto también debe haber reparaciones en términos de educación, en términos de emancipación, en términos de reconectarnos con otros afrodescendientes, pero esto creo que es trascendental.«
Pensando en clave local, podríamos decir que el Estado argentino ha tenido políticas de visibilidad y reconocimiento, como la incorporación en el censo de la variable racial, la creación de la Comisión para el Reconocimiento Histórico de la Comunidad Afroargentina, y la recuperación de la figura de María Remedios del Valle Rosas, entre otras. Todas estas acciones de reparación son recibidas con entusiasmo por parte de las organizaciones, pero siempre parecen poco ante la inmensidad de lo que falta. Sin dudas, las condiciones de desigualdad económica y exclusión política siguen presentes, y por eso es necesario continuar profundizando el debate en nuestra sociedad que nos guíe en la búsqueda de justicia reparativa frente al crimen de lesa humanidad que es la trata transatlántica de esclavos.