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España lidera el uso de pesticidas en Europa: negocio para multinacionales y ruina para la biodiversidad

Fuentes: El Salto [Foto: Un tractor aplica pesticidas sobre un campo de maíz gallego]

Un estudio de Amigos de la Tierra amparado por la UE y la Red Europea contra los pesticidas cifra en 75.774 toneladas la cantidad de plaguicidas usados en el Estado durante 2020. Cifran en 120.000 millones de euros el valor del mercado global.

España sigue a la cabeza de la Unión Europea en el uso de pesticidas en su territorio. Así lo revela un ambicioso estudio que acaba de hacer público la ONG Amigos de la Tierra en colaboración con la fundación Heinrich-Böll-Stiftung y la Red Europea contra los pesticidas. Durante el año 2020 —el último con datos consolidados—, en el Estado se vendieron 75.774 toneladas de plaguicidas. Pero España no es una excepción.

El trabajo, amparado por la Unión Europea y el Ministerio para la Transición Ecológica, señala que el uso de pesticidas se ha incrementado un 80% en todo el mundo desde 1990. Constatan, además, que este aumento se relaciona con graves daños en la salud de las personas agricultoras y consumidoras así como también en los ecosistemas. Al otro lado de la cadena, cuatro multinacionales se reparten la mayoría del mercado que, este año, tiene una previsión de mover 120.000 millones de euros en todo el mundo.

“La biodiversidad está afectada hasta tal punto que se está poniendo en riesgo el propio sostén de la agricultura. Si seguimos exterminando todo tipo de especies de fauna y flora, como los polinizadores, pondremos en jaque a la agricultura”, explica Andrés Muñoz Rico, que ha participado en el estudio como responsable de Soberanía Alimentaria de Amigos de la Tierra. “En esta línea de destrucción de la biodiversidad, estamos poniendo en riesgo la producción de alimentos de la que dependemos directamente”, añade. La bibliografía científica al respecto es amplia y lo acredita.

El Grupo de Ecología Terrestre de la Universidad Autónoma de Madrid ha estudiado durante años los efectos de la agricultura intensiva sobre las especies silvestres y sobre el potencial de control biológico de plagas en cultivos agrícolas europeos. Una investigación publicada por el grupo en Basic and Applied Ecology muestra que una duplicación de los rendimientos en cosecha sostenida con pesticidas se asocia con la pérdida de la mitad de las especies de plantas y de un tercio de las especies de escarabajos y de aves del entorno. Además, como en el atlas de Amigos de la Tierra, concluyen que “a pesar de décadas de política europea para prohibir los pesticidas dañinos, los efectos negativos de los pesticidas sobre las especies de plantas y animales silvestres persisten”.

Los riesgos para la salud en el campo y en la ciudad

Hace más de treinta años que la Organización Mundial de la Salud puso el foco en los envenenamientos de las poblaciones agrícolas por el uso de pesticidas y, a día de hoy, las cifras siguen siendo poco esperanzadoras. El estudio más profuso de los últimos años señala que al año se intoxican 385 millones de personas. Esos mismos datos publicados en la revista científica Public Health equivalen a una intoxicación aguda no intencional por plaguicidas del 44% de las personas que se dedican a la agricultura en el mundo. Las mayores tasas de afección se encuentran en el Sur global. El mayor número estimado de casos se da en el sur de Asia, seguido del sureste de Asia y el este de África.

“Algunos efectos sobre la salud aparecen de inmediato, mientras que otros síntomas pueden ocurrir varias horas después de la exposición”, explican desde Amigos de la Tierra. Los efectos nocivos para la salud a corto plazo e incluyen picazón en los ojos o sarpullidos. La persona afectada puede sentir fatiga o languidez, dolores de cabeza y en las extremidades. Pero también es habitual que se vea afectado el tracto digestivo, con síntomas como náuseas, vómitos o diarrea. “En casos graves de intoxicación, las personas pueden sufrir fallos orgánicos: el corazón, los pulmones o los riñones dejan de funcionar”, añaden. La OMS estima que la cifra total de muertes a causa de intoxicaciones accidentales por pesticidas es de alrededor de 11.000 por año. Lógicamente, las personas trabajadoras agrícolas corren un riesgo más alto de exponerse a pesticidas, pero estas sustancias también suponen riesgos para aquellas fuera del sector agrícola, pues los plaguicidas son volátiles y extremadamente difíciles de controlar. 

amigos de la tierra grafico atlas pesticidas
Gráfico elaborado por Amigos de la Tierra


Ese es precisamente otro de los problemas para la salud de las personas y del medio ambiente con los que la ciencia también predica en el desierto: la degradación y transformación química de los pesticidas. Pablo Gago Ferrero es científico del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del CSIC y experto en exposición química: “Estas sustancias sufren procesos de transformación que requieren otros métodos de análisis para que no pasen desapercibidas”. Por la luz solar o por procesos de oxidación, los pesticidas se transforman en otras sustancias que pueden ser igual o más perjudiciales que en su estado anterior. “A menudo pasa que, con esas transformaciones, la sustancia ya no se encuentra porque ha cambiado su estructura sin que cambie su perjuicio potencial”, recalca. 

De hecho, en esas transformaciones, los pesticidas se pueden volver más volátiles y más complicados de controlar: “Tienen más movilidad. Con el agua de la lluvia se pueden colar a un acuífero y generar otro tipo de problemas”. Según el testimonio del científico del CSIC, la degradación de estas sustancias hace que algunas de ellas pasen desapercibidas a los controles fitosanitarios siendo igual de tóxicas. Un pequeño cambio molecular que hace que los sistemas de análisis no lo detecten.

El error que se acumula con este tipo de errores en las mediciones trasciende a la regulación del Estado español y también de la Unión Europea: “La regulación va mucho más atrás. Deberían considerar estos productos de transformación, pero tienen en cuenta poquísimos”. Los efectos que pasan más inadvertidos a estos cribados son sobre todo medioambientales. “Estas sustancias llegan a cuerpos de agua y tienen efectos mucho más graves. Parece que como no los vemos no existen, pero solo se han transformado”, reflexiona Pablo Gago. En ese sentido, el investigador del CSIC considera que los procesos de inclusión de este conocimiento científico al corpus legislativo “camina muy lento”. “En España no hay un canal directo adecuado entre la ciencia y la regulación como sí existe en los países nórdicos. Es necesario establecerlo”, remata.

Vender pesticidas prohibidos en España a países del Sur

Sin embargo, el paradigma de la mala praxis se lo lleva Brasil —auspiciada por Europa—, un caso al que las investigadoras que firman el Atlas de los pesticidas le dedican un capítulo entero. Brasil es uno de los importadores de agroquímicos y exportadores de productos agrícolas y ganaderos más grande del mundo y, como tal, bate récords de consumo de pesticidas. Y buena parte de esa demanda de agroquímicos la satisfacen multinacionales que fabrican en Europa. A cuatro de los diez pesticidas más utilizados en Brasil se les retiró la autorización en la Unión Europea: la atrazina, el acefato, el clorotalonil y el clorpirifós. “En el 2020, Brasil compró a empresas con sede en la UE 33.300 toneladas de atrazina, 29.900 toneladas de acefato, 24.100 toneladas de clorotalonil y 8.800 toneladas de clorpirifós”, sostiene el estudio.

“La responsabilidad es nuestra. Las empresas que producen los pesticidas que envenenan más allá de nuestras fronteras son europeas. Muchos no están permitidos aquí, pero los exportan”, lamenta el responsable de Soberanía Alimentaria de Amigos de la Tierra, Andrés Muñoz. Además, a su juicio, la responsabilidad es doble: “También fomentamos por otras vías ese agronegocio. La soja, el maíz, el algodón o la caña de azúcar son cultivos muy dependientes de pesticidas y que nosotros demandamos en grandes cantidades para alimentar a nuestra ganadería y a nuestro modelo de consumo”.

De hecho, el acuerdo UE-Mercosur que está sobre la mesa eliminaría los aranceles sobre las exportaciones de plaguicidas de la Unión Europea a los países del Mercosur y reduciría el control en los alimentos importados, lo que significa que tanto el uso de pesticidas como sus efectos adversos aumentarán exponencialmente.

El negocio del oligopolio agroquímico

Las cuatro grandes empresas del sector agroquímico, Bayer, BASF, Syngenta y Corteva, controlan algo más de dos tercios del mercado mundial de pesticidas. Algunas de ellas fueron creadas en el Norte global hace dos siglos y han ido transitando y diversificando su negocio pasando de ser solo farmacéuticas a vendedoras de semillas y pesticidas. En el contexto del desarrollo de la ingeniería genética de finales de los años noventa, empezaron a copar el mercado y en 2018 ya tenían controlado el 70% del mercado. “Veinticinco años antes, su participación en ese mismo espacio era solo del 29%. En el sector de las semillas, encabezado exactamente por los mismos grupos, la participación de las cuatro corporaciones más grandes aumentó del 21% al 57% en el mismo período”, relatan las investigadoras.

En 2019 y con datos consolidados, el tamaño del mercado mundial de pesticidas alcanzó un valor de casi 77.000 millones de euros en el 2019, con un crecimiento anual de más del 4% desde 2015. “En los próximos años, el ritmo de crecimiento podría seguir aumentando. En el 2023, se espera que el valor total de todos los pesticidas utilizados crezca a un ritmo del 11,5%, con lo que alcanzará 120.000 millones de euros en todo el mundo”, explican desde Amigos de la Tierra. El poder de estos actores y la fusión continua de los dos modelos de negocios tienen implicaciones para la gama de productos y la agricultura en todo el mundo: “A los productores de pesticidas que venden semillas les interesa procurar que sus agroquímicos también se usen en el cultivo de sus semillas”, rematan.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/biodiversidad/espana-lidera-uso-pesticidas-europa-negocio-multinacionales-ruina-biodiversidad