El 19 de abril de 1943 se inició la sublevación de los judíos confinados en el Gueto de Varsovia, ante las deportaciones de las fuerzas nazis ocupantes, que desde octubre de 1940 concentraron en un pequeño rectángulo de apenas 8 Km2 a parte de la población judía, hasta alcanzar la cifra de 800.000 personas hacinadas en condiciones inhumanas, cercadas por un muro de ladrillo de cuatro metros de altura, bajo la atenta vigilancia de los guardianes que hacían fuego sin previo aviso a quién osara asomarse al exterior desde el mismo, al encontrarse tapiadas las ventanas de los edificios colindantes. La resistencia de los sublevados se prolongó hasta el 16 de mayo siguiente.
La razón de aquella gesta suicida fue la contínua extracción de expediciones con destino desconocido y la extensión de rumores con los peores presagios, lo que llevó a los más jóvenes y decididos a crear una pequeña fuerza provista de armas cortas con escasa munición y algunos fusiles y subfusiles, conseguidos desde el exterior con alto riesgo de sus vidas, confiando en que contarían con la ayuda exterior de la resistencia polaca, con la ingenua esperanza de extender el movimiento contra los ocupantes y forzar a los aliados a apoyar con suministros aéreos masivos su sacrificado intento de liberación. Pero nada de esto sucedió.
La represión nazi dejó un testimonio tan detallado como espeluznante. El informe de 125 páginas redactado personalmente por el oficial aleman encargado de la aniquilación de la población del Gueto de Varsovia, Jurgen Stroop, que se recoge en el magnifico artículo que acompaña a este comentario.
(Sugiero su interesantísima lectura, destacando las tremendas fotografías que incorpora. Ver aquí)
La sublevación del Gueto de Varsovia ha sido considerada como la única acción masiva de resistencia judia frente a la política genocida del III Reich, llevada a cabo con total resolución a morir en el empeño, antes que dejarse matar pasivamente por un enemigo que les negaba su derecho a existir
Lo sucedido el pasado 6 de de octubre en Gaza, solo se explica como una acción extrema de carácter terrorista, realizada bajo la coartada real de la situación explosiva reinante en la Franja de Gaza, en la que los actores históricos han permutado su papel, de reprimidos a represores. Los nuevos genocidas no portan la esvástica, si no la estrella de David, mientras que los perseguidos son hoy el pueblo palestino, alrededor del cual Israel la levantado un muro de hormigón armado de 7 metros de altura, un dogal inflexible con el que han pretendido asfixiar a dos millones y medio de palestinos, expoliándoles de su territorio y privándoles de los medios de subsistencia, para condenarles al hacinamiento, a la desesperación y a depender exclusivamente de la dependencia -o más bien beneficencia- internacional.
La paradoja de esta analogía basada en este nuevo Muro de la Vergüenza israelí, a partir del cual una banda terrorista yihadista ha perpetrado una masacre entre civiles israelíes, es que esta acción hubiera sido inconcebible sin la ocupación previa, el castigo continuado y el asesinato impune de palestinos por el Ejército y los colonos judíos, en un ambiente de terror instalado en los territorios ocupados por Israel desde hace más de 76 años.
La condena de la acción de Hamás es clara y sin paliativos: terrorismo en estado puro, no menos rotunda que la que es atribuible al Ejército israelí y a las milicias de colonos armados, que han desatado una réplica devastadora con mayores medios de destrucción y letalidad que los utilizados por los nazis para sofocar la sublevación del Gueto de Varsovia de 1943.
Israel parece haber aprendido la lección leyendo la historia al revés: de víctimas han pasado a ser victimarios.
Sabemos cómo terminó la historia de la sublevación del Gueto de Varsovia, pero… ¿cómo acabará la del Gueto de Gaza?.
Floren Dimas, Oficial del Ejército del Aire (R)
Fuente original: https://www.miliciaydemocracia.org/dos-guetos-varsovia-gaza-1943-2023/
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