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Mar Rojo, el segundo frente

Fuentes: Rebelión

Cada vez parece más lejos de apaciguarse el conflicto en Gaza abierto tras la incursión armada de Hamás el pasado 7 de octubre, operación que torpemente dio excusas para la desbordada respuesta sionista.

Es en este contexto, donde el exterminio de Palestina está en pleno desarrollo desde principios de noviembre, al son de su sarkha o grito de guerra “Dios es grande, muerte a América, muerte a Israel, maldición sobre los judíos y victoria del islam”, el movimiento yemení Ansarullah (partidarios de Dios) popularmente conocido como hutíes por el nombre de su fundador, Hussein Badreddin al-Houthi muerto en 2004 y sucedido por su hijo Abdul Malik al-Houthi, está dando una respuesta contundente en apoyo de sus hermanos gazatíes, atacando las embarcaciones que se atreven a transitar por el mar Rojo, y muy particularmente a todas aquellas que de algún modo estén vinculadas a Israel.

Usando drones, misiles y misiles balísticos antibuques -estos últimos una verdadera y asombrosa novedad- operados desde sus territorios, los hutíes prácticamente han cerrado el paso desde y hacia el canal de Suez, una vía de altísimo tránsito comercial con un quince por ciento del comercio mundial. (Ver: Huracanes al sur del Mar Rojo.).

Es en este contexto y tras la Resolución 2722 (2024) del Consejo de Seguridad (CdS)de las Naciones Unidas, donde se defiende el derecho a la libre navegación y condena los ataques hutíes, a menos de veinticuatro horas de dicha resolución Estados Unidos junto a un grupo de naciones adictas (Reino Unido, Australia, Bahréin, Canadá y los Países Bajos) atacó posiciones de la resistencia yemení en la noche del jueves 11.

Según se conoció fueron al menos 60 objetivos los atacados en más de una docena de sitios, entre los que se incluyó la capital del país Saná, la ciudad portuaria de Hodeidah y las ciudades de Saada y Dhamar, utilizando aviones de combate de la Marina norteamericana y de la Royal Air Force, además misiles crucero Tomahawk lanzados desde embarcaciones no identificadas.

Es importante en este momento tan crítico para la seguridad de Medio Oriente, y cuando todo parece que pudiera precipitarse hacia un gran conflicto regional, considerar lo rápido que se ejecutan las resoluciones de las Naciones Unidas, como en este caso, cuando se trata de resolver a favor de los intereses norteamericanos o de sus aliados, a diferencia de que cuando el apuntado es Israel por sus históricos abusos contra el pueblo palestino, se le ha permitido desoír dieciocho (18) resoluciones de las  Naciones Unidas, respecto a la ocupación del territorio palestino, por lo que jamás, ha sufrido sanciones.

Según el mando norteamericano, el ataque nocturno del jueves incluyó sistemas de radar, de defensa aérea y sitios de almacenamiento y lanzamiento para ataques unidireccionales a sistemas aéreos no tripulados, misiles de crucero y misiles balísticos, sin que todavía se conozca el número de bajas yemeníes que se han producido.

Mohammed Abdulsala, el portavoz de la resistencia yemení, informó de que tras los ataques de la coalición occidental respondieron con acciones contra naves estacionadas en el Mar Rojo y prometió que el movimiento seguirá atacando a los barcos que se dirijan a Israel.

Mientras, el presidente norteamericano Joe Biden redobla la apuesta e insiste en que está dispuesto a autorizar nuevos ataques contra Yemen si los ataques hutíes no cesan. Por su parte Irán, al igual que el movimiento libanés Hezbollah, que desde el comienzo de este último conflicto ha tenido duelos de cohetería con los sionistas, condenaron los ataques contra Yemen.

Desde diciembre se encuentran estacionadas en el mar Rojo unidades navales de la coalición de 22 naciones, la mayoría de ellas solo nominalmente, de la “Operación Guardián de la prosperidad” (OGP), también lideradas por los Estados Unidas y cuya misión ha sido proteger al transporte marítimo.

Si bien la OGP, hasta ahora, se ha limitado a interceptar drones y misiles sin realizar acciones ofensivas, tras el aval de la Resolución 2722 podría cambiar su accionar.

Un Vietnam en la península arábiga

Con los ataques a posiciones hutíes, Biden se arriesga a que su política para Medio Oriente, que apunta a aislar a Irán, termine no solo naufragando,  sino hasta la creación de una alianza inédita del mundo musulmán.

Además de obligar a Arabia Saudita, que no solo acaba de formalizar el restablecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con Teherán, sino que además pone en juego las negociaciones de paz con los hutíes con un acuerdo de alto el fuego desde 2022 para poner fin a la guerra que el reino wahabita junto a Emiratos Árabes Unidos comenzó en 2015.

Tras siete años de intensos combates, la resistencia yemení no solo pudo contener a Riad y sus aliados, que de alguna u otra manera fueron todos los grandes ejércitos de Occidente, además de pilotos judíos y hasta mercenarios latinoamericanos, sino que consiguió pasar a la ofensiva poniendo en riesgo la continuidad de la familia Saud en el trono.

El movimiento de los hutíes, de origen chií al igual que el Hezbollah y la República Islámica de Irán, aunque de la escuela zaidismo, ha conseguido embarcar a lo largo de sus años de guerra a sectores sunitas y cristianos pobres dando a su movimiento la consistencia que lo ha cubierto de un halo de invencibilidad. Negando esta realidad concreta, el Comando Central de Estados Unidos emitió un comunicado donde informa de que existen las suficientes evidencias para creer que los ataque sobre el mar Rojo, más allá de que fueran acciones hutíes, son parte de una estrategia general de Teherán, alentando así el constante fantasma de una guerra contra la nación de los ayatollahs que podría incluir prácticamente a toda la región.

Un conflicto de esa envergadura obligaría a Washington y sus aliados a poner tropas en pie en territorios geográficamente muy hostiles, donde a diferencia de las selvas vietnamitas existen geografías montañosas al estilo de Afganistán, donde los americanos no han aprendido a moverse a pesar de los veinte años de invasión.

Los hutíes inspiran sus tácticas en diferentes insurgencias como el Vietcong, los movimientos guerrilleros de América Latina y en sus hermanos del Hezbollah, por lo que una guerra podría no solo ser muy larga, sino extremadamente sangrienta.

Más allá de las amenazas norteamericanas y las bajas sufridas por bombardeos, los ataques contra las embarcaciones han continuado y parecen no tener fin. Los hutíes han dispuesto la creación de un segundo frente a orillas del mar Rojo, a la guerra sionista contra Palestina y no solo son un ejemplo que corre el riesgo de propagarse, sino una invitación para un nuevo fracaso bélico norteamericano.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.