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La vida no es tan bella en Palestina

Fuentes: Rebelión

Las lágrimas que derramó el mundo entero por la película La vida es bella, fueron tantas que podríamos crear un lago azul de agua salada con paradisiacos planos donde pueden hacer su hábitat garzas, pájaros pescadores, pelicanos y peces marinos. El cine, sin embargo, no es como la vida. ¿Cuántos hijos de Guidos no han muerto en Palestina? Se han ido de este mundo sin el derecho a salir incólumes celebrando el final y el triunfo del juego de la guerra, porque la estrategia militar del pueblo escogido de Dios es de fuego indiscriminado y de tierra arrasada. ¿Qué le pueden explicar los padres palestinos a sus hijos sobre este evento traumático que lleva cerca de un año sin pausas? ¿Qué les pueden decir si desde el cielo que enseñan como destino trascendental para sus vidas humanas caen los racimos de bombas, los misiles y obuses para destruir hospitales, escuelas, asilos y centros geriátricos? El lema parece ser por el comportamiento de las tropas de ataque, es acabar con todo rastro de vida y exterminar todo lo que se mueva. 

Estados Unidos no mueve un dedo a pesar de ser el patrón de sus siervos los judíos sionistas porque en el fondo no desea tener estorbos humanos a la vista en un territorio que les ha servido para apuntalar su política militar en el medio oriente, y sobre todo para mandar un claro mensaje a sus enemigos del mundo árabe sobre su hegemonía en esa parte del mundo. A Estados Unidos no le importa ni los niños masacrados, ni los ancianos asesinados ni las mujeres muertas porque también cree que los palestinos son sub humanos, y que la tragedia verdaderamente humana solo puede tocar sus corazones si las víctimas son judíos, estadunidenses o ciudadanos del primer mundo.

Por primera vez en la historia el comportamiento de la circunstancia política ha dejado en claro la diferencia que existe entre el espíritu que orienta a los que dirigen al mundo a través de sus gobiernos obtusos y la voluntad de los pueblos. Aparte de experiencia antiestadounidense con la guerra de Vietnam que estuvo claramente dominado por el movimiento hippie, la condena a la guerra de Palestina está presidida por manifestaciones multitudinarias de jóvenes y gente de viejas generaciones en ciudades de Alemania, Inglaterra, Holanda, Francia y Estados Unidos en el primer mundo, que han comprendido que los ataques terroristas aislados de parte de personas que lo han perdido todo tienen como abono la irresponsabilidad de los gobiernos en repeler acciones de forma desproporcionada fronteriza con el asesinato y el genocidio.    

Frantz Fanon sigue vigente y se convierte en el profeta de los tiempos actuales. Los desheredados de la tierra solo tienen derecho a heredar la miseria y la muerte. El mundo sigue estando dividido entre “el mundo del ser” constituido por Occidente donde las personas están provistas de derechos y la violencia contra la población es excepcional. Frente a ello, el mundo del Medio Oriente, específicamente de Palestina, está compuesta por “el mundo del no ser”, en que las personas carecen de derechos y la fuerza utilizada contra sus ciudadanos es generalizada.  El discurso de derechos humanos escrito en inglés, en francés y en alemán se vuelve intraducible en el mundo palestino.  

El niño Giousié de la Vita et Bella no se reproduce ni siquiera en la muerte de más de 150 niños palestinos asesinados en Cisjordania que abruptamente se les cerraron los ojos sin comprender el sentido más elemental de la violencia que les cayó encima como un volcán fulminante en sus frágiles vulnerabilidades. A ello habría que agregar los más de 440 niños y niñas palestinos que fueron heridos por armas de fuego, y cuyas sonrisas por este traumático episodio desaparecerá para siempre del continente de sus menguadas personalidades. Estos niños no tuvieron siquiera la oportunidad de que sus padres, bajo la acometida feroz de los misiles, tuvieran el tiempo de persuadirlos de una presunta farsa porque la cruenta realidad es más huidiza que los acomodos de las tramoyas en los cines. 

En realidad, la vida es más bella que la imposición de un imperio descorazonado que pretende dominar territorios y ampliar sus hegemonías. Para el caso es bella para cualquier niño a quien se le da el derecho de vivir su propia infancia y desarrollarse en la libertad de sus mundos idílicos. Los animales son tiernos y siguen solamente los instintos de su propia conservación. Las plantas y los fenómenos naturales son milagros de percepción. Pero la vida no es tan bella cuando los seres humanos se convierten en monstruos y bestias dispuestas a acabar con todo para colmar sus voracidades geopolíticas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.