Desde hace más de dos décadas la mayoría de los gobiernos de países del primer mundo están poniendo en práctica una agenda de emergencia climática con el supuesto objetivo de combatir el “cambio climático”.
En la realidad el grueso de las medidas adoptadas no ha conseguido frenar ninguno de los elementos que configuran la actual crisis ecológica ni disminuir las emisiones de gases contaminantes, porque estos programas de falsa transición energética están lastrados por los intereses del oligopolio energético (fondos de inversión, multinacionales y lobbies empresariales…), a quienes se doblegan los diversos gobiernos de turno.
Buena prueba de ello, la tenemos en las llamadas Conferencias sobre el Cambio Climático, de las que en estos días se está celebrando la número 29 en Azerbaiyán, país productor y exportador de petróleo. Sin que hasta la fecha ninguna de las habidas haya servido para frenar la emisiones de gases contaminantes, ni el calentamiento del planeta.
Las medidas del llamado capitalismo verde parten de toda una serie de mitos o falsedades, como que la implantación masiva de energías renovables puede sustituir con la misma o parecida eficacia a las energías fósiles. De ahí el “boom” de macroproyectos fotovoltaicos y eólicos que desde el año 2019 asaltan los territorios, entre muchos otros, los de Navarra.
Otra de las mistificaciones que ocupa un lugar prominente en el frontispicio del capitalismo verde, es la del automóvil eléctrico, que en Navarra cobra especial relevancia dada la existencia de la planta de Volkswagen y su incidencia en el tejido productivo de la Comunidad Foral. Empresa a quien la presidenta Chivite le ha reafirmado recientemente el compromiso del Gobierno de Navarra con la movilidad eléctrica, para contribuir a la descarbonización del sector.
La falsedad, en este sentido, está en mantener la idea de que el coche eléctrico podrá sustituir tal cual al convencional que conocemos movido por energías fósiles. Cosa a todas luces imposible dadas las existencias limitadas a escala mundial de los elementos imprescindibles para su fabricación. Las baterías de los coches eléctricos son el gran problema, no sólo porque sean pesadas, caras y lentas de cargar, sino también porque están hechas con materiales escasos (mucho más que el petróleo) que, además, generan residuos muy contaminantes.
Pero el capitalismo verde no se da por vencido y, ante esa tesitura incuestionable, persiste en su huida hacia delante y se inventa nuevas mentiras. Así la entidad que gestiona las principales fundaciones de reciclaje de residuos electrónicos y pilas del Estado español, Recycla, presenta en noviembre de 2024, un informe en el que dice que “el reciclaje de baterías de vehículos eléctricos aportará en 2030 el 84,50% del litio necesario para hacer nuevas baterías”. Asegura que “recuperarán 9.400 toneladas de materias primas fundamentales que permitirán fabricar 33.000 baterías sin necesidad de extraer nuevos recursos de este tipo”.
La cuarta ley de la termodinámica dice que la materia disponible sufre una degradación de forma constante y continua sin que esa parte que se degrada pueda ser recuperada. Es decir que el reciclaje nunca puede ser completo porque durante el uso de los materiales siempre hay una parte que se degrada y que es imposible recuperar, ni con las técnicas más futuristas de reciclado.
Las baterías de ion de litio de los coches eléctricos tienen una vida útil de unos 8 años, y uno de los problemas para su reciclado es que deben descargarse por completo por motivos de seguridad para poder ser despiezadas y separados sus componentes. Se trata de un procedimiento altamente contaminante que emite muchísimo CO2. Además de resultar muy caro y por lo tanto poco rentable. Por lo que la recuperación de litio de las baterías que han finalizado su vida útil no supera el 50% de sus componentes.
Si tomamos, por ejemplo, las baterías de 100 vehículos eléctricos obsoletas por el transcurso de su vida útil, y si, como afirma Recycla, se pudiera reciclar el 80% del litio de esa baterías, se podrían fabricar 80 nuevas baterías. Por lo que nunca se cubriría la cuota de reposición de los vehículos cuyas baterías han quedado sin capacidad de almacenar energía. Lo que describe una situación claramente de decrecimiento, concepto del que huye como de la peste el capitalismo verde.
El coche eléctrico y el reciclaje no suponen soluciones reales a la situación de emergencia ecosocial que padecemos. Son más estafas ambientales que soluciones efectivas.
El desastre ambiental no puede ser negado, ahí están los terribles efectos de la DANA en el área del Mediterráneo el pasado 29 de octubre. Los abusos contra el medioambiente son tan evidentes y han llegado a tal punto de no retorno que se hace totalmente necesario adoptar medidas urgentes y de calado. Pero los gobiernos y los poderes económicos no están por cambiar unas formas de producir, de consumir y de vivir que están en el origen de este desastre.
Una movilidad sostenible y que no contribuya a profundizar la huella ecológica no puede basarse en la sustitución del actual parque automovilístico de combustibles fósiles por los eléctricos, ni en el reciclaje de sus baterías.
Los gobiernos, incluido el de la Comunidad Foral, en lugar de comprometerse con medidas carentes de sentido y que no van a ningún sitio, como es la potenciación del vehículo eléctrico y el Tren de Alta Velocidad, deberían centrar sus esfuerzos y recursos en fortalecer los medios de transporte colectivos como el tren tradicional y planificar de una forma ordenada la reducción del parque automovilístico.
La única salida a la crisis socioambiental y económica es el decrecimiento, la justicia social, la redistribución de la riqueza y poner en pie procesos democráticos para levantar alternativas comunitarias a escala local a las graves situaciones a las que vamos a estar confrontados en las próximas décadas.
Ramón Contreras López es miembro de NEETEN (Nafarroako Energía Eraldatzen).
Fuente: https://vientosur.info/la-crisis-medioambiental-no-se-la-combate-con-falsedades/