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El criminal de guerra «víctima»: el inevitable destino de Netanyahu

Fuentes: Rebelión

Traducido del inglés para Rebelión por Jesica Safa

Yoav Gallant, el célebre exministro de Defensa israelí, ha caído repentinamente en el olvido. El hombre que sirvió al ejército de su país por unos 35 años, casi 10 en política, y supervisó grandes guerras, incluido el actual genocidio en Gaza, ha desaparecido rápidamente de los titulares y de la relevancia política.

En su carta de renuncia Gallant acusó al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu (que lo había despedido el 5 de noviembre) y a su sustituto como ministro de Defensa, Israel Katz, de poner en peligro la seguridad del país. Sin embargo, gran parte de su crítica iba dirigida al servicio militar obligatorio para la comunidad judía ultra ortodoxa israelí.

La negativa de Gallant a ofrecer una exención a los haredim [judíos ortodoxos] de Israel siempre ha sido una fuente de tensión entre su autoritario jefe y él. Aun así, parece que todas las partes, cada una con su propósito político en mente, han exagerado el peso político de esta cuestión.

Gallant quería demostrar a las facciones más laicas y nacionalistas dentro del Partido Likud (las más grandes en la coalición gobernante de Netanyahu) que él abogaba por un Israel más justo y equitativo. Netanyahu, que encabeza el Likud, quería atraer a los segmentos más extremos del partido y a sus profundamente religiosos socios de coalición.

Gallant, que también dimitió del Parlamento israelí (la Knesset) el 1 de enero, hizo que su carta de renuncia se refiriera en gran medida al Likud y menos al propio Israel. «Mi camino es el camino del Likud y creo en sus principios, confío en sus miembros y en sus votantes», dijo vinculando su primer voto para el partido a una asociación en la «revolución de Menachem Begin», mientras se enorgullecía de permanecer «leal al camino nacional e ideológico del movimiento.»

La actitud de Gallant se podría entender de dos maneras: o bien como una forma de sellar su legado antes de abandonar la política por completo o, más probablemente, como el esbozo de un nuevo discurso político que le permitiría competir por el liderazgo del Likud y tal vez incluso convertirse en primer ministro.

Netanyahu lo tiene muy claro y parece haber llegado a la conclusión de que el único camino que tiene para sobrevivir políticamente es continuar la guerra en Gaza y expandir el conflicto para involucrar a múltiples partes. El hecho de ampliar esta guerra es lo que le ha permitido recuperar sus índices de aprobación anteriores a la guerra y mantener satisfechos a sus socios de coalición.

La estrategia del primer ministro israelí durante los últimos 15 meses de genocidio ha sido coherente con su legado político: alcanzar el poder y aferrarse a él. Pero los acontecimientos que siguieron al 7 de octubre de 2023 han hecho que sus posibilidades de supervivencia política sean mucho más escasas.

En el pasado Netanyahu dominó el arte de la supervivencia explotando las debilidades de sus rivales, utilizando su poder para manipular emocionalmente al público israelí con una mezcla de discurso nacionalista, religioso y personal. Este relato a menudo retrata a Netanyahu y a su familia como víctimas de numerosos enemigos que han planeado su caída sistemáticamente, a pesar de todo el bien que él cree haber hecho por el país.

La «mentalidad de víctima» de Netanyahu ha sido un tema recurrente en los medios israelíes durante mucho tiempo, incluso años antes de la guerra. Es una estrategia que Netanyahu ha utilizado para defenderse ante los tribunales de las acusaciones de corrupción y le sigue sirviendo durante la guerra. Incluso las órdenes de detención contra él y Gallant dictadas por la Corte Penal Internacional (CPI) el 21 de noviembre se han utilizado para alimentar el relato de que Netanyahu está siendo castigado simplemente por amar demasiado a Israel.

Sin embargo, cuando la guerra haya terminado, ya no bastará con jugar el papel de víctima. Será difícil, si no imposible, explicar lo que ha ocurrido a partir del 7 de octubre de 2023: el colapso del aparato de seguridad, el fracaso del ejército, la falta de estrategia, el grave debilitamiento de la economía, la fragmentación de la nación, el asesinato de los rehenes, y mucho más.

De hecho, la coalición de derecha ya está al borde del colapso. La incorporación de Gideon Sa’ar y su Partido Nueva Esperanza el 29 de septiembre puede haberle insuflado algo de vida, pero las constantes amenazas del ministro de Finanzas Bezalel Smotrich y del ministro de Seguridad Nacional Itamar Ben-Gvir hacen que el gobierno sea, en el mejor de los casos, inestable.

La fortaleza del gobierno se puso a prueba el 31 de diciembre, cuando una votación decisiva sobre la Ley Presupuestaria provocó un enfrentamiento público entre Smotrich y Ben-Gvir, que casi llevó a la destitución del último.

Aun así, el gobierno permanece intacto simplemente porque la guerra sigue en curso. La guerra, y el conflicto ampliado, han permitido a los ministros de Netanyahu impulsar sus agendas extremistas sin cuestionamientos, lo que en última instancia permite que Netanyahu permanezca al timón un poco más de tiempo.

Sin embargo, posiblemente nada de esto cambiará el escenario de la posguerra; es probable que la coalición se tambalee, que el Likud entre en su propia guerra civil y que la sociedad israelí estalle en protestas masivas. Será entonces cuando los socios de la coalición se conviertan en enemigos, y los del tipo de Gallant pueden regresar y ofrecerse como salvadores del Estado. ¿Qué hará entonces Netanyahu?

Texto original: https://www.middleeastmonitor.com/20250107-the-war-criminal-victim-netanyahus-inevitable-fate/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.