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Cincuenta años de la muerte de Franco

Fuentes: Nueva Tribuna [Foto: Franco saluda al futuro rey Felipe VI bajo la mirada de su padre, Juan Carlos I]

Con motivo del 50 aniversario de la muerte de Franco el Gobierno ha programado una campaña de actos bajo el lema de cincuenta años de libertad en España. La derecha ha decidido boicotear la campaña porque conmemorar la muerte de Franco “divide a los españoles”. La experiencia dice que no es así: año tras año, grupúsculos de extrema derecha han conmemorado el aniversario de la muerte de Franco, reivindicando su memoria y su obra. Con poco éxito de público y crítica. Tampoco ha dividido a los españoles el traslado de los restos del dictador, a juzgar por la escasa presencia de protestantes.

El Gobierno plantea la campaña bajo el lema de 50 años de libertad. La verdad es que la libertad no llegó a España tras la muerte de Franco: tardó un rato más en llegar. Pero sí que es verdad que con la muerte del dictador desapareció el obstáculo principal para el advenimiento de la democracia. En mi opinión, celebrar este aniversario es la ocasión para hacer balance de la dictadura franquista y explicarlo a quienes no vivieron aquel largo período (1936-1975) que denominamos franquismo. Eso es algo que debería haberse hecho desde hace mucho tiempo, aunque ahora resulta muy oportuno, y hasta urgente, ante la crecida de la extrema derecha que estamos viviendo y que plantea, en cierto modo, una vuelta al pasado. Por decirlo en corto, lo que está planteando el Gobierno es aprovechar un aniversario redondo (50 años) para hacer una campaña de advertencia del peligro de la extrema derecha en ascenso. Esto es lo que boicotea la derecha. Con especial virulencia en el caso de Ayuso, que, me parece, aspira a ser la principal referencia ultra de la patria.

El franquismo es ya historia y esa parte de nuestra historia debe ser contada y explicada a las generaciones que no vivieron aquel tiempo. Yo tengo mi propia valoración de la etapa franquista basada en mi propia experiencia y en los trabajos de los historiadores, que, paso a paso, han ido desmontando el relato construido por los apologistas del Régimen y sus continuadores. Fui de los que brindó con cava el 20 de Noviembre de 1975. Quiero decir que tengo una experiencia vivida del “hecho biológico” y sus consecuencias que, aparentemente, no cambió nada, salvo una cosa: la jefatura del Estado. Como vimos después fue un cambio fundamental, aunque entonces no nos lo pareciera.

Algo que no cambió fue la represión, que continuó igual. Lo sé por experiencia propia. Dos meses después de la muerte de Franco, una noche llegó la policía a mi casa y me llevó esposado a Sol, al lugar donde hoy está la Presidencia de la Comunidad de Madrid y entonces los calabozos de la DGS. No estuve solo. Dos docenas de sindicalistas fuimos detenidos en un intento de parar la huelga que estábamos llevando a cabo. A ninguno de nosotros nos pareció que la libertad había llegado ya.

En aquel momento, Manuel Fraga era Vicepresidente del Gobierno y Ministro de la Gobernación. O sea que Fraga fue el responsable de nuestra detención y encarcelamiento. Contaré otra anécdota para explicar el papel que jugó una parte de la derecha en el advenimiento de la democracia. Con motivo de nuestro encarcelamiento, las esposas de varios de nosotros, se encerraron en una iglesia e iniciaron una huelga de hambre. Tuvo cierta repercusión pública, incluso internacional. Por aquel entonces mi mujer, una de las encerradas, trabajaba como técnico comercial en la Embajada de los Países Bajos. Cuando se enteró, Fraga en persona pidió al embajador que la despidieran.

Ahí aprendimos una lección. El Gobierno Arias-Fraga no sólo no trajo la libertad: ni siquiera inició la reforma del régimen que otros sectores del franquismo demandaban. Simplemente se dedicó a reprimir el ascendente movimiento obrero y popular. Con poco éxito, dicho sea de paso, porque nuestra detención dio lugar a una movilización mayor, con cientos de miles de participantes en un paro en todo Madrid.

Por eso se puede decir que la muerte del dictador sí que trajo un cambio sutil. Los que estábamos haciendo oposición al Régimen notamos perfectamente que la gente tenía menos miedo, lo cual facilitaba la movilización. Y de qué manera: de una región a otra, de un sector a otro, parecía como si las gentes que nunca se habían atrevido a moverse, sentían que había llegado el momento de hacerlo. Tanto que un desbordamiento parecía posible y aumentar la represión no parecía una solución factible porque Europa no lo permitiría. Por eso, el Rey tomó la decisión trascendental de echar a Arias (y a Fraga) y poner a Suárez con el encargo de iniciar la reforma política. Ese día empezó la transición, aunque entonces no éramos conscientes de ello.

“¿Después de Franco qué?”, se titulaba un famoso opúsculo de Carrillo. Según Carrillo, después de Franco, la democracia. Pero Fraga, el patriarca de la derecha actual, tenía otra respuesta: después de Franco, más franquismo. Fraga, el fundador del PP, es el único que fue ministro con Franco y después de Franco, pero siempre defendiendo el franquismo. El PP es el partido que fundó Fraga, cuya apuesta en aquellos tiempos, repito, era que la dictadura continuase. El PP no puede condenar el franquismo sin hacer una crítica al Fraga, ministro del franquismo, que tan nefasto papel jugó tras la muerte del dictador.

Lo que aconseja traer a colación ahora el franquismo es la amenaza de que nos inunde la extrema derecha. Una extrema derecha que en Alemania reivindica el nazismo y en España al franquismo, o al menos, elementos esenciales de él. El sentido de la campaña que ha puesto en marcha el gobierno es, precisamente, el riesgo de que vuelva al pasado, un peligro que, con acierto, ha señalado el Rey Felipe, en su discurso ante el Parlamento Italiano. Un peligro que se ha vuelto muy muy explícito tras la victoria de Trump en EEUU. 

Una de las debilidades de nuestra democracia es no haber hecho un ajuste de cuentas con el franquismo, como hizo Alemania con el nazismo e Italia con el fascismo. No se pudo hacer en la transición, por razones obvias y no se hizo después, hasta Zapatero. Lo que se hace con la Ley de Memoria es necesario, pero no suficiente. Es necesario el reconocimiento de las víctimas del franquismo y todas las demás iniciativas; pero desde el punto de vista político, hay que dirigirse a las nuevas generaciones, con un balance del franquismo, basado en hechos históricos irrefutables. Señalaré tres de ellos:

  • Franco encabezó un golpe militar de una parte del Ejército, contra el gobierno legítimo de España de 1936, un golpe que, al triunfar sólo parcialmente, condujo a la Guerra Civil. La Guerra y la posguerra fué la mayor catástrofe demográfica habida en España desde que la peste negra asoló Aragón en la Baja Edad Media. Muertos en el frente, en los bombardeos, fusilados, en los campos de concentración, etc. suman cientos de miles. Si a eso le unimos los exiliados el balance es estremecedor. Franco causó una verdadera hecatombe sin parangón en la historia. El Régimen franquista se cimentó en una montaña de cadáveres, se sostuvo sobre la base de campos de concentración, cárceles y represión y, en general, por el miedo puro y duro.
  • Las consecuencias económicas de Franco han sido muy sombrías. A la pérdida de población hay que añadir la devastación del aparato productivo causada por la guerra. La renta per cápita del país tardó muchos años en recuperar el nivel de antes de la guerra. Franco hizo que España perdiera dos décadas. Dos décadas en las que la mayoría de la gente lo pasó muy mal, viviendo peor que antes de la guerra. Claro que no todo el mundo lo pasó mal: los afectos al Régimen vivieron como dios y algunos de ellos (empezando por el propio Franco) amasaron una considerable fortuna. La recuperación se inició con el abandono de la autarquía, pero en el panorama europeo, ya éramos un país atrasado, con un sistema capitalista raquítico y corrupto hasta la médula, parasitando el sector público e incapaz de competir con nuestros vecinos, a pesar de tener la mano de obra más barata. Franco nos dejó un país atrasado, casi tercermundista. Un país de emigrantes, con varios millones de compatriotas trabajando en el extranjero.
  • Con el triunfo de Franco, las libertades fueron suprimidas de raíz. La dictadura franquista fue lo opuesto a una democracia liberal, la norma en Europa Occidental, por cierto, protagonista de un éxito espectacular. La propaganda franquista denigró hasta la náusea todos los elementos centrales de una democracia liberal: los partidos políticos, las elecciones libres y plurales, el Parlamento, etc. La indoctrinación en las escuelas era brutal, enseñando a los niños que los partidos políticos eran lo peor de lo peor. La prensa cantaba las excelencias del Régimen, sin el más mínimo margen para la crítica. Con el tiempo el relato franquista de la guerra civil que se inventó fue el de la lucha entre la nación española y el comunismo. Es lo que Ayuso dice hoy día ¿cómo no considerarla continuadora de la cultura franquista?

Fuente: https://www.nuevatribuna.es/articulo/actualidad/cincuenta-anos-muerte-franco/20250115124221234326.html