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Industria del fin

Aforismos necrocomerciales

Fuentes: CTXT [Imagen: Pesticidas peligrosos. / Austin Valley]

Fabricar armas, exportarlas y explotarlas, y fabricar pesticidas, exportarlos y rociarlos, son dos negocios hermanos

Al mismo tiempo que el Centre Delàs revelaba los contratos de compra de armas entre Israel y España, el sindicato agrario COAG volvía a recordarnos que al entrar en el mes de mayo, desde hace ya varios años, las grandes cadenas de distribución inundan los lineales con patatas importadas de Israel, mientras en nuestros campos ya se está cosechando la patata nueva. Si con las guerras se enriquecen las empresas armamentísticas, con la importación masiva de patatas foráneas lo que se consigue es forzar al campesinado local a malvender su patata a precios de miseria. Ambos son negocios de explotación.  

Hace diez años ya se publicaban noticias sobre camiones españoles cargados de patatas nuevas que viajaban hacia Francia; en el trayecto de vuelta, la carga era de patatas viejas del país vecino, de peor calidad. El poder en el libre mercado lo ejerce el poder adquisitivo.

En 1925, ocho empresas, entre ellas Bayer y Basf, fundaron la compañía química más grande de aquel entonces: I.G. Farben. En 1933, I.G. Farben brindó apoyo financiero al partido nazi que, una vez en el poder, le devolvió el favor comprándole millones de latas de uno de sus más efectivos pesticidas, el Zyklon B, que se utilizó en las cámaras de exterminio. El negocio de matar, la guerra y la agroindustria, siempre han ido cogidos de la mano.

Se llamó ‘agente naranja’ al herbicida con el que las tropas estadounidenses rociaban los bosques y campos de cultivos en la guerra del Vietnam. Fabuloso veneno para descubrir los escondites del enemigo, fabuloso para hacerles sufrir hambre. Uno de sus máximos productores, Monsanto, patentó años después el que hoy sigue siendo el pesticida más vendido en el mundo, el glifosato. No consuela que Monsanto desapareciera, se lo comió Bayer.

Que Agan y Makhteshim fueran empresas israelitas y que la sede central de ADAMA siga en este país dice mucho de su poderío agroindustrial

El glifosato es, producción y ventas, la principal arma química agrícola. Y en el ranking de las cinco mayores productoras de esta sustancia cancerígena encontramos a Bayer y Basf, así como a Syngenta (en manos de la compañía estatal china ChemChina) y Adama, una de sus divisiones.  El glifosato es un digno sucesor del Zyclon B y el agente naranja. Para quienes negocian con él, quema y rinde por igual.

Como dicen en su web, la historia de ADAMA comienza con cuatro jóvenes emprendedores cuya pasión por la química los llevó a poner en marcha dos empresas de protección de cultivos (eufemismo), Agan (1945) y Makhteshim (1952). Ambas empresas se fusionaron en 1997 para crear Makhteshim Agan que en 2014 pasó a llamarse ADAMA. Que Agan y Makhteshim fueran empresas israelitas y que la sede central de ADAMA siga en este país dice mucho de su poderío agroindustrial. 

Israel es una potencia en armamento y agroquímicos. Como hemos visto, fabricar armas, exportarlas y explotarlas, y fabricar pesticidas, exportarlos y rociarlos, son dos negocios hermanos. 

El problema de los círculos es que se cierran.

Gustavo Duch. Licenciado en veterinaria. Coordinador de ‘Soberanía alimentaria, biodiversidad y culturas’. Colabora con movimientos campesinos.  @gustavoduch

Fuente: https://ctxt.es/es/20250501/Firmas/49255/Gustavo-Duch-pesticidas-guerra-armas-Israel.htm