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Unión internacionalista contra la minería y por la vida

Pueblos contra el extractivismo

Fuentes: CADTM

La apropiación y mercantilización corporativa de los territorios y la naturaleza se está expandiendo en términos sectoriales, geográficos y políticos. Los megaproyectos extractivos vinculados a la explotación de minerales fundamentales, el desarrollo de grandes polígonos de energías renovables, macrogranjas agroindustriales, agronegocios y gigantescas infraestructuras de todo tipo adquieren un gran protagonismo como espacios preferentes para la acumulación de capital. Asimismo, las iniciativas clásicas de extracción minera e hidrocarburífera mantienen su carácter estratégico para el sostenimiento de la dinámica capitalista.

“No estamos planteando soluciones superficiales ante el implacable modelo capitalista, estamos planteando que mientras no se transformen las relaciones de explotación entre seres humanos y de los seres humanos con el mundo, no podremos vivir en igualdad de condiciones”

La apropiación y mercantilización corporativa de los territorios y la naturaleza se está expandiendo en términos sectoriales, geográficos y políticos. Los megaproyectos extractivos vinculados a la explotación de minerales fundamentales, el desarrollo de grandes polígonos de energías renovables, macrogranjas agroindustriales, agronegocios y gigantescas infraestructuras de todo tipo adquieren un gran protagonismo como espacios preferentes para la acumulación de capital. Asimismo, las iniciativas clásicas de extracción minera e hidrocarburífera mantienen su carácter estratégico para el sostenimiento de la dinámica capitalista.

El capitalismo define una relación mercantilista y de explotación de la naturaleza, al mismo tiempo que es incapaz de resolver las crisis energética, sanitaria, ecológica y socioeconómica que afecta principalmente a las clases populares de todo el mundo. Se trata de una etapa neocolonial y rentista del capitalismo donde la expoliación de la naturaleza a través del extractivismo, el poder corporativo y la militarización lideran una auténtica ofensiva sobre los distintos territorios, sobre todo en los países periféricos y semiperiféricos. A la base, existe una creciente disputa por los suministros de energía y materiales, que, en suma, continúan alimentando un consumo insostenible principalmente del norte, cuya base es la explotación de los recursos naturales que destruye los hábitats y beneficia exclusivamente a unas reducidas élites económico-políticas a escala global, nacional y local.

Los hidrocarburos y las materias primas clave para el desarrollo de los rubros de este renovado capitalismo verde militar y digital se concentran en localizaciones específicas, generalmente fuera de las fronteras de los Estados centrales con lo que, en la práctica, solo se trata de incentivar el extractivsmo y en concreto, a las grandes empresas mineras del mundo a explotar todo cuanto sea necesario para cambiar la fuente principal de recursos energéticos. Mientras, el discurso hegemónico disfraza esta fiebre extractivista bajo conceptos como neutralidad climática, transición verde y digital o en pactos políticos al estilo del Pacto Verde Europeo que solamente pinta de verde la voracidad del capitalismo.

Esta transición verde y digital solo ahonda en las desigualdades sociales a escala planetaria, al mismo tiempo que apuntala una matriz energética extractivista y acelera la superación de los límites biofísicos del planeta. Además, en términos geopolíticos, incrementa aún más el poder de las empresas transnacionales, azuza el régimen de guerra y profundiza en esta ofensiva neocolonial. De ahí que las grandes potencias se estén disputando el acceso y el dominio de las cadenas de suministros necesarios para sus economías, poniendo al servicio de esta estrategia un conjunto de dispositivos económicos, diplomáticos y militares. Sus intereses se despliegan a través de la firma de tratados de libre comercio e inversión, que vienen a constatar el modus operandi habitual de la globalización capitalista: mientras se promete todo tipo de beneficios sociales, laborales y salvaguardas ambientales para los países firmantes, estos no solo no revierten positivamente en las mayorías sociales, sino que, sus efectos les son devueltos en forma de graves impactos socioecológicos. Al mismo tiempo, proliferan los acuerdos sobre energía y materias primas a escala bilateral y regional, que solo nutren las cuentas de resultados de élites y grandes corporaciones, mientras esquilman a la clase trabajadora y a los pueblos. La militarización y consolidación del estado de guerra en muchos territorios estratégicos es ya una realidad palmaria dentro de esta ofensiva neocolonial.

La minería a pequeña o gran escala tiene consecuencias irreparables en términos de daños a la superficie de la tierra, la contaminación del aire, contaminación de las aguas superficiales y subterráneas, impactos sobre la flora y fauna y el desplazamiento de comunidades de sus territorios de origen mediante una violencia que solo replica la lógica colonizadora. Generalmente las actividades extractivas se hallan en zonas de alta sensibilidad ecológica como páramos, pampas, llanuras, mares, bosques, cuencas altas, nacimientos de fuentes de agua, además de lugares que son la base de una economía agro-productiva de largo plazo y donde los daños provocados terminan afectando la producción de alimentos de la población rural y urbana. El desarrollo de la mega minería, la industria petrolera o el agronegocio, significa continuar con la historia de saqueo de territorios y la imposición de no producir nuestros alimentos en el marco de la soberanía alimentaria sino al contrario favoreciendo a las grandes cadenas de producción alimenticio.

Si la transición ecosocial es necesaria e inevitable, esta debe sostenerse sobre una perspectiva de clase, popular y democrática, que decida el qué, el quién y el cómo avanzar en la misma. El extractivismo, como brazo fundamental del modo de producción capitalista, basado en la explotación intensiva y devastadora de la clase trabajadora, campesina y la madre tierra, genera graves impactos sociales, económicos, culturales y ambientales en las comunidades y territorios en todo el mundo. En este contexto, la autoorganización social y popular se convierte en una herramienta fundamental para la defensa de los derechos territoriales, la justicia ambiental y la construcción de una propuesta ecosocial alternativa que confronte al embate extractivista y su engranaje jurídico, político y empresarial. Es hora de pensar en otros futuros posibles más allá de este modelo de vaciamiento y despojo.

Frente al avance del enfoque privatizador y extractivista, desde las clases populares, campesinas e indígenas, existen otras formas de generar riqueza en nuestros territorios donde preexiste una enorme riqueza étnica y cultural, con potencialidades propias y respetuosas con la naturaleza. Abrir paso a otras formas de organizar la economía y la vida en común no pasa por delegar en los Estados aliados con el poder corporativo, ni por confiar en la buena voluntad de los propietarios de las grandes fortunas. Los límites mostrados por la acción de los gobiernos progresistas y los acuerdos interclasistas son más que evidentes, por lo que es necesario ir más allá: rearticular espacios globales, nacionales y locales protagonizados por organizaciones populares que fortalezcan una dinámica de conflicto y confronten explícitamente la hegemonía de las élites político-empresariales.

Sigue siendo clave una solidaridad internacionalista que articule a las comunidades en lucha y los pueblos en resistencia para enfrentar el orden capitalista, heteropatriarcal, colonial y ecocida. La única salida justa de la crisis será con los pueblos y la lucha popular en defensa de los territorios frente al poder corporativo, fortaleciendo propuestas alternativas y redes contrahegemónicas transnacionales que exijan y hagan efectivos los derechos de las mayorías sociales. En ese sentido, la idea de poder articular las luchas de los pueblos nace como luz para generar organización popular internacionalista y continuar las luchas territoriales uniendo esfuerzos y así cualificar y amplificar la lucha contra el extractivismo en todas sus formas, como uno los sectores de la lucha social más activos y que pone énfasis en las contradicciones del capitalismo.

La propuesta fundamental es la creación de una red o coalición internacional de los Pueblos contra el extractivismo, de carácter anticapitalista, antipatriarcal, anticolonial y por una justicia climática plantea. Las finalidades son:

1) Plantear estrategias comunes de lucha frente a las empresas extractivistas transnacionales. Éstas son el enemigo común frente al cual podremos responder con mayor impacto y fuerza desde este espacio internacionalista.

2) Conformar la unión de organizaciones populares que luchamos en contra de la minería y el extractivismo en todas sus formas, comprendiendo que estas son consecuencia directa de las dinámicas capitalistas a escala mundial. Partimos de la idea que no es posible luchar contra los efectos sin luchar contra las causas que están a la raíz del modelo económico que permite e incentiva todo tipo de relaciones de opresión, neocolonización y expoliación.

3) Establecer alianzas para contribuir a profundizar el análisis estructural e histórico de las causas del extractivismo, vinculadas al desarrollo de la modernidad capitalista, y que permita profundizar las respuestas políticas y de clase.

4) Impulsar la defensa del planeta, la vida presente en la flora y fauna, desde una óptica radicalmente de clase, de los pueblos oprimidos y en especial, aquellos que enfrentan las peores consecuencias ambientales y sociales de este sistema depredador.

Concretamente hacemos un llamado a todos los pueblos hermanos que nos encontramos luchando por un mundo nuevo, a unir nuestra voz de esperanza y articularnos a través de esta gran red o coalición internacional. Para lo cual, de forma determinada los primeros pasos sean:

Identificar en cada uno de nuestros países las luchas afines y articularnos con firmeza en la creación o fortalecimiento de alianzas amplias con organizaciones sociales, políticas y sindicales como un objetivo clave de la Red.

La apuesta por un internacionalismo ecoterritorial, pegado a redes comunitarias

– El rechazo activo a las lógicas bélicas y neocoloniales de expoliación e invasión.

Una composición diversa, enraizada en las luchas populares y que mire más allá de las fronteras estatales como único marco posible de acción política.

Para seguir profundizando en todo esto, convocamos a las organizaciones de base, pueblos en lucha y distintas resistencias anti extractivas a un encuentro internacional en el que se presentará esta articulación global, coincidiendo con la Cumbre de los Pueblos que tendrá lugar en noviembre de 2025 en Belém (Brasil).

Colectivo

Fuente: https://www.cadtm.org/Pueblos-contra-el-extractivismo