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Para las cámaras, no para la gente

El fraude de la ayuda aérea en Gaza

Fuentes: Le Monde

Los lanzamientos aéreos de alimentos —ya intentados en el enclave en marzo de 2024— tienen más que ver con apaciguar a la opinión pública que con aliviar realmente el sufrimiento de la población palestina, explica el historiador Jean-Pierre Filiu en esta columna.

Los lanzamientos aéreos en zonas de conflicto son “el medio menos eficaz de distribuir” ayuda humanitaria. Esa fue la categórica conclusión a la que llegó el ejército estadounidense tras su campaña a gran escala de lanzamientos aéreos en el norte de Irak en la primavera de 1991. En aquel momento, cientos de miles de kurdos habían huido a las montañas cercanas a la frontera turca para escapar de la represión del régimen de Sadam Husein.

Estados Unidos, el Reino Unido y Francia habían impuesto una zona de exclusión aérea a los aviones iraquíes en el extremo norte del país. Pero los lanzamientos aéreos provocaron numerosas víctimas entre los refugiados: personas aplastadas por palés de ayuda, violentas peleas por los suministros, y algunos productos lanzados en paracaídas que cayeron en campos de minas.

El personal militar que participó en la operación protestó, alegando que aquello era más un espectáculo mediático que un esfuerzo de socorro eficaz, y finalmente consiguió autorización para entregar la ayuda en helicóptero en lugar de en paracaídas. Incluso eso no fue más que una medida provisional, hasta que los convoyes de camiones pudieron llevar una asistencia humanitaria digna de tal nombre.

“La masacre de la harina”

El fracaso de los lanzamientos aéreos de ayuda en el norte de Irak fue tan grave que este tipo de operaciones se evitó durante más de tres décadas. Hubo que esperar a la determinación de Israel de utilizar la ayuda como arma para presionar a la población de Gaza —violando los principios fundamentales del derecho humanitario— para que esta táctica improvisada resurgiera.

En febrero de 2024, cuatro meses de bombardeos israelíes sin precedentes, seguidos de un asalto terrestre igualmente brutal, provocaron una hambruna catastrófica en la ciudad de Gaza y en el norte del enclave, que quedaron aislados del resto de la Franja. Una bolsa de harina de 25 kilos se vendía por 1.000 dólares, lo que desembocó en la tragedia conocida como la “masacre de la harina”. El 29 de febrero de 2024: 118 personas murieron —disparadas por el ejército israelí, aplastadas por tanques o pisoteadas en el pánico de una distribución de ayuda que se convirtió en pesadilla.

El entonces presidente de Estados Unidos, Joe Biden, prometió un “aumento masivo de la ayuda humanitaria entregada diariamente a Gaza”. Sin embargo, no logró convencer al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de reabrir el acceso terrestre al enclave, pese a los llamamientos urgentes de todas las principales organizaciones humanitarias. El ejército estadounidense puso en marcha una campaña de lanzamientos aéreos, entregando 1.000 toneladas de ayuda en pocas semanas.

Aun así, ese total equivalía a solo 40 camiones de ayuda al mes, mientras que las Naciones Unidas pedían restablecer el flujo previo al conflicto de al menos 500 camiones al día, como ocurría hasta octubre de 2023. A pesar de ello, el Reino Unido, Francia, Jordania y España se sumaron a la campaña de lanzamientos aéreos, cuya visibilidad mediática superó con creces su impacto operativo. Y eso sin mencionar que, el 8 de marzo de 2024, un avión de los Emiratos Árabes Unidos dejó caer una caja con un paracaídas defectuoso que se estrelló, matando a cinco palestinos.

«Los juegos del hambre»

El fracaso de la ayuda aérea fue tan evidente que Estados Unidos recurrió a otra solución provisional: enviar alimentos por mar, utilizando un muelle temporal construido en colaboración con el ejército israelí. Esa iniciativa tampoco fue eficaz. Al cabo de un mes, solo se había entregado el equivalente al suministro mínimo de alimentos para un día a la población de Gaza.

El 12 de junio de 2024, las Naciones Unidas anunciaron que al menos 32 personas, entre ellas 28 niños menores de 5 años, ya habían muerto de hambre en la Franja de Gaza. En realidad, la ofensiva israelí sobre Rafah había cerrado el último paso fronterizo con Egipto, dejando a toda una población agotada a merced de las fuerzas de ocupación. Las pocas docenas de camiones que se permitían entrar diariamente, de media, durante el verano y el otoño de 2024, también eran saqueados regularmente por bandas que operaban en nombre de Israel. Solo durante la tregua del 19 de enero al 2 de marzo de 2025 se restableció el flujo normal de camiones de ayuda humanitaria.

Donald Trump, que sucedió a Joe Biden en la Casa Blanca, apoyó la reanudación de la ofensiva israelí el 19 de marzo. Las Naciones Unidas y las organizaciones humanitarias están ahora excluidas de la distribución de la ayuda, que ha sido asumida por una «fundación» financiada por Estados Unidos y protegida por el ejército israelí. Estas distribuciones se convierten regularmente en una carnicería, de ahí el apodo de «Juegos del Hambre» que se utiliza en el enclave palestino.

Sin embargo, la reciente difusión de imágenes impactantes y testimonios condenatorios sobre la hambruna en Gaza ha obligado finalmente a Israel a aflojar ligeramente su control. No obstante, el número de camiones autorizados sigue estando muy por debajo del mínimo necesario para una población que se encuentra literalmente al borde de la inanición. Y, al igual que en marzo de 2024, los lanzamientos aéreos realizados por Jordania, los Emiratos Árabes Unidos, el Reino Unido, Francia y Alemania sirven más como coartada mediática que como operación humanitaria eficaz. Por ejemplo, toda la ayuda lanzada recientemente por España equivale solo a la mitad de la carga de un solo camión humanitario.

Por último, cabe recordar que, desde noviembre de 2024, Netanyahu es objeto de una orden de detención de la Corte Penal Internacional por, entre otros cargos, «matar de hambre a civiles, lo que constituye un crimen de guerra».

Jean-Pierre Filiu, profesor en Sciences Po (Instituto de Estudios Políticos de París)

Traducción: Alain Marshal