Este artículo analiza la importancia estratégica de las relaciones entre la izquierda marxista y el movimiento de liberación kurdo para la lucha anticapitalista en Turquía. El escenario político abierto tras el abandono de la lucha armada por parte del PKK obliga a repensar las intersecciones entre la lucha de clases y la lucha contra el racismo. El trabajo examina las tensiones entre las políticas identitarias del movimiento kurdo y la perspectiva centrada en la clase de la tradición marxista, subrayando que esta tensión no es solo teórica, sino también una necesidad práctica y táctica.
Introducción
Uno
de los problemas estratégicos más críticos de la política de
izquierda en Turquía es cómo establecer la relación entre el
movimiento de liberación kurdo y la tradición marxista. El
movimiento kurdo no debe reducir su lucha por la libertad a una mera
cuestión identitaria; la izquierda marxista, por su parte, debe
comprender el racismo como un componente estructural de la
acumulación capitalista. Este punto de intersección no constituye
únicamente un debate teórico, sino también una tensión que
determina la orientación de las luchas prácticas.
Antecedentes
históricos: el marxismo y los pueblos oprimidos
La
forma clásica del movimiento marxista se centró en la organización
del proletariado industrial en la Europa del siglo XIX. Durante la
Primera Internacional (1864), las demandas identitarias de los
pueblos oprimidos no estaban en el centro de la agenda, ya que para
la clase trabajadora europea la prioridad era la lucha contra la
explotación económica. Sin embargo, en su obra de 1916 El
imperialismo, fase superior del capitalismo,
Lenin definió a los movimientos de liberación nacional de las
colonias y pueblos oprimidos como parte inseparable de la lucha
revolucionaria.
Las revoluciones del Tercer Mundo confirmaron este enfoque: la lucha de independencia argelina (1954–1962), la Revolución vietnamita (1945–1975) y la Revolución cubana (1959) demostraron la imbricación entre los movimientos anticoloniales y la lucha de clases. En el período posterior a 1968, el marxismo se transformó a través de su interacción con las políticas identitarias.
En el contexto turco, el movimiento kurdo surgió frente a la negación, el desplazamiento forzoso y la represión racista desde la fundación de la República. La rebelión de Sheikh Said (1925), la masacre de Dersim (1937–38) y los levantamientos kurdos posteriores a 1980 constituyen hitos históricos de este proceso. Estas experiencias mostraron que el sujeto del movimiento kurdo no era el obrero fabril, sino los grupos sociales excluidos del “pacto suní-turco”.
Clase, raza y
opresión estructural
Como subrayó
Étienne Balibar en 1991, el capitalismo moderno se reproduce no solo
a través de la explotación de clase, sino también mediante la
producción de diferencias raciales. Por ello, el movimiento kurdo,
al enfrentarse al racismo estructural, no debe excluir la lucha
anticapitalista. La fortaleza del marxismo reside en su teoría de la
economía política; sin embargo, su aproximación a la
superestructura social es general. Este vacío puede llenarse con las
experiencias históricas de las luchas identitarias.
Las tesis del líder del PKK, Abdullah Öcalan, sobre la “confederalidad democrática” ofrecen una imaginación política alternativa frente a la modernidad capitalista, pero en comparación con la tradición marxista corren el riesgo de relegar a un segundo plano la cuestión de la base económica. Por ello, la izquierda radical y el movimiento kurdo deben definirse no como componentes excluyentes, sino como elementos estratégicos complementarios.
Coyuntura
política actual
El proceso de
desarme del PKK ha reducido las tensiones en Turquía y ha ampliado
el espacio de la política democrática. Sin embargo, si el
movimiento kurdo opta por la reconciliación con el régimen
autoritario, corre el riesgo de perder su misión histórica. Al
mismo tiempo, los debates en el marco parlamentario hacen más
visible la necesidad de una acción conjunta entre el movimiento
kurdo y la izquierda marxista.
Contexto
histórico y cultural
A pesar de
la separación entre turcos y kurdos tras el Tratado de Lausana
(1923), los lazos históricos y culturales siguen siendo
significativos. Mientras que durante ciertos períodos del Imperio
otomano los kurdos gozaron de ciertos privilegios, con la
instauración de la República se convirtieron en objetivo de
políticas de negación y asimilación. La revolución
anticapitalista en Turquía debe incorporar las experiencias kurdas
no como un aliado secundario, sino como un componente de vanguardia.
Fascistización
y resistencia común
Hoy en día
se vive a escala mundial un proceso de fascistización. En Turquía,
si los kurdos y la clase trabajadora no fortalecen juntos la lucha
antifascista, los pueblos quedarán atrapados durante muchos años en
un túnel autoritario. La lucha no es solo contra el capital, sino
también contra los dispositivos raciales y culturales que lo
sostienen. En este sentido, el pensamiento radical kurdo aporta de
manera indispensable su desobediencia, su memoria insurgente y su
horizonte emancipador.
Conclusión
La
izquierda turca —especialmente el TKP, el periódico Cumhuriyet
y otros círculos de izquierda— debe evitar repetir los errores del
pasado al no reducir la cuestión kurda a una simple demanda
identitaria. Sin justicia para los kurdos no hay justicia social
posible; sin un horizonte anticapitalista, la lucha antirracista
quedará confinada a los límites del reconocimiento simbólico.
Por lo tanto, la cuestión fundamental de nuestro tiempo es clara: O solución, o barbarie.
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