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A la espera del próximo rey de Arabia Saudí

Fuentes: Al-Ajbar (edición en lengua inglesa)

Traducción para Rebelión de Loles Oliván.

El reto final para la monarquía saudí está a sólo unas cuantas muertes de distancia.

El ministro de Defensa, príncipe Salman bin Abdulaziz, acaba de ser nombrado príncipe de la Corona después de que los dos últimos sucesores al trono hayan fallecido.

En su libro sobre la historia de Arabia Saudí, la profesora Madawi Al-Rashid señala que en una de las muchas publicaciones sobre los diversos «saberes y dichos» del fundador de Arabia Saudí, el rey Abdul Aziz Ibn Saud, se encuentran sus últimas palabras en el lecho de muerte, en 1953: «Faisal, Saud es tu hermano. Saud, Faisal es tu hermano. No hay poder ni fuerza sino en Dios».

Era un emplazamiento a los dos mayores de sus 34 hijos nacidos de 17 de sus 22 esposas, para pedirles que dejaran de lado sus diferencias y trabajasen juntos para gobernar el emergente Estado de Arabia Saudí. Cayó en saco roto.

Once años más tarde, una lucha de poder entre ambos supuso la abdicación y el exilio de Saud, quien se había convertido en rey tras la muerte de Abdul Aziz, mientras Faisal tomaba el control y centralizaba firmemente el poder. Irónicamente, el reinado de Faisal llegó a un abrupto final once años después, cuando fue asesinado por su sobrino el príncipe Faisal Ibn Musaid el 25 de marzo de 1975.

Desde el reinado de Faisal, el poder se ha diluido entre los hijos y nietos más importantes que han sobrevivido al fundador, cada uno controlando un ministerio o un puesto de gobierno importante, creando así mini-feudos que compiten y sólo en raras ocasiones cooperan entre sí.

Cuando un rey saudí muere o está a punto de morir, el mundo contiene la respiración por aprehensión de lo que venga después. La sucesión dentro de la realeza saudí es una cuestión de suma importancia no sólo para los que están dentro del país y en la región, sino para prácticamente todos los poderes que gobiernan el ámbito internacional. Arabia Saudí, como todo el mundo sabe muy bien, es el país que cuenta con las segundas mayores reservas probadas de petróleo en el mundo, especialmente la deseada variedad de crudo ligero. Y lo que es más importante, el Estado saudí es una pieza esencial en la matriz que define y estructura la política de poder en la región de Asia occidental.

Reyes elegidos

Tradicionalmente, la sucesión se transmite del hijo mayor al hermano siguiente en la línea. Pero este sistema no siempre se cumple; se ve afectado por enfrentamientos intrafamiliares y se enfrenta a la disyuntiva implacable del tiempo. Varios hijos se han pasado por alto debido a la salud y a diversas razones políticas. Los candidatos viables, la primera generación después de Ibn Saud, se han vuelto mayores y están más enfermos, y la segunda generación, compuesta por cerca de 6.000 príncipes, está sufriendo por que les llegue el turno. A las hembras, como era de esperar en una sociedad conservadora duramente patriarcal, se les excluye incluso de ser consideradas como candidatas, una circunstancia inquietante que no parece preocupar a los aliados occidentales de Arabia Saudí.

Abdulá, el actual sexto rey de Arabia Saudí, tiene supuestamente 80 años y su salud sigue deteriorándose, según el anónimo disidente saudí de twitter Mujtahidd. Sin embargo, hasta ahora, el rey Abdulá ha sobrevivido a dos herederos, el príncipe Sultán y el recientemente fallecido príncipe Nayef, que era ministro del Interior desde 1975. El contendiente previsto es el actual ministro de Defensa y ex gobernador de Riad, el príncipe Salman bin Abdul Aziz, pero él también es viejo, alcanzado casi la edad de 80 años, y hace frente a sus propios y crecientes problemas de salud.

El trío de Sultán, Nayef y Salman integra a los principales miembros de una facción dentro de la realeza saudí conocida como los «Siete Sudairi», un título no oficial de una poderosa e influyente alianza entre los siete hermanos al completo dentro de la familia Saud, que incluía al fallecido rey Fahd, cuyo reinado abarcó desde 1982 hasta 2005. El inicio de esta alianza se ha relacionado con la lucha entre Faisal y Saud en el contexto de la cual el primero se apoyó fuertemente en esos siete hermanos para intentar derrocar al último. El clan hizo progresos durante el gobierno de Fahd y consolidó su poder durante los años 1990, especialmente después de que Abdulá, medio hermano de los demás, consiguió el control de facto del país una vez que Fahd quedó incapacitado por una apoplejía en 1995.

Cuando Abdulá se convirtió oficialmente en rey en 2005, tras la muerte de Fahd, trató de diluir la influencia del clan de los Sudairi formando un Consejo de Leales. Los miembros de este Consejo eran los, por entonces, 13 hijos y 20 nietos supervivientes del Rey Abdul Aziz, contando el clan Sudairi únicamente con una quinta parte de los puestos.

En teoría, el Consejo tenía dos objetivos principales. Supuestamente había de codificar el mecanismo no escrito de sucesión, garantizando que el proceso de transición y selección se ejecutase sin problemas en un futuro próximo, una vez que la primera línea se hubiera agotado. También proporcionaba una cruda fachada «democrática» a la naturaleza autocrática del proceso de selección de la familia real saudí para los nuevos reyes y príncipes de la corona. Cabe destacar que el Consejo estaba autorizado a recomendar la abdicación de un nuevo rey o príncipe de la corona, e incluso a descalificar a los candidatos potenciales de acuerdo con sus problemas de salud.

En la práctica, sin embargo, el número de candidatos es pequeño, formado menos por el mandato del Consejo que por las necesidades de fortalecer y mantener la permanencia de la monarquía saudí en el poder en respuesta a las crecientes amenazas nacionales y regionales. La selección de Nayef como príncipe de la corona tras la muerte del sultán en octubre de 2011 a pesar de su edad y de sus problemas de salud, parecieron confirmar este deseo.

El siguiente en la línea

Mientras Occidente, el Golfo, y otros dirigentes lamentan la muerte de Nayef como una gran pérdida y alaban constantemente su trayectoria como ministro de Interior en la lucha contra los fundamentalistas islámicos de Arabia Saudí entre 2003 y 2006, otros han dado un suspiro colectivo de alivio. El legado de Nayef no es amable. Era conocido por ser notoriamente conservador y se posicionó firmemente en contra de cualquier movimiento de reforma. Bajo su tutela como ministro de Interior, llevó a cabo una ofensiva masiva contra todo el que criticaba al régimen y más recientemente aprobó leyes draconianas que silenciaban cualquier descontento bajo el mantra de la seguridad.

En materia de política regional, Nayef estaba obsesionado con hacer frente a Irán y odiaba a los Hermanos Musulmanes por la amenaza ideológica que suponen para el monopolio de la monarquía saudí de la legitimidad religiosa. Además, tuvo mucho que ver en la formulación de la intervención de las fuerzas saudíes en Bahréin, para alivio de una monarquía al-Jalifa que se tambaleaba por la erupción del levantamiento de Bahréin en febrero de 2011, y fue fuerza principal para impulsar políticas que contuvieran cualquier avance democrático en Yemen, Egipto y otros lugares. Su deseo de un hombre fuerte para dirigir el país parece cumplirse ahora que Salman ha sido elegido príncipe heredero.

En su largo mandato como gobernador de Riad, Salman abogó por dar una respuesta contundente a los mendigos de la ciudad: se detuvieron a centenares, se deportaron a los extranjeros y se envió a los locales a un «programa de rehabilitación». Como ministro de Defensa, Salman aboga firmemente por una coordinación más estrecha entre Arabia Saudí y Estados Unidos, especialmente en términos de oponerse fuertemente al régimen de Assad en Siria. Es conocido por ser un decidido defensor de reforzar los lazos políticos y económicos con Occidente, y sin duda ha desempeñado un papel importante en la finalización de un acuerdo de armas sin precedentes con los estadounidenses anunciado en diciembre pasado que asciende unos 63.000 millones de dólares.

Terreno peligroso

Analistas, observadores, y otros comentaristas coinciden unánimemente en que el reto final para la monarquía saudí está a sólo unas cuantas muertes de distancia. Los incontables nietos de Abdul Aziz ibn Saud atraídos por el hipnótico prestigio del poder pueden muy bien escribir el fin de la monarquía saudí en la próxima refriega por el control del riquísimo Estado petrolero.

Algunos nietos ya se están preparando para el papel; son: el príncipe Miteb bin Abdulá, jefe de la Guardia Nacional; Muhammad bin Nayef, asistente del ministro del Interior y apoyado por los estadounidenses; el príncipe Jaled bin Sultan, viceministro de Defensa; el príncipe Muhammad bin Fahd, gobernador de la turbulenta provincia del este; el sultán bin Salman, ministro de Turismo; el príncipe Jaled al-Faisal, hijo del asesinado rey Faisal y gobernador de la provincia de la Meca; el príncipe Walid bin Talal, conocido magnate de los negocios y afiche de la reforma, entre muchos otros.

La búsqueda del séptimo rey no es más que un atisbo del juego más decisivo y mucho más peligroso para decidir quién será el octavo rey de Arabia Saudí.

Fuente original: http://english.al-akhbar.com/content/waiting-next-king-saudi