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La operación en trampantojo emprendida por Israel

Abandonar Gaza para quedarse mejor con Cisjordania

Fuentes: Le Monde diplomatique

Traducido para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Rechazo de un calendario preciso para la retirada de Gaza, amenazas de «un nuevo tipo de represalias» en los territorios ocupados…El primer ministro, Ariel Sharon, no abandona su política de fuerza y de este modo alimenta los proyectos más extremistas tanto israelíes como palestinos. En Cisjordania se acelera el ritmo de las construcciones, que han aumentado un 85% durante el primer trimestre de 2005.

Hace mucho calor en el checkpoint de Bekaot, a medio camino entre el valle del Jordán y Naplus. Un grupo de palestinos vuelve del primero en donde trabajan como obreros agrícolas en unas prósperas colonias israelíes por 50 shekels (9 euros) al día. Su jornada empezó a las 4 de la mañana y ahora vuelven a casa en Naplus y en los pueblos de los alrededores.

Pero los soldados no les dejan pasar y ni siquiera se toman la molestia de explicarles por qué. Ni uno de los soldados habla árabe, excepto para decir tashrikh (permiso) y ruch min hon (adelante). Hace una hora que observamos este punto de paso y los palestinos esperan tranquilamente, bajo un sol de plomo; sin duda esperan desde hace muchísimo más tiempo.

Todos los militares de este checkpoint pertenecen al regimiento ortodoxo (Nahal Haredi) que reagrupa a los colonos más extremistas y a otros jóvenes religiosos venidos de todo el país -incluida una pequeña fracción de judíos ortodoxos nacidos en Estados Unidos. Sobre el mirador que domina el punto de paso ondea al viento una bandera naranja. Es el color oficial del movimiento contra la retirada de Gaza: los colonos y sus partidarios ponen un lazo naranja en la antena de sus coches, llevan camisetas naranjas y comen caramelos naranjas.

Me dirijo a los soldados: «¿Qué hace esta bandera naranja aquí, en un puesto militar?«. «Somos un regimiento antirretirada«, me responde uno de ellos. «Si se nos pide tomar parte en la evacuación de las implantaciones, un 98% de nosotros se negará, incluido nuestro comandante. Pero yo no me contentaré con negarme, haré mucho más«. Se niega a contarme más, pero otros soldados de este regimiento dan a entender que cuando comience la evacuación, ellos abandonarán el ejército, tomaran sus armas y se unirán al combate de los colonos de Gush Katif, en Gaza.

Las razones de Ariel Sharon

¿Desencadenará una guerra civil en Israel esta desconexión, que debería empezar a mediados de agosto?¿Llevarán la evacuación y destrucción del conjunto de las veinte colonias de Gaza y otras cuatro al norte de Cisjordania al desmoronamiento de la sociedad israelí?¿Constituyen el regimiento ortodoxo y otras unidades del ejército que incluyen una fuerte proporción de soldados religiosos y de extrema derecha la base de una organización armada secreta (OAS) a la israelí?

La mayoría de los responsables políticos y comentaristas responden negativamente a estas cuestiones. No, el ejército no se sublevará. No, no habrá una OAS local. No, Israel no conocerá una guerra civil. Sin duda es cierto, pero todo depende de la definición que se dé de una guerra civil -y, sobre todo, del verdadero significado del plan de desconexión.

Este plan nació, por una parte, de la presión interna y externa ejercida sobre el gobierno de Sharon y, por otra, de la voluntad de este último de aferrarse a una gran parte de Cisjordania (de un 45 a un 55%). Dov Weisglass, consejero del primer ministro y que pasa por ser el arquitecto de la operación, explicó lo siguiente en una célebre entrevista [1]: «En otoño de 2003 comprendimos que todo estaba bloqueado (…). Existe una erosión internacional [de la postura de Israel], una erosión interna; todo se viene abajo y la economía se encuentra en una situación infernal. Y cuando aparecen los acuerdos de Ginebra, estos consiguen un amplio apoyo. Después de ello vendrán las cartas de los oficiales, las de los pilotos [negándose a servir en los territorios ocupados]».

Según Weisglass, Sharon decide entregar Gaza, que nunca ha considerado «de interés nacional» para salvar las colonias de Cisjordania y, más importante todavía, impedir todo acuerdo negociado con los palestinos. «El objetivo de lo que hemos hecho es congelar el proceso de negociación. Y congelando el proceso de negociación, , impediros la creación de un Estado palestino e impediros discutir sobre la cuestión de los refugiados. (…) La desconexión comporta la dosis de formol suficiente y necesaria para que no haya proceso de negociación con los palestinos«.

He aquí el credo de Sharon y la base sobre la cual ha construido su plan de desconexión. Y por ahora funciona. A pesar de la muerte de Arafat, al que los estadounidenses presentaban como un obstáculo para la paz, y la elección de Mahmud Abbas, su protegido, el primer ministro [israelí] ha logrado evitar que se reinicie cualquier diálogo político con los palestinos. La «hoja de ruta»[2], que se suponía iba a abrir una vía de negociación que llevaría a un Estado palestino, se ha convertido en letra muerta, exactamente como había predicho el consejero Weisglass.

El muro, que el Tribunal Internacional de La Haya había aconsejado desmantelar situando a Israel en una posición poco cómoda, sigue construyéndose rápida y profundamente en el interior de Cisjordania, mientras que el mundo entero desvía la mirada. A finales de 2005 este muro de nueve metros de altura rodeará unos 100 kilómetros de tierras palestinas ocupadas en Jerusalén Este y a los aproximadamente 200.000 palestinos que ahí viven.

Igualmente se están construyendo a una velocidad vertiginosa colonias en Cisjordania, especialmente entre el muro y la «línea verde» de 1967. Según un informe de la Oficina Central de Estadísticas publicado hace unas semanas [3], durante el primer trimestre de 2005 la construcción en Cisjordania ha aumentado un 83% (con 564 casas frente a las 308 de 2004), mientras que en el mismo periodo en Israel descendió un 25%.

Durante su última visita la secretaria de Estado estadounidense, Condoleeza Rice, criticó a Israel por ello, pero tímidamente. Ni siquiera tomó postura públicamente y se contentó con que uno de sus consejeros dijera a los medios de comunicación que había advertido «a funcionarios israelíes» sin, por otra parte, decir sus nombres: Estados Unidos no quiere que la construcción del muro y de las colonias «se convierta en un problema, pero se convertirá en un problema si continúa [4]». No es ésta el tipo de declaración que vaya a inquietar a Sharon y Weisglass…

Esta es la razón por la que los colonos se enfrentan a un auténtico dilema. Tienen que luchar contra el plan de desconexión en la medida en que la evacuación de las colonias judías supone un peligroso precedente, incluido por el tabú que el plan rompe en la sociedad israelí. Al mismo tiempo quieren consolidar su implantación en Cisjordania donde viven la mayor parte de ellos: 240.000 frente a 7.000 en Gaza. Por una parte quieren creer al general Sharon cuando les promete acelerar la construcción de colonias en Cisjordania. Pero, por otra se acuerdan de que el mismo Sharon, que se dispone a enviar al ejército a que vacíe Netzarim, aseguraba justo después de las elecciones de 2005 que «el destino de Netzarim será el destino de Tel Aviv [6]…»

Esta ambigüedad ha llevado a algunos observadores a hablar de un acuerdo secreto o tácito entre Sharon los colonos: estos últimos se manifestarán contra el plan de desconexión pero sin derrocar al gobierno y a cambio el primer ministro seguirá con la construcción del muro y de las colonias. Benny Kashriel, alcalde de Maale Adumin, una enorme colonia a 15 kilómetros al este de Jerusalén, declara públicamente: «Si Sharon se doblega ante los estadounidenses y detiene las obras en Cisjordania verá a los 240.000 colonos de aquí unirse a la lucha contra la desconexión de Gaza». ¿Acuerdo o amenaza apenas velada? Sea como sea por ahora la dirección oficial de los colonos, el Consejo de Yesha, mantiene el perfil bajo.

Esto no impide que la batalla contra la desconexión se haga cada vez más intensa. Todos los días a partir de ahora habrá manifestaciones. En todos los sectores de la comunidad de los colonos se hacen llamamientos a los soldados para que se nieguen a participar en las evacuaciones. El primer soldado insumiso, grabado en directo por la televisión, se ha convertido en un héroe: «Un judío no expulsa a un judío«, gritó antes de ser detenido. Pero es demasiado pronto para decir si los colonos se preparan para enfrentarse con el ejército y el aparto de Estado o para una simple demostración de fuerza que les permita si no parar la desconexión de Gaza, en todo caso transformarla en un traumatismo de tal calibre que nadie se arriesgue a repetirlo en un futuro en Cisjordania.

Una de las razones que llevan a los colonos a evitar un verdadero enfrentamiento con el gobierno se debe a su fuerte presencia (y más generalmente a la del sector nacional-religioso [7]) en el seno del aparato de Estado. En realidad, su capacidad para influir en la política de los diferentes órganos del Estado supera ampliamente su representación en el seno del Parlamento, una quincena de diputados de un total de 120. Al más alto nivel son numerosos en los ministerios de Educación, de Justicia, de Construcción. Y ocupan puestos importantes en todos los departamentos que se ocupan de Cisjordania y Gaza.

Por ejemplo, la administración civil, departamento del ejército, se ocupa de los asuntos civiles en los territorios palestinos ocupados. Elige el emplazamiento de las nuevas colonias judías y se encarga de los inmuebles ilegales -tanto israelíes como palestinos. Ahora bien, este departamento, uno de los más «sensibles» puesto que trata de la cuestión decisiva de la tierras, está controlado casi completamente por los colonos, lo que no deja de influir en su actividad.

Así, un oficial de alto rango de la administración civil reveló que de 1998 a 2005 no se habían cumplido 2.500 órdenes de destrucción de casas construidas ilegalmente en las colonias. Pero ese mismo organismo cada año hace destruir realmente 300 casas palestinas. «El departamento de inspección es muy ideológico, muy de derechas, reconoce un ex -funcionario de la administración civil. Su director vive en una colonia próxima a Ramala. Convierten la vida de los palestinos en un infierno, pero cierran los ojos ante la construcciones judías ilegales«. De hecho, según el informe de la abogada Talia Sasson presentado el pasado mes de marzo al primer ministro israelí, desde 1998 una red de colonos en el seno de diferentes departamentos y ministerios ha facilitado la construcción de más de 110 «puestos avanzados» ilegales [8].

Colonos infiltrados en el ejército

Lo que da quebraderos de cabeza al ejército es la gran proporción de colonos y nacional-religiosos en sus unidades de elite. Yagil Levi, autor de un libro sobre el ejército israelí [9], calcula que el 15% de los soldados y el 50% de los oficiales de rango inferior o medio de estas unidades son nacional-religiosos. Después de la guerra del Líbano de 1982, recuerda este sociólogo, la juventud asquenazí [10], liberal y surgida de las capas medias y que formaba el grueso de las unidades de elite, dejó de interesarse por el ejército y se compromete mucho menos con él. Su lugar lo han ocupado los jóvenes religiosos y nacionalistas: de creer al profesor Levi, el Estado mayor considera que son leales y fiables, en especial para las misiones en los territorios ocupados…

Pero, ¿cómo apoyarse en ellos actualmente? Por el momento de forma oficiosa muchos soldados han anunciado que se negarán a tomar parte en la evacuación de las colonias. De ahí la decisión de separar de esta operación a dos regimientos muy importantes, el Golani y el Givati, debido al fuerte porcentaje de nacional-religiosos que hay en ellos. El profesor Levi no cree que la desconexión de Gaza provoque un movimiento importante de desobediencia en el seno del ejército, a fortiori un motín generalizado. Le preocupa más el mañana.

Si algunos sectores del ejército se negaran a obedecer y si las relaciones entre los soldados religiosos y sus comandantes pusieran al Estado mayor bajo presión, éste último podría pedir al gobierno «que se olvidara» del ejército en futuras evacuaciones. En este caso las autoridades no tendían fuerzas suficientes para una «desconexión n° 2» -si es que tuviera que haber una. Ahora bien, esta nueva operación podría correr el riesgo de enfrentarse a una resistencia armada en Cisjordania donde algunas unidades sólo se componen de colonos y donde proliferan los ejércitos privados. Ahí y sólo ahí podría nacer una especie de OAS.

Dror Etkes conoce el mundo nacional-religioso desde dentro. Nacido en Jerusalén, estudió en una escuela de esta corriente y militó en el movimiento juvenil Bnei Akiva, un elemento importante de la creación del movimiento de los colonos. Ahora se ha convertido en su peor enemigo. Dirigente de «Paz Ahora», observa cada construcción en Cisjordania e informa de ello a la prensa, a los estadounidenses y a cualquier otra parte interesada. Durante una gira que efectuamos a finales de junio con un joven rabino de Forra, una colonia al norte de Ramala, éste nos dijo que rezaba cada día por la muerte de personas como Etkes porque «espían al pueblo judío«.

Evidentemente, el militante pacifista no ignora nada de la infiltración de los colonos en el ejército y en otros órganos del Estado de Israel. Pero ve en su inmenso poder la fuente de su debilidad. «Los colonos están en lo alto de la colina, pero sus días están contados y la desconexión lo demuestra. Ellos mismos han creado unas contradicciones que no consiguen resolver. Si utilizan su poder en el ejército, se niegan a participar en la evacuación y consiguen que fracase la operación, en la opinión pública israelí perderán la legitimidad que con tantas dificultades han conquistado. Por el contrario, si permanecen en el ejército y obedecen las órdenes contribuirán al desmantelamiento de estas colonias que ellos consideran como lo más sagrado«.

Según Etkes, el general Sharon es plenamente consciente de estas contradicciones y las utiliza. Hace algunos meses nombró al general Yair Nave, el oficial religioso de mayor grado, comandante del Frente central, que es responsable de Cisjordania. «Obligando a un oficial como Nave a elegir, Sharon ahonda el foso entre los componentes moderados y extremistas del campo nacional-religioso«. En resumen, opina Etkes, la retirada sitúa a los colonos en una posición en la que sólo pueden perder. Su movimiento está condenado y la desconexión es solo un primer paso. Pero, ¿tendrá Israel la fuerza necesaria para desmantelar grandes colonias como Ofra, construida hace treinta años?. «Maimónides dice que no se pueden tener pruebas positivas de la presencia de Dios, sólo pruebas negativas: se puede decir lo que no es. Esto vale también para Ofra. No puedo decirle cómo lo erradicará Israel. Sólo sé que Ofra no puede permanecer ahí«.

Como el sociólogo Yagil Levi y como el militante pacifista Dror Etkes, Zeev Sternhell, profesor de la universidad hebraica de Jerusalén, no cree que la presencia de una gran cantidad de soldados nacional-religiosos pueda influir en las posibilidades de éxito de la desconexión de Gaza. «Hay diez soldados por cada colono, lo que bastará para que el trabajo tenga éxito«, opina este historiador. «El ejército ejecutará la política del gobierno; incluso podría aplicar una política más radical«. Pero, ¿y el precedente argelino?. «No estamos en una situación comparable. Entre nosotros no hay un foso entre un ejército profesional y un ejército de reclutamiento. En Argelia los soldados reclutados contribuyeron a romper la sublevación de los generales [en 1961]: se negaron a seguirlos. Si la Legión Extranjera hubiera tenido el poder de decidir, las cosas habrían sido muy diferentes. En Israel no tenemos Legión«.

Al historiador le preocupa otra cosa: «Estos colonos en el ejército y el aparato del Estado sólo tendrán una oportunidad si sienten al gobierno insuficientemente resuelto. Harán todo lo posible para desanimar a la opinión pública de apoyar el plan y para ganar tiempo. Si llegan a aplazar la desconexión siquiera unos días todo el proyecto corre el peligro de venirse abajo. Si el ejército siente que el gobierno no trabaja con decisión en la operación, tampoco se dará mucha prisa. Y no tenemos una sociedad civil capaz de tratar con el ejército«. Zeev Sternhell observa que unas semanas antes de la evacuación no hay nada preparado para recibir a los 7.500 colonos de Gaza. Y se pregunta si el general Sharon es verdaderamente serio en este asunto. «Hay una posibilidad sobre dos de que la desconexión tenga éxito y esta posibilidad depende de la determinación del primer ministro y de los estadounidenses«.

Hace algunos meses, dos israelíes -el periodista Akiva Eldar y la historiadora Idith Zertal- publicaron un libro monumental sobre la historia de la colonización, después de años de investigación [11]. En él describen la increíble expansión de esta política, que ellos consideran criminal y peligrosa. Sin embargo, se muestran más bien optimistas en el prefacio: «la mayoría de las colonias, incluso las más antiguas, parecen frágiles (…) El día en que la sociedad israelí encuentre en sí misma el poder de decidir abandonar los territorios que ella ha ocupado (…) ese día las colonias caerán una tras otra«. Este no era el objetivo de Sharon y Weissglas cuando se embarcaron en su plan de desconexión. Pero quizá la historia los lleve ahí donde no querían ir. Entonces, y sólo entonces, Israel sabrá si no corre el riesgo de una aventura a la argelina…

*Meron Rapoport es periodista del diario Ha´aretz, Tel Aviv.


Notas

[1] Ha´aretz, Tel Aviv, 8 de octubre de 2004.

[2] N. de la R: Adoptada por el Cuarteto (Naciones Unidas, Estados Unidos, Unión Europea, Rusia) el 20 de diciembre de 2002 la «hoja de ruta» prevé principalmente el fin de toda violencia, la retirada de las fuerza israelíes a las posiciones ocupadas antes de la segunda Intifada, la congelación de toda colonización, la reforma de la Autoridad Palestina y la reanudación de las negociaciones con vistas a la creación de un Estado palestino …en 2005.

[3] Ha´aretz, 5 de junio de 2005.

[4] Ha´aretz, 26 de junio de 2005.

[5] Colonia judía cercana a la ciudad de Gaza y a cuyas puertas el pequeño Mohamed al-Durra encontró la muerte a principios de la segunda Intifada.

[6] Ha´aretz, 24 de abril de 2002.

[7] Del nombre del Partido Nacional Religioso, un partido religioso y sionista durante mucho tiempo moderado que se radicalizó después de la guerra de 1967 y que desde entonces constituye la espina dorsal de la colonización.

[8] Cf. el informe de Talia Sasson: www.pmo.gov. il

[9] Yagil Levi, Une armée differente pour Israel, Yediot Aharonot-Hemed Books, Tel Aviv, 2003.

[10] N. de la t.: Los asquenazíes son miembros de comunidades judías de países europeos no mediterráneos.

[11] Véase la reseña de Joeph Algazu, «Seigneurs de l´occupation», Le Monde diplomatique, junio de 2005.