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Acerca de Corriente Roja, sectarismo e Izquierda Unida

Fuentes: Rebelión

La discusión y el enfrentamiento dialéctico dentro y entre organizaciones de la izquierda revolucionaria tienen larga tradición y forman parte por tanto de su patrimonio teórico. Forma parte asimismo de esa tradición la personalización nominal de esos enfrentamientos y así hablamos de Marx frente a Bakunin, Lenín frente a Plejanov o el Trosky menchevique, o […]

La discusión y el enfrentamiento dialéctico dentro y entre organizaciones de la izquierda revolucionaria tienen larga tradición y forman parte por tanto de su patrimonio teórico. Forma parte asimismo de esa tradición la personalización nominal de esos enfrentamientos y así hablamos de Marx frente a Bakunin, Lenín frente a Plejanov o el Trosky menchevique, o de Rosa Luxemburgo frente a Bebel pero esa misma tradición marxista nos avisa de que lo que esos nombres realmente nombran es el enfrentamiento entre distintos pensamientos políticos, de ahí la necesidad y la conveniencia de no caer en los enfrentamientos ad hominem ni en las descalificaciones personales. Por supuesto y muy lamentablemente también existe en la izquierda la tradición estéril y penosa de los enfrentamientos personalistas en los que más que el choque entre pensamientos o teorías lo que se busca es la acusación moralista y descalificadora del adversario.

Y al parecer es a esta última tradición a la que se acoge el camarada Rafael Pla (y digo camarada dado que soy militante del PCE) a la hora de situarse frente al significado, en la teoría y en la praxis, de Corriente Roja en cuanto organización que en un momento determinado decide que el camino hacia la Revolución no pasa ni por Izquierda Unida (cosa que muchos militantes en el PCE también pensamos) ni por el PCE (cosa que muchos de sus militantes tenemos en cuestión).

La separación de Corriente Roja de Izquierda Unida y del PCE debería haber dado lugar dentro del PCE a un replanteamiento o un repensar acerca de la política que llevó a cabo desde la Transición (por concretar: desde la aceptación de la Monarquía como espacio de actuación) tanto como PCE como integrante y motor de IU. Quizá si ese replanteamiento se produjera pudiera concluirse que en la práctica real el PCE e IU abandonaron la teórica «articulación del trabajo en las instituciones el Estado con el desarrollo de la movilización y autoorganización social», para devenir en mera organización en clave electoral y quizá, desde ese repensarse, el PCE tendría que replantear qué papel y significado cumple hoy mantener la existencia de IU o el participar en unas instituciones políticas que, hoy por hoy, se muestran como un obstáculo para cualquier avance significativo hacia la democracia económica y para la necesaria y prioritaria tarea de recomponer las fuerzas sociales que retomando como eje el enfrentamiento entre capital y trabajo organicen el combate hacia la Revolución.

Pero para eso será necesario que en el PCE se deje de citar a Marx cuando interesa como quien saca una piedra arrojadiza de la chistera. para tratar de entender que la utilización por un marxista de una expresión como «empleo digno» dentro del actual sistema capitalista revela toda una ideología profundamente antimarxista y antirrevolucionaria. Sería bueno que quien la emplee traduzca al castellano, desde el humanismo abstracto que utiliza, su verdadero significado: explotación digna. También sería bueno que para tratar de entender el significado de la aparición de Corriente Roja el PCE, como intelectual orgánico pensante, no se dejara llevar a la hora de abordar el tema de la participación en las instituciones por la ironía facilona de sacar a relucir a Bakunin y recordara que tal cuestión entra dentro de las posibilidades de acción revolucionaria que Lenin, Rosa Luxemburgo o José Carlos Mariátegui defendieron en determinados momentos aunque no se trate de sacar a relucir citas de autoridad sino de recordar la vieja y fértil lección leninista de que «No basta con tener razón sino que es necesario tener razón en el momento oportuno». Y habrá camaradas (y los hay dentro del PCE) que puedan pensar que esa participación hoy no es oportuna y desde ese juicio propondrán estrategias y modos de organización diferentes que les pueden llevar a abandonar IU y el PCE y a embarcarse en nuevas apuestas revolucionarias por entender que la capacidad del PCE para reconstruirse en partido revolucionario no merece ya crédito en razón, por ejemplo, de que muchos de sus integrantes, al igual que Rafael Pla, parecen ya no entender la diferencia entre clase en si y clase para si y, desde esa ceguera, se niegan a aceptar que determinados sindicatos por mucho o relativamente que agrupen a la clase proletaria puedan devenir en manos de las actuales direcciones en un «enemigo de clase» del mismo modo que desde la óptica revolucionario lo fueron las Trade Unions británicas en su momento.

Creo por tanto que sería bueno que el camarada Rafael Pla mirará un poco hacia dentro de IU y el PCE, se planteara cual es hoy la realidad revolucionaria en ambas formaciones y en coherencia con su admiración hacia las políticas de Evo Morales y Hugo Chávez tratara de incluir en los programas de dichas formaciones la expresa manifestación de que cualquier intento de transformación social pasa por la necesidad de nacionalizar los medios de producción hoy en manos privadas. Quizá esa tarea sería más conveniente para los objetivos de la transformación social revolucionaria que intervenir para contarnos una historia casi personal en la que se adjudica el humilde y generoso papel de «quien nunca hemos tenido ningún cargo en las instituciones del Estado» (pretenciosa y curiosa prueba de coherencia y honestidad personal que da quien paradójicamente reprocha a Corriente Roja la defensa de la no participación), para luego caer en la retórica sectaria más insidiosa al dejar caer escondiendo la mano la deleznable insinuación de que todo se debe a la pérdida de la condición de diputada por parte de Ángeles Maestro. Una vez más un pretendido marxista interpretando la historia desde los parámetros de la psicología más barata.

Una lástima que se haya desaprovechado la ocasión para discutir, argumentando y contra argumentando, los análisis y las propuestas políticas que Corriente Roja ha venido explicitando desde su aparición. Ese camino sí hubiera podido contribuir a que muchos, militantes del PCE o no, que sentimos la necesidad de volver a situar la lucha de clases como eje de la vida social y política, encontráramos orientación para las reflexiones que hoy nos preocupan.