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Una crítica sobre el confuso fondo de las recientes elecciones

Acerca de la abstención y el voto útil

Fuentes: Rebelión

Hubo un tiempo, donde, desde mi limitada comprensión del método de análisis materialista y dialéctico, también desde mi comprensión sobre la función histórica del Estado y la Democracia (como forma de dominio de la clase social en el poder), cuando la llamada «clase política» (servidores administradores del orden capitalista), con sus toques de trompeta dirigidos […]

Hubo un tiempo, donde, desde mi limitada comprensión del método de análisis materialista y dialéctico, también desde mi comprensión sobre la función histórica del Estado y la Democracia (como forma de dominio de la clase social en el poder), cuando la llamada «clase política» (servidores administradores del orden capitalista), con sus toques de trompeta dirigidos a la llamada «sociedad civil» como borreguillos éramos conducidos a depositar el papelillo en la «urna de cristal», de alguna forma me hacía actuar dogmáticamente. Me decía, si esa democracia burguesa en nada nos va ayudar a salir de la explotación, si sólo sirve para perpetuar el orden dominante, la alternancia en el gobierno de los administradores del orden capitalista cuando se queman al no poder atender las verdaderas necesidades del pueblo, para qué votar si siempre van a salir los que el capitalismo subvenciona y permite que salgan, incluso para qué votar a los partidos que desde su candidez idealista nos dicen que ellos sí actuarán con honradez y nos llevarán al paraíso socialista.

Para qué contribuir con mi voto a perpetuar la confusión sobre ese pretendido Estado «democrático» o como Llamazares no se cansaba de denominar: «Estado de Derecho», porque para él la forma es más importante que el fondo de la cuestión, porque la explotación del hombre por el hombre se realiza «democráticamente» en vez de como lo hacía Franco.

Es una pena que el pobre Llamazares en su interpretación reformista no comprenda el problema de fondo que da lugar a la forma de dominio del Estado capitalista con su democracia burguesa que nada tiene que ver con la alternativa de los trabajadores organizados como tal clase desde abajo hacia arriba controlando y revocando de forma permanente a sus mandatarios, y, convencido de que iba a ser la llave gubernativa, se ofreciese al PSOE como posible ministrable. Pero la realidad ha sido tan burda, que lo que a él, antes de las elecciones, desde el pequeño trono parlamentario que disponía le hiciese creer que incluso lo iba a incrementar, no se percató que la ley electoral adecuada a la necesidad del poder en nuestro país, le deparara el hostión que se ha pegado.

Se creía que el voto útil de la izquierda «revolucionaria» o menos revolucionaria le permitiría ser la bisagra de gobierno «progresista». Ahora se queja de que ese Estado de Derecho no ha sido todo lo Derecho que cree, que el debate electoral ha fomentado el bipartidismo, y descarga sus pulgas diciendo que eso no es nada «democrático». No valoró con objetividad lo que las encuestas preelectorales transmitían tras el pequeño margen existente entre el Partido «Socialista» y el fascista PP. Encuestas que con la abstención podrían dar la victoria al PP dada la fervorosa y manipulada clientela que dispone en «la España grande y libre». No tuvo en cuenta el mensaje que trasmitían a la otra España, «menos grande», a la que le aterra que el fascismo retornara, que provocó dar el voto útil al otro partido de la alternancia capitalista, más comedido, sin maneras fascistas y que tanto asusta a la derecha por querer desenterrar la memoria histórica franquista. El atado y bien atado de la reciente historia de España y nada conocido por la juventud.

Debería aprender de lo que decía Rafael Reig, en su columna de Público (11-03-08):

«¿Qué hemos hecho tan mal? No soy ni mucho menos un experto, pero mi opinión es que Izquierda Unida ni está unida ni es de izquierdas. ¿Unida? Siempre se ha dicho lo mismo: le sobran divisiones internas y media docena (larga) de tendencias, pero caben todos en un solo taxi.

Y no es de izquierdas porque ser de izquierdas implica, en mi opinión, trabajar políticamente. ¿Dónde estamos las personas de izquierda que deberíamos estar explicándonos con paciencia en la universidad, en los periódicos, en las oficinas, en los talleres, en la calle, en las asociaciones, en los sindicatos? ¿Dónde estamos, no durante los meses de campaña, sino durante los otros cuatro años? ¿Tiene la izquierda una presencia real y constante en la sociedad? Yo no la veo, la verdad, no nos veo. No veo una izquierda que participe, que movilice, que agite, que explique su posición y se esfuerce por convencer. Sólo veo, por desgracia, una izquierda acomodada y acomodaticia que interpela a la sociedad únicamente a la hora de pedir el voto. El verdadero trabajo político de la izquierda no se hace durante la campaña electoral: hay que hacerlo todos los días y en todas partes, con imaginación y entusiasmo. ¿Está de acuerdo conmigo? Pues entonces manos a la obra y menos quejarnos si nos castigan sin postre, porque nos lo merecemos».

Desgraciadamente el problema de Llamazares, no es exclusivo de él, algunos superrevolucionarios también nos pedían su voto, que confiáramos en su honradez, que ellos no nos traicionarían. Ninguno asume la autocrítica que Rafael Reig se hace ante los respectivos fracasos electorales, que van mucho más allá de ese hecho político.

Si IU u otro de los partidos que se proclaman anticapitalistas, me dijeran: no me votes si sólo con tu voto crees que te vamos a liberar, no te engañes, si tu y nosotros no nos implicamos en la lucha común, desde abajo en los centros de producción, en la calle, etc., y desde arriba desde los espacios conquistados en el aparato estatal burgués, en el Parlamento, en las comunidades, en los ayuntamientos; si no nos coordinamos en esa batalla, desde arriba denunciando los tejemanejes, las falsedades, el rechazo de las propuestas a favor de los oprimidos, y desde abajo movilizándonos y presionando a los administradores del orden capitalista para así conseguir que se atiendan nuestras demandas, las demandas de la mayoría social que somos todos los que dependemos de la venta de nuestra fuerza de trabajo; si esos partidos tuvieran una formación ideológica que permitieran una estructura organizativa sólida, donde sus militantes pudieran vincularse a las organizaciones populares, a la lucha en los centros de trabajo, etc., entonces mi voto y mi compromiso de lucha estaría con ellos. No me abstendría como hacía antes, o como ahora he considerado y tapándome la nariz, coincidiendo con la demás gentes que sin mayor esperanza dimos al voto útil al PSOE para que de momento se impidiera la vuelta al fascismo «democrático» que proclama el PP.

Una consideración final: IU no es una organización partidaria revolucionaria, es un intento de unidad para la política institucional entre la dispersa y confusa izquierda antimarxista. Fue el PCE, el que ante el fracaso electoral que sufrió en 1982 se inventó el proyecto electoral de Izquierda Unida. Corresponde la mayor responsabilidad histórica del fracaso revolucionario que vive el pueblo trabajador al PCE, que se liberó del liquidador Carrillo, pero no de la herencia antimarxista y antileninista que dejó. Fuimos muchos los jóvenes expulsados por Carrillo a finales de los años sesenta y principios de los setenta por intentar oponernos a su proyecto de transición reformista hegemonizado por la burguesía «democrática». Lo que supuso la liquidación de Comisiones Obreras como movimiento político unitario y anticapitalista que fue, para convertirse en el sindicato que es integrado en el aparato estatal burgués. Asimismo, liquidando la organización revolucionaria que tenía el propio partido y los demás movimientos sociales como eran el vecinal, estudiantil, intelectual.

Con motivo del XV Congreso del PCE, fui invitado por algún camarada a participar en su agrupación en los debates y las propuestas a llevar al congreso. Redacté la siguiente propuesta en línea con el pensamiento crítico que nos presenta Rafael Reig, la cual fue aprobada por la agrupación y llevada por el delegado de la misma al congreso. Para sorpresa personal la propuesta fue aprobada, pero nunca se puso en práctica. En el apartado 2.1, f) decía:

«Desde la óptica marxista del Estado y la democracia, recogiendo además la experiencia del movimiento obrero internacional en la lucha por sus reivindicaciones económicas y políticas, se hace preciso abrir un debate en el seno de IU, para analizar la forma de impulsar la eficacia de la acción de los cargos electos y militantes de IU, implicando además a los electores y a la base social en la que se sustenta su acción política».

«Los cargos electos de IU, en un régimen de democracia formal, limitada y poco participativa para el conjunto de los ciudadanos, difícilmente pueden conseguir que se aprueben sus propuestas que afectan a la mayoría social y que lógicamente chocan frontalmente con los intereses de la clase dominante, si su acción política se limita a ejercerla en el estricto marco parlamentario estatal, de las comunidades o de las corporaciones locales, sin más respaldo que da el número de diputados o concejales que disponga».

«Es necesario que se constituyan formas de organización y participación ciudadana, de forma permanente, que refuercen la eficacia de la acción política planteada por los cargos electos, propiciando la información y su implicación en la defensa de sus intereses. Canalizar de arriba abajo y de abajo arriba toda la información y propuestas de acción».

Pensé que algo había cambiado al aprobarse la resolución, pero me equivoqué. La propuesta sonaba bien, pero, si bien el papel lo aguanta todo, otra cosa era ponerla en práctica; ello hubiese requerido una profundización y actualización de aspectos básicos del marxismo y del leninismo que permitiesen una militancia sólida y una estructura organizativa que la permitiera vincularse al pueblo y así poder ejercer su influencia ideológica y formativa revolucionaria, para que éste pudiera ser protagonista del proyecto revolucionario emancipador, en vez de seguir confiando en la llamada «clase política» salvadora, y desde la «democracia» burguesa, desde esa realidad, ir organizándose como clase dominante frente a la estructura de poder de la actual clase dominante capitalista, hegemonizada por la gran burguesía oligárquica nacional e internacional.