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Acoso y represión policial en Terrasa

Fuentes: Rebelión

Después de cerrado el plazo para la normalización laboral 2005, el acoso y represión policial que sufren los inmigrantes en la localidad de Terrassa es del todo notorio, y para cerciorarse de ello, sólo hay que acudir a las estaciones de tren de cercanías R.E.N.F.E., estaciones en las que, vestidos de paisano, la policía espera […]

Después de cerrado el plazo para la normalización laboral 2005, el acoso y represión policial que sufren los inmigrantes en la localidad de Terrassa es del todo notorio, y para cerciorarse de ello, sólo hay que acudir a las estaciones de tren de cercanías R.E.N.F.E., estaciones en las que, vestidos de paisano, la policía espera pacientemente a que los inmigrantes acaben sus largas jornadas de trabajo, para que a la vuelta a casa, y al apearse en el andén se hallen con la «grata» sorpresa de ser detenidos, y no de un modo imparcial o arbitrario, puesto que no se detiene y pide documentación a quién para su suerte posee un físico que no le distinga de la población con rasgos europeos, sinó a aquél que queda delatado y al descubierto por un físico manifiestamente magrebí, paquistaní, y en muchos otros casos, bolivianos y ecuatorianos.

Así que no se escoge al detenido por azar en controles rutinarios, como puede ser, por dar un simple ejemplo, un control de alcoholemia, en el que no se hace discriminación alguna.

Una vez oí: «No hay peor prisión que la huida», pues bien, a fecha de hoy, el inmigrante en Terrassa se siente constantemente perseguido y escudriñado, las miradas persistentes de otro le hacen sospechar que será detenido de un momento a otro.

Yo resido en Sabadell, la ciudad vecina de Terrassa, y no creo que la elección del acoso en los andenes en Terrassa sea por capricho, pues allí se dieron hechos muy conocidos en el año 2001 en el barrio de Can Anglada, y junto a este hay dos barrios más con una alta concentración de extranjeros de origen magrebí, lo que la hace susceptible de vigilancia continua.

Yo misma, he podido comprobar que en los andenes de los F.F.C.C.G. en Sabadell no ocurre lo mismo.

La semana pasada en Terrassa, fueron detenidos en la estación de R.E.N.F.E. al volver del trabajo, dos compañeros nuestros, con los que tomamos contacto directo durante los encierros que se sucedieron en la provincia de Barcelona durante el proceso de normalización de 2005.

Ambos poseen un claro arraigo social en Terrassa, pues aunque quedaron fuera del proceso por no estar empadronados con la suficiente antelación, participan activamente en muchos de los actos sociales y culturales de esta ciudad: Ateneu Candela, centro multicultural, grupo de teatro, charlas sobre el problema del fenómeno inmigratorio, participación en mesas de integración social del colectivo inmigrante, sin olvidar además, el arraigo afectivo patente, pues la mayoría de ellos, con los que han establecido fuertes lazos, estaban presentes en el Juzgado de Guardia de Terrassa, ofreciéndose voluntariamente para testificar a su favor si se les requería para declarar.

Después de casi dos días detenidos, pasaron a disposición judicial en las dependencias del Juzgado de Terrassa. La imagen de verlos esposados como si de delincuentes se tratara no deja indiferente, más aún cuando sabes que el único «delito» que han cometido es el de no tener los papeles en regla, aunque la primera pregunta que la gente hace es : «¿Qué han hecho?, increíble!, no?, nada, simplemente ser extranjeros en España, o después de lo acontecido hasta la fecha, ser extranjeros en Europa.

Después de estar toda la mañana en el Juzgado, con un grupo de amigos importante, fueron puestos en libertad, aunque esto no quita que se les incoe procedimiento preferente de expulsión.

La suerte de este gran apoyo no se da en la mayoría de las ocasiones, así que numerosos casos como este quedan bajo el más absoluto anonimato, desprotegidos por no saber a quién acudir y en quién confiar, salvo en el abogado de oficio que les es designado, sin mencionar el grave problema idiomático, y sin tener ni idea de los derechos que les asisten ante tales situaciones.

Lo que más me apena, es que la gente no tiene ni idea que pueden ser encerrados hasta 40 días en centros , según el Estado no penitenciaros, hasta que se consigue deportarlos a sus países de origen. Incluso un compañero de profesión me había contado, ante mi asombro, que el había conocido un caso de un chico al que habían cambiado la nacionalidad, puesto que su verdadero país, no tenía firmado con España acuerdos de repatriación.

Deberíamos pararnos a pensar en todo ello, en la xenofobia y el racismo latente en cada una de estas actuaciones, que recientemente han tenido reflejo en la ira incontrolada y espontánea en los sucesos de Francia, en la que la misma marginalidad del sistema hacia los parias de la sociedad creó sus propios monstruos.

* Noemí Martínez Aledo es abogada y activista del movimiento por los derechos de los trabajadores inmigrantes en Terrassa, y militante de Corrent Roja.