Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Mientras se aproxima rápidamente el comienzo de la 66 Sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, parece que la «condición de Estado» ha sacado el aire de cada sala en la que se discute sobre Palestina. Peor todavía, en Washington, donde el gobierno de Obama ha adoptado una posición firme contra la actitud de la ONU, la propuesta de aceptación del Estado se ve como una acción radical.
El veto planificado del presidente Obama en el Consejo de Seguridad de la ONU de la aceptación del Estado palestino confirmará lo que los palestinos y sus contrapartes israelíes ya saben: la singularidad territorial de facto de un Estado formado por palestinos e israelíes entre el Mar Mediterráneo y el río Jordán. El hecho de que no se apoye la condición de Estado de Palestina solo acelera la transformación de una lucha por la soberanía a otra por la igualdad de derechos.
Si no se cuestionan, las políticas expansionistas de Israel harán que las poblaciones judía, musulmana y cristiana sean inseparables en todo Israel y el Territorio Palestino Ocupado. Actualmente en Cisjordania ocupada, incluido Jerusalén Este, viven 650.000 colonos judíos en una población de 2,5 millones de palestinos musulmanes y cristianos. En la Franja de Gaza hay 1,5 millones de palestinos y en Israel propiamente tal viven 1,2 millones de palestinos cristianos y musulmanes entre 5 millones de israelíes judíos. La demografía existente, que no incluye 6,5 millones de refugiados palestinos, demuestra la casi paridad entre la población judía y la no judía del país.
Ante la ausencia de la soberanía palestina, Israel está imponiendo el gobierno de la minoría judía sobre la población palestina, haciendo que sea innegable una analogía con la Sudáfrica del apartheid.
Los predecesores de Bibi se dieron cuenta a la perfección. Durante su período, el ex primer ministro israelí Ehud Olmert comentó que si no se creaba un Estado palestino Israel se vería obligado a «enfrentar una lucha al estilo sudafricano por la igualdad de derechos de voto, y en cuanto eso suceda, se habrá acabado el Estado de Israel». El ex primer ministro y actual ministro de Defensa, Ehud Barak, comentó además después de abandonar el puesto de primer ministro: «Si, y mientras haya una sola entidad política llamada Israel entre el Jordán y el mar, terminará por ser o no judía o no democrática… Si los palestinos votan en elecciones, es un Estado binacional, y si no lo hacen es un Estado de apartheid.»
Israel ve Cisjordania, incluido Jerusalén Este, y a Gaza, como valiosos en recursos. Tiene acceso a lucrativas reservas de gas natural a lo largo de la costa de Gaza, y en Cisjordania quiere asegurar su control de Jerusalén Este y mantener el acceso a una fuente clave de agua, el Acuífero Occidental. De hecho, las 277 viviendas nuevas para colonos que Israel aprobó el 15 de agosto expandirán Ariel, el asentamiento más grande de Cisjordania, ubicado sobre el mayor acuífero del territorio. La renuncia al control de los territorios cortaría efectivamente el acceso de Israel a ambos. Pero Israel no quiere anexar Cisjordania y Gaza porque pretende ocultar una realidad demográfica cada vez más parecida al apartheid.
Israel prefiere emprender negociaciones bilaterales con una contraparte palestina dócil mientras expande su actividad de asentamientos, continúa la obligada transferencia de población de palestinos indígenas de Jerusalén Este y cambia efectivamente los hechos en el terreno. En negociaciones bilaterales, los palestinos tienen que encarar realidades cambiantes y la exigencia estadounidense de un «pragmatismo» que los despoja de sus derechos.
Israelíes y estadounidenses prefieren que los palestinos acepten una soberanía parcial sobre franjas desconectadas de tierra, ocultando así una realidad de apartheid. Si no fuera por la revelación de los «Papeles Palestinos» de una Autoridad Palestina peligrosamente dócil y la emergencia de la Primavera Árabe, la dirigencia palestina podría haber aceptado ya un pésimo acuerdo.
La categoría de Estado ciertamente puede empoderar a la dirigencia nacional palestina para pedir cuentas a Israel. Pero si las recientes palabras del embajador de la OLP en EE.UU. han de servir de indicación, la dirigencia palestina utiliza la propuesta de categoría de Estado más como una táctica para obtener una posición más fuerte en la negociación frente a EE.UU. e Israel que como un primer paso en una nueva ruta estratégica orientada a presionar a Israel para que cumpla las normas de derechos humanos y el derecho internacional.
Aunque sea miope, la estratagema palestina en la ONU en busca de la categoría de Estado amenaza con obligar a Israel a volver a tomar en serio las las negociaciones. Y hace tiempo que las negociaciones bilaterales han resultado perjudiciales y contraproducentes para los palestinos ya que se han convertido en un barniz diplomático que cubre ligeramente la implacable expansión de los asentamientos por parte de Israel. La condición de Estado también corre el riesgo de legitimar involuntariamente un programa nacional de autogobierno que no incluye una visión más amplia de la autodeterminación para todo el cuerpo nacional palestino, específicamente los refugiados en el exilio forzoso y los ciudadanos del Estado israelí.
A pesar de los mejores esfuerzos de Israel y EE.UU., la farsa de las negociaciones se ha sacado exhaustivamente a la luz y gradulamente se está reemplazando por una batalla por la igualdad y la libertad contra el nuevo apartheid. Los palestinos se preparan ahora en todo el mundo para buscar otras opciones -la igualdad en un Estado como acabó ocurriendo en la Sudáfrica del apartheid y en el Sur segregado de EE.UU.- ya que EE.UU. e Israel se oponen claramente a la independencia y libertad palestinas significativas que deberían existir desde hace mucho tiempo.
[Este artículo apareció originalmente en TheHill.com]
Noura Erakat es abogada de derechos humanos y escritora. Actualmente es profesora adjunta de ley de derechos humanos internacionales en Medio Oriente en la Universidad Georgetown y Coordinadora de Abogacía Legal del Centro Badil por los Derechos de Residencia y Refugiados Palestinos. Más recientemente trabajó como Asesora Legal de un Subcomité del Congreso en la Cámara de Representantes, presidido por el congresista Dennis J. Kucinich. Ha ayudado a iniciar y organizar varias organizaciones nacionales, incluidas Arab Women Arising for Justice (AMWAJ) y U.S. Palestinian Community Network (USPCN). Noura ha aparecido en «The O’ Reilly Factor» de Fox, «Politically Incorrect» de NBC, MSNBC, y en Al-Jazeera Árabe y en Inglés. Sus publicaciones incluyen: Litigating the Arab-Israeli Conflict: The Politicization of U.S. Federal Courts en Berkeley Law Journal of Middle Eastern and Islamic Law, Arabiya Made Invisible: Between the Marginalization of Agency and the Silencing of Dissent en una antología de Syracuse Press anthology, y BDS in the USA: 2001-2010 en Middle East Report. Es coeditora de Jadaliyya.com.
Fuente: http://www.jadaliyya.com/
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