Recomiendo:
0

El Museu Valencià de la Il.lustració i la Modernitat (MUVIM) expone la obra del fotógrafo comunista

Agustí Centelles: fotografías por la causa republicana

Fuentes: Rebelión

Tres guardias de asalto en posición de disparar tras una barricada de caballos muertos, el 17 de julio de 1936. Esta fotografía de Agustí Centelles (El Grao de Valencia, 1909-Barcelona, 1985) tomada en la barcelonesa calle de la Diputación ha ilustrado numerosos libros y catálogos; también apareció en periódicos y revistas de la época como […]

Tres guardias de asalto en posición de disparar tras una barricada de caballos muertos, el 17 de julio de 1936. Esta fotografía de Agustí Centelles (El Grao de Valencia, 1909-Barcelona, 1985) tomada en la barcelonesa calle de la Diputación ha ilustrado numerosos libros y catálogos; también apareció en periódicos y revistas de la época como «El Día Gráfico», «Ahora» o incluso la portada de «News-week». Centelles publicaba sus instantáneas en la prensa, la primera de todas en el periódico «La Calle», el 21 de julio de 1932. Esta ‘foto’ iniciática daba cuenta de la celebración del primer aniversario de uno de los ateneos republicanos de la época. Después continuó trabajando, siempre como reportero independiente, para «La Vanguardia», «Última Hora», «La Humanitat» o «Diario de Barcelona». Los analistas de la obra de Centelles distinguen una primera etapa republicana, las imágenes gráficas de la guerra civil y los primeros años del exilio.

Fotografías muy conocidas del autor son las del grupo de niños de la barriada barcelonesa de Poble Sec (Barcelona), que jugaban a simular la guerra entre italianos y etíopes (octubre de 1935); el detalle de la cola de votantes -párrocos y burgueses- del colegio electoral emplazado en el edificio del Sagrado Corazón de Barcelona (febrero de 1936); o la imagen gráfica de la Guardia de Asalto preservando el orden público mientras se informa del resultado electoral. Del periodo del golpe militar y la guerra hay algunas tan célebres como la del guardia de asalto Mariano Vitini, acantonado y presto para el disparo. Las fotografías pueden presenciarse en el Museu Valencià de la Il.lustració i la Modernitat (MUVIM) hasta el próximo 23 de abril.

Con dos años el padre de Agustí Centelles, viudo, se desplazó a Barcelona por motivos laborales. En esta ciudad, en la que desplegó su carrera, comenzaron a presentarse las oportunidades. Con 15 años, el futuro fotógrafo ya retocaba los primeros negativos en la Agrupación Fotográfica de Cataluña. El aprendizaje continuó con el reportero gráfico José Badosa, y de ahí a los inicios en la prensa nacional. El comisario de la exposición del MUVIM, José Aleixandre, recuerda que estas primeras imágenes gráficas de acontecimientos deportivos u oficiales las captaba Centelles con una Contessa Nettel de 9×12 (la cámara está expuesta en una de las vitrinas). Pero con independencia de las herramientas y procedimientos técnicos, Agustí Centelles tenía una idea clara del hacer fotográfico: «El informador gráfico se ha de llevar dentro, hace falta ser intuitivo y percibir los acontecimientos; el reportaje es la secuencia de tres o cuatro fotos de un hecho». Consideraba «inmovilistas» y «oficiales» las fotografías, prácticamente iguales, de los periódicos de la época: los reporteros -situados «en batería»- disparaban la «foto» cuando se producía el destello de la carga de magnesio.

En la primera mitad de los años 30, Agustí Centelles continúa aprendiendo de sus maestros: seis meses con Badosa y dos años y medio con Sagarra y Torrens. «Despedido por sus patrones, empieza a trabajar por cuenta propia», informan los paneles de la exposición. Adquiere la cámara Leica, «con la que mantendrá un idilio», destaca José Aleixandre, «y publica sus primeras ‘fotos’ a través de Associated Press». La exposición del museo valenciano recoge la obra ya madura del fotógrafo. Por ejemplo, la imagen gráfica de un voluntario del POUM despidiéndose de su compañera en la Estación del Norte de Barcelona, antes de partir al frente (agosto de 1936); o por las mismas fechas, la fotografía de Buenaventura Durruti y el alférez Francesc Cabré en el aeródromo de Sariñena (Huesca).

Entre la galería de personalidades revolucionarias figura el dirigente del POUM, Andreu Nin, retratado fumando, junto a otro líder del partido, Wilebaldo Solano. Y también el anarcosindicalista Joan García Oliver, uno de los dirigentes de la columna «Los Aguiluchos», a quien besa una joven durante el desfile de despedida hacia la barcelonesa Estación del Norte. A estos milicianos insertos en «Los Aguiluchos» los capta Centelles saludando con el puño cerrado, dentro de un vagón que los traslada al frente aragonés.

La cámara Leica III que puede observarse en la exposición no es un mero accidente en la obra de Centelles. Más bien fue protagonista. «Ésta es mi máquina», afirmó tras ver trabajar al fotógrafo Ramón Claret y Artigas en competiciones deportivas. «La Leica le costó 900 pesetas, un precio altísimo para la época», recuerda José Aleixandre. Sirve como elemento de comparación las cantidades percibidas por Agustí Centelles como fotógrafo independiente en la prensa de Barcelona: 10 pesetas por «foto» publicada. Pero la Leica era versátil, y de ella el fotógrafo valenciano valoraba la rapidez, universalidad y posibilidades de manejo.

«No me gusta la foto simple y sencilla, por eso soy contrario al flash», argumentaba el fotoperiodista. Pudo así, según decía, «abandonar la técnica del ‘pim, pam, pum’ para recorrer la ciudad y recoger los hechos más significativos». Y estos fueron los acontecimientos del 19 de julio de 1936 en Barcelona, un día después del golpe de estado fascista; la despedida de las brigadas internacionales en la capital catalana, los consejos sumarísimos y la salida de las columnas milicianas en dirección a Aragón, que plasmó Agustí Centelles en fotografías que tuvieron un alcance mundial. La vida cotidiana en la retaguardia barcelonesa, las bombas sobre Lleida, la totalidad del frente aragonés (hizo reportajes sobre la toma de Teruel, la batalla de Belchite o la toma de Barbastro y Siétamo), el camino al exilio y los campos para refugiados españoles en el sur de Francia también estuvieron en el punto de mira.

El seis de febrero de 1939 Centelles atravesó la frontera francesa por el túnel de Cerbère, con la Leica y una maleta que albergaba más de 4.000 negativos. Era su archivo fotográfico personal, que una familia francesa custodió durante 37 años. Tras su internamiento en el campo de refugiados de Argelès-sur-Mer, el fotógrafo acabó en el campo de concentración de Bram, cerca de la ciudad de Carcassonne (región de Languedoc-Rosellón), donde permaneció entre marzo y septiembre de 1939. De la estancia dejaron testimonio sus fotografías. También formó parte de la Resistencia con otros españoles refugiados.

En 1944 retornó clandestinamente al estado español por la frontera andorrana. En 1950 los jueces franquistas le condenaron a 12 años de cárcel por su afinidad a la República, aunque la pena fue rebajada después a seis años y la libertad condicional. Asimismo fue depurado y profesionalmente inhabilitado. «Nunca más volvería a trabajar como periodista gráfico», recuerda Aleixandre. Se castigaba así una trayectoria política evidenciada en la afiliación al PSUC (hasta el último día de su vida), en las fotografías de guerra o el desempeño de cargos como la jefatura del Departamento Especial de Información del Estado, que después dependería del Servicio de Información Militar (SIM) de la II República.

Mucho antes de que la Asociación de la Prensa de Barcelona rindiera homenaje a los periodistas depurados (1978) o el Ministerio de Cultura le otorgara el Premio Nacional de las Artes Plásticas (1984), Centelles retrató a las clases populares. En septiembre de 1936 captó con su cámara a los miembros de la tripulación del acorazado Jaume I, en el Moll de San Bertran (Barcelona). Aparecían saludando con el puño cerrado sobre la cubierta y el cañón de la embarcación. Otras veces recoge situaciones que se dan cuando la guerra deja un respiro; como el enlace entre el periodista y jefe de una de las columnas del frente aragonés, Ángel Estivil, y la miliciana Pura Bilbao. O una fotografía tomada en el castillo de Montearagón (Huesca), que tiene como protagonistas a militantes de la columna Lenin del POUM que ondean una bandera comunista. También da cuenta de los rebaños requisados para el avituallamiento de las tropas republicanas, en el frente de Huesca.

La muestra del MUVIM incluye fotografías en las que la cámara focaliza al individuo. A personajes como la argentina Micaela Feldman («La Capitana»), la primera mujer que obtuvo un grado militar en el ejército de la República; al joven Antonio García, apodado «Cuba Hermosa», voluntario en enero de 1937 de la Brigada Abraham Lincoln. O a dos de las mujeres notables de la época, la anarquista Federica Montseny y la comunista Teresa Pàmies, durante un mitin en la plaza de toros Monumental de Barcelona. Otras imágenes captan el desgarro y la desesperación, como la de María Riu Esqué ante el cadáver de su marido, Josep Pernau, una de las víctimas de los bombardeos de Lleida en noviembre de 1937. Se ha situado a Agustí Centelles entre los «grandes» del fotoperiodismo, junto a Robert Capa, David Seymour, Gerda Caro o Katy Horna, autores todos ellos que no separaban arte y compromiso político.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.