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Aires electorales de gran coalición

Fuentes: Diagonal

O el irremediable viaje hacia el fin del bipartidismo

«Los dos partidos que se han concordado para turnarse pacíficamente en el poder son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto». ¿PP y PSOE? No exactamente. En 1912, Benito Pérez Galdós se refería más bien a conservadores y liberales. El escritor no sólo describía una situación «completamente vigente» un siglo después, según reconocía el mismísimo diario Abc al comentar la visión de Galdós, sino que adelantaba el fin de esa alternancia de partidos: «Tendremos que esperar como mínimo cien años más para que en este tiempo, si hay mucha suerte, nazcan personas más sabias y menos chorizos de los que tenemos actualmente».

El presidente de La Rioja, Pedro Sanz (PP), alertaba el 20 de febrero precisamente del peligro de que «se rompa el sistema democrático español». Frente a «aventuras» y «populismos» proponía un pacto entre socialistas y populares que «soporte y cimente la arquitectura democrática» a la vez que garantice un clima de «tranquilidad seguridad y sosiego» a semejanza de la gran coalición alemana. No sólo Galdós se adelantó a su tiempo. También Felipe González. El 12 de mayo de 2014, cuando la encuesta del CIS situaba la suma de votos de ambos partidos para las europeas en el 58,1%, el expresidente llamó a un gran pacto entre PP y PSOE, «si el país lo necesita». Trece días después, los resultados de las elecciones corrigieron al CIS: la suma de los votos de socialistas y populares apenas superó el 49%. Atendiendo a la historia de la transición y del golpe del 23F publicada por Joan E. Garcés –Soberanos e intervenidos– y Pilar Urbano –La gran desmemoria– no es la primera vez que González se pone al servicio de una gran coalición en virtud del «interés general del Estado».

La inestabilidad del Gobierno de Suárez es el precedente; las encuestas de finales de 2014, algunas de las cuales llegaron a situar a Podemos en primer lugar, el detonante de este nuevo ensayo de pacto de Estado. Los guiños también se han producido desde filas populares. La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, llegó a afirmar el 2 de diciembre pasado que su partido «contemplaría» una «gran coalición» con el PSOE si no tuviera mayoría absoluta. Una vez más, muchas referencias a Alemania. Y pocas a Grecia, donde la gran coalición entre conservadores y socialistas fue preludio de la victoria de Syriza. «No, no y no», fue la respuesta literal del recién estrenado secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, al envite de Cospedal.

Una rotundidad no compartida por el candidato socialista a la Comunidad de Madrid, Ángel Gabilondo, que defendió el 23 de febrero el libre albedrío del partido -«no hay nada escrito», dijo- sobre los posibles pactos que pueda adoptar tras las elecciones de mayo: «En el PP hay personas muy distintas, la derecha europea y española es también muy plural. Hay muchos neoliberales con los que políticamente me llevo un poco peor, y hay otros con más inquietud social, con capacidad para resolver las cosas pero sin depredar; con éstos igual se puede hablar». Un flirteo replicado desde el PP andaluz de cara a las inminentes elecciones autonómicas: «Es más posible llegar a grandes acuerdos con el partido socialista que con cualquier otra fuerza», decía el candidato popular Juan Manuel Moreno Bonilla el 3 de febrero en Los Desayunos de TVE1, poco antes de ofrecer «un pacto con un plan de gobernabilidad para Andalucía» en caso de que Susana Díaz estuviera en disposición de llegar a un acuerdo con Podemos.

Las termitas del PP

«Son las cosas de Podemos, son las cosas del PP. Del PSOE ni hablamos porque no tiene ná que hacer», cantaba el dúo cómico Los Morancos en su último hit. Los análisis políticos, en el inicio de este año electoral, apenas duran unas semanas. Incluso la fineza interpretativa de Los Morancos se quedaba desactualizada entre el rodaje del videoclip y su lanzamiento, cuando las encuestas ya mostraban que hay un nuevo invitado a la regeneración. Es Ciudadanos, la formación liderada por Albert Rivera, que amenaza con «moverle el suelo» al PP, dice a Diagonal Bibiana Medialdea, economista integrante del colectivo Novecento.

«Si el PP hasta ahora pensaba que podía permanecer ileso, que el terremoto no tocaba a su electorado, la aparición de Ciudadanos constata que también el PP se tambalea. El PP no tiene más remedio que asumir que la crisis del bipartidismo no va a suponer solamente el hundimiento del PSOE», argumenta Medialdea. No obstante, las elecciones andaluzas también han sorprendido a la formación de Albert Rivera, afirma un integrante de Podemos que prefiere mantener su anonimato. Según esta fuente, acostumbrada a los cálculos electorales, Ciudadanos «tiene un techo y le va a resultar complicado pasar del 15%», unos votos que «pescará» entre los caladeros del Partido Popular. El apoyo mediático a la formación de Albert Rivera como la fórmula anti-Podemos, afirma, se puede esfumar si las autonómicas y municipales amansan las expectativas de Podemos.

En un documento interno de Podemos, al que ha tenido acceso Diagonal, se analiza Ciudadanos como una «una opción light» que los medios promocionan para contrarrestarles, pero sin el contenido «antioligárquico» del partido de Iglesias. El observador electoral Josep Vidal i Negre coincide en que la baza de Ciudadanos es presentarse como una opción novedosa sin la «mochila ideológica de Podemos». Sin embargo, si existe, esta estrategia mediática de dar pábulo a Ciudadanos sería «pan para hoy, hambruna para mañana», opina, sobre todo para un PP que ya no puede decir que «la culpa de todo la tiene Zapatero» y que puede sufrir «un fuerte varapalo a manos de los ciudadanos», dice Vidal. Así, en noviembre se puede dar una lucha en dos ejes: por un lado entre la regeneración de izquierda y la de derecha; y por otro, entre los partidos considerados «casta» contra los «no casta».

El pacto antes del pacto

Nuria Alabao, participante en Barcelona en Comú (antes Guanyem Barcelona) y Podemos Catalunya, considera que es «poco probable» que el Partido Socialista pacte con el Partido Popular antes de las generales. «El PSOE está jugando, tal como se ha evidenciado en el debate del estado de la nación, a ser la alternativa y a subir el nivel de confrontación con el PP. Si la estrategia política para las elecciones es ésa, es poco probable que quieran perder su legitimidad política antes de las generales, es más probable que haya pactos después», sostiene. Esta integrante de La Hidra Cooperativa resume por qué hasta ahora los populares han mostrado más interés que los socialistas en esta gran coalición: «El PP tiene el poder y quiere mantenerlo; el PSOE quiere recuperarlo».

Para Bibiana Medialdea, el debate del estado de la nación fue «una escenificación» de las diferencias entre el PP y el PSOE, una «ceremonia» que no puede ocultar «que están de acuerdo en las mismas medidas y, sobre todo, que se sienten en el mismo barco frente a fuerzas que pueden representar un cambio». La economista critica, a su vez, que se hable de un futuro pacto entre los dos partidos hasta ahora hegemónicos, «como si el pacto no existiera ya».

«La diferencia es que el pacto se haga público o no se haga público, pero lleva muchos años funcionando. La alternancia entre ellos garantiza que ese gran consenso sobre el orden político y económico no se toque», dice Medialdea. No cuestionar a las rentas altas, «más allá de que todos los partidos se lleven las manos a la cabeza cuando salen los evasores fiscales y la gente que se lleva el dinero a Suiza», ni cuestionar a las grandes empresas, «que pagan menos impuestos que los mileuristas», son dos de esos consensos. También lo es, para esta economista, además de la concepción territorial, el orden de prioridades: «Si, por ejemplo, hay que pagar la deuda, si hay que quitar de algún sitio, el PP y el PSOE están de acuerdo en que hay que recortar de protección social, de derechos laborales y de salarios». En periodo de crecimiento, argumenta Medialdea, «hay recursos extra para marcar diferencias, se pueden permitir ‘frivolidades’, por decirlo de alguna manera, como la política social del PSOE». Cuando llegan los «momentos difíciles, las semejanzas se evidencian».

Nuria Alabao habla de un «pacto tácito» que se vuelve explícito en momentos de «crisis aguda». La alternancia funciona, añade, «cuando un partido juega a ser la contra del otro, o al revés, cuando juegan a que el opositor es el otro gran partido, en eso se basa el sistema bipartidista», argumenta. Pero cuando «se ve amenazada la alternancia en el poder se caen las máscaras». Fuentes de Podemos señalan que no hay que descartar un Gobierno en minoría del PP tras las generales «yendo ley a ley» antes de dejar en manos de Podemos «el peso del Estado», algo que incluye, subrayan, a la Administración, e instituciones como el Ejército y la Policía. Un pacto que, apuntan, puede producirse con Mariano Rajoy, es decir sin ningún gesto de regeneración, o con Soraya Sáez de Santamaría.

Para Jorge García Castaño, exconcejal de IU en el Ayuntamiento de Madrid que abandonó la formación por discrepancias con la directiva de la federación, es precisamente la alternancia de partidos lo que define el Régimen del 78, aunque reconoce que «existen diferencias claras» entre ambos partidos. «El problema es un contexto mundial y europeo en el que cada vez resulta más difícil cualquier acción de Gobierno, cualquier elemento de soberanía en los países», sostiene. La coalición se presenta de este modo como el modo de salvaguardar los intereses de los partidos que funcionan como agencias al servicio de un poder global superior.

El drama para los dos grandes partidos, defiende Medialdea, «es que la ciudadanía está empezando a descubrir que detrás de ese gran consenso, que nos habían dicho que era por el bien de la convivencia y el progreso, lo que hay es privilegio y políticas que perjudican a la mayoría». La economista identifica la «indignación colectiva» del 15M como «punto clave en el que la ciudadanía tomó conciencia de forma masiva» de un «régimen en enfermedad terminal». Podemos es «el instrumento, el catalizador que, sin restarle méritos, recoge lo que está sembrado», señala.

En cualquier caso, a partir de noviembre, el escenario de una gran coalición chocará con la probable estrategia de Podemos tras las elecciones: el comienzo de un proceso constituyente, «basado en la regeneración, un cambio de modelo económico, social y territorial», explica Vidal. Convertirse en la «punta de lanza» de este proceso está en el guión del partido de Pablo Iglesias, «ganen o pierdan», indica este observador electoral. Para Alabao, una gran coalición podría favorecer a la larga a Podemos: «Si llega a haber un pacto de ese tipo es probable que la opción que representa Podemos se fortalezca y en las siguientes elecciones gane por mucha más diferencia de lo que lo haría ahora». El PSOE y el PP tienen mucho que perder si dejan de parecer irreconciliables. Tal vez mucho más si no lo hacen.

Cuatro pactos entre populares y socialistas

Pacto antiterrorista

El 18 de febrero, PP y PSOE acordaron en solitario el endurecimiento del Código Penal.

Ley de abdicación

Aprobada el 11 de junio de 2014 con la abstención de tres diputados socialistas y el voto a favor de PSOE, PP, UPyD, UPN y Foro.

La ley Sinde-Wert

En marzo de 2012 entró en vigor la denominada ley Sinde-Wert con el apoyo de los dos partidos.

Reforma del artículo 135 de la Constitución

Con apoyo del PP, el Gobierno del PSOE reformó la Constitución para establecer como prioridad absoluta el pago de la deuda pública en los presupuestos generales.

No a la dación en pago

En junio de 2011, PP y PSOE en una subcomisión del Congreso rechazaron la propuesta del BNG que hubiera permitido la dación en pago.

73%

Es el porcentaje de votaciones en el Parlamento Europeo en las que coincidieron los grupos a los que pertenecen socialistas y populares.

Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/panorama/25932-aires-electorales-gran-coalicion.html