Oriente Medio continua en el centro noticioso internacional. Parte de las preocupaciones por lo que acontece en esa zona del mundo, ya sea por la seguidilla de profanaciones, ataques y violación de los derechos de la población palestina en particular y la musulmana en general, respecto a la libertad de desplazamiento, reunión y uso de […]
Oriente Medio continua en el centro noticioso internacional. Parte de las preocupaciones por lo que acontece en esa zona del mundo, ya sea por la seguidilla de profanaciones, ataques y violación de los derechos de la población palestina en particular y la musulmana en general, respecto a la libertad de desplazamiento, reunión y uso de sus recintos sagrados, como es la explanada de las Mezquitas en Al Quds. Así como también por la guerra de agresión sufrida por el pueblo sirio a manos de grupos terroristas takfiries y todos aquellos contenciosos donde la mano de la cruenta triada conformada por Washington, Tel Aviv y Riad se ha dejado sentir con su carga de miles de muertos, heridos, millones de desplazados internos y refugiados, que incrementan el recuento de muertos y desaparecidos en la travesía por lograr sobrevivir.
Cambio de escenario
En el caso sirio, estamos frente a una guerra de agresión que tiene a uno de sus actores, Estados Unidos, liderando una Coalición Internacional, que ha mostrado su ineficacia y el fiasco de sus operaciones en el supuesto combate a los grupos terroristas, pero que ha terminado destruyendo aún más la infraestructura, la industria y los servicios para la población siria. Esta Coalición ya tiene rival en el combate contra el terrorismo salafista con la irrupción de Rusia en materia de apoyo militar efectivo al gobierno sirio – que se une al sostén que ya la República Islámica de Irán y Hezbolá venían dando al gobierno de Damasco, con una eficacia no mostraba Washington y sus aliados.
Rusia entró con fuerza y decisión, impulsada por un gobierno dirigido por Vladimir Putin que le quiere plantar cara a Washington en el plano internacional. Moscú responde así a una solicitud de un gobierno legítimo como el sirio, distinguiéndolo de la intervención estadounidense, que llamó a conformar una Coalición de países donde el 90% de las acciones son ejecutadas por Washington, sin contar ni con la autorización ni llamado del gobierno sirio y menos el aval de la comunidad internacional agrupada en las Naciones Unidas. Rusia está en Siria porque sabe que el combate contra el terrorismo takfirí en suelo levantino es también una carta de seguridad para su propio país, como también el hecho de proteger a un aliado con el cual ha mantenido relaciones en todos los ámbitos, desde el año 1944, país donde radica además, la única base naval fuera del territorio ruso y que implica mirar al Mediterráneo en momentos donde los afanes geoestratégicos de las grandes potencias adquieren singular importancia.
Rusia está en Siria con lo mejor de su arsenal aéreo, con el envío de buques y el fortalecimiento de su capacidad operativa terrestre si así se necesita. Con tropas, que no han entrado en combate, pero con indicios que el apoyo de fuerzas especiales rusas en el terreno puede ser una realidad en el breve plazo. Rusia se ha hecho presente también con apoyo logístico, de comunicaciones satelitales tan vitales en la guerra moderna, como también con pertrechos, armas y material blindado que están significando un claro viraje al curso de los acontecimientos. Esa constatación tiene a Estados Unidos y sus aliados de Oriente Medio tratando de reaccionar y enfrentar el claro apoyo que la decisión Rusa está teniendo en el mundo. Más aún cuando los gobiernos de Teherán, Moscú, Damasco y Bagdad anunciaron la creación de un Centro de Coordinación con sede en Bagdad, que será el ente aglutinador y regulador de las acciones destinadas a combatir el terrorismo takfirí en todas sus variantes.
Rusia comenzó el pasado miércoles 30 de septiembre sus ataques aéreos selectivos a las fuerza de Daesh y otros grupos, que al amparo de la desidia de occidente, como también la estrategia de destrucción de la sociedad siria en que está empeñado junto al apoyo de Turquía, Israel, Arabia Saudita y las Monarquías feudales del Golfo Pérsico, han tratado desde marzo del año 2011 de derrocar al presidente sirio Bashar al Assad. La importancia de la entrada de la Federación Rusa y su poderío político, económico y militar, en apoyo del pueblo sirio se expresa en el cuidado con que Estados Unidos ha comenzado a visualizar su presencia en la zona y la manera en que se ha conducido hasta ahora, mostrándose a ojos del mundo como una potencia más empeñada en destruir a Siria que la terrorismo takfirí.
Mismo cuidado que tendrán que observar Ankara y Tel Aviv, que en su apoyo a los grupos terroristas, sean estos denominados moderados – que no existen a la hora de contabilizar sus crímenes – u otros como el Frente Al Nusra y Daesh, en el área fronteriza signada con el nombre de «Zona de Exclusión de Daesh» creada por Turquía en la frontera que tiene con Siria, como antesala de una posible zona de exclusión área como la generada en Libia antes del derrocamiento de Muammar Gadafi, puede entrar, perfectamente, en colisión con la presencias rusa en Siria.
Sumemos a ello la agresión que sufre el pueblo yemeni desde el 26 de marzo del presente año por medio de bombardeos e incursiones en su territorio a través de la Fuerza Aérea y terrestre del gobierno saudí, empeñada en destruir al Movimiento Ansarolá y aplastar la rebelión del pueblo yemenita. Agresión que es parte de la política exterior de la Casa al Saud, como ha sido ejemplificado también con la situación de Bahréin. Allí, la mayoritaria población chií regida con puño de hierro por la Monarquía suní de Sheij Hamad bin Isa al Jalifa, continua con sus movilizaciones destinadas a exigir reformas democráticas y el fin de la discriminación por parte del régimen. Movilizaciones, conocidas como Tamarod Bahréin – rebelión – iniciadas el año 2011 y que significaron que la Monarquía de este pequeño país sacara la Ley de Seguridad Nacional en marzo de 2011, lo que conllevó la entrada de tropas saudíes y emiratíes en el país para aplastar estas protestas.
Esta intervención, al margen de la legalidad internacional, ha significado no sólo una fuerte represión interna, sino también conflictos con el gobierno de Irán, que apoya a los movimientos opositores en Bahréin pertenecientes a la mayoría chiita. Este jueves 1 de octubre el gobierno bahreiní acusó a irán de estar detrás de los esfuerzos por desestabilizar el país y retiró a su Embajador en Teherán en una muestra del estrecho contacto entre los Jalifa y la Casa al Saud, que se oponen a la preeminencia iraní en el concierto regional tras el éxito de los Acuerdos Nucleares con el G5+1 y el apoyo de este gobierno junto al ruso, al pueblo de Siria.
Irak, por su parte, sufre desde el año 2003 una cruenta guerra que ha fragmentado el país en tres zonas claramente diferenciables: una zona Kurda, una zona Sunnita y una zona chiita bajo el control del gobierno de Haider al Abadi. Irak no sólo sufre la agresión por parte de Daesh, sino también el resultado de una política de intervención que aún tiene a fuerzas militares estadounidenses en su suelo. El escenario en este país también podría cambiar, cuando el gobierno presidido por Al Abadi ha anunciado que está dispuesto a solicitar la entrada de fuerzas rusas para el combate contra Daesh.
El Premier Iraquí afirmó, en declaraciones a la televisión France 24 recogidas por la agencia Reuters, que «aún no hemos discutido con Moscú la posibilidad de llevar a cabo bombardeos contra Bases de Daesh en territorio iraquí. Es una posibilidad; si tenemos una oferta, la consideraremos y le daremos la bienvenida». Frente a ello el gobierno ruso reaccionó con cautela afirmando a través del canciller Serguei Lavrov que «consideraremos cualquier petición por parte del gobierno iraquí para ejecutar ataques aéreos contra el grupo takfirí dentro de Irak aunque aún no hemos recibido tal solicitud. Para tal decisión, el Kremlin evaluaría la lógica militar y política si esta petición se efectúa. En palabras de Lavrov, Rusia esperará a que la solicitud se formalice: «No planeamos extender nuestros ataques a Irak, somos personas educadas y no vamos si no somos invitados«.
La explanada bajo la bota sionista
Es en ese marco regional, necesario de ampliar en sus distintas vertientes, Oriente Medio en general y el pueblo palestino en particular se ha visto sumergido en una conducta belicista crónica, donde la entidad sionista participa activamente. Una práctica inherente a su sello de nacimiento, en que no ha cesado en implementar, desarrollar y ampliar una política de represalias económicas y bloqueo contra la Franja de Gaza, el asentamiento de nuevos colonos en Cisjordania y la construcción de viviendas en Al Quds – Jerusalén Este – sobre todo en la denominada Zona E1.
En las últimas semanas se ha intensificado las restricciones que sufren los fieles musulmanes para acceder a la Explanada de las Mezquitas, donde se encuentran dos de los templos más importantes del Islam: la Mezquita Al Aqsa y la Mezquita de la Roca. Obstáculos implementados por el ejército de ocupación israelí y que son muestra de una política destinada a violar el derecho internacional, pasar por alto las condenas de los gobiernos del mundo y seguir con el objetivo de tratar de doblegar a la población palestina.
Esa conducta violatoria, atentatoria de los derechos del pueblo palestino, de la población de origen árabe y de los musulmanes en general e incluso la población cristiana de Al Quds, que tiene esta explanada como un recinto sagrado y venerable, no varía y han significado la oposición y la resistencia palestina, que en todos los escenarios ofrece dura lucha al gobierno de la entidad sionista y su ejército. Uno de esos frentes de lucha se observó en el inicio del 70ª periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, celebrada hace pocos días, cuando la Bandera palestina ondeó orgullosa junto a las otras 193 que conforman los países miembros de esta Organización internacional. Ese hecho simbólico muestra que el camino de respuesta a la entidad sionista está teniendo resultados a lo cual hay que sumar la política del BDS que implica llamar a los países y sociedades del mundo a boicotear, no invertir y sancionar a Israel por su política genocida.
Ante esas iniciativas pacíficas del pueblo palestino, la entidad sionista responde con la irrupción de colonos israelíes en la ciudad cisjordana de Al Quds, nombre en árabe de la ciudad cuyo significado es «la Santa», que sufre el poder ejercido por Israel desde el año 1967 a la fecha. Con una política de colonización a gran escala en la parte oriental de la ciudad, cuyo objetivo es estrechar día a día el cerco en torno a uno de los símbolos sagrados de la fe musulmana: la explanada de las Mezquitas, que en 15 hectáreas son la muestra de la resistencia y el no doblegarse frente a los embates del gobierno de Netanyahu, que ha desarrollado una política destinada a judaizar la ciudad en su conjunto.
Para la Organización Islámica para la Educación, las Ciencias y la Cultura (ISESCO) entidad que agrupa a 16 países árabes y creada el año 1981, «La protección de los lugares religiosos islámicos y cristianos de Jerusalén es una responsabilidad árabe, islámica e internacional, por tanto es deber de la comunidad internacional reaccionar urgentemente contra las acciones israelíes que atacan la naturaleza única de la ciudad santa».
Acciones de profanación, represión a la población palestina en particular y musulmana en general, que acude a Al Aqsa y que ha enfrentado en las últimas semanas al indignado pueblo palestino contra el ejército y la policía de ocupación del gobierno israelí, que protege a punta de golpes y fuego estas profanaciones, condenadas por la Organización de las Naciones Unidas y países árabes como Egipto, Jordania y el gobierno persa, que ha exigido el respeto frente uno de los lugares sagrados para el Islam y el cese de las violaciones a los derechos de la sociedad palestina.
Durante los dos últimos meses, las autoridades israelíes han ejecutado una serie de acciones encaminadas a impedir que los fieles musulmanes puedan ocupar y realizar su oraciones en la Mezquita Al Aqsa en una estrategia destinada a imponer horas de visitas, que favorezcan a los creyentes judíos de tal forma que ocupen el lugar a sus anchas sin la presencia de musulmanes en una clara provocación. Igualmente se ha mantenido la prohibición para que palestinos menores de 50 años ingresen al recinto. Todo ello con el objetivo denunciado por el Movimiento de Resistencia islámica de Palestina – Hamas – de judaizar Al Quds eliminando todo rastro del carácter musulmán de esta ciudad.
La política de locura sionista está destinada a saquear y destruir el patrimonio arquitectónico, religioso e histórico de otras creencias; que además se expresa con la idea declarada ya de construir el tercer templo del Judaísmo en los sitios donde se encuentran la Mezquita Al Aqsa y la Mezquita de la Roca. Operación que a la par de provocaciones permanentes de los sectores más reaccionarios de la sociedad israelí, se complementan con la judaización urbanística y demográfica del Al Quds árabe ocupado.
Así, poco a poco, en una política tan criminal como desquiciada, se han ido destruyendo los barrios históricos de la ciudad, que están ligados a la cultura árabe y cristiana, trasladando mediante operaciones militares a decenas de colonos sionistas, que se instalan en medio de las barriadas árabes protegidos por soldados, alambradas, cámaras de vigilancia, creando guetos que ejercen allí la práctica violatoria de los derechos de la población nativa y ejerciendo allí, como lo han sostenido las autoridades, políticos, la sociedad árabe e incluso los grupos cristianos que allí moran, una política de asfixia de la población árabe autóctona, violando la legalidad internacional y todo esto ante el silencio cómplice de los países que se dicen parte de la comunidad internacional.
Israel actúa en función de sus intereses estratégicos y de lo que ellos definen como la seguridad de la entidad sionista en el marco de su política de creación del «Gran Israel» que no es otra cosa que expandirse en función del saqueo del pueblo palestino, la política de agresión contra Siria y El Líbano y las componendas y alianzas con Arabia Saudita y Turquía. En esa política se inscribe, por ejemplo, no sólo su decisión de construir 3 mil viviendas en la Cisjordania ocupada sino también poner en el tapete un viejo y ambicioso plan expansionista denominado Proyecto E1, que uniría la ciudad de Al Quds con la colonia judía de Maale Adumin, definida como la ampliación de uno de los mayores asentamientos ilegales israelíes en la ribera Occidental, con cerca de 40 mil colonos, unido a la zona metropolitana del Al Quds.
Esta idea fue reflotada tras la votación del 29 de noviembre del año 2012 cuando la Asamblea general de las Naciones Unidas otorgó a los palestinos la categoría de Estado Observador lo que catalizó a las autoridades israelíes el tener una reacción de desesperada: anunciar la construcción de nuevos asentamientos en la ribera occidental y Al Quds Oriental y que parte de ello se haría en lo que se conoce como la Zona E1. Idea que en su momento fue vetada por el gobierno de Barack Obama, que ha insistido en que no se puede reflotar un plan sin que signifique avanzar con pasos agigantados a una explosión social y militar con resultados imprevisibles pues, tal como lo han sostenido las autoridades palestinas, implementar ese asentamiento implica, tal como lo sostuvo el jefe Negociador de la Autoridad nacional Palestina, Saeb Erekat «que no habrá posibilidad alguna para un Estado Palestino, es imposible».
Efectivamente, el proyecto E1 supone no sólo construir más asentamientos para colonos judíos en territorio palestino, sino también hacer imposible la continuidad territorial del futuro Estado palestino, ya que separaría la capital de la ANP – Ramallah – ubicada al norte, de la ciudad de Belén situada al sur. Y eso representa para los palestinos una clara declaración de guerra. Los planes de asentamiento en Jerusalén y el mapeo de la zona denominada E1, son un golpe estratégico contra la necesidad de dotar al pueblo palestino de un Estado tras un conflicto que se prolonga ya por cerca de 70 años. Acciones como incrementar los asentamientos ilegales, profanar los sitios sagrados para el mundo musulmán, intensificar las acciones de bloqueo contra la Franja de Gaza y seguir considerando al pueblo palestino como seres humanos de segunda categoría son elementos que alejan cualquier posibilidad de paz en la zona.
Se conoció, en los últimos días, que el régimen israelí ha decidido reconocer oficialmente – en una clara provocación a los palestinos – lo que se conoce como «asentamientos salvajes» que siendo tan ilegales como los que ya están en los territorios ocupados, estos ni siquiera cuenta con el visto bueno que la autoridades sionistas suelen dar a este tipo de construcciones, que separadas de la población palestina por el Muro de la vergüenza, viola las leyes internacionales, quitan tierras, destruyen olivares y expulsan a la población palestina, que vive allí desde tiempos inmemoriales. Según informaciones entregadas por Hispantv, documentos israelíes publicados el pasado jueves 1 de octubre, dan a conocer un plan destinado a dar reconocimiento oficial a cinco puestos de avanzada de asentamientos salvajes, ubicados en las cercanías de la ciudad de Duma.
Sosteníamos que esa conducta israelí va a la par de las acciones de agresión que la Casa al Saud sigue realizando contra el pueblo de Yemen, el apoyo a la Monarquía feudal de Bahréin y el sostén económico y logístico que sigue prestando a las fuerzas terroristas takfirí que ocupan parte del territorio de Irak y Siria. En un marco mundial de noticias donde las ofensivas contra Daesh priman fuertemente, la población palestina sigue enfrentando la represión crónica de la potencia ocupante israelí en sus territorios. Hoy, resiste al recrudecimiento de las iniciativas destinadas a construir nuevos asentamientos ilegales en terrenos palestinos, tanto en Cisjordania como en Al Quds, generando la indignación y la protesta de la sociedad palestina, que ha salido a las calles a exigir el cese de esta conducta colonizadora y profanadora de sitios considerados sagrados por el mundo musulmán. Tal es el caso de la Mezquita Al Aqsa, en cuyo entorno entidades sionistas han comprado terrenos y edificios para construir sinagogas, seminarios religiosos e instituciones defensoras del «judaísmo» según las propias declaraciones de personeros ligados a esas instituciones sionistas.
Una de ellas, Elad, acrónimo hebreo de «a la Ciudad de David» representa a un grupo de colonos judíos, fuertemente ideologizados, que a principios del mes de octubre del año 2014 se trasladaron al barrio palestino de Silwan, situado en la ciudad vieja, creando una pequeña ciudadela fuertemente armada, dotada de cámaras de vigilancia y grupos de vigilantes militarizados, que acompañan a los miembros de este grupo cuando deben moverse por el entorno. Las siete residencias, adyacentes a la Ciudad Antigua, compradas por Elad, se hicieron a través de fondos facilitados por estadounidenses para comprar propiedades en los barrios árabes de la ciudad vieja, según informó el diario israelita «The Jerusalem Post».
Ha quedado demostrado así, que el régimen israelí, que ocupa la mayoría de los territorios palestinos, pretende judaizar la ciudad y eliminar su identidad islámica. Política que se lleva a cabo a sangre y fuego con autorizaciones destinadas a impedir que la indignación palestina se exprese, como ha sido la decisión del Fiscal General Israelí, Yehuda Weisntein, quien aprobó el uso de francotiradores contra los palestinos que lancen piedras cumpliendo así la orden dada por el Primer Ministro de la entidad sionista, Benjamín Netanyahu. Balas contra piedras es el lema de la política oficial israelí, que mientras siga contando con el apoyo estadounidense, el lobby del AIPAC y la ceguera, la mudez y la sordera de la comunidad internacional, podrá seguir asesinando niños, hombres y mujeres que se han levantado heroicamente contra la ocupación israelí desde el año 1948.
En el actual marco de conflicto que enfrenta Oriente Medio, con agresiones contra el pueblo palestino y contra Siria e Irak, la irrupción de Rusia e Irán en apoyo al pueblo Sirio está creando las condiciones de un nuevo escenario regional, que bajo el influjo de la inevitable derrota de las fuerzas terroristas takfirí puede sentar las bases de la derrota definitiva, no sólo de las políticas genocidas de la entidad sionista, sino también la malsana influencia del wahabismo saudí, principales agentes del caos en la región.
Articulo del Autor Cedido por Hispantv
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