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Algunas claves para entender el retroceso electoral de CCOO y UGT

Fuentes: Rebelión

Los resultados de los actuales procesos de elecciones sindicales, apuntan, por ahora, a una caída del porcentaje de representación del sindicalismo mayoritario, mayor en el caso de UGT que en el de CCOO, además de un avance del colectivo de «otros». Así se reconoce en el Informe del Consejo Confederal de CCOO Si se mantuviesen […]


Los resultados de los actuales procesos de elecciones sindicales, apuntan, por ahora, a una caída del porcentaje de representación del sindicalismo mayoritario, mayor en el caso de UGT que en el de CCOO, además de un avance del colectivo de «otros». Así se reconoce en el Informe del Consejo Confederal de CCOO

Si se mantuviesen las tendencias apuntadas nos podríamos encontrar ante un serio cuestionamiento de la hegemonía del sindicalismo de clase1

Las recientes Elecciones Sindicales de la Enseñanza Pública no se han apartado demasiado de dicha tendencia: buena parte de los delegados perdidos por CCOO y UGT se han desplazado a sindicatos con una imagen más a la izquierda, como STES y CGT, que son los que recogen el fruto de las movilizaciones contra la LOMCE.

Dicho giro a la izquierda, se completa con el retroceso de ANPE y CSIF, tal vez perjudicados por su mayor proximidad al gobierno del PP. En 2010, cuando gobernaba el PSOE, dichas organizaciones se habían beneficiado del porcentaje de delgados perdido por CCOO, UGT y STES.

Intentando entender.

El crecimiento del voto del grupo de «otros» (no nacionalistas) data del inicio del actual ciclo económico2, aunque, en su momento, también fue el dato más relevante en las elecciones de 19953. Entonces, como ahora, los recortes de salarios, la flexibilización del mercado de trabajo y de la protección social habían provocado la convocatoria de dos huelgas generales.

En aquellas elecciones, el crecimiento de candidaturas independientes alarmó, no sólo de la UGT, que las había perdido de forma estrepitosa, sino también a CCOO, que los interpretó como una deslegitimación de los aparatos sindicales frente al Estado y la patronal, lo que contribuyó a acrecentar la sensación de derrota sindical frente a las políticas de austeridad.

En 1996, la victoria del PP en las elecciones generales coincidió con el inicio de un ciclo económico expansivo, que se prolongó hasta 2007, a lo largo del cual los sindicatos impulsaron un nuevo tipo de concertación, con criterios de mal menor y mantenimiento de la paz social.

El balance de aquellos años se desvela ahora catastrófico: el crecimiento económico ocultó que las condiciones de vida de la mayoría de los españoles no habían mejorado, que aumentaba la desigualdad social, la pobreza y la temporalidad y que disminuía el gasto público destinado a políticas sociales. Además, la desmovilización deterioró el tejido asociativo del país.

La llegada de la crisis no hizo sino acelerar y acentuar dichas tendencias. Las estructuras sindicales se percibieron entonces como cómplices del deterioro de las condiciones de vida y trabajo de la mayoría de los ciudadanos. Desprestigio que certifican no son solo las encuestas realizadas al conjunto de la población4, en las que las organizaciones sindicales aparecen como una de las instituciones peor valoradas por los españoles, sino también por las realizadas a trabajadores asalariados, en las que estos suspenden la labor de los sindicatos en la empresa.5

Ese alejamiento se acentúa aún más en el caso de los jóvenes, que entran en el mercado laboral con un elevado nivel de desempleo y precariedad, situaciones estas con menor intervención sindical.

El año 2007 marca, también, el inicio de un nuevo incremento de las llamadas candidaturas de los «otros», fruto, en parte, de la fragmentación de la clase trabajadora (entre activos y parados, funcionarios y laborales, fijos y precarios, hombres y mujeres, españoles y extranjeros). El menor sentimiento de pertenencia a un proyecto común se estaría expresando en distancia con los sindicatos, y defensa de lo más cercano, no frente al capital, sino frente a aquellos con los que se les hace competir por un bien escaso. Eso llevaría a algunos colectivos a distanciarse de los procesos sindicales o a apoyar a sindicatos corporativos.

Sin embargo, en una situación de verdadera emergencia social, el potencial de movilización aparece en oleadas (Huelgas Generales, 15M, Marchas por la Dignidad), respondiendo al ritmo de las agresiones de la hoja de ruta del austericidio. Las sucesivas derrotas, que han traído como consecuencia el aumento del paro (60% de los jóvenes), la precarización del mercado laboral y el deterioro del poder sindical en las empresas, han desplazado progresivamente dicha resistencia desde los centros de trabajo a los espacios ciudadanos, en un proceso de radicalización social, que se interrelaciona con una radicalización política, que refleja el giro a la izquierda en el autoposicionamiento del electorado6 y el avance de Podemos.

Dicha radicalidad se manifiesta de forma más intensa en sectores como la sanidad y la educación, que han adoptado formas de acción (Mareas) influidas por el espíritu del 15M lo que explicaría el giro a la izquierda en las EESS de la enseñanza pública, que CCOO, y por supuesto UGT, no habrían sido capaces de cabalgar de forma generalizada.

Las direcciones confederales de CCOO y UGT, que habían conseguido con la con las huelgas generales de 2010 y 2012 reafirmar su liderazgo social, constataron, sin embargo, que la movilización no había logrado debilitar la ofensiva neoliberal y volvieron a apostar por el modelo de respetabilidad institucional y diálogo social. Sin embargo el contrato social vigente desde la Transición, había sido roto de forma unilateral, y los últimos Gobiernos del PSOE y el PP apenas han cubierto las apariencias.

Por eso la insistencia sindical en buscar una concertación en la que no cree la contraparte (Estado y patronal) ha causado perplejidad en una afiliación, que ve crecer su descrédito en la sociedad.

El Gobierno, por su lado, y después de dos años y medio de desaires, convocó a los sindicatos días antes de la llegada a Madrid de las Marchas del 22 de marzo, lo volvió a hacer el 29 de julio, para firmar un acuerdo, que se ha concretado el día 15 de diciembre en una ayuda de 426 euros por un periodo de 6 meses para parados de larga duración con cargas familiares que hayan agotado sus prestaciones. ¿Será esto una señal de que el Gobierno ha decidido dar marcha atrás en «las políticas de austeridad compulsiva y generalizada, los ajustes duros, la consolidación fiscal acelerada, los recortes de derechos sociales y laborales -a los que llaman reformas-«7? Es poco probable. Para instituciones como el FMI, la OCDE o la UE, la reducción de los costes salariales es la condición necesaria de la eficiencia económica y los sindicatos el principal escollo para lograrla, y, de hecho, en octubre de este año, exigieron al Gobierno una nueva vuelta de tuerca de la Reforma Laboral. Es más creíble que las razones del gesto gubernamental se encuentren en el inicio de un largo ciclo electoral incierto, que exija que el PP neutralice la beligerancia sindical, con el objetivo de salvar los muebles de su poder municipal y autonómico y mejorar las condiciones en las que podría tener que negociar un gobierno de gran coalición.

¿Será posible tras ese ciclo electoral, reeditar el acuerdo sindical que permitió repartir una pequeña parte de los beneficios de la burbuja? Parece más probable que después de las elecciones generales, y con unas perspectivas de largo estancamiento económico a la vista8, si el bipartidismo no se derrumba, más que el restablecimiento de un nuevo ciclo de Diálogo Social, veremos la materialización de las razones que han llevado a incluir en la Ley Mordaza aspectos normativos que coartan la actividad reivindicativa del sindicalismo de clase.

En CCOO y desde el optimismo de la voluntad

En la perspectiva de que la salida que se ha programado para la crisis, sea la del empobrecimiento del país y la de una sociedad de sindicatos subalternos, la pregunta sigue siendo la de cómo podemos nosotros romper ese círculo vicioso de derrota sindical, desprestigio social, caída afiliativa, retrocesos electorales y dificultades para el relevo generacional.

Aunque la ilusión creada por el proyecto de asalto a las instituciones, ha tomado el relevo a la movilización social, en las expectativas de los de abajo, no parece que todas las esperanzas haya que ponerlas en que una mayoría electoral alternativa al bipartidismo pueda, por si sola, además de gobernar para la mayoría, volver a colocar a los sindicatos en el centro del terreno juego. Ada Colau suele insistir en las insuficiencias de una mayoría parlamentaria sin fuertes contrapoderes ciudadanos9.

Por eso, tal vez, la salida del círculo vicioso deba empezar a buscarse desde dentro. CCOO es en número de afiliados la mayor organización de la izquierda social española, y, también, la primera fuerza sindical. En su ADN está la resistencia contra el franquismo y las grandes movilizaciones sindicales de la Transición, que cristalizaron en una organización sindical innovadora, surgida como instrumento de las propias luchas de los trabajadores. En su seno permanecen todavía muchos miles de delegados, afiliados y dirigentes sindicales, que rompen el bucle cuando se enfrentan al retroceso en derechos y condiciones de vida, pegados a sus compañeros, porque, entonces sí, los trabajadores se reconocen en ellos.

Contando como base de partida toda esa «masa crítica», el camino de la legitimación pasaría, más bien, por escuchar a las bases, apoyar las resistencias que se vayan organizando y, cuando sea posible, generalizarlas, construyendo un discurso alternativo sobre las causas y salidas de la crisis, para, en confluencia con la izquierda social y política, empoderar a la clase trabajadora en una expectiva de cambio.

Notas:

1 Informe aprobado por el Consejo Confederal de la CS de CCOO celebrado el 23 de septiembre de 2014 http://www.ccoo.es/comunes/recursos/1/pub139993_Nueva_etapa_n_45__Consolidar_el_crecimiento,_crear_empleo_de_calidad,_reforzar_las_redes_de_proteccion_social_y_mejorar_los_salarios.pdf

2 Ver tabla 8 del artículo de Pere J. Beneyto «Desmontando el discurso antisindical».http://www.1mayo.ccoo.es/nova/files/1018/Portada201208.pdf

3 Ídem tabla 12

4 http://politica.elpais.com/politica/2013/08/24/actualidad/1377367465_986163.html

5 En la encuesta de «Calidad de vida en el trabajo» del año 2010, del Ministerio de Trabajo, los trabajadores asalariados puntúan con 4,76 la representación y defensa de sus intereses por los sindicatos y con un 4,25 los beneficios laborales obtenidos por los sindicatos en su empresa.

http://www.1mayo.ccoo.es/nova/files/1018/Informe96.pdf

6 El autoposicionamiento del electorado en el Barómetro del CIS de octubre es el situado más a la izquierda desde que existen registros

7 Informe del Consejo Confederal de 10-11 de diciembre de 2014 http://www.ccoo.es/csccoo/Informacion:Noticias:748629–CCOO_analiza_la_economia,_el_empleo_y_el_acuerdo_para_las_personas_en_paro_de_larga_duracion

8 «El dirigente de CC.OO. piensa que 2015 será un año de transición, pero teme lo que pueda pasar en 2016 y 2017 porque España tiene comprometido un «durísimo» programa de ajuste fiscal para esos dos años». http://www.eldiario.es/economia/Toxo-acuerdo-parados-costado-conseguirlo_0_335266586.html

9 «El día después de las elecciones, si hay una mayoría de varias de las formaciones que están planteando ahora un cambio radical, ¿creemos que con una mayoría parlamentaria se van a poder recuperar todas las viviendas vacías en manos de los bancos y de los fondos buitres, y ponerlas en alquiler social? Nos lo van a impedir como sea, nos van a boicotear y criminalizar, así que sólo si hay una ciudadanía movilizada que esté exigiendo que esa agenda se cumpla, podremos transformar la realidad». https://www.diagonalperiodico.net/global/24924-delegar-la-politica-nos-ha-llevado-al-desastre-generalizado.htm

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