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Algunos mitos modernos en el conflicto palestino-israelí

Fuentes: Rebelión

Como paradigma de los muchos conflictos internacionales que persisten en la actualidad, enclavado en una región geoestratégica fundamental y con un gran impacto y repercusión internacional, la «cuestión palestina» se erige en la actualidad como uno de los temas clave y prioritarios en la agenda de asuntos estratégicos de las potencias occidentales. Es por ello […]

Como paradigma de los muchos conflictos internacionales que persisten en la actualidad, enclavado en una región geoestratégica fundamental y con un gran impacto y repercusión internacional, la «cuestión palestina» se erige en la actualidad como uno de los temas clave y prioritarios en la agenda de asuntos estratégicos de las potencias occidentales. Es por ello que goza de una importante cobertura mediática, siendo un tema de candente actualidad, aunque el trato ofrecido por las grandes agencias de información y cadenas de televisión sea, por lo general, muy sesgado, descontextualizado y lleno de estereotipos, favoreciendo muchas veces una visión del «conflicto» lejos de la realidad. En ese sentido, gran cantidad de tópicos fantasiosos, pero comúnmente aceptados, plagan la percepción del imaginario occidental. .

En primer lugar toda la información que llega de palestina está determinada y condicionada por una perniciosa premisa occidental: que cualquier conflicto en el mundo árabe o musulmán tiene que estar ligado inexorablemente a factores religiosos-culturales. El problema es que en occidente, como afirma Gema Martín Muñoz, «existe una obsesión enfermiza por explicar todo lo que ocurre en los países musulmanes en función de lo cultura-religioso en detrimento de lo político». . Por ello, poco importa que el conflicto sea una cuestión eminentemente territorial, y política, y en busca de titulares llamativos, mientras más morbosos y sensacionalistas mejor, la prensa occidental en general plaga las noticias de estereotipos y clichés relacionados con el «terrorismo islámico», pocas veces hablan de «ocupación israelí» y nunca, por supuesto, de «terrorismo israelí».

«LOS DOS SON IGUALES»

Los principales actores externos en el conflicto palestino-israelí, especialmente los medios de comunicación, suelen presentar el problema en un inverosímil plano de igualdad, como si se tratase de dos partes igual de responsables y en un equilibrio de fuerzas. Sin embargo la asimetría es una de las principales características de este conflicto tanto en lo que respecta al poderío militar como a la hora de evaluar la responsabilidad de cada una de las partes. El derecho internacional público, todos sus organismos es contundente en ese sentido, pero también la historia: una de las partes ocupa mediante la fuerza y coloniza ilegalmente unos territorios y al pueblo que lo ocupa, que constituye la parte más débil y desprotegida de la ecuación.

EL FACTOR RELIGIOSO

Aunque es cierto que el integrismo se ha incrementado en ambas sociedades, y que el componente religioso está presente en las reivindicaciones de los respectivos lugares sagrados, es una auténtica falacia afirmar que se trata de un conflicto religioso, incluso creer que es la religión un elemento decisivo. El conflicto es territorial y político, la religión juega el papel de instrumento político en manos de los gobiernos y de autoestima en el pueblo. El integrismo islámico no existía en el origen de la resistencia palestina , ni siquiera en la primera intifada. Fue sólo entonces cuando surge Hamas, el movimento de resistencia islámica. En primer lugar era un movimiento de resistencia; lo de «islámica» era el revestimiento ideológico, la parafernalia estética que le proporcionaba una identidad diferenciadora de la laica organización de Arafath, y contrapuesta al «enemigo sionista». Isaac shamir, el entonces primer ministro israelí la apoyó precisamente para desestabilizar a la OLP; poco importaba la religión.

Lo que determina la aparición del integrismo es la precaria situación que los palestinos vivían bajo ocupación. Para los gobiernos, la religión es el instrumento ideal con el que conseguir sus fines políticos; para el pueblo palestino es una de las pocas, por no decir la única, baza moral y de esperanza ante el desarraigo, la pobreza y la violencia. En caso de no haber religión islámica, otro hubiera sido el apoyo, como de hecho sucedió en los años sesenta y setenta, en el contexto de la guerra fría, cuando los principales grupos de resistencia palestina ( Fatah, FPLP…) adoptaron la ideología socialista y comunista de la URSS, frente al bloque occidental capitalista, abanderado por los EE.UU.

LOS OBSTÁCULOS HACIA LA PAZ

Una idea típica y generalizada, acuñada por el binomio Washington-Tel Aviv; pero expandida a través de los medios de comunicación, ha sido la de que la principal responsabilidad de avanzar en el camino a la paz reside en los palestinos. Por eso, los obstáculos han sido siempre: el terrorismo palestino, Arafath y la ausencia de democracia.

En primer lugar, la violencia palestina no puede analizarse sin tener en cuenta el contexto en que se produce y el motivo que la origina, es decir, la ocupación. Es la ocupación militar el primer obstáculo para la paz, del cual derivan todas las demás variables del conflicto. También se ha visto como el terrorismo, más que un obstáculo, ha sido «un aliado indispensable», como diría el intelectual judío e israelí Henry Siegman, primero para Sharon, y ahora para Olmert, en la continuación de la expansión colonial y la anexión territorial de Palestina. Desde aproximadamente 2002-2003, con la operación «escudo defensivo» de Sharon puede darse por concluida la segunda intifada, en tanto que desaparecen casi la totalidad de las protestas y manifestaciones civiles por el terror impuesto por los soldados, así como los atentados, que se reducen considerablemente. Asimismo desde la tregua unilateral que decretara Hamás en 2005, la organización palestina no realizó ningún atentado; a excepción de esporádicos lanzamientos de misiles artesanales (Kassam) desde la franja de Gaza a la zona fronteriza de Sderot (de los cuales pocas veces se han responsabilizado) y la captura de un soldado israelí de ocupación en verano pasado.

En segundo lugar, fue Arafath el pretexto más manido acerca de la imposibilidad de llegar a un acuerdo; infinidad de veces los sucesivos dirigentes israelíes aseguraban que era el Rais palestino el único obstáculo para la paz y no dudó sharon en amenazarlo de muerte, hasta meses después se hiciesen realidad sus deseos .

Por último, el argumento de la necesidad de democratización y de elegir a un nuevo presidente de la Autoridad Palestina para avanzar hacia la paz, ha sido, como demuestran los acontecimientos más recientes, otra gran farsa. En marzo de 2006 las elecciones democráticas más limpias y supervisadas jamás en el mundo árabe, dieron una masiva victoria a Hamás, con una amplia representación femenina en el gobierno, y numerosos diputados cristianos.

Eliminados todos los supuestos «obstáculos», la ocupación israelí continúa y la construcción de colonias y del muro dentro de los territorios prosigue implacable con la consecuente anexión de más territorios, en el camino que Ben Gurion marcase a principios del siglo paasado como objetivo imparable: «redimir el país en su totalidad» e «instalarse en todo el resto de la región, ya sea por el entendimiento mutuo y el acuerdo con nuestros vecinos árabes o por cualquier otro medio»