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Ali Abdullah Saleh, exdictador de Yemen, asesinado en Sana’a

Fuentes: Word Socialist Web Site

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

Las personas residentes en la asediada capital yemení, Sana’a, se prepararon para una intensificación de los ataques aéreos tras el asesinato el pasado lunes [4 de diciembre de 2017] del exdictador del país Ali Abdullah Saleh y el descubrimiento de un complot saudí para derrocar el régimen encabezado por el movimiento huti Ansarullah.

Saleh, de 75 años, había gobernado Yemen de forma dictatorial durante 30 años respaldado por Estados Unidos hasta que un levantamiento popular en 2011-2012 le obligó a dimitir. Fue asesinado de un tiro por un miliciano huti cuando huía de un fuerte combate en la capital entre los hutis y sus propios seguidores.

Ambos bandos habían mantenido una endeble alianza desde 2014, cuando el movimiento rebelde huti (cuyas raíces están en la rama zaidi del islam chií al que pertenece el propio Saleh) se impuso desde el norte y se hizo con el control de Sana’a. Esta alianza, que se encontraba ya muy deteriorada, se rompió definitivamente la semana pasada con unos enfrentamientos armados entre hutis y partidarios de Saleh que dejaron más de 125 personas muertas.

El pasado sábado Saleh pronunció un discurso retransmitido por la televisión renunciando a su alianza con los hutis y pidiendo al ejército y la policía que rechazaran cualquier orden procedente de su régimen. También pidió un diálogo con la «coalición» encabezada por Arabia Saudí que con el importante apoyo logístico y de armas proporcionado por Washington lleva casi 33 meses con una guerra que raya con el genocidio contra el pueblo yemení.

Los hutis acusaron a Saleh de un intento de golpe de Estado con apoyo saudí. Un análisis publicado en Al Jazeera y basado en entrevistas anónimas a altos cargos yemeníes corroboró esta afirmación. Esos altos cargos confirmaron que la ruptura de Saleh con los hutis había sido planeada en Abu Dhabi a principios de este año en colaboración con altos cargos de Arabia Saudí y de los Emiratos Árabes Unidos (EAU), el rico en petróleo país del Golfo que ha desempeñado un papel fundamental en el ataque a Yemen. Según estos altos cargos, el plan exigía reemplazar al respaldado por Arabia Saudí, Abd-Rabbu Mansour Hadi (el exvicepresidente de Saleh que había llegado al poder tras los levantamientos masivos de 2011-2012 y después fue obligado a dimitir por los rebeldes hutis) por un régimen dirigido por Saleh o uno de sus hijos.

Hadi, que vive en el exilio y bajo un aparente arresto domiciliario en Arabia Saudí, ya había perdido el apoyo de los EAU, que cambió su apoyo al movimiento secesionista del sur liderado por Aydarous al-Zubaidi, lo que llevó a enfrentamientos armados entre las fuerzas respaldadas por los EAU y los partidarios de Hadi.

Durante décadas Saleh fue el hombre tanto de Washington como de Riyad en Yemen. Exoficial del ejército, Saleh había llegado al poder en 1978 como dirigente respaldado por Estados Unidos en Yemen del Norte, cuando la República Democrática Popular de Yemen, respaldada por la URSS, gobernaba en el sur. Cuando el país se unificó en 1990, en medio de la disolución estalinista de la URSS, Saleh asumió la presidencia de todo Yemen.

Con el fin de la Guerra Fría, Saleh mantuvo el respaldo de Washington al presentarse a sí mismo como la única figura capaz de mantener unido el quebrantado país manteniendo en equilibrio las diferentes facciones de la oposición, incluidos los hutis del norte, los separatistas del sur y las fuerzas salafistas sunníes. Posteriormente obtuvo un importante apoyo militar estadounidense en nombre de la guerra global contra el terrorismo. Mientras tanto se cree que amasó una fortuna personal de decenas de miles de millones de dólares. El gobierno Obama apoyó a Saleh hasta su amargo final cuando sus soldados dispararon contra las manifestaciones masivas y mataron e hirieron a miles de personas.

Tras la destitución de Saleh en 2012, tanto Riyadh como Washington habían confirmado a Hadi como líder del único gobierno legítimo de Yemen. En realidad fue ascendido al poder como parte de un acuerdo de «transición» preparado por Estados Unidos y la monarquía saudí para acallar el masivo levantamiento popular en Yemen al tiempo que se concedía impunidad a Saleh y se mantenía intacto la mayor parte de su régimen. Posteriormente se instaló a Hadi como presidente por medio de unas elecciones en las que había un solo candidato en 2012. Su mandato de dos años expiró hace más de tres años.

Tanto Washington como Riyadh luchan por mantener un gobierno títere firmemente establecido bajo su control en Yemen, un país que comparte una frontera de 1.100 millas con Arabia Saudí en el norte y la costa del estrecho de Bab-el-Mandeb. Esta estrecha vía de navegación que une el mar Rojo con el golfo de Adén y el océano Índico es un canal estratégico para las exportaciones mundiales de petróleo y gas natural.

Tanto Estados Unidos como su aliado saudí están también decididos a impedir que se consolide un régimen que está alineado con Irán, el cual ha dado un apoyo ilimitado a los hutis. El apoyo estadounidense a la agresión saudí contra Yemen está vinculado a los preparativos de una guerra contra Irán, al que Washington considera su principal obstáculo para afirmar su hegemonía en el rico en energía Oriente Próximo.

Se espera que con ese objetivo los saudíes, apoyados por el Pentágono, causen un baño de sangre aún mayor entre la población de Sana’a en los próximos días. El ejército saudí hizo pública una advertencia a los habitantes de la capital yemení el pasado lunes: «Pedimos a los civiles que permanezcan al menos a 500 metros (yardas) de los vehículos militares y de las reuniones hutis», afirmaba. A no ser que se evacue completamente Sana’a resulta imposible cumplir esta directiva. Simplemente prepara el terreno para otra masacre en una guerra que ya ha matado a al menos 12.000 civiles.

La intensificación de los ataques aéreos saudíes unido a los combates en la calle provocados por Saleh con el respaldo de los saudíes y de los EAU ha empeorado aún más lo que se reconoce universalmente como la peor crisis humanitaria sobre la faz de la tierra.

El pasado lunes Naciones Unidas emitió un comunicado pidiendo una «pausa humanitaria» de los combates. «La escalada de la situación amenaza con paralizar unos servicios básicos que apenas funcionan», afirmaba el comunicado. «El último shock del impacto del bloqueo ya había puesto en peligro estos servicios», añadía en alusión al bloqueo impuesto por el régimen saudí a los aeropuertos, puertos y fronteras terrestres yemeníes, y a la devolución de alimentos, medicinas y otros suministros de ayuda.

«Las ambulancias y los equipos médicos no pueden acceder a las personas heridas y la población no puede salir de sus casas para comprar comida y otros artículos necesarios», continuaba la declaración. «Los trabajadores humanitarios no pueden viajar e implementar los programas fundamentales para salvar vidas en un momento en que millones de yemeníes dependen de la ayuda para sobrevivir».

La monarquía saudí, con el apoyo estadounidense, se prepara en estos momentos para vengarse del fracaso de su plan de reinstalar a Saleh al poder, incluso a través de medidas que pueden provocar la muerte de millones de yemeníes por hambre y por el agravamiento de la peor epidemia de cólera de la historia moderna.

Fuente: http://www.wsws.org/en/articles/2017/12/05/yeme-d05.html

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.