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Entrevista con Wael Gamal, periodista del medio egipcio "Al-Shuruq" de El Cairo

Alianzas militares-empresariales en Egipto antes y después del 30 de junio

Fuentes: Jadaliyya.com

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Wael Gamal es periodista del periódico egipcio Al-Shuruq de El Cairo. Ha escrito extensamente sobre sociedad y política en Egipto, centrándose sobre todo en los aspectos de la economía política.

La entrevista se llevó a cabo en lengua árabe y ha sido transcrita y traducida al inglés por Ziad Abu-Rish.

Tuve el placer de entrevistar a Wael Gamal, uno de los más periodistas más honestos e informados a la hora de abordar de forma crítica las variables político-económicas en Egipto. En esta entrevista, Wael aborda la calamitosa situación económica y social, por lo general mucho menos comentada, que espoleó las protestas y posteriores consecuencias del 30 de junio, primero bajo el gobierno de los Hermanos Musulmanes (HHMM) y, recientemente, en función de una poco definida coalición anti-HHMM que en estos momentos está desarrollándose. De suma importancia en esta entrevista es el papel de las relaciones militares-empresariales y las perspectivas de cambio en las políticas económicas y sociales teniendo en cuenta el peso, al parecer cada vez mayor, del gran capital.

La advertencia a la que Wael se va a referir repetidamente implica que las diversas fuerzas sociales disponen ahora de mayores oportunidades para poder presionar al gobierno y enfrentarse a las políticas económicas elitistas. Sin embargo, no es una lucha cuyos resultados puedan determinarse de antemano. Wael aborda una serie de indicadores que tienen que ver con las políticas económicas, los préstamos y «paquetes» del FMI y la gestión de las subvenciones, que no hay que perder de vista mientras se forma el nuevo gobierno y mientras se despliega la batalla para dirigir la economía política de Egipto.

Wael refiere los principales factores que hicieron que aumentara el resentimiento contra la Hermandad a lo largo de los dos años transcurridos tras el derrocamiento de Mubarak, y aborda ese resentimiento y oposición como una fuerza que puede presionar actualmente a cualquier gobierno, y a las alianzas que se puedan formar, en el sentido de reafirmar las demandas de derechos sociales y económicos para amplios sectores de la población. Identifica una serie de importantes relaciones estratégicas entre el ejército y el gran capital en las potenciales formulas de gobierno actuales, sin desestimar las capacidades de los segmentos no fulul del movimiento de protesta a la hora de presionar por sus demandas básicas.

-Bassam Haddad (BH): Buenos tardes, Wael. ¿Cómo estás?

-Wael Gamal (WG): Buenas tardes, muy bien, gracias.

-BH: Se ha hablado mucho de los acontecimientos en Egipto. Nos gustaría hablar contigo de los problemas socioeconómicos existentes en Egipto antes del 30 de junio. ¿Cuáles fueron los efectos de la situación económica en las campañas movilizadas? Hasta el momento, esta perspectiva ha recibido muy escasa. Así pues, empecemos por esto y después podemos ver otras cuestiones.

-WG: Creo que ese fue uno de los factores determinantes en Egipto en el período previo al 30 de junio. Cuando vemos las cifras de las protestas sociales y económicas antes del derrocamiento de Mursi, los dirigentes egipcios -y con esto me refiero a lo manifestado a través de un comunicado oficial- cifraban la cifra de protestas sociales -lo que algunos denominan protestas parroquiales- en el período entre la elección de Mursi y aproximadamente el principio de junio [2013], en 7.700 protestas. Esto significa que había un impulso inmenso de protestas sociales y económicas, y no puede decirse que estuvieran movilizadas por fuerzas de la oposición, ni siquiera por fuerzas izquierdistas o revolucionarias. Esa fue una cuestión contingente. La gente estaba luchando de forma localizada e inmediata por cuestiones sociales y económicas.

Desde mi perspectiva, esa lucha estaba justificada. La coalición gobernante que el Dr. Mursi presidía -o, mejor dicho, de la que el Dr. Mursi era el símbolo presidencial incluso aunque fuera un presidente electo- era una alianza entre las fuerzas del anterior Estado en Egipto -que incluye al ejército, porque no deberíamos olvidar que el actual ministro de defensa fue nombrado por el Presidente Mursi- y varios empresarios, entre los que había hombres del anterior régimen. Esto es lo que llamamos un golpe verdadero, un golpe a las políticas socioeconómicas. El gobierno de los HHMM fue un mandato durante el cual hubo un golpe contra las demandas socioeconómicas de la Revolución del 25 de Enero. No solo fue un golpe en el ámbito constitucional y político sino también en el de la distribución de la autoridad. Fue asimismo un golpe contra la redistribución de la riqueza, que está en el corazón de las políticas sociales y económicas en marcha. Por eso es lógico que hayamos sido testigos de la expansión de las Zonas Industriales Cualificadas con Israel, así como del incremento tanto de la deuda externa como interna.

También fuimos testigos de un ataque extremadamente feroz contra todas las protestas sociales. Al aproximarse el 30 de junio, había un deseo de criminalizar aún más -aumentando los castigos- las huelgas, los cierres de carretera y otros actos, así como de hacer frente a esa oleada de protestas. Hubo también un aumento espectacular en los precios como consecuencia de la devaluación de la libra egipcia, que asfixió todavía más a las clases más pobres. Por otra parte, se produjo un aumento de la tasa de desempleo. Todo esto provocó una extendida indignación popular entre la mayor parte de los que se movilizaron.

Hubo un incremento en la tasa de desempleo que las valoraciones oficiales colocaron en el 13%. Además del incremento de los precios y de la falta de avances en la redistribución de la riqueza, a la hora de abordar la crisis económica se ensayaron medidas que empobrecieron aún más al pueblo egipcio. En el caso concreto de los pobres, se establecieron una serie de impuestos indirectos que les afectaron negativamente. Junto con las acusaciones y mayor criminalización de las protestas sociales, hizo que se desarrollara un resentimiento popular muy real y extendido al que ni la oposición ni el ejército dieron crédito, contrariamente a lo que algunos están diciendo.

Estas son las razones por las que creo que el ejército, además de otros elementos de la coalición gobernante, reconsideró la alianza existente. Una parte importante de las discusiones con los HHMM -desde el primer día de la Revolución del 25 de Enero- fue su supuesta capacidad para hacer que la gente abandonara las calles. Esta estrategia demostró su fracaso después de que el Presidente Mursi llegara al poder, porque de inmediato se produjo una explosión. En mi opinión, existía un plan entre las fuerzas armadas y algunas fuerzas políticas de la oposición. Sin embargo, este plan no fue lo que creó el levantamiento del 30 de junio. Lo que creó este levantamiento fueron los factores socioeconómicos, junto con una rabia auténtica en la calle. Se dio también un grado de rechazo y fabulación por parte del Partido por la Justicia y la Libertad (PJL) que intensificó todavía más esa rabia.

-BH: Antes de que entremos en las cuestiones políticas formales, podemos abordar la presencia de los graves desafíos sociales y económicos que habrá que enfrentar con independencia de quién esté en el poder. Parece haber una falta de debate serio sobre esos factores que podrían potencialmente paralizar a cualquiera que llegue al poder. Tampoco se ha escrito mucho en Egipto sobre cómo abordar esta dinámica. ¿Puedes compartir con nosotros tu punto de vista al respecto, especialmente en lo que se refiere a los próximos meses y años?

-WG: Tienes toda la razón. No se han discutido los aspectos económicos excepto para crear presiones políticas sobre los movimientos sociales y políticos. Desde la Revolución del 25 de Enero, se ha venido repitiendo esa retórica a través de diversos medios. Constantemente se nos dice que el desastre económico es inminente, que el país está al borde de la quiebra, que no hay lugar para las movilizaciones en la calle y que es necesario recuperar la estabilidad para atraer la inversión extranjera. La realidad es que todavía no ha tenido lugar una discusión verdadera sobre las diferentes alternativas disponibles. Si algo ha habido, fue a un nivel muy limitado durante las elecciones presidenciales. Sin embargo, a fin de cuentas, de la manera que se ha hecho, esa discusión sigue estando politizada, porque no se trata de cuestiones técnicas abiertas a las decisiones individuales. Estos problemas llevan algún tiempo existiendo. La falta de estabilidad ha agravado ciertamente los problemas de producción, inversión extranjera, turismo, etc. Sin embargo, la mayoría de estos problemas existían bajo el viejo régimen y se heredaron del proyecto neoliberal cuya implementación se completó durante los últimos años de Hosni Mubarak en el poder. Esta es la situación con la que aún seguimos lidiando.

Los HHMM no tocaron los pilares fundacionales que heredaron del régimen de Mubarak. De hecho, había una contradicción en su retórica. Por una parte, se quejaban -de forma legítima- de que habían heredado los problemas económicos del régimen de Mubarak y por tanto la gente tenía que entender cómo era la situación. Por otra parte, exageraron en gran medida lo que ellos llamaban éxitos económicos suyos para poder defenderse políticamente. Por tanto, su retórica era inconsistente. Sin embargo, tenemos un problema fundamental en la cuestión de la distribución de la riqueza. Hay algunos empresarios y corporaciones importantes -tanto a nivel interno como internacional- que amasaron grandes cantidades de riquezas en los últimos años del gobierno de Mubarak. Y no se ha hecho nada en relación con ese tema, que, con independencia de quién llegue al poder, es muy importante.

¿Hacia dónde apunta la brújula de la economía política en el próximo período? Esto depende de la paz social. Es por esto que hay algunos que están enfatizando la importancia del compromiso de las elites económicas -que son al mismo tiempo las elites políticas- a fin de que decrezca la ira en las calles. Esta voz existe, aunque casi no se la oiga. La otra voz es la que afirma claramente -como la del empresario Naguib Sawiris en el artículo de al-Masr al-Youm del pasado martes- la necesidad de una vuelta pública y clara a la situación anterior al 11 de febrero de 2011. Es decir, que Naguib Sawiris está pidiéndole al nuevo gobierno que declare su compromiso con el libre mercado y que no puede haber retirada de él. Quiere que [el gobierno] declare que la prioridad es la estabilidad y que, por tanto, no es momento para huelgas. Pide más alianzas entre los sectores públicos y privados y que el nuevo gobierno firme de inmediato el acuerdo del préstamo del FMI. También quiere que el gobierno ponga fin de inmediato a los subsidios del combustible. En mi opinión, estas son las exigencias de quienes tienen el control de la economía.

Por tanto, incluso si el gobierno cuenta con sindicalistas importantes -como Kamal Abu Aytah en el ministerio de trabajo, Ahmad al-Bor’i, que tiene un largo historial de antes de la revolución (y fue el ministro que intentó emitir una ley que favoreciera la organización de sindicatos independientes), o incluso algunos liberales sociales-, cualquier intento de abordar estas cuestiones va a acabar en confrontación dentro de un equilibrio de poderes que no es favorable a estos ministros, a menos que cuenten con el apoyo directo de los movimientos populares. Sin embargo, no creo que algo así vaya a ser posible. Estamos tratando aún de resolver estos problemas. Por esta razón es por lo que la gente está en la calle, porque todos esos problemas no se han solucionado aún.

Cualquier coalición gobernante tiene que apuntalar su gobierno contando con el apoyo de algunos sectores populares de la sociedad, especialmente tras una revolución. Los HHMM no ofrecieron nada a los campesinos ni tampoco a los obreros. Y lo más importante, el presupuesto estatal y la política tributaria continua privilegiando a los ricos. Cualquier intento de cambio ha fracasado totalmente debido al desequilibrio de fuerzas. Por esto no creo que pueda ser posible ningún cambio real político o económico sin una confrontación política, o al menos un gobierno que se incline y dependa de las fuerzas populares.

-BH: Hay un relato de cómo los HHMM cooperaron con sectores importantes del antiguo régimen, incluyendo el gran capital, y fueron por tanto muy reaccionarios en ese sentido. No obstante, hay otro relato sobre cómo la actual relación entre el Estado y el gran capital es aún más profunda que antes del período previo al 30 de junio, o es probable que se haga más profunda. ¿Qué piensas sobre esto, y cuáles son las fuerzas -ya sean del Movimiento Tamarud o de algún otro- que pueden enfrentarlo, teniendo en cuenta especialmente el emergente juego a tres bandas entre los HHMM, los residuos del régimen anterior y el movimiento social que está exigiendo cambios importantes? Es decir, ¿cómo va a desarrollarse esta lucha y quién tiene capacidad para hacerse cargo de la situación? Quizá puedas empezar comparando la relación del gobierno de Mursi con el sector empresarial que está formándose actualmente y después pasar a la segunda parte de la pregunta.

-En mi opinión, este es un tema que tiene que ver más con las dinámicas internas que con la coalición gobernante. El gobierno de los HHMM -que, desde luego, tenía dentro de él elementos del anterior régimen, representados sobre todo por el hecho de que la mayoría de los ministros formaban parte de la burocracia de la Hermandad- dio pasos importantes para convencer a sectores del sector empresarial de que se unieran o al menos no se opusieran a la nueva coalición gobernante, que estaba simbólicamente encabezada por el Presidente Mursi. Sin embargo, en mi propia lectura de la situación, hubo sectores del sector empresarial que no estaban dispuestas a aceptar eso. Los HHMM tuvieron por tanto que enfrentarse a esos sectores de la comunidad empresarial, en parte para convencer a sus cuadros de que la organización se estaba enfrentando al régimen anterior. Naguib Sawiris es uno de esos personajes. Emprendió toda una batalla en la cuestión de los impuestos, que en mi opinión era más una batalla política que otra cosa. A su vez, la Hermandad le atacó a él y a su hermano, Nasif Sawiris, sobre todo como coptos y no como miembros de la comunidad empresarial, lo que fue una decisión estratégica. Sin embargo, este es también el gobierno al que se aproximó Hussein Salem, que era el socio empresarial de Mubarak y que estaba en fuga, para establecer una détente. Fue también este gobierno el que levantó el congelamiento de los activos de Rashid Muhammad Rashid, que era otro ministro en fuga [escondido] en Qatar. Por tanto, se implicó en intentos no transparentes y no oficiales para hacer la paz con ciertos empresarios. Esta es la razón de que se emitiera un decreto ministerial casi inmediatamente antes de la caída de Mursi para ampliar las prerrogativas del ministro para las inversiones. Fue un medio para hacer la paz con los empresarios en el tema de la corrupción. Esto estuvo sucediendo todo sin ningún control legal y sin ninguna transparencia.

El problema fundamental a que se enfrenta cualquier coalición gobernante es al tiempo en el que podrá mantenerse unida. Esta es una cuestión clave. Esta particular coalición no es en última instancia sostenible. Se ha probado que algunos de los implicados en el Frente de Salvación Nacional (FSN) no tienen problema en firmar el acuerdo del préstamo con el FMI, ni las políticas de empobrecimiento que están en marcha. Yo llamo a esa gente los hijos de Thatcher, y están presentes en ambos bandos. Su problema es político y está contenido en las siguientes preguntas: ¿Cuál es mi porción de poder? ¿Estoy con el ejército y la coalición gobernante o al otro lado? Una parte de esta lucha es por las respectivas porciones del pastel, de forma que incluso los empresarios que están dentro de los HHMM empiezan a exigir nuevos proyectos. Esto implica a su vez que había que marginar a los beneficiarios existentes. Por tanto, sobrevino la crisis.

La incapacidad para estabilizar el gobierno de los HHMM, debido a presiones tanto sociales como políticas, animó a muchos a unirse públicamente a los diversos partidos del FSN que dieron apoyo tanto directo como indirecto al Movimiento Tamarud. Debe indicarse que este movimiento reunió millones de firmas, tiene profundas raíces populares y consiguió un gran impulso a partir de la ira en las calles. Sin embargo, al mismo tiempo, hubo espacio para un plan [o complot] en relación con el 30 de junio. Las fuerzas armadas -según diversos informes- no estaban muy lejos. Por tanto, tienes una situación en la que se libera un genio para objetivos limitados: eliminar a Mohammad Mursi pero no las políticas socioeconómicas impulsadas, pero de tal forma que se puedan manejar las cuestiones para poder garantizar la estabilidad.

Esta es la retórica que ahora está consolidándose: Que los HHMM eran el problema, no así sus políticas, que representaban un golpe contra la revolución; la Hermandad y sólo la Hermandad es el problema; gracias a Dios hemos acabado con el problema; y ahora es el momento de reconstruir Egipto y recuperar la vitalidad económica, todo eso mientras se pone a los movimientos sociales en su sitio. Esto significa que la métrica del éxito para la nueva coalición gobernante es su capacidad para imponer la estabilidad necesaria para su propio éxito. En mi opinión, ese genio que se ha creado -que derrocó a los HHMM y refuerza ahora a las fuerzas armadas para que diseñen el plan de transición- afirmará que es la calle la que da la legitimidad; es la rabia en la calle la que anima cualquier desarrollo político en el país; y si esa ira, sus demandas y sus causas no se abordan, no va a llegarse a parte alguna.

La alternativa a lo anterior es la represión masiva del movimiento popular. Este es un peligro que existe, pero incluso hay ya voces pidiendo concesiones desde dentro de coalición gobernante, o que se aplace el préstamo del FMI, o (como estaba haciéndose ayer) convocando sentadas y enfrentamientos callejeros. Por tanto, esta es una coalición gobernante que no tiene unidad suficiente como para imponer un control represivo. Esto es especialmente así porque esta coalición está llegando al poder afirmando ante EEUU y el resto de la comunidad internacional que basa su legitimidad en la calle. En consecuencia, la capacidad de volverse contra la calle con palizas y arrestos conlleva toda una serie de riesgos. Por esta razón, el genio liberado el 30 de junio, responsable fundamental de la caída de Mursi y sin el que esta nueva coalición gobernante no podía haberse establecido, sigue teniendo posibilidades. Este genio existe todavía y sus causas también. Esto es lo que abre posibilidades, en caso de que haya una alternativa revolucionaria democrática creada sobre el terreno que tenga capacidad para tener voz y voto en la próxima etapa.

-BH: Podemos decir que el 30 de junio se produjo otra revolución democrática. Pero, ¿podemos decir lo mismo respecto a una revolución socioeconómica?

-WG: No considero que el 30 de junio de 2013 fuera una revolución en el sentido del 25 de enero de 2011, creo que fue otra oleada más de esa Revolución, como la que forzó que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) trasfiriera el poder a través de unas elecciones. Sin embargo, creo que el corazón de esta revolución política es socioeconómico. Es esta cuestión la que permite que la revolución evolucione desde el llamamiento para la caída de Mubarak a exigir la transferencia de poder del CSFA a un gobierno civil, a insistir en que el ex candidato del régimen Ahmad Shafiq no pueda ganar en las elecciones y al derrocamiento de Mursi con el poder de la calle. La cuestión fundamental en la revolución no es solo la referente a la democracia sino también que no puede separarse de la cuestión de la redistribución de la riqueza. Para que estos temas puedan resolverse de forma aceptable ante las personas que salieron a la calle, uno tiene que abordar las dos cuestiones relacionándolas de forma que la cuestión de la redistribución se trate como una cuestión política. Si la democracia va a limitarse a elecciones cada cuatro años, la gente va a seguir en la calle. En última instancia, desde luego, no puede garantizarse nada. Sin embargo, las causas estructurales para la persistencia de la revolución están claras y siguen muy vigentes.

-BH: ¿Cuáles son, en tu opinión, algunos de los indicadores que puedan darnos una idea de en qué dirección va la situación político-económica, especialmente con referencia a la relación entre el ejército y el sector empresarial? Estoy pensando aquí en el gobierno, pero también en algunas de las voces que estamos escuchando, como las de los Sawiris. ¿Sobre qué indicadores deberemos mantenernos alerta en las próximas semanas y meses para que podamos saber en qué dirección va el país, en relación a estas cuestiones en particula?. ¿Se ha ampliado o contraído el enorme espacio para controlar el capital?

-WG: Hay cuatro o cinco temas fundamentales desde la Revolución del 25 de Enero, que van a ser siempre los indicadores de las políticas de un nuevo gobierno.

El primero de esos temas se refiere a los salarios, política tributaria y redistribución de la riqueza. Y a la cuestión de quién apoya al gobierno. Parte del problema respecto a las subvenciones y a la deuda pública tiene que ver con la escasez de recursos del Estado. Esto es así porque las políticas estatales son antagónicas de los pobres y privilegian a los ricos. Por tanto, no se fijan impuestos para el mercado de valores o las ganancias del capital, y así sucesivamente. Esta es la cuestión principal y un área a investigar. Por tanto, si las políticas continúan como hasta ahora, entonces la dirección es la misma del régimen anterior, que es lo que Naguib Sawiris defiende en su artículo.

Otra de las cuestiones tiene que ver con las subvenciones, que se relaciona con el tema anterior. Se nos dice que lo que se está llevando a cabo es una reestructuración para que la riqueza pueda llegar mejor a los pobres. Pero, en realidad, lo que se está haciendo al mismo tiempo es eliminar las subvenciones. La exigencia de reestructurar las subvenciones es en realidad una demanda de la revolución. Y se debe a que hay una cantidad importante de subvenciones que van a parar a los dueños de las fábricas de alto consumo energético, es decir, combustible para los ricos, etc. Políticamente, esto tiene que abordarse de forma que no vulnere los intereses de los pobres. Incluso el FMI afirmaba que tenía que haber otra forma de apoyar a los pobres antes de que se pusieran en marcha estos procedimientos. Esto no se ha materializado aún, ni nadie en Egipto está hablando de ello. Por tanto, este es el segundo tema, que tiene que ver con las subvenciones.

Tenemos también la cuestión de la corrupción y los monopolios. Al igual que se habla de la justicia de la transición en relación con la tortura y el asesinato de los manifestantes (tanto antes como después de la caída de Mubarak), es necesaria una justicia de transición con respecto a la corrupción y los monopolios. Este es un tema sobre el que los HHMM no avanzaron ni un solo paso. Todo lo contrario. En una ocasión, nombraron a una persona como ministro de comercio e industria que controlaba el monopolio lácteo, lo que también plantea el conflicto de intereses. Este es otro tema fundamental que arrojaría luz sobre si las políticas político-económicas venideras están en consonancia o no con la revolución.

Cuando hablan de justicia de transición, están hablando de un acercamiento a los empresarios. Pero nosotros no estamos hablando de acercamiento. Estamos hablando de una justicia de transición. Este es un proceso más profundo, que implica admitir los crímenes, rendir cuentas y poner remedio a los efectos negativos acumulados a lo largo de los años. También requiere una transparencia total y garantías de que esos crímenes no vuelvan a repetirse. La tregua que están estableciendo actualmente tiene que ver con confiscar parte del dinero hecho a través de esa corrupción, que en última instancia no aborda ni las causas ni los efectos de la corrupción. En realidad, fomenta la corrupción porque envía el mensaje de que el castigo por la corrupción va a ser simplemente renunciar al dinero obtenido e irse de rositas.

El préstamo del FMI es una cuestión extremadamente importante, porque de alguna forma es un compendio de todos los temas anteriores. Cuando la gente habla sobre el préstamo del FMI no hablan de un préstamo para hacer frente a un problema fiscal temporal. Es una cuestión que tiene que ver con las políticas anteriores, con la posición respecto al préstamo del FMI y el programa económico implícito en este préstamo. Hemos oído declaraciones contradictorias de este gobierno, aunque como es muy reciente no deberíamos juzgarlo aún. Por una parte, escuchamos al nuevo ministro de planificación diciendo que las negociaciones con el FMI se han aplazado. Por otra parte, escuchamos al ministro de hacienda decir que el préstamo del FMI es parte de la solución aunque no toda. En cualquier caso, está claro que el préstamo está en la agenda.

Un elemento importante en la cuestión del préstamo del FMI, con el que el nuevo gobierno no parece tener problema, es la continuación de los préstamos extranjeros no transparentes. Hemos oído muchas cosas acerca de unos 12.000 millones de dólares en donaciones y préstamos que otros Estados del Golfo -Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait- le han prometido al nuevo gobierno. Al igual que el apoyo que [anteriormente] venía de Qatar y Turquía, no sabemos cuáles son las condiciones de este tipo apoyo, cómo va a utilizarse, si es o no la mejor opción en este momento en particular y si hay, o no, un precio político a pagar. Todas las celebraciones del gobierno por este apoyo son un indicador negativo que muestra la persistencia de las políticas existentes anteriormente respecto a los préstamos extranjeros por parte del CSFA y los HHMM. Sobre esto hablaba Naguib Sawiris en su artículo cuando discutía la colaboración entre los sectores públicos y privados, de reducir el déficit como objetivo de las políticas político-económicas y revigorizar el sector privado y las inversiones directas extranjeras, todo ello sin abordar las demandas socioeconómicas que están manifestándose.

-BH: Me gustaría concluir con lo que quizá sea una pregunta pesimista. Desde luego, las transformaciones sociales y políticas son procesos a largo plazo que no se producen de un momento a otro, de un día a otro ni a lo largo de un año. ¿Tenemos delante fuerzas que puedan empujar en una dirección progresista en relación con la economía política, contra la represión, contra el racismo, contra el clasismo y a favor de las libertades (tan simple y tan complejo)? En términos generales, las fuerzas en escena se dividen entre los Hermanos Musulmanes y otros partidos islamistas, los fulul (residuos del viejo régimen) y liberales de todo tipo. Lo que vemos es que quienes están luchando por un discurso verdaderamente progresista que se oponen a todo lo anterior son pocos [en número o efecto] y están fuera de esa constelación de grupos. Es decir, ¿dónde están las fuerzas progresistas, que no tienen necesariamente que ser socialistas o izquierdistas? Las fuerzas que he enumerado son las que están sobre el terreno. Ciertamente, hay personas como tú y otras más que presentan un discurso auténticamente progresista. Pero, con toda honestidad, ¿cuál es su representatividad? ¿Están en un estadio donde estos profundos problemas no pueden resolverse aún y requieren esperar a una etapa posterior? Pregunto esto porque parece que las fuerzas sociales sobre el terreno que representan estas demandas son relativamente pequeñas.

-WG: No, las fuerzas sociales son muy grandes en tamaño. En mi opinión, las fuerzas sociales que representan esas demandas son el sector más amplio que existe hoy. Oigo sus voces a menudo y son las que acreditan el 25 de enero, lo que vino después con el amplio movimiento de luchas y, finalmente, el 30 de junio. Son esas fuerzas a las que tenemos que reconocer y respetar.

Sin embargo, hay un problema con la representación política de este sector que cuenta con una amplia base social. No está organizado, su voz es débil y no ha tenido peso en los acuerdos pergeñados en este período de transición. El Movimiento Tamarud consiguió recoger firmas, propuso una serie de pasos a dar en el período transitorio y había también otros con interés en que se quedaran fuera de la foto. Pero incluso entonces, su programa fue dejado de lado por la declaración constitucional del presidente interino nombrado por el ejército. El período transitorio de Tamarud empezaba con elecciones presidenciales, mientras que las elecciones presidenciales van a tener lugar al final del período transitorio que está ahora en marcha. Por tanto, el problema aquí está en la representación política.

Hay también intentos de diversas fuerzas revolucionarias que han adoptado una plataforma de justicia social. Pero este es un proceso que llevará tiempo y es preciso que esté directamente relacionado con las batallas diarias que están emprendiendo fuerzas sociales más amplias, que están manteniendo su vitalidad. Sin embargo, y respecto al tema del pesimismo, no significa que no haya capacidad -incluso en las presentes circunstancias- para avanzar. Cuando el presidente de la Federación General de Sindicatos es el ministro de trabajo, hay espacio para las reformas. Siempre que se produzcan presiones para conseguir demandas específicas. Por tanto, sería un avance importante si, al final de este gobierno, hemos logrado una ley sindical que apoye sindicatos independientes para campesinos, obreros, pescadores, etc. Estos sindicatos, al tener una posición legal, podrán tener voz y eso les permitirá organizarse, aliarse uno con otro y por tanto tener peso político en futuras decisiones. Así pues, hay posibilidad de presionar a la coalición gobernante. Si eres consciente del equilibrio de poderes en la coalición gobernante y estás dispuesto a aprovechar su falta de unidad interna, entonces puedes conseguir avances que te van a proporcionar más espacio para entablar luchas más importantes en el futuro.

-BH: Muchas gracias. Te he quitado más tiempo del esperado. Discúlpame.

-WG: No hay ningún problema. Tan solo espero que haya sido una discusión útil.

BH: Ha sido de gran utilidad. Por lo que he comprendido, no deberíamos ser demasiado pesimistas porque hay un rayo de esperanza. Confío sinceramente que así sea. La próxima vez hablaremos del complejo militar-industrial y de la relación entre el ejército y la economía en vez de tocar solo los aspectos de la comunidad empresarial. Muchísimas gracias.

* * *

Bassam Haddad es Director del Programa de Estudios sobre Oriente Medio y Profesor del Departamento de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad George Mason. Es también profesor visitante de la Universidad Georgetown. Es autor, entre otros libros, de «Business Networks in Syria: The Political Economy of Authoritarian Resilience» (Stanford University Press). Es co-fundador y editor de Jadaliyya; co-productor y director del film «About Bagdad»; ha dirigido recientemente una película sobre los emigrantes árabes/musulmanes en Europa titulada «The ‘other’ thread», etc.  

Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/13070/military-business-alliances-in-egypt-before-and-af