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Amira Hass: la persistente contemporaneidad de la utopía

Fuentes: Rebelión

Amira Hass es una periodista-activista israelí, judía, que escribe desde Ramalá (en Cisjordania) para el diario israelí Haaretz (El País). Seguramente muchos de ustedes han leído por lo menos uno de sus artículos traducidos al castellano o al inglés. Durante el pasado mes de Septiembre/Octubre del 2011 Amira Hass fue invitada a una gira de […]

Amira Hass es una periodista-activista israelí, judía, que escribe desde Ramalá (en Cisjordania) para el diario israelí Haaretz (El País). Seguramente muchos de ustedes han leído por lo menos uno de sus artículos traducidos al castellano o al inglés.

Durante el pasado mes de Septiembre/Octubre del 2011 Amira Hass fue invitada a una gira de conferencias en Canadá por parte de activistas por la paz en Medio Oriente. La serie de conferencias se tituló «Israel-Palestina: temor por el futuro». El título de la ponencia resume muy bien su contenido.

Me tomé el trabajo de transcribir del inglés y traducir al castellano uno de los videos, «colgados» en internet (http://www.youtube.com/watch?v=PPqahZe6h14), y lo comparto ahora con ustedes.

La conferencia de Amira Hass tiene una duración aproximada de una hora, pero el video es aún más largo: incluye una sesión de preguntas del público y respuestas -muy interesantes- de la ponente. Vale la pena escucharse en su totalidad, para aquellos de ustedes que puedan entender el idioma inglés. Yo transcribí y traduje sólo la parte de la conferencia en sí.

Como verán en el texto, se trata de un análisis profundo (y a la vez muy didáctico) de la realidad cotidiana de aquella tragedia.

Realidad cotidiana y datos objetivos de la boca de una intelectual, una mujer, una judía, pero totalmente desprovistos del malicioso prisma «nacional». Aunque le habla -a sabiendas- a una audiencia mayormente judía, Amira analiza y razona desde el punto de vista materialista de la humanidad toda. Esa es la única manera de abordar ese conflicto sin caer en mezquinas y terribles posiciones nacionalistas.

Casi al final de la sesión de preguntas y respuestas, Amira me deparó una sorpresa: preguntada por su opinión acerca de si la «solución» debe ser la de «un Estado» o «dos Estados», Amira respondió: «cuando la gente me pregunta cuál es mi posición, yo digo: no un Estado, no dos Estados: yo estoy a favor de Los Estados Unidos Socialistas de Medio Oriente

 

Sorpresa. Luego de un silencio, en el audio se pueden escuchar algunas carcajadas del público canadiense, y también uno o dos aplausos.

Yo de mi parte, sinceramente creía que esta consigna programática revolucionaria había sido olvidada, abandonada al fragor del sufrimiento y la tragedia.

Pero no. Aunque Amira misma advierte que «el problema cuando digo esto es que la gente piensa que es posible en los próximos dos meses», ella mantiene la consigna, la repite frente a todos. Aunque afirma que su papel actual, del momento, es el de «prevenir el desastre» (leer en el texto), levanta frente a todos una visión estratégica fundamental, precisamente como única manera de efectivamente evitar una catástrofe mayor y garantizar la hermandad de los pueblos.

Me tomé este extenso trabajo de traducción por varias razones, pero la fundamental entre ellas era la de compartir esta visión estratégica.

Imaginen por un momento la vida cotidiana bajo la ocupación, bajo la guerra, bajo el fundamentalismo religioso, el racismo cotidiano, el terrible aislamiento social.

Si Amira Hass fue capaz de no perder el norte en medio de tanto horror, saquemos conclusiones y lecciones de ella: también en nuestra parcela del mundo, aunque nos hablen de «lo que es posible», «lo amoroso», «lo que es realista», «lo que la gente vota», sepamos de nuestra parte que solamente si nos acercamos a «la utopía» podremos efectivamente avanzar en hacer de éste un mejor mundo, sin falsas ilusiones intermedias que normalmente terminan en fracaso y en mayor tragedia.

Sirva esto como mi «tarjeta de fin de año» a todos ustedes. Un fuerte abrazo que alcance a Tucumán, Coyoacán, Madrid, Buenos Aires, Milwaukee, Toronto, Bustarviejo, Choroní, Puerto Escondido o donde quiera que ustedes se encuentren.

Que el año 2012 nos acerque a todos un poco más a la utopía.

AMIRA HASS

Israel-Palestina: temor por el futuro

Conferencia dictada en Winnipeg, Canadá. Viernes 30 de Septiembre del 2011

El pasado mes de febrero tuve el privilegio de ser enviada por mi diario para cubrir la revolución allí, la que cambió para siempre la cara de Medio Oriente. Pasé muchas horas en la Plaza Tajrir, y muchos días hablando con la gente que ha estado participando en esta revolución desde su comienzo.

Como dije, fue un privilegio estar allí.

Pero hoy quiero discutir con vosotros…otra clase de privilegio: la clase que no solo es inhumano e inmoral, sino insostenible. Por supuesto, me refiero al Estado de Israel y a los privilegios otorgados a judíos solamente, a expensas de los palestinos. Aquellos que son ciudadanos de Israel, o aquellos que viven en los territorios ocupados.

Estoy totalmente consciente de que estoy hablando acá (en Canadá) sobre todo a los privilegiados. Vosotros sois también una sociedad de colonos, que debe gran parte de su riqueza y vida confortable a la marginación de la población nativa. Sé también que muchos de los que están comprometidos en la lucha por la justicia para Palestina, están conscientes de ello. Y probablemente algunos de vosotros forman parte de la lucha por deshacer algo del daño que vuestras comunidades, vuestra sociedad, ha infligido sobre la nación indígena.

Pero a diferencia de Canadá, la naturaleza privilegiada de la existencia judía en Medio Oriente, o la Entidad Judía en Medio Oriente – la naturaleza privilegiada de esta entidad- está poniendo en peligro su propia existencia, y este no es el caso acá en Canadá.

Sí, soy una periodista que escribe sobre la vida palestina bajo ocupación israelí. Yo prefiero decir que estoy escribiendo acerca de la ocupación israelí, que escribo acerca de los israelíes. Uso la vida palestina para de hecho describir a los israelíes. Porque siempre digo: cuando hay una orden de demolición [de una vivienda palestina], no escribo acerca del palestino cuya casa va a ser demolida. Escribo acerca del burócrata que firmó la orden de demolición. Acerca del sistema que permite demoler las casas de algunas gentes, y construir casas para otros.

Gaza y Ramalá han sido mi hogar por los últimos diez y siete años, y me importa mucho la gente que vive allí. Pero por supuesto, esto no reduce mi preocupación y cuidado por mi sociedad original, la sociedad judía en la que nací.

Y el temor por el futuro de ambas sociedades es la razón por la que fui invitada; es la razón por la que acordé venir y hablar acá. Es un intento de alertar.

Pero dejadme volver a la Plaza Tajrir: fue una sensación fascinante. Y al margen de los soberanos desarrollos posteriores (sabemos que la junta militar está todavía en el poder), los logros son enormes. El logro de la revolución egipcia es enorme. El pueblo se hizo presente como una entidad pensante, que sabe muy bien cómo definir sus agravios, a quién dirigir esos agravios, y qué demandas formular a efectos de producir un cambio.

Comparado a tres años atrás, cuando estuve también en Egipto -de hecho en mi camino a Gaza-, uno puede ver que un enorme, pesado manto metálico se ha eliminado de los hombros y las cabezas del pueblo. Era una sensación de libertad, o más bien, el debilitamiento del temor. Yo experimenté el mismo momento extraño en Rumanía -bajo muy diferentes circunstancias- en Septiembre de 1989. Yo conocía Rumanía. Llegué allí cuando la revolución, el levantamiento, estalló, y tuvo también sus muy soberanos resultados posteriores, pero sin embargo hubo dos semanas en las que se perdió el miedo a la dictadura y a la autocracia.

Si alguien me hubiera dicho el pasado mes de marzo, cuando estuve en Egipto, que en unos pocos meses miles de israelíes también conquistarían el miedo público, emulando en apariencia a la «primavera árabe», yo no lo hubiera creído. Si alguien me hubiera dicho en ese entonces que cientos de miles de israelíes saldrían a las calles a demandar justicia social, yo hubiera levantado mis cejas. Pero ahí estaba: comenzando el pasado mes de julio, jóvenes y no tan jóvenes israelíes desparramaron colectivamente sus preocupaciones. Comenzó con reclamos por el alto costo de la vivienda. Jóvenes educados de clase media se dieron cuenta que estaban peor que sus padres a esa edad, en términos de seguridad económica y oportunidades de trabajo. Esta fue la gente que salió primero a las calles.

Al principio sonaba como quejas de niños malcriados. Pero muy pronto estas quejas se desarrollaron hacia una comprensión colectiva de que no era solamente el costo de la vida. Estos manifestantes comprendieron que hay un sistema que ha declarado una exitosa guerra -hasta ahora- contra el Estado de Bienestar, y que hizo retroceder a toda la sociedad a los años del capitalismo salvaje, cuando la riqueza, la educación y la vivienda decente eran privilegios de clase alta. Un sistema en el que la gente es evaluada como ítem de un balance presupuestario de negocios, y no como seres humanos.

Un movimiento de masas creció en Israel, demandando de hecho al gobierno israelí que abandone sus políticas neoliberales, y que construya nuevamente un Estado de Bienestar, donde los impuestos sean progresivos, y donde los servicios sociales sean otorgados de manera igualitaria al margen de la riqueza -o pobreza-, y donde la responsabilidad social mutua es la base de todas las relaciones sociales. Suena como un sueño, pero la gente dice que no lo es; es realizable. Este es el mensaje ahora entre miles, cientos de miles de israelíes.

Fue emocionante marchar con cientos de miles de israelíes protestando, un sábado tras otro. Yo, por supuesto, me uní al bloque de la izquierda con palestinos y judíos de origen árabe. Marchamos juntos. Fue maravilloso caminar entre cientos de tiendas de protesta que se levantaron en varias ciudades, y la gente se quedó en ellas por días y días. De hecho, por casi dos meses.

Como en Egipto, era claro que el cambio no ocurre de la noche a la mañana. Aún así, fue hermoso ver a la gente liberando el temor público, y desarrollando colectivamente la sabiduría rebelde y la creatividad que fue tan vívida en Egipto.

«La gente demanda justicia social» se transformó en el pegajoso slogan que todo el mundo repetía. Uno no puede mantenerse escéptico cuando cientos de miles cantan un slogan como ése.

En algunos lugares, gracias a la participación consciente de activistas de izquierda, estas demandas incluyeron también los derechos de los ciudadanos palestinos. El espacio público donde las protestas tuvieron lugar, permitió por primera vez en años la discusión abierta acerca de la discriminación sistemática de ciudadanos israelíes, ciudadanos israelo-palestinos que son de hecho ciudadanos de segunda categoría.

Y por eso es tan impactante cómo, la gran mayoría de esos manifestantes -muy hermoso, muy encantador-, que dieron un asombroso salto educacional en el curso de apenas unas cuantas semanas, rehusaran conscientemente enfrentar la realidad de la ocupación israelí [de los territorios palestinos], y agregar a sus demandas el fin de esta ocupación, y una demanda por el respeto a las demandas palestinas por sus derechos sociales y nacionales.

El rechazo era tangible. Uno podía tocarlo. Uno podía tocar vergüenza de manifestantes que sentían que uno tenía razón cuando decía que esto era también acerca de justicia social para los palestinos, pero no querían hablar de ello.

Durante las semanas de protesta, muchos activistas de izquierda como dije, se unieron a otros, y lo usaron; entablaron discusiones, participaron en sesiones educativas, tratando de explicar, de convencer, de decir lo obvio: que las dos cosas no se pueden separar.

De manera intuitiva, la derecha dijo que las protestas, y el llamado a la igualdad, tenían el potencial de socavar el sentimiento y el razonamiento nacionalistas. Al principio, esos derechistas hablaron furiosamente contra los manifestantes. Culpaban a los manifestantes de ser «políticos». ¡Dios no lo quiera! ¡Esta política social y económica no es [objeto de] una demanda política!. O culpaban a los manifestantes, o hablaban de ellos con desprecio o lástima, diciendo que estaban siendo manipulados, de manera oculta, por comunistas o anarquistas israelíes, de esos que van a Bil’ín o Na’alín con los palestinos a protestar contra el ejército israelí.

Más tarde, algunos derechistas sintieron que estaban perdiendo a la multitud. Así fue que, algunos de ellos, incluyendo los más racistas, trataron de «unirse a la fiesta», de decir que ellos también estaban por «justicia social», y sostuvieron que la solución a los problemas de vivienda de Israel está por supuesto en los territorios ocupados. En los territorios palestinos ocupados.

Debo decir que no fueron muy exitosos, que no estaban alcanzando el corazón de las masas. Y sin embargo, este ente inteligente de manifestantes continuó rehusándose a conectar injusticia social con ocupación.

«Vamos a cumplir con nuestra obligación si somos llamados al servicio militar de reserva». Así dijo uno de los líderes estudiantiles en el corto período de escalamiento que se dio en la frontera con Gaza, siguiendo un ataque, un ataque armado contra civiles israelíes en el sur del país.

La entidad inteligente de manifestates que supo tan bien desafiar y rechazar la versión oficial acerca de la sitación económica, aceptó la versión oficial -de los mismos líderes- cuando se trata de los palestinos. ¿Es esto tal enorme contradicción? ¿Es tal misterio? ¿Cómo es posible que fueran incapaces de ver lo que era tan claro? No. No lo es. La explicación para esta contradicción aparente es muy, muy simple, y es una explicación dolorosa.

Los ciudadanos judíos israelíes, unos seis millones, se benefician de la realidad de la ocupación, y del conflicto permanente con los palestinos; de este conflicto «a fuego lento, o «de baja intensidad».

En otras palabras, todo judío israelí, todos los ciudadanos Israelíes judíos, se han acostumbrado a los privilegios que son otorgados a ellos -a nosotros- por ser judíos.

Por «privilegio» quiero significar un derecho que es negado a unos y otorgado a otros. Es algo que pudiera haber sido natural, si se otorgara a todos, pero es mutilado porque se otorga solamente a algunos. Y basado en límites étnicos.

La mayoría de los judíos israelíes son incapaces de separar esos privilegios, básicos privilegios, de su estatus de ciudadanos. Su estatus de ciudadanía.

Es trágico que también casi todos los desfavorecidos, los grupos más explotados en la sociedad israelí; por ejemplo, los inmigrantes de Etiopía, o judíos provenientes de países árabes -árabes judíos, algunos los llaman, y muchos rechazan que los llamen así- o simplemente cualquier otro grupo de clase trabajadora, son parte de este sistema de privilegios. Ellos también disfrutan privilegios o derechos que son negados a los palestinos. Su porción del pastel es menor, pero sin embargo existe.

Dejadme numerar solo algunos ejemplos de esos privilegios:

En primer lugar, el derecho a inmigrar a Israel-Palestina, o a mudarse y vivir en Israel-Palestina.

Cualquier judío en esta sala (sé que hay algunos judíos en esta sala) tiene el derecho, por la ley israelí «del retorno», a inmigrar a Israel. Se lo llama «derecho de nacimiento», a pesar de que se trata de gente que no solo no nació en Israel, sino que tampoco…apuesto a que no pueden probar que cinco mil años atrás, tres mil años atrás, sus ancestros nacieron allí.

Se trata de judíos que vivieron en «la diáspora» por cientos y cientos de años. Ellos tienen el derecho «por nacimiento» de mudarse a Israel. Muy confortablemente.

Pero aún cuando podemos explicar ese derecho de nacimiento, el de mudarse a Israel, a la sombra de la historia nazi y la persecución de los judíos, este derecho a emigrar le da instantáneamente, a cualquier judío del mundo, más derechos que a cualquier palestino que nació en su país, o que los de sus padres, que nacieron en ese país.

Todo palestino que nació allí, pero que no vive allí, no tiene derecho a retornar. Mucho de ellos no tienen ni siquiera el derecho a visitar el país, ni qué hablar de inmigrar, mudarse, asentarse allí. Hay palestinos en el Líbano, y en Siria y Jordania. Ellos no tienen derecho a regresar adonde sus padres biológicos nacieron, ni a mudarse de vuelta y vivir.

Y aún más: al arribar, cualquier judío -cualquier judío en esta sala- puede venir, mudarse y vivir en cualquier lugar que él o ella escoja en Israel propiamente dicha o en los territorios ocupados. En la Cisjordania, o en las ciudades, kibutzim o moshavim que existen en tierras palestinas. Eso quiere decir, él o ella se va a beneficiar inmediatamente de un sistema que excluye a los palestinos de su derecho al retorno.

Luego está el derecho a la vivienda, o el privilegio a la vivienda. Existen leyes, instituciones, políticas abiertas y discretas, y funcionarios racistas que aseguran que cualquier judío, nuevo inmigrante o «ciudadano veterano», tiene más oportunidades de vivienda que cualquier ciudadano palestino o cualquier palestino residente en los territorios ocupados.

Hay discriminación legal e institucional contra los ciudadanos palestinos de Israel en la distribución de tierras. Esto tiene una historia larga, una completa historia aleccionadora desde 1948.

Pero Israel ha nacionalizado algo así como el 93 por ciento de la tierra (unos dos millones de hectáreas, creo). Lo ha nacionalizado y transformado en propiedad «nacional». Mucha de esta tierra es tierra de palestinos; tierra que fue tomada de palestinos, fue expropiada de palestinos. Ya sean tierras privadas, propiedad de individuos, o tierras de ciudades y aldeas. Tierras de gente que fue expulsada de Israel, o tierras de gente que todavía vive en Israel.

Por ley y por tratados, los palestinos israelíes tienen muy poco acceso a este 93 por ciento. Casi 20 por ciento de este 93 por ciento es de hecho «tierra judía», perteneciente al «pueblo judío» de todo el mundo. Esta es la tierra administrada por el Fondo Nacional Judío.

Entonces, como ejemplo de esto, desde 1948 la población palestina se ha multiplicado por seis. Sin embargo, las autoridades israelíes no han autorizado la construcción de una sola ciudad para esta población palestina. Ni siquiera una sola ciudad se ha construido.

Al mismo tiempo, todas las aldeas y ciudades donde viven los palestinos han perdido sus tierras -por supuesto por decreto oficial- para beneficio de nuevas ciudades, pueblos y vecindades judías. Unas 900 nuevas comunidades residenciales judías se han construido desde 1948. Ninguna para palestinos.

Los palestinos (ciudadanos israelíes) pueden ir y vivir en las llamadas «ciudades mixtas» y en otros lugares, pero enfrentan muchos obstáculos. Ya sean obstáculos burocráticos o vecinos hostiles que no los quieren ver allí, y otros obstáculos.

Entonces, aquellos de vosotros (la audiencia) que sois judíos, pueden venir y mudarse y encontrar vivienda en cuestión de días. Hay algunos palestinos que luchan por años enteros para ser aceptados en algunas comunidades o vecindarios de clase media alta en Galilea. Ellos están luchando. Ha habido peticiones y resoluciones de Corte Suprema [diciendo] que deberían ser permitidos, pero esas comunidades, en estos proyectos habitacionales, rehúsan aceptar palestinos.

Estas políticas, todas estas políticas, junto con muchas otras que no voy a mencionar acá, han creado a lo largo de los años, en todos las aldeas y vecindarios urbanos palestinos, esas condiciones tipo barrio de emergencia, de tugurio, de terrible densidad habitacional, de infraestructura descuidada, sin vegetación, sin zonas verdes, mal suministro de agua, todo lo que pueda uno nombrar. Una población empobrecida.

Respecto a los territorios ocupados en 1967, los palestinos, hasta el día de hoy no están permitidos de construir, expandir, desarrollar o cultivar en más del cincuenta por ciento de Cisjordania. Esta es el «área C»; 60 por ciento de la margen occidental del Río Jordán. Esto fue estipulado en los acuerdos de Oslo: que Cisjordania y Gaza fueran divididas en tres zonas temporarias: A, B y C, y que gradualmente el ejército israelí se desplegaría y concentraría en varias áreas de asentamientos judíos y puestos militares en Cisjordania y Gaza.

El resultado es que la zona que debería haber sido la última en quedar bajo control Israelí -control militar y civil-, llamada «área C», es el 60 por ciento de Cisjordania hasta el día de hoy. Se suponía que debía «desvanecerse» en 1998. Es hoy tal vez el residuo de los procesos de Oslo: la existencia de un «área C» en el 60 por ciento de Cisjordania, donde los palestinos no están permitidos construir, desarrollar, tener infraestructura, en algunas áreas inclusive transitar, pasear. Zona prohibida. 60 por ciento de Cisjordania. Los judíos en esta sala pueden mañana mismo mudarse…

¿Lo ven? (apunta a un mapa): Todo lo blanco es «área C» en Cisjordania, y entre medio están las zonas controladas por la Autoridad Palestina, esas que yo llamo «reservaciones».

Entonces, cualquier persona judía en esta sala puede emigrar mañana; puede volverse un ciudadano israelí, o incluso sin volverse un ciudadano israelí, puede vivir en una de las colonias ubicadas en las partes blancas (del mapa). Una de esas 150 colonias.

No sólo eso: cualquiera acá que sea judío, puede mudarse a Israel-Palestina y no tener que preocuparse por falta de agua.

Ciertamente no para uso doméstico, a diferencia de los palestinos.

Israel controla todas las fuentes de agua en el país, desde el Río Jordán y hasta el Mar Mediterráneo. Por ley y de facto, ha creado un sistema por el cual los palestinos en Cisjordania y Gaza son acreedores solamente a un cuarto -o incluso menos- del agua para uso doméstico en comparación con los israelíes, el consumo de los israelíes judíos, o israelíes en general. Por cada litro de agua que un palestino bebe, o tiene para uso o consumo doméstico, nosotros, los israelíes, tenemos cuatro, y en algunos lugares incluso mucho más.

Este es un sistema muy complicado por el cual Israel controla todos los pozos, todos los pozos de agua potable, y así controla las cantidades que son bombeadas. Por ejemplo, uno de los trucos que Israel hace en Cisjordania a efectos de garantizar que los palestinos no excedan una cierta cantidad [de agua}, es no permitirles instalar tuberías más grandes que un cierto tamaño, un cierto diámetro. Creo que es 4 pulgadas o 6 pulgadas. Una población puede haber crecido multiplicada por tres, cuatro, a lo largo de veinte años, pero el tubo de agua tiene que ser del mismo tamaño. Mientras que en el asentamiento cercano el tamaño del tubo siempre será mucho más grande.

Debido a que Israel controla, según los acuerdos de Oslo, cualquier cambio -incluso en las áreas controladas por la Autoridad Palestina- [que se haga] en la infraestructura del agua necesita permiso israelí. De modo que los palestinos necesitan permiso por cualquier trabajo de agua, aun cuando ellos tienen «control civil».

En Israel mismo, el abandono deliberado de la infraestructura en áreas palestinas, y el hecho de que decenas de comunidades palestinas que no son reconocidas como comunidades establecidas (mayormente de Beduinos; comunidades que han estado allí desde antes de 1948, pero que Israel no las incorporó como comunidades legales), están desconectadas de la red de agua potable.

No tienen suministro de agua. Todos esos cientos de miles de palestinos en Israel están desprovistos de su justa porción de agua.

Por años, los israelíes han consumido más agua, como si vivieran es Suiza. Por años, hemos cultivado, o desarrollado el «culto de la agricultura» como una expresión nacionalista de nuestra presencia allí, al punto que la agricultura hoy en día tal vez contribuye un 3% del PBN, mientras que el agua usada para esta agricultura es probablemente 20 ó 30 por ciento de toda el agua que nuestras fuentes producen, nuestra napa freática produce. Es una gran pérdida. A veces leo en artículos que «Israel exporta agua a Suiza».

Cuando exportamos flores o vegetales, de hecho exportamos agua a países que no lo necesitan.

En años pasados, debido a varias sequías, los israelíes se volvieron más conscientes del problema. Aun así, los hábitos de consumo doméstico no han cambiado. Hay ahora más intentos de purificar agua, de desaliñar agua de mar (lo cual es muy costoso), y hay proyectos de tratar aguas negras, pero aun, el consumo doméstico del agua es alto de manera exagerada, comparado con lo que solía ser.

En Gaza la situación es incluso mucho peor, en cierta manera: Hay agua, pero Gaza está obligada (desde los acuerdos de Oslo, desde 1993. De hecho está siendo tratada como una entidad separada, como una isla no conectada con el resto del país) a exceder el uso de, a bombear el agua acumulada en su napa freática dentro de los límites de Gaza misma, no fuera de sus fronteras.

Por otro lado, la ciudad de Beer Sheva, o cualquier ciudad, kibutz, moshav, o comunidad israelí en el [desierto del] Negev, el cual tiene muy pocas precipitaciones, recibe agua del resto del país, traída del norte, traída de áreas que son ricas en agua.

Pero Gaza no. Lo que tiene Gaza, tiene. No puede obtener más. ¡Pero Gaza es parte del país!

Cuando se trata de agua, fronteras políticas o fronteras seguras no existen. El agua debe compartirse de manera justa. Pero esta demanda es desconocida completamente por los políticos israelíes.

Es por eso que más del 90 por ciento del suministro de agua en Gaza no es apto para beberse sin proceso de purificación. Más del 90 or ciento. Vosotros probablemente recordáis, o algunos de vosotros, aquel periodista de la BBC que fue secuestrado en Gaza en el 2007, Alan Johnston. Yo recuerdo muy bien cuando fue liberado: dijo que una de las cosas más duras para él fue el agua que le daban. Porque le daban el agua común que los palestinos de Gaza beben. Y no era ni el agua purificada ni el agua mineral que los extranjeros están acostumbrados a beber en Gaza, así que él enfermó a causa de esta agua. Ahora imaginad lo que les ocurre a un millón y medio de palestinos que beben esta agua, incluso si es purificada. Pero no todos lo pueden costear, ni todos saben que debe ser purificada, por lo que no todos la obtienen. Imaginad el efecto que esto tiene en su salud.

Esta discriminación es también muy visible. Tu puedes ir a cualquier lado, tanto en Israel como más allá de Israel, en Cisjordania, y vas a ver los exuberantes asentamientos y comunidades israelíes, y vas a ver las áridas y las secas calles palestinas e incluso aldeas. Está por todos lados. Tu puedes ver, a veces dentro de una distancia de 15 metros, esta diferencia de verde. Las verdes calles de las comunidades israelíes, y las totalmente secas comunidades palestinas, donde la gente no está conectada a la red de agua potable, y debe comprar el agua de algún suministro cercano, pagando cinco veces el precio de la misma. Y estas son comunidades que menos pueden costearse el precio del agua. De manera tal que el precio para las comunidades palestinas pobres, o incluso para las más pobres de las comunidades palestinas, el precio del agua es cinco o seis veces mayor que el precio normal.

Estas fueron solo muestras de los privilegios que nosotros, como judíos, disfrutamos en Israel. Estos privilegios no son la razón original del conflicto palestino-israelí. Pero son parte de la explicación de porqué la gran mayoría de judíos israelíes no sienten la urgencia de poner un fin a este conflicto, y aceptan sin cuestionamientos reales las versiones oficiales que explican porqué este conflicto continúa y continúa, y porqué la culpa de todo la tienen los palestinos, y que todo es cuestión de seguridad: la seguridad de Israel.

Para explicar esto, una vez más desde otro ángulo, dejadme regresar por un momento a la historia reciente de las negociaciones de Oslo. Este proceso de negociación fue mostrado por la prensa occidental e israelí como «conversaciones de paz», o «proceso de paz». Ambos lados fueron descriptos como ansiosos de alcanzar una solución histórica, y que un desafortunado accidente ocurrió en el camino, cuando de acuerdo a los medios israelíes y a varios medios occidentales, en Septiembre del 2000, los palestinos, desagradecidamente no aceptaron la oferta generosa de Israel y lanzaron la guerra contra nosotros, la segunda intifada.

Mi lectura [de los hechos] es muy diferente, y creo que mi lectura es la correcta: en 1993, cuando se inició [el proceso de] Oslo, la OLP nos dio a nosotros, los judíos israelíes, un regalo generoso. Fue la oportunidad dorada para hacer la paz y ser aceptado como parte normal, como vecino normal en esta región. En lugar de eso, Israel rechazó el regalo y perdió la oportunidad dorada.

El regalo no fue la disposición a relaciones de paz con un Estado Palestino que ocupa no más que el 23 por ciento de la histórica Palestina. Esta no es la única manera de describir esta generosidad. El regalo fue que los palestinos, en realidad, al aceptar el proceso de Oslo, aceptaron una nueva historiografía acerca del establecimiento del Estado de Israel.

Por años, y hasta hoy, la gente ve a Israel como una comunidad de colonos; como el resultado de un movimiento colonialista que data del siglo XIX. Y que creció, se desarrolló en una Europa colonialista. Que no veía al no-blanco…cualquiera que no sea blanco no era visto como un ser humano igual. El movimiento sionista vino y predicó que la tierra de Palestina, la tierra de Israel, es una tierra vacía. «Una tierra sin un pueblo para un pueblo sin tierra». Este eslogan fue aprendido por decenas de miles de niños pequeños.

Pero al mismo tiempo, el sionismo no sedujo a la mayoría de los judíos en la diáspora. Diáspora había sido el estilo de vida normal para los judíos a lo largo de cientos de años, si no más. Es verdad, los judíos dicen «el próximo año en Jerusalén», pero esto era una cosa ritual, una rutina. No tenía nada que ver con la vida real. Y los judíos vivieron, prosperaron, pelearon, sufrieron, y fueron perseguidos como otras diásporas, pero se quedaron en la diáspora.

El sionismo es un movimiento colonialista. Fue una respuesta. Tiene por supuesto su lado colonialista, pero fue una de las respuestas a la persecución y discriminación contra los judíos en la diáspora. Especialmente en Europa oriental.

Pero la mayoría de los judíos buscó otras soluciones a su propia persecución. Muchos, la mayoría, optaron por emigrar, como sabeís.

Quiero decir…estoy seguro de que hay judíos en la audiencia, y que sus padres o abuelos vinieron de Europa Oriental, escapando historias de pogromos y persecución. Y, mientras EEUU, Canadá y Australia estaban abiertas a la inmigración, la gente emigró.

Muchos otros judíos optaron por unirse a movimientos socialistas. El Bund en Varsovia, en Polonia, tenía más miembros que la totalidad del movimiento sionista antes de la segunda guerra mundial, antes del nazismo. Entonces, la solución de emigrar a Palestina fue adoptada por una minoría. La mayoría de los judíos optaron por la diáspora.

Pero entonces vino el holocausto, al cual yo llamo la industria nazi alemana del asesinato, y de hecho se les dijo a los judíos que ellos no eran, si puedo decirlo de esta manera, bienvenidos en esta diáspora. Esta diáspora no los quiere. No se trataba solo de inmigración. Se trataba de borrarlos de la faz de esta tierra y de la historia.

Así, el Estado de Israel que la ONU aceptó en 1947/48, como un horripilante resultado, este terrible resultado de este Estado de Israel: la limpieza étnica de los palestinos de su país, no sólo es el producto de un movimiento colonialista, sino también el resultado de este genocidio de los judíos.

No se puede hablar de *un hipotético+ «si» en la historia. No es aceptable. O tal vez lo es, pero no para educados historiadores. Sin embargo, yo llego a creer que sin esta historia de genocidio, el movimiento sionista no hubiera tenido la gente [necesaria] para poblar el país, el dinero, los recursos y el apoyo internacional de la manera que lo tiene.

Uno por lo tanto no puede desconectar la existencia del Estado de Israel de la reciente historia de la Europa Nazi. Sin esto, el sionismo es un movimiento colonialista que no hubiera tenido el mismo chance de triunfar.

Es por esto que uno no puede comparar a la comunidad de colonos de Argelia con Israel. Somos colonos, los judíos israelíes son colonos, pero no hay ningún lugar adónde regresar, a diferencia de los colonos franceses en Argelia.

Este matiz histórico es lo que es difícil para muchos palestinos de digerir y de aceptar. Y no sólo para ellos: para los europeos. Europeos de orientación izquierdista: hay una tendencia a omitir completamente la importancia, el lugar, la historia, la historia nazi y el genocidio. A incorporarlos en la historia general de la región.

Pero los acuerdos de Oslo fueron una manera para que la OLP aceptara este matiz de historiografía. Aceptar la sociedad Israelí en términos y con ojos des-demonizados. Esto fue [posible] en gran parte gracias a generaciones de palestinos -dos generaciones- que de hecho llegaron a conocer a la sociedad israelí, y a ver que se transformó, sí, en una sociedad de colonos, pero se volvió una sociedad viable, y a veces algunos de ellos incluso piensan que podría ser una sociedad agradable.

Así tenemos entonces un regalo; el regalo palestino a Israel…e Israel lo rechazó. Y junto con ello, paso a paso, se embarcó con las llamadas negociaciones de paz, en un proceso sin precedentes de colonización y fragmentación de territorios palestinos, y el resultado se puede ver en este mapa.

Al final Israel puede decir: «¡Ahá! Soy una entidad colonizante. Soy una entidad colonialista. Tú, Amira, ¿querías que yo dijera que no sólo soy una entidad colonialista? Soy una entidad colonialista, y nada más».

Desde 1991, en un mundo pos Guerra Fría, que esperaba de Israel que terminara con la ocupación o con el apartheid, Israel solamente se aseguró de aumentar los asentamientos de Cisjordania con más judíos, incluyendo Jerusalén Oriental. Israel fragmentó los territorios y poblaciones palestinos al desconectar Gaza de la margen occidental. Gaza y Cisjordania eran una sola sociedad hasta 1991. Dese entonces, Israel ha establecido un sistema de una cierta política de «pases», como en Sudáfrica. No permite a la gente moverse sin permisos [de tránsito]. Lo cual significa: todos los palestinos son negados de su derecho de libre movimiento, excepto por unas pocas categorías.

Israel construyó caminos que fragmentaron el territorio; que conectan los asentamientos judíos con otros y con Israel, y de hecho lo que resultó de esto, con la construcción y adición de más y más asentamientos -durante la fase intermedia de las negociaciones, la cual se suponía que iba a terminar en 1998, 1999- Israel claramente actuó pata crear un hecho de facto que obstruiría la creación de un Estado Palestino viable. Ese es el mapa que veis acá, y yo lo llamo, no la «solución de los dos Estados», sino «la solución de los diez Estados».

Entonces de hecho, durante 15 o 16 años, Israel hizo todo lo posible para crear «la solución de los diez Estados»: el Estado de Gaza, el Estado de Israel, y luego esos enclaves separados -Norte de Cisjordania, Sur de Cisjordania- que pueden ser cortados, desconectados uno del otro, por un solo soldado israelí, y un rifle Israelí.

Esta situación de conflicto, esta permanente situación de conflicto, le permite a Israel presentar a los ciudadanos palestinos de Israel como peligrosos, casi como una población quinta columna. Y eso para justificar la discriminación contra ellos.

Cualquier proceso de paz serio hubiera desatado un proceso de democratización dentro de Israel, lo cual significa -lo cual debería haber ocurrido- aceptar los derechos igualitarios de los ciudadanos no-judíos, y la renuncia a los privilegios judíos -en agua, tierras, y en el derecho al retorno.

El temor a tal oportunidad y proceso democrático dio lugar a que Israel abandone la «solución de los dos Estados». Desde siempre, Israel describió toda resistencia palestina como terrorista, y lo tomó como una oportunidad para arbitrar aún más.

Imperfecta y desorganizada como fuera la segunda intifada, fue otro capítulo en la guerra anti-colonialista palestina.

El balance entre Israel y Palestina no es el mismo que aquel entre «la Isla Tortuga» y los EEUU y Canadá, en donde vosotros habéis tenido éxito como comunidad de colonos. Nosotros, los israelíes, fracasaremos.

Nosotros, la privilegiada clase alta judía, somos minoría en la región. La dependencia en una eterna superioridad militar es una ilusión peligrosa.

Muchos palestinos tienen esta lectura de la situación: ellos están animados por el hecho de que la clase alta judía -privilegiada clase alta- es una minoría en la región.

Algunos dicen que tarde o temprano esta minoría judía va a tener que desaparecer, como todas las comunidades de Cruzados que colapsaron al final. Yo escucho a veces gente citando del Corán y diciéndome…citando esa frase donde Alá promete castigar a los judíos si es que continúan haciendo el mal. La gente lo cita, y están seguros de que se refiere a los judíos de hoy. Yo no tengo que aceptar la validez de ninguna «Santa Escritura», pero «suena correcto».

Hay otros palestinos que tienen una redacción diferente de los mismos pensamientos. Recuerdo muy bien…creo que fue una de las frases más impresionantes, tal vez la única frase impresionante que escuché del político palestino Saeb Erekat. Fue muy sorprendente porque yo no soy su amiga, pero durante las negociaciones con el primer gobierno de Netaniahu, en 1998, yo lo llamé preguntando por las negociaciones. Yo sabía que era todo fútil, pero mi diario me pidió obtener algunas líneas de esta fútil reunión, y él me dio esas líneas, describiendo la fútil reunión. Y entonces, pensando de sí mismo que era «un gran tipo», y por un momento hablándome como si fuéramos amigos, cuando no lo somos, me dijo: «Dime Amira, ¿los israelíes no piensan en sus nietos?».

Y yo escuché la misma frase, por accidente, exactamente en la misma semana, pronunciada por un agricultor palestino en una aldea que siempre es atacada por colonos. Yo lo llamé para preguntarle sobre el ataque reciente, que empeoró desde entonces, y él me describió los perros, los árboles quemados y algo más, y entonces dijo: «dime Amira, ¿los israelíes no piensan en sus nietos?».

Y esta es una frase que puedo traer como lema, no sólo para contarles a vosotros este sobrio análisis de la realidad, sino para hablar de la compasión existente. Hay compasión en esta pregunta. Una verdadera estimación por la gente que vive en el país, y por los israelíes.

Pero desafortunadamente, la total mayoría de los israelíes es totalmente ciega a esa actitud. Y la respuesta es sí; los israelíes no piensan en sus nietos.

Entonces, a modo de terminar: es irónico que haya grupos de presión (cabildeo) acá en Canadá y en los EEUU, y que piensen que nos hacen un favor a nosotros, judíos en Israel, al apoyar la etnocracia israelí, el dominio de un grupo étnico sobre otro.

De hecho, esos grupos de presión están haciendo lo opuesto. Ellos asisten -y debería añadir, criminalmente asisten- en poner en peligro el futuro de todos los nietos de la región. Porque la superioridad militar de Israel en caso de un levantamiento sostenido -y el sostenido levantamiento es un hecho. Cuando hay tanta opresión, tarde o temprano tendrás otro levantamiento.

Entonces, en caso de un levantamiento continuado, la superioridad militar israelí puede resultar en un «acto Sansonista», un «acto de Sansón:

«¡Dejadnos morir con los filisteos!»

Transcripción y traducción del inglés:

Rolando «el negro» Gómez

Coyoacán, 26 de diciembre del 2011