Traducido por Caty R.
Estados Unidos permanecerá en Iraq
«US paves way for long-term stay in Iraq» (Estados Unidos se prepara para permanecer a largo plazo en Iraq) es el título de un artículo del Financial Times del 27 de noviembre escrito por Steve Negus, Demetri Sevastopulo y Andrew Ward. El diario económico británico señala que el presidente Bush y el Primer Ministro iraquí, Nouri Al-Maliki, han firmado una declaración que prepara una presencia a largo plazo de las tropas estadounidenses en Iraq. Las tropas recibieron un mandato de las Naciones Unidas que finaliza el año próximo. Los dos gobiernos solicitarán la prolongación de dicho mandato y además informarán de que están negociando un acuerdo bilateral. El general Douglas Lute, consejero de la Casa Blanca para Iraq y Afganistán, declaró que ese acuerdo autorizaría «una presencia permanente de las tropas estadounidenses y otras tropas de la coalición, sin mandato de las Naciones Unidas». Hay que señalar que el número de países pertenecientes a la coalición cada vez es menor, que los británicos retiraron la mayoría de sus tropas y que la derrota de la derecha en Australia seguramente abre la vía a una retirada de las tropas australianas.
Líbano, ¿una solución a la vista?
En Líbano parece que se esboza una solución. La mayoría parlamentaria, dirigida por Saad Hariri, parece que acepta la candidatura a la presidencia de la República del general Michel Sleimane, jefe de los ejércitos. Esto es tanto más importante en cuanto que, hasta ahora, esa misma mayoría había rechazado siempre a este candidato. ¿Y por qué ese viraje? La cuestión merece un examen y cabe preguntarse si no será el resultado de la apertura estadounidense hacia Damasco, concretada por la participación de Siria en la conferencia de Annapolis (ver más abajo). Michel Aoun, dirigente del principal partido cristiano maronita y miembro de la oposición, también aceptó esta elección. Todavía hay obstáculos (especialmente es necesario proceder a una revisión de la Constitución). Pero si la elección prevaleciera Líbano se alejaría del borde del abismo. La reunión del Parlamento se ha aplazado al 7 de diciembre con la esperanza de llegar, hasta entonces, a un acuerdo.
Annapolis, continuación y seguramente fin
Al escuchar a los periodistas de las emisoras de radio el miércoles 28 de noviembre emergía una cuestión: nadie citaba con precisión la declaración israelopalestina adoptada en la reunión de Annapolis. Por lo tanto es muy difícil formarse una opinión precisa más allá de los emotivos revoloteos sobre la reactivación de la paz. Incluso para los que, como yo, pensaban que Annapolis iba a ser algo semejante a los «pueblos de Potemkine» (1) de la paz, la lectura de este texto no deja de ser un shock: «Nos comprometemos», afirman israelíes y palestinos, «a negociaciones activas y continuas y desplegaremos todos los esfuerzos posibles para llegar a un acuerdo antes de finales de 2008. Con este fin se ha decidido que una Comisión de control, dirigida conjuntamente por los responsables de la delegación de cada parte, se reunirá regularmente». Las dos partes también se comprometen a aplicar la hoja de ruta: «Las partes también se comprometen a cumplir inmediatamente sus obligaciones respectivas decretadas por la ‘hoja de ruta’ sobre una solución permanente de dos Estados, resolviendo el conflicto israelopalestino, tal como se estableció el 30 de abril de 2003 por el Cuarteto, y convienen en formar una estructura estadounidense-palestina-israelí, dirigida por Estados Unidos, destinada a seguir la aplicación de la hoja de ruta». Pero la hoja de ruta preveía la creación de un Estado palestino antes de finales de 2005; ¿por qué lo que se decidió entonces nunca se ha aplicado? ¿Por qué se iba a aplicar ahora?
Pero lo más inquietante de la declaración común es la ausencia de cualquier base jurídica o legal para las negociaciones; no hay ninguna referencia al Derecho Internacional, ni a la Resolución 242 del Consejo de Seguridad, ni al planteamiento del intercambio de paz por territorios. Las dos partes se comprometen «a negociaciones bilaterales en toda buena fe». ¿En toda buena fe? Pero, ¿qué significa esa expresión? Ehud Olmert piensa, «en toda buena fe», que Jerusalén, incluida la parte árabe conquistada en 1967, es «territorio israelí»; piensa «en toda buena fe» que los grandes bloques de colonias deben anexionarse a Israel. Piensa, también «en toda buena fe», que la seguridad de los israelíes es más importante que la de los palestinos.
Además apareció una nueva exigencia apoyada por el presidente Bush en su discurso: el reconocimiento de Israel como «un Estado judío». Como explica Jeff Halper en la web Counterpunch, en un texto del 28 de noviembre de 2007 titulado «Israel’s Strategy for Permanent Ocupation» (la estrategia de Israel para una ocupación permanente):
«Se pide a los Palestinos que reconozcan formalmente al Estado de Israel. Ya lo hicieron en 1988 cuando aceptaron una solución basada en dos Estados; después, al principio del proceso de Oslo; y han reiterado esta posición durante los dos últimos decenios. Ahora aparece una nueva demanda: que antes de cualquier negociación, reconozcan a Israel como Estado judío. Eso no solamente introduce un nuevo elemento que Israel sabe que los palestinos no pueden aceptar, sino que además esa demanda pone en entredicho el estatuto de igualdad de los ciudadanos palestinos de Israel, que representan un 20% de la población israelí. Eso abre la vía a los traslados, a la limpieza étnica. Tzipi Livni, la ministra israelí de Asuntos Exteriores, dijo recientemente en una rueda de prensa que el futuro de los ciudadanos árabes de Israel está en el futuro Estado palestino, no en el propio Israel».
Al contrario que algunos lectores de este blog, que ven en la Autoridad Palestina traidores listos para vender Palestina (acusación que se utilizó regularmente contra la OLP y Yasser Arafat a partir de los años ochenta), pienso que la dirección palestina actual no puede negociar compromisos sobre la retirada israelí de todos los territorios ocupados en 1967, ni sobre Jerusalén, ni sobre el principio del derecho de retorno de los refugiados. Sus exigencias mínimas serán las mismas que las de la dirección palestina en 2000-2004, de la cumbre de Camp David a la reunión de Taba. Ahora bien, estas exigencias (las mínimas) son inaceptables por la dirección israelí. Por lo tanto lo más probable no es una «capitulación» de la dirección palestina, sino la continuación del callejón sin salida que dura desde hace… cuarenta años.
Uno de los elementos nuevos de esta reunión es la implicación más directa de Estados Unidos en el asunto, implicación que la administración Bush lleva evitando siete años. Pero hay que señalar que no se implicará en las negociaciones sobre la solución definitiva, sino que estará en «una estructura estadounidense-palestina-israelí, dirigida por Estados Unidos, destinada a seguir la aplicación de la hoja de ruta». (…) «Estados Unidos supervisará y juzgará el cumplimiento de los compromisos de las dos partes en cuanto a la hoja de ruta». Por otra parte esto vuelve a dejar de lado, una vez más, a los demás miembros del Cuarteto (Rusia, la Unión Europea y las Naciones Unidas), a quienes se supone encargados de supervisar la hoja de ruta.
Entonces, ¿una reunión para nada? No exactamente, si se comprenden las verdaderas razones de la cumbre, precisadas en el editorial de Le Monde del 29 de noviembre, «¿Derniere Chance?» (¿La última oportunidad?): «Siete años después de su llegada a la Casa Blanca, George Bush por fin ha decidido hacerse cargo de la cuestión israelopalestina cuya gestión, hasta ahora, había dejado en las manos de los sucesivos gobiernos israelíes. Procede saludar este compromiso estadounidense, aunque sea tardío, y señalar lo mucho que le debe a la Secretaria de Estado Condoleezza Rice. Pero también es necesario buscar las verdaderas razones al este de Jerusalén, en Irán, más concretamente».
Es lo mismo que explicaba Steven Erlanger en la web del International Herald Tribune el 27 de noviembre de 2007, en el artículo titulado «A large shadow cast by an absent Iran» (La larga sombra de la ausencia de Irán): «La conferencia de paz sobre Oriente Próximo se convocó oficialmente para solucionar el conflicto israelopalestino pero, bajo la superficie, había un objetivo del que no se habló: detener el avance de la influencia de Irán y del radicalismo islámico».
Un análisis que compartía Shmuel Rosner en la web del diario Haaretz, el mismo 27 de noviembre, en su artículo «Analysis: Four quick points on Israel-Palestinian joint statement» (Análisis: cuatro puntos rápidos sobre la declaración conjunta israelí-palestina), en el que explica que «la sincronización de la conferencia es importante especialmente para Israel. (…) Es el año en que Bush debe tomar una decisión importante que concierne a Israel: hay que impedir, por todos los medios que hagan falta, que Irán consiga el arma nuclear».
Desde este punto de vista, ¿se puede hablar de éxito estadounidense? Es difícil responder. La amplia participación árabe es indiscutiblemente importante para ellos. Pero un país como Arabia Saudí se hizo el remolón y su ministro de Asuntos Exteriores rechazó la foto con su homólogo israelí. Y Ahmad Kasshogi, en el diario saudí Al-Watan del 28 de noviembre, denunciaba «la falsa idea de los estadounidenses de que en la región hay un campo moderado y otro extremista, y que el reino saudí e Israel, con otros, pertenecen al campo moderado mientras que Irán, Hamás, Siria y Hezbolá están en el segundo campo. El reino, Irán, Siria y Hamás, con Egipto, Jordania y otros países árabes pertenecen al mismo campo y están vinculados entre sí por la historia, la religión, la lengua y la pertenencia a Oriente. Israel es otra cosa completamente distinta».
¿Cómo analizar la presencia siria? Por el momento tengo dificultades para descifrarla. ¿Quizá la invitación enviada a Damasco y la aceptación de éste de participar señalan una alteración de las relaciones sirio-estadounidenses? En todo caso Bush no mencionó a Siria en su discurso, pero los debates sobre el Golán deberían comenzar enseguida en Moscú. Finalmente en Líbano, con la candidatura a la presidencia del general Sleimane, jefe de los ejércitos, parece que se desbloqueará una relación poco favorable para Damasco.
(1) En enero de 1787 el ministro de la Guerra de la zarina Catalina II invitó ésta a visitar las nuevas provincias recientemente conquistadas por Rusia y con relación a este hecho su biógrafo lanzó la leyenda de que el ministro Potemkine erigió pueblos artificiales de cartón piedra a lo largo del curso del río en las nuevas provincias, para halagarla y tranquilizarla en cuanto a la situación de sus dominios. Desde entonces la expresión se utiliza para denunciar las tentativas de los gobiernos de confundir a la opinión pública.
Texto original en francés:
http://blog.mondediplo.net/2007-11-30-Annapolis-suite-et-sans-doute-fin
Alain Gresh, redactor jefe de Le Monde diplomatique y miembro del comité editorial de la revista Magreb-Machrek, es un escritor y periodista francés nacido en Egipto en 1948. Ha publicado numerosos artículos sobre Oriente Próximo y varios libros: Palestine 47, un partage avorté, Éditions complexes, 1994 y Les 100 portes du Proche-Orient, Éditions de l’Atelier, 1996 (en colaboración con Dominique Vidal); L’islam en questions, Actes Sud, 2000 (con Tariq Ramadan); Israël, Palestine : Vérités sur un conflit, Fayard, 2001 ; L’Islam, la République et le Monde, Fayard, 2004 y 1905-2005 : les enjeux de la laïcité, L’Harmattan, 2005.
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.