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Referente de la izquierda abertzale

Ante la muerte de Txillardegi, figura esencial de la política y la cultura vasca contemporánea

Fuentes: Noticias de Navarra

El padre de la novela moderna en euskera y fundador de ETA muere en casa a los 82 años

José Luis Álvarez Enparantza, Txillardegi, figura sin la que no se puede comprender ni explicar la política y la literatura vasca del último medio siglo, murió el sábado a mediodía en su casa de Donostia a los 82 años. Aunque de vez en cuando todavía se le podía ver por las calles de Donostia, era visible el debilitamiento de su salud fruto de su edad. La familia instaló la capilla ardiente en el tanatorio de Rekalde hasta el domingo. Después, se le brindó una despedida en la intimidad de la familia. La izquierda abertzale le dedicará el día 29 un «homenaje nacional» en Donostia, cuyos actos se concretarán «en los próximos días».

Fundador de ETA, ingeniero y escritor, euskaldunberri -retomó el estudio del euskera de su infancia a los 20 años- y padre de la novela moderna vasca, ensayista e impulsor decisivo del euskera batua, referente de la izquierda abertzale y fundador de Aralar, las inquietudes de Txillardegi se resistían a la simplificación, y todas bebían de la misma fuente: su compromiso con Euskal Herria, su entrega a esta realidad cultural. Era, como recordaba ayer la profesora de la UPV Mari Jose Olaziregi, «un intelectual orgánico, en el sentido marxista de la palabra, con una actitud crítica ante el establishment cultural de una sociedad y de una época».

A finales de los años 50 ocurren los dos acontecimientos que marcarían su vida y la historia contemporánea vasca. En 1957 publica Leturiaren egunkari ezkutua, considerada junto a Egunero hasten delako de Ramon Saizarbitoria, la primera novela moderna vasca. Dos años después, el 31 de julio de 1959, sería el encargado de enviar la carta que notificaría al Gobierno Vasco en París el nacimiento de ETA. En 1961 se exiliaría, tras publicar su segunda novela, Peru leartzako. Y en 1965, con Huntaz eta hartaz, una colección de diez ensayos, renovó también el género con su lenguaje «directo».

Los 60 no fueron más sosegados. En París estudió Lingüística y se doctoró con una tesis sobre el acento vasco. Abandonó ETA en 1967 y diez años después regresó a Euskadi para impartir clases de Fonología Vasca en la antigua EUTG (la actual Universidad de Deusto). Allí lo conoció Olaziregi, hoy profesora titular de Literatura Vasca en la UPV y directora de Euskera del Instituto Etxepare, cuando era estudiante de Filología Vasca. Lo recuerda como «un profesor que se vaciaba en clase, muy trabajador, didáctico y dinámico; un seductor».

Olaziregi y sus compañeros de clase penetraron en la modernidad con el protagonista de la primera novela de Álvarez Enparantza, Leturia, «el primer héroe problemático» de nuestra literatura. «A la literatura vasca le costaba quitarse el yugo del costumbrismo, eran novelas que proporcionaban una visión ideal de la vasquidad y que estaban desconectadas del lector que consumía literatura en Euskadi y que encontró en Txillardegi un escritor entroncado en su época: una novela en un ámbito urbano, contada en primera persona, con un protagonista que sufre, que no le encuentra sentido a la vida, influido por Sartre: era distinto a todo lo leído hasta entonces», describe.

«Todos los escritores actuales le debemos mucho a Txillardegi porque en los años más duros, tristes y oscuros de la literatura vasca, hay una década negra de mediados de los años 40 a mediados de los 50, en la que él empieza a publicar e introduce la novela en la modernidad», señala Ur Apalategi, uno de los escritores más prometedores del panorama euskaldun. «Transformó por completo el paisaje novelístico vasco, lo hizo pasar del costumbrismo a la modernidad», coincide.

Hace unos años el centro cultural Koldo Mitxelena le encargó la organización de unas jornadas sobre el escritor donostiarra. «Tuve la suerte de contar con su ayuda personal, para componer el programa. Era un hombre culto y muy abierto al dialogo, que sabía escuchar, no estaba ensimismado. Le tengo mucho cariño -el autor de Iparralde habla, sin darse en cuenta, en presente- y lo recuerdo como alguien muy agradable, inteligente y enriquecedor, que respetaba mucho a las personas».

euskera batua El concepto de deuda también asoma al discurso de Xabier Kintana, secretario de Euskaltzaindia. «Los escritores de mi generación y los de la siguiente le debemos planteamientos que ahora no se discuten, pero que antes ni se planteaban. Él sustituyó de forma clara la sangre y los apellidos por el elemento cultural y lingüístico en la base nacional vasca; defendió que es vasco el que sabe euskera y tiene asimilada la cultura vasca, tengo los apellidos y el origen que tenga», recuerda el filólogo. Txillardegi también fue un bastión contra la idea de que el euskera era «dificilísimo» de aprender. «Con su ejemplo lo demostró y nos animó a muchos a seguirle», señala Kintana. Olaziregi evoca sus tablas de verbos en euskera, que, en los años 70, pasaban de «mano en mano» por todos los estudiantes.

El autor donostiarra siguió con determinación la declaración de Lizardi que reclamaba que el euskera era una lengua para todo, «no solo para el campo, el caserío y el mar». Txillardegi quiso que el euskera sirviera de expresión a los vascos «modernos y urbanos», como se plasma en sus propias novelas y en sus temáticas, e hizo una «clara» apuesta por un idioma nacional.

«Si Koldo Mitxelena fue el teórico del euskera unificado, los que convencieron de sus bondades fueron Gabriel Aresti en poesía y Txillardegi en prosa», resuelve Kintana. «Sus aportaciones personales nos abrieron los ojos a muchos».

Abrió tantos senderos que a nadie le resulta sencillo resumir su aportación. El escritor irundarra Markos Zapiain, experto en su obra, hacía ayer un ejercicio de síntesis: «Además de crear ETA, en los más oscuro del franquismo, Txillardegi renovó el concepto de vasco. Liberó el patriotismo del folklore y lo llevó hacia la izquierda. Dio un impulso decisivo al euskera batua, y encaminó la novela vasca a la modernidad. A través de Huntaz eta hartaz, abrió los ensayos vascos a temas como el suicido, el existencialismo, el anticolonialismo o el estructuralismo». Cada una de estas aportaciones le habían asegurado, por sí solas, un espacio en la historia. Por esta colección, Zapiain concluye que «ha sido el euskaldun más importante de la segunda mitad del siglo XX».

Algunos consideran que su obra literaria merece más (re)conocimiento. «Es posible que a partir de la muerte de Franco su posicionamiento político a favor de un compromiso público y claro del escritor, le impidiera obtener mas reconocimiento de ciertos sectores de la vida cultural», señala Apalategi. Pero lo que ocurrió, a su juicio, es que «en los años 80, al llegar una nueva generación de escritores que tomó el poder -el boom de la literatura vasca-, la gente que ocupaba los lugares principales antes de esa explosión, quedó apartado», dice.

Fuente: http://www.noticiasdenavarra.com/2012/01/15/ocio-y-cultura/cultura/fallece-txillardegi-figura-esencial-de-la-politica-y-la-cultura-vasca-contemporanea