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Apagón, sistema eléctrico y fuerzas productivas

Fuentes: Rebelión

Tras salir del aturdimiento que supuso el apagón del pasado 28 de abril, y ya bajo una reflexión más serena, no pude menos que recordar el prólogo a la Contribución de la Crítica de la Economía Política de Marx. Más aún cuando escuché la idea de que en el origen pudo haber una sobreproducción de energía. De modo que, haciendo caso de las declaraciones del Presidente sobre que no hay que descartar ninguna hipótesis, ahí va la nuestra.

El apagón es presentado, en algunos análisis, como un hecho puntual, casual o a lo sumo multifactorial y de carácter técnico. En nuestra opinión, sin embargo, dicha caracterización es parcial y no agota (o no apunta en esa dirección) la naturaleza del objeto que tenemos entre manos, el sistema eléctrico español y su evolución (crisis). Pero, empecemos por el principio.

Hasta ahora sabemos que hubo dos (ayer leí que la ministra Aagesen hablaba de tres) eventos separados por segundos que hicieron caer la frecuencia. El primero pudo ser absorbido por el sistema, mientras el segundo no. Esto dio pie a una reacción en cadena, sucesión de caídas de subestaciones; se pierde el 60 por ciento de la generación (15 GWh), nos desconectamos de los sistemas eléctricos europeo y africano, pero no del portugués, que situó finalmente al sistema cerca del cero eléctrico. Surgen varias preguntas, entre otras: por qué se producen esos dos eventos, por qué el sistema no absorbe el segundo, por qué no se puso en marcha la zonificación preventiva del sistema, por qué había tanta fotovoltaica y tan poco ciclo combinado en esos momentos, quiénes son los culpables y responsables (quién pagará las posibles indemnizaciones), qué podemos hacer (reformas) para que no se vuelva a repetir. (Un inciso: aquí recordé la capacidad del conocimiento lógico para entrar al detalle de los fenómenos sin ser capaz de explicarlos1).

Este apagón eléctrico aparece como un fenómeno técnico, pero me parece claro que un fallo de estas características tiene que ver con el funcionamiento del sistema eléctrico español. Y este sistema es un conjunto de fuerzas productivas organizadas bajo unas relaciones sociales; es decir lo que rige el movimiento es la relación social. De otra forma, lo económico dirige lo técnico. Luego volveremos.

Estoy más de acuerdo en que se trata de un fenómeno multifactorial, pero no por agregar diversos factores de manera acrítica y exterior, sino porque todo concreto es síntesis de múltiples determinaciones. De manera gruesa: el apagón nos remite al funcionamiento del sistema eléctrico, este funcionamiento nos sitúa frente a la naturaleza del sistema, allí nos encontramos con las relaciones sociales particularmente el capital, el capital eléctrico forma parte del energético y éste del español, y el español del europeo y, finalmente, del mundial. Así hemos conectado diversos factores que van desde lo técnico hasta lo geopolítico.

Es posible plantearse este cero eléctrico como un hecho puntual o incluso casual. A pesar de la irracionalidad de este planteamiento, que renuncia al conocimiento científico, es recurrente para eximir responsabilidades o diluirlas. Más allá de precedentes menores (24/07/2021 con origen en Francia, o el de 29/09/2019 de Tenerife), en mi opinión, es más correcto ver el fenómeno en el contexto de acontecimientos eléctricos que vienen sucediéndose en los últimos tiempos en España. Efectivamente, las portadas y los titulares de los medios de comunicación, a pesar de las buenas relaciones con el capital eléctrico (publicidad, patrocinio o propiedad accionarial), así como las conversaciones de las redes sociales, ya venían mostrando problemas graves. Entre otros: la derogación del impuesto al sol (2018), la vulnerabilidad eléctrica que emergió en la pandemia (2020), la fuerte subida del precio en 2022, la transición energética con el protagonismo de la fotovoltaica, el debate sobre el cierre de las nucleares, el sistema de fijación marginalista de precios a la electricidad, los beneficios caídos del cielo, la controvertida regulación en el mercado eléctrico (acusaciones de burocratismo a la CNMC), la excepción ibérica en la Unión Europea, el tope al gas, la rebaja del IVA en la factura eléctrica (en respuesta a la pandemia y ante la subida de los precios de 2022), la pobreza energética, el bono social eléctrico y térmico, el escudo social energético, el poder del oligopolio eléctrico, el impuesto extraordinario sobre las eléctricas, … y la última, el apagón. Bueno, también el escandaloso sueldo de la presidenta de REE; lástima que no se aproveche para informar del sueldo de los presidentes de las restantes empresas privadas, del de sus consejeros y de las puertas giratorias desde determinados partidos a las empresas privadas del sector.

Estos hechos vendrían a poner de manifiesto las diversas contradicciones en que está envuelto el sistema eléctrico, que hunden sus raíces en sus aspectos sociales (mercancía, capital, clases, estado) más que en los técnicos (escapes nucleares, mix energético, integración de tecnologías, sistemas de almacenamiento por mencionar algunos) o naturales (nubes, vientos o sequías, etc).

En su forma más general: el sistema eléctrico, empujado por el desarrollo económico español y el avance científico, evoluciona contradictoriamente. Impulsando nuevas fuerzas productivas (tecnologías eólica y solares) que, sin embargo, encuentran límites en unas relaciones sociales (actual configuración del capital eléctrico) que han quedando rezagadas.

Estas relaciones sociales tienen que ver con las relaciones económicas y jurídicas, políticas e ideológicas que se establecen entre los sujetos participantes (eléctricas, administraciones y consumidores, empresas o clases sociales) en el ámbito de la electricidad española. Particularmente con: la partición del sector en generación, transporte (Red Eléctrica Española, empresa privatizada intervenida públicamente), distribución y comercialización, fruto de la liberalización eléctrica de los años ochenta del siglo pasado; la estructura del capital eléctrico (oligopolio eléctrico) y del reparto de su propiedad (público o privado, grandes capitales y minoritarios); vínculos con el representante político del capital total (estado y gobierno) a través de la legislación (leyes, decretos) y su marco regulatorio (Comisión Nacional del Mercado y la Competencia); de sus conexiones con otros sistemas eléctricos (europeo, portugués o marroquí); con el sistema de fijación de precios tanto mayorista (Operador del Mercado Ibérico Eléctrico) como minorista (contratos de suministro).

A modo de ejemplo. Estos contratos de suministro entre comercializadoras y clientes (o usuarios finales), son la expresión jurídica de la compraventa de la electricidad (relación económica). Porque la electricidad es, en la sociedad capitalista española, una mercancía con su valor de uso, muy general por cierto, para capitales y fuerza de trabajo, y su valor, por otra parte, como materialización del trabajo abstracto organizado de manera privada. Valor de uso que es el soporte material de la relación social (valor), por tanto exponente de la relación social objetivada que es el origen del fetichismo (ver lo técnico y no lo social, o naturalizar lo social). Una forma en que se expresa la mencionada contradicción entre valor de uso y valor es la pobreza energética, porque lo que prima no es el valor de uso sino el valor, o su expresión monetaria (precio) que si no se paga no tienes acceso a la electricidad. No en vano, todos los años las eléctricas cortan el suministro a cientos de miles de familias, que se sumergen en su particular cero eléctrico a diario. Y ello, a pesar del crecimiento año tras años de sus beneficios, lo que nos sitúa en la forma capitalista de la anterior contradicción.

Este avance de las fuerzas productivas que deja atrás las relaciones sociales, plantea la necesidad de cambios en dichas relaciones (reformas de la configuración actual del capital eléctrico). Se abre un período en el que se irán realizando, más temprano que tarde, con mayor o menor velocidad, las necesarias transformaciones. Pero, en el capitalismo -dados los intereses contradictorios de los sujetos del sistema eléctrico-, no serán el producto de un debate sereno, racional y científico; sino más bien el resultado de luchas y enfrentamientos entre países, capitales o clases con sus fracciones correspondientes, etcétera. Así, debatirán, discutirán y lucharán los partidarios del avance de las fuerzas productivas, junto al cambio de las relaciones sociales, con los partidarios del retroceso, estancamiento u otras opciones intermedias. Una lucha que ha de ser acompañada de los argumentos y justificaciones (batalla cultural o ideológica, y agendas varias) correspondientes, así como de su divulgación (medios de comunicación y redes sociales), y que se desenvolverá en los distintos ámbitos (legislación y regulación, partidos, sindicatos, organizaciones de consumidores o plataformas ciudadanas como Barrios Hartos o Alianza contra la Pobreza Energética).

Y ahí andamos. Los expertos elaborando sus informes sobre el apagón, el parlamento discutió los pasados 7 y 8 de mayo sin mucho acuerdo, el oligopolio eléctrico aprovechando para alargar la vida de las nucleares a cargo de los consumidores, la FACUA denunciando ante la opinión pública, la Alianza en los juzgados, los Barrios Hartos en la calle, y, por mi parte, humildemente, extendiendo la conciencia dialéctica como elemento necesario, aunque no suficiente, de la superación del capitalismo. En fin, la evolución contradictoria de las fuerzas productivas del sector eléctrico bajo la multifacética de la lucha de clases.

Nota:

1 Si quieres saber más te recomiendo la serie de entradas que dediqué al método de conocimiento en https://criticonomia.blogspot.com/2024/09/apuntes-sobre-el-metodo-i.html

P.A. González Ruiz, autor del blog Criticonomia

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.