De nuevo es necesario volver la mirada a Líbano. En ese pequeño país puede estar la llave de la estabilidad de Oriente Medio o, por el contrario, puede generarse en él la mecha que prenda un nuevo conflicto que haga estallar a toda la región. Algunas noticias y análisis apuntan, parafraseando a Ilan Pappe, a […]
De nuevo es necesario volver la mirada a Líbano. En ese pequeño país puede estar la llave de la estabilidad de Oriente Medio o, por el contrario, puede generarse en él la mecha que prenda un nuevo conflicto que haga estallar a toda la región. Algunas noticias y análisis apuntan, parafraseando a Ilan Pappe, a que ya suenan tambores de guerra en Israel. Incluso en algunos papeles de Wikileaks publicados por el diario noruego Aftenposten se habla de la preparación de una nueva guerra a gran escala que tendrá al menos dos escenarios: la franja de Gaza y Líbano. Todo indica que Israel trata de resarcirse de la derrota que le infringió Hezbolá y culminar el trabajo fracasado que dejó en Gaza cuando intentó eliminar con una brutal carnicería -y la colaboración de la Autoridad Palestina- el poder que Hamás consiguió por las urnas. Sin embargo, la futura operación no sería en ningún caso un paseo militar, las propias autoridades sionazis reconocen que no están preparados para enfrentar una lluvia de cohetes más precisos y poderosos procedentes del sur de Líbano, de Gaza e incluso los Shahab iraníes. Ni todos los sistemas antiaéreos ni la Cúpula de Hierro financiada por EEUU podrán hacer demasiado para detener a los miles de pequeños misiles que tendrían capacidad incluso para impactar en el centro de Tel-Aviv, la capital de Israel y su núcleo más poblado.
Sin embargo, en el frente libanés se está jugando desde hace mucho otra batalla paralela aunque esta vez en un tablero más político y diplomático, aderezado con los manejos de espías, servicios secretos y operaciones terroristas encubiertas. En resumidas cuentas, EEUU e Israel están tratando de desestabilizar al país de los cedros por todos los medios a su alcance para sacar a Hezbolá del gobierno de coalición y criminalizarla para intentar desarmar a sus milicias aunque ello suponga el inicio de una nueva y cruenta guerra civil. El instrumento para lograrlo no es otro que el Tribunal Especial para Líbano (TEL), al que a este paso van a sacar más réditos que al supuesto ordenador de Raúl Reyes o incluso al propio 11S.
Basta recordar que los primeros informes del TEL incriminaron a Siria en el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri. Lla presión diplomática fue tal que obligó a aquel país a abandonar tierras libanesas donde habían sido llamados a proporcionar estabilidad tras la guerra civil que machacó al país con la inefable ayuda de Israel y su aliada horda de falangistas inspirados en los fascistas españoles e italianos. Como se demostró posteriormente y defendimos desde el principio en estas páginas, el asunto se trató de un montaje bien pertrechado organizado por los servicios secretos de EEUU e Israel, quienes situaron al frente del TEL al juez alemán Detlev Mehlis, que fraguó con testigos falsos y pruebas amañadas un conglomerado poco creíble que fue usado por los neocons para acabar con el dominio del presidente sirio Bachar el-Assad sobre Líbano y echar del poder al presidente libanés Emile Lahoud. Cumplida la misión inicial y, a pesar del estrepitoso ridículo protagonizado por el juez, vinculado tanto al lobby sionista de EEUU como a los servicios secretos alemanes y norteamericanos, era hora de instrumentalizar de nuevo al TEL para lograr más objetivos políticos y militares.
Expulsados ya a los sirios, EEUU e Israel tratan de minar su influencia a través de la eliminación de la resistencia libanesa, el único grupo que ha sido capaz de derrotar a Israel y poner en solfa su absoluto dominio militar sobre toda la región. Ahora con un nuevo presidente al frente del TEL, Antonio Cassese -curiosamente un ferviente sionista- se ha iniciado otra peligrosa fase de la caza que apunta directamente a Hezbollah. Pero el TEL no va a investigar a Mehlis, ni a los testigos falsos usados por él con aviesas intenciones, pero tampoco va a someter a consideración las contundentes pruebas que vinculan a Israel con el magnicidio. En efecto, Hassan Nasrallah presentó documentos que acusaban a drones israelíes de vigilar a Rafik Hariri y el lugar del atentado poco antes de que éste se produjera. La inteligencia guerrillera había logrado hackear las imágenes de los aviones espía no tripulados del Tsahal y las presentó en directo en un programa de televisión que consiguió helar Israel. Por el contrario, el Tribunal se va a dedicar a inculpar a Hezbollah basándose en una serie de llamadas de teléfono a pesar de haber quedado más que demostrado que las redes telefónicas libanesas estaban intervenidas y controladas por el espionaje sionista y que tenían sobrada capacidad para asociar llamadas a números y cualquier otra cosa que fuera necesaria para inculpar a personas concretas.
El descrédito del Tribunal es tal que el propio primer ministro libanés, Saad Hariri, hijo del asesinado Rafik Hariri, ha pedido suspender sus actividades por considerarlas contrarias a los intereses de su país. Se supone que Saad es el primer interesado en conocer a los verdaderos asesinos de su padre, así que su opinión debe haber caído como una losa entre los que buscan dividir la frágil unidad libanesa y cocinar una nueva guerra civil que favorecería sin duda los intereses de Israel. Es previsible que lo hayan hecho cambiar de opinión, al menos eso aseguran gentes de su partido y haga proseguir las acciones del Tribunal para que emita sus «conclusiones» en este mismo mes de enero. Pero Hariri jr. tiene su gobierno absolutamente paralizado por el bloque de apoyo a Hezbollah ya que la resistencia insiste en que se debe investigar el montaje orquestado por Mehlis y a los que estab detrás del mismo, algo a lo que se opone el otro sector de la coalición pues fueron directa o indirectamente favorecidos por la manipulación alevosa del magnicidio. La mediación sirio-saudita parece que puede sacar del marasmo actual al gobierno libanés pero las presiones de EEUU a su pupilo y las amenazas de proseguir con el TEL a pesar de lo que diga el gobierno libanés pueden haber dado también sus frutos. Al imperio debe sentarle mal que se le fastidie una nueva jugada gestada durante tanto tiempo y no va a rendirse tan fácilmente.
Mientras, nuevas revelaciones e investigaciones apuntan a la implicación alemana en el atentado que bien pudo deberse al ataque de un avión no tripulado israelí con un explosivo de nueva generación facilitado por el ejército teutón. Todo indica que nos encontramos en una carrera contra el reloj para acabar con la unidad del gobierno y el equilibrio siempre inestable sobre el que se asienta el país. Un primer desenlace será cuestión de días o acaso de algunas pocas semanas.