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Bajo las bombas, la tragedia de Gaza

Fuentes: Il Manifesto

Traducido para Rebelión por Susana Merino.

Sami Ajrami llora por su bebé. La esquirla de una bomba que explotó a pocos metros de su casa ha arrancado dos dedos a la pequeña. Sami no tiene consuelo, el desahogo del llanto no alcanza a frenar la mezcla de rabia y desesperación que le oprime las entrañas desde que un raid israelí casi ha exterminado a su familia. Un drama humano pero también profesional porque Sami trabaja desde hace años como periodista con los israelíes. Su perfecto dominio del hebreo lo ha convertido desde hace años en un colaborador permanente de un canal de televisión. Trabajo que sin embargo no lo ha inmunizado contra la ofensiva aérea que comenzó el jueves a partir del asesinato del comandante militar de Hamás, Ahmed Jaabari.

También Sami se halla bajo las bombas como todos los palestinos. Y ni siquiera el potente nombre de la BBC ha podido proteger a Jihad Misharawi, camarógrafo de la emisora británica. Los médicos y las enfermeras del hospital Shifa cuentan cómo llegó precipitadamente el jueves por la noche a la guardia llevando en brazos a su pequeño hijo Omar ya sin vida. Tampoco olvidan a la jovencita encinta que también llegó muerta al hospital.

También se llora en el otro lado de la frontera. Un edificio de Kiryat Malachi, al sur de Israel, fue alcanzado de lleno por uno de los misiles disparados por los palestinos luego del asesinato de Ahmed Jaabari. Tal vez un grado más potente que los artesanales Qassam. Murieron tres personas, una pareja de treintañeros y una joven de 20 años. Muertos en los que Israel podría cebarse para perpetrar un ataque terrestre paralelo al de la aviación con los que tantas veces han amenazado el primer ministro Netanyahu y el ministro de Defensa Barak.

Las razzias han alcanzado también a Holon, Rishon Letzion y uno de los misiles cayó en el agua frente a Jaffa, a las puertas de Tel Aviv donde inmediatamente sonaron las sirenas de alarma. La guerra no sirve, evidentemente, para detener los lanzamientos de las razzias como ya se demostró en la operación «Plomo fundido» de 2008. El problema está, y persiste, en el asedio de Gaza, se trata de un problema político, no militar. Y sin embargo Netanyahu y Barak insisten y repiten que quieren garantizar la absoluta seguridad de la población israelí y restablecer el «poder de disuasión» de Israel. Han vuelto a convocar a los reservistas, los tanques están listos para entrar en Gaza en cualquier momento. La aviación aguarda órdenes de intensificar las incursiones que hasta ayer por la noche habían dejado ya 15 muertos, entre ellos Hanin y Walid, de nueve meses y dos años y medio respectivamente. Los heridos son otros 150. La israelí Michal Vasser dice sin embargo «no» a la guerra. Vive en el kibutz Kfar, Aza donde no pocas veces caen los cohetes lanzados desde Gaza. Pero rechaza el conflicto y los ataques a la población palestina. «Por favor no me defiendan, no de este modo» ha escrito en el diario Haaretz dirigiéndose a Netanyahu y Barak. Otro israelí, Gerhson Baskin, un pacifista que participó hace un año en las difíciles negociaciones para el intercambio del soldado Ghilad Shalit, que estuvo prisionero cinco años en Gaza, por un grupo de un millar de presos palestinos, reveló que hace apenas unos días había encauzado los pasos necesarios para una tregua que se truncó a raíz del asesinato de Ahmad Jaabari, sepultado ayer luego de un funeral al que concurrieron miles de palestinos. Una lluvia de críticas y ataques lo asedió cuando lo reveló a los medios informativos.

Hoy llega a Gaza el primer ministro egipcio Hishamm Qandil, junto a otros ministros. Se trata de una evidente manifestación de apoyo del gobierno de los Hermanos Musulmanes al ejecutivo de Hamás, luego de las heladas y difíciles relaciones con Israel puestas de manifiesto por el recíproco retiro de sus embajadores. La población espera que el primer ministro egipcio se muestre capaz de encarar una mediación para poner fin a la escalada. La noticia llega también al hospital Shifa, pero nadie presta atención. Desde hace dos días los médicos y las enfermeras del principal hospital de Gaza se dedican sin parar a auxiliar a los heridos que llegan continuamente.

«Rápido, rápido, dejen pasar» grita un policía tratando de abrir paso entre la multitud de personas, parientes, curiosos y periodistas a una camilla que llevan dos enfermeros. El herido se cubre la cara con el codo. «Llega de Sudaniyeh, es un hombre de 52 años» dice Maher, un joven pescador que desde hace tiempo se dedica a ayudar a los activistas extranjeros que viven en Gaza. Luego de algunos minutos una ambulancia entra velozmente en el patio del Shifa. Otra carrera de fotógrafos y periodistas. Esta vez es un agente de seguridad herido en Tual, al norte de Gaza. Junto a Maher toman nota Rosa Schiano de Nápoles y Alessandro Romano de Matera. Están en Gaza por solidaridad con la población palestina y vuelcan toda la información que obtienen en las redes sociales. «La noche anterior estaba en Jabaliya, como huésped de una familia y no pudimos pegar ojo -cuenta Romano- los bombardeos aéreos eran constantes y la casa temblaba cuando los misiles caían a escasa distancia».

Según el portavoz militar israelí todos los objetivos alcanzados eran bases militares de Hamás y de los servicios de seguridad. En Gaza, por el contrario, señalan los efectos del ataque sobre la población civil. Un grupo de una decena de cooperativistas de ONG italianas con proyectos en la Franja de Gaza difundió un comunicado en el que precisa que los civiles palestinos están sufriendo ataques permanentes de drones, bombardeos, fuego naval de una ofensiva militar indiscriminada y desproporcionada». «Nos dirigimos a las personas conscientes de todo el mundo -añaden los cooperativistas- para que se opongan a esta agresión ilegal a la población civil palestina. La comunidad internacional debe intervenir urgentemente para detener estos violentos ataques». Una noche de pánico y tensión cayó ayer sobre Gaza. Y de miedo por la ofensiva terrestre preparada por Israel. Mientras escribíamos esto nos llegó la dura toma de posición del ministro de Defensa israelí Barak, enfurecido por un misil palestino que por primera vez cayó a las puertas de Tel Aviv, anunciando que ha movilizado a 30.000 reservistas y además declaró que «los palestinos lo pagarán muy caro».

 

Fuente original: http://www.ilmanifesto.it/area-abbonati/in-edicola/manip2n1/20121116/manip2pg/01/manip2pz31779/

rCR