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Fuentes: Rebelión

El saxofón del hombre negro se oxida mientras suena una póstuma melodía. El canto descarnado de sus abuelos en las plantaciones de algodón resuena hoy con acordes de réquiem. Un son lento y melancólico como telón de fondo. Un vendaval que desnuda a un rey grotesco, petulante y simplón. Bajo el tufo de un imperio […]

El saxofón del hombre negro se oxida mientras suena una póstuma melodía. El canto descarnado de sus abuelos en las plantaciones de algodón resuena hoy con acordes de réquiem. Un son lento y melancólico como telón de fondo. Un vendaval que desnuda a un rey grotesco, petulante y simplón. Bajo el tufo de un imperio se esconden sus propias miserias. Estados Unidos son sus gentes escondidas tras la macroeconomía, millones de personas expuestas a carencias elementales bajo la misma bandera que patrocina guerras de las galaxias. Nada nuevo bajo el sol. Castilla sufría más cuanto más conquistaba Carlos V. Estados Unidos es la primera escena de Wall Street, la Otra América que filmó Kusturica. Un recién nacido en el Harlem tiene menos esperanza de vida que uno en Bangladesh. Tierra de excesos, todo es a lo grande, también sus miserias. El huracán que arribó llamando a la puerta confesó que bajo la alfombra del gran salón imperial se escondían las barreduras de la democracia virtual.

La naturaleza es salvaje, somos parte de ella, estamos expuestos a sus designios. Nada más estúpido que objetar. De vez en cuando una sacudida azora nuestra complaciente cotidianeidad. Tras el sorbo de un terremoto, una riada o un huracán se hacina un poso de muerte y devastación. Pero Gaia siempre avisa aunque sólo sea por que, tozuda, se repite. Es la coartada del culpable. Guión de novela negra.

El individualismo feroz, sálvese quien pueda. Ninguna previsión. Móntense en el coche y huyan. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿A dónde?. Usted mismo. Son las normas. Tras el desastre más desastre: pistoleros salvaguardando propiedades ante la avalancha de desarrapados. Mientras se ahogan estén tranquilos, el gran hombre blanco vela por su derecho a la innegociable propiedad. Rapiña de quienes han vivido bajo el tanto tienes tanto vales. El débil ha de morir por designio divino.

En Nueva Orleáns ha aparecido el peor rostro posible del hombre. La peor cara de una sociedad articulada en torno a la nada. El hombre rodeado de enemigos, de competidores en una carrera de cuenta corriente. Lo mejor para cada uno es lo mejor para todos… hasta que sopla un huracán. Una sociedad en la que el egoísmo es el carné de supervivencia se debilita día a día mientras las Hollyburton de turno apuran un café que no es para todos.

En el delta del Mississippi yace un saxofón, generaciones de sufrimiento, el hombre tomado de uno en uno. El rostro pálido con alma pútrida nunca reflexionará, le va muy bien. Declarará culpable a la naturaleza. Ustedes peléense, compitan.