El área deforestada de la Amazonia brasileña entre agosto de 2004 y julio de este año fue 30,5 por ciento menor que en los 12 meses anteriores, pero es aun es mucha y no hay «nada que celebrar», según los ambientalistas. Los 18.900 kilómetros cuadrados de bosques perdidos corresponden a más de la mitad del […]
El área deforestada de la Amazonia brasileña entre agosto de 2004 y julio de este año fue 30,5 por ciento menor que en los 12 meses anteriores, pero es aun es mucha y no hay «nada que celebrar», según los ambientalistas.
Los 18.900 kilómetros cuadrados de bosques perdidos corresponden a más de la mitad del territorio de Bélgica o 1,7 veces el de Jamaica. Se supera el promedio de los años 90, que ya era alarmante con sus 17.000 kilómetros cuadrados anuales, destacó André Lima, abogado del Instituto Socioambiental.
Con 70.500 kilómetros deforestados en los últimos tres años, el gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva tendría que lograr una reducción de 60 por ciento en el actual ciclo anual forestal para no terminar su gestión como la más devastadora de la Amazonia, pese a sus promesas y esfuerzos.
El resultado del período concluido en julio deja claro que «es posible reducir la deforestación con acciones decididas» y el castigo efectivo de las actividades ilegales en la Amazonia, dijo a IPS el coordinador del Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonia (Imazon), Carlos Souza.
La «Operación Curupira», de combate a la corrupción y a las autorizaciones fraudulentas para extraer y transportar madera en el occidental estado de Mato Grosso, iniciada en junio, fue el principal factor del triunfo, confirmando que el gobierno «dispone de instrumentos para evitar la destrucción», arguyó. Ese estado amazónico es el más deforestado.
Otras acciones de impacto siguieron al asesinato de la monja estadounidense Dorothy Stang en el interior del estado del norteño estado de Pará, en febrero, debido a conflictos por la posesión de tierras. La prohibición de actividades dañinas a lo largo de una gran carretera amazónica y la creación de extensas áreas de protección constituyeron las respuestas del gobierno.
Los efectos de esas medidas, dirigidas contra fraudes y la violencia rural, no estrictamente ambientales, «pueden ser temporales» y solo permanecerán si se aplican «castigos ejemplares» a la deforestación ilegal, sentenció el dirigente de Imazon.
Esta organización no gubernamental había previsto en julio una disminución importante del problema este año, analizando imágenes de satélites más rápidas pero menos precisas que las usadas para medir la extensión de los bosques extintos.
En agosto, la estimación de Imazon era de cerca de 16.000 kilómetros cuadrados, «una diferencia no muy grande» respecto de la extensión ahora anunciada por el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), según Souza.
La metodología desarrollada por Imazon busca anticipar evaluaciones de conjunto, al basarse sobre imágenes del sistema Deter, de baja resolución, cuyo objetivo es revelar con prontitud dónde crecen las talas o incendios ilegales, para orientar acciones represivas, explicó.
La ministra de Ambiente, Marina Silva, atribuyó el buen resultado de este año a la «persistencia en una estrategia» definida en el Plan de Prevención y Control de la Deforestación Amazónica, iniciado en 2003 con el trabajo conjunto de 13 ministerios.
Hubo momentos este año en que se ejecutaron 23 operaciones simultáneas, involucrando autoridades ambientales, policías, ejército y otros órganos públicos, señaló.
Es la primera reducción en nueve años, que plantea el desafío de evitar aumentos en el futuro, manteniendo el esfuerzo, reconoció la ministra, y destacó la necesidad de «acciones estructurantes», como una ley de gestión de bosques públicos y otros proyectos que permitan la explotación sustentable de los recursos naturales amazónicos.
Este año se logró «un paso importante», pero sigue la destrucción forestal al ritmo de cinco hectáreas por minuto, observó Paulo Adário, coordinador de la campaña amazónica de Greenpeace Brasil.
Los datos de este año, divulgados por Silva y el Ministerio de Ciencia y Tecnología, aún podrían elevarse, ya que corresponden a 87 por ciento del territorio amazónico, recordó el Instituto Socioambiental.
Además, los resultados se distribuyeron de forma muy desigual. La deforestación cayó hasta 75 por ciento donde hubo fuerte actuación estatal, pero aumentó mucho en otras áreas, abriendo nuevos frentes de devastación, admitió el secretario de Biodiversidad y Bosques del Ministerio de Ambiente, Joao Capobianco.
Es especialmente preocupante el sur del noroccidental estado de Amazonas, antes relativamente protegido, en el que hubo aumentos de hasta 90 por ciento de la superficie deforestada en algunas zonas.
Por tanto, el resultado del último período no permite celebraciones, ya que la deforestación sigue a un grado «alarmante, inaceptable», y su reducción depende de decisiones firmes sobre el ordenamiento territorial y jurídico de los predios rurales de la Amazonia, y de la aplicación rigurosa de la ley, opinó Souza.