Denuncias de muertes de cortadores de caña de azúcar por exceso y condiciones inadecuadas de trabajo opacan la euforia que vive este sector en Brasil, como posible heredero de la era del petróleo, los cambios climáticos y el libre comercio. La acusación de elevar demasiado los precios del alcohol carburante también amenaza con cubrir de […]
Denuncias de muertes de cortadores de caña de azúcar por exceso y condiciones inadecuadas de trabajo opacan la euforia que vive este sector en Brasil, como posible heredero de la era del petróleo, los cambios climáticos y el libre comercio.
La acusación de elevar demasiado los precios del alcohol carburante también amenaza con cubrir de nubarrones los horizontes más prometedores que nunca del sector, con el consumo interno y las perspectivas de exportación creciendo más que las posibilidades razonables de aumento de la producción.
Es sospechoso que las denuncias se concreten en este momento de fuerte expansión del etanol de Brasil en el mercado internacional y después que este país triunfó en su demanda contra los subsidios europeos al azúcar en la Organización Mundial del Comercio, comentó a IPS un representante del sector que prefirió el anonimato.
Por lo menos 11 trabajadores murieron en los dos últimos años por causas relacionadas o agravadas por agotamiento y malas condiciones de trabajo en los cañaverales, según un informe de la Plataforma Brasileña de Derechos Humanos, Económicos, Sociales y Culturas (DHESC), una red de organizaciones de la sociedad civil.
Esta aseveración fue rechazada por Claudio Manesco, director de Comunicación de la Unión del Agroindustria Cañera de Sao Paulo (Unica), que representa los mayores productores brasileños de azúcar y alcohol. No se comprobó «ninguna relación de causa y efecto, y la última muerte se debió a la enfermedad de Chagas», sostuvo.
Pero hay un «conjunto de factores» que puede inducir a la muerte por agotamiento, aclaró a IPS Cándida Costa, relatora de Derecho Humano al Trabajo de DHESC.
Jornadas de trabajo que superan las 10 horas, el pago por productividad en el marco de bajos sueldos, así como alimentación y vivienda inadecuadas son algunos de esos factores negativos, que Costa dijo haber comprobado en octubre al visitar la región de Ribeirao Preto, en el interior del estado de Sao Paulo, la mayor productora de azúcar y alcohol de Brasil.
Hace 20 años, cada trabajador cortaba cinco o seis toneladas de caña por día, mientras que en la actualidad esa productividad se duplicó. La baja remuneración por volumen cosechado fuerza a los cortadores a superar sus límites.
Además, esos cortadores viven hacinados en campamentos o casuchas, «con 10 personas en un dormitorio y un solo baño», observó Costa, una asistente social y profesora universitaria.
Hay también muchos casos de mutilación, pues no siempre se trabaja con los equipos de seguridad necesarios en una actividad tan dura como ésta, bajo el sol, manejando machetes en medio al hollín de la caña quemada, que muchos sospechan, por otra parte, que es cancerígeno, acotó.
Las denuncias de muertes relacionadas con las condiciones precarias del corte de caña ya son antiguas, pero desde 2004 el Servicio Pastoral de los Migrantes, de la Iglesia Católica, y sindicatos de trabajadores rurales vienen registrando los casos más evidentes, explicó.
La Fiscalía del Trabajo, autoridades laborales e investigadores universitarios también investigan esas muertes.
Antonio de Padua Rodrigues, director técnico de UNICA, afirmó a IPS que las empresas del sector cumplen la legislación laboral y son las que ofrecen las mejores condiciones de trabajo en el campo brasileño, con contratos formales para casi todos, aunque admitiendo abusos por parte de algunas empresas, especialmente en actividades tercerizadas.
El trabajo diario de los cortadores de caña es de siete horas y media y se paga un sueldo básico a todos, no importa la cantidad cosechada, aseguró. Pero si cortan más de seis toneladas, son acreedores de beneficios adicionales, por eso a veces prolongan la jornada, pero «jamás las 12 horas» que sostienen las denuncias, acotó.
La mayor productividad actual se debe a avances técnicos en la cosecha, con mejores equipos, más seguridad, modificaciones que hacen caminar menos a los cortadores. Además se invita a los trabajadores experimentados que tuvieron buen desempeño en las cosechas anteriores y los cañaverales se hicieron más productivos, más intensivos y con mejoras genéticas, explicó Rodrigues.
Unica orienta a sus empresas asociadas a cumplir todas las normas legales y mejorar las relaciones laborales, además de respetar el ambiente, porque se trata de «un sector bajo intensa observación» por su nuevo papel y cualquier desliz puede servir de pretexto para imponer barreras a sus exportaciones, señaló Manesco.
Con el etanol usado como sustituto de la gasolina en distintos países, como ocurre en Brasil hace 30 años, o como adictivo para reducir la contaminación de los derivados petroleros, la industria cañera parece tener el mundo a sus pies.
El consumo interno crece aceleradamente desde el surgimiento en 2003 de los automóviles biocombustibles, impulsados a gasolina o alcohol o con la mezcla de los dos en cualquier proporción. En Brasil ya hay 1,2 millones de ese tipo de vehículo, que representó 71 por ciento de los automóviles producidos el mes pasado.
Las exportaciones de etanol brasileño más que se decuplicaron en los últimos cinco años, alcanzando a cerca de 2.500 millones de litros el año pasado, para una producción nacional de 16.000 millones de litros.
Las previsiones de Unica indican que el país aumentará en 40 por ciento su capacidad de producción de alcohol hasta 2010. Pero será insuficiente si se concretan las exportaciones potenciales.
Sólo Japón podría importar 6.000 millones de litros al año si eleva de tres a 10 por ciento la mezcla de etanol en su gasolina, para reducir la contaminación urbana y la importación de petróleo cada vez más caro.
Esa demanda interna y mundial redujo las reservas para soportar el período sin cosecha de caña en Brasil, de diciembre a abril. En consecuencia el precio del alcohol subió ocho por ciento sólo en diciembre, provocando una amenaza de intervención del gobierno para evitar aumento de la inflación.
Ante la presión gubernamental, Unica, que responde por casi dos tercios de la producción nacional, aceptó reducir el precio en cuatro por ciento y evitar nuevos aumentos. «Fue una tempestad en un vaso de agua», pues la cosecha dentro de algunos meses normalizará la oferta y los precios bajarán, según Rodrigues.
Además, la proliferación de automóviles a bicombustibles permite al consumidor volver a la gasolina y reequilibrar la demanda, acotó.
De todos modos, la industria cañera tiene que cuidarse para no repetir la crisis de fines de la década del 80, cuando la insuficiencia de producción generó descrédito y casi destruye el programa del alcohol carburante, que recuperó credibilidad con el automóvil bicombustible.
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