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Vídeo - 68 minutos, 45 segundos

Bronca en Davos

Fuentes: Tlaxcala

Editorial de Tlaxcala

Editorial de Tlaxcala: No matarás

Este vídeo es impresionante. En primer lugar, su entorno -el Foro Económico Mundial- a priori no parecía proclive a una pelea pública entre los panelistas de este debate. Los políticos profesionales no suelen decir lo que piensan frente a las cámaras, guardan las puñaladas en la espalda para las negociaciones secretas, mientras esbozan una sonrisa y se estrechan las manos para que el mundo los vea. Es cierto que el tema -el debate sobre Gaza- tuvo lugar mientras los cadáveres de los 1300 palestinos asesinados por Israel aún estaban tibios, pero sin el inesperado incidente final protagonizado por el primer ministro de Turquía pudo haber sido fácilmente olvidado poco después de hacerse público, junto con las toneladas de declaraciones diarias marcadas con el estigma de lo políticamente correcto. Pero ocurrió lo impensable y las imágenes de Recep Tayyip Erdoğan maldiciendo a Israel y acusándolo de ser un Estado canalla permanecerá en la Historia.

Puede que sea la primera vez que la verdad se abrió camino verbalmente en un escenario de altas esferas del poder y que los pueblos del mundo pudieran verlo con admiración. Esperamos que ésta sea la grieta que rompa la fachada de la falsedad. Queremos creer que las cosas nunca serán las mismas después de esto. De hecho, las cosas ya no eran las mismas para Israel desde el comienzo de este mes de enero de 2009, debido a que su ataque genocida en Gaza ha puesto en marcha demandas en los tribunales y la indignación generalizada del planeta en su contra, lo cual señala un punto de inflexión que probablemente acabará pronto con una voz de protesta y castigo por el absoluto desprecio por parte de Israel de los derechos humanos, el derecho internacional y el respeto de la vida de quienes no son judíos.

Además, este vídeo también es surrealista gracias a la actuación de Shimon Peres en el mismo, una absurda interpretación del mentiroso por antonomasia que es, digna de Groucho Marx si no fuese por la tragedia que está en juego. Con él en el panel, un Ban Ki-moon que, en su impotencia, se ve reducido a hacer lo único que puede: nada, mientras que un sólido Amr Mussa mantiene el nivel de retórica con dignidad, a falta de armas reales que amenacen el poder nuclear de Israel.

Pero lo que todos recordarán para siempre es la decidida y apasionada réplica de Erdoğan, que ha redimido parte de sus anteriores pecados políticos, al menos en los corazones del pueblo palestino. Al fin y al cabo, todos sabemos desde los estudios del teórico marxista Mijail Bajtin sobre Rabelais que a la gente le encanta contemplar la humillación de los humilladores e Israel ha humillado durante tanto tiempo -y con tal impunidad- al pueblo palestino que Erdoğan podría caer fácilmente en el olvido en el futuro como el político estándar que es, pero seguramente será recordado como el hombre que cantó las verdades en la cara al viejo asesino fanfarrón de Shimon Peres.

Sin embargo, hay otro aspecto digno de mención, y es la aparente unión entre «los mundos político y diplomático» y el mundo de la gente normal, artistas, activistas, ciudadanos. El discurso de Erdoğan procede del mundo en que vivimos, donde la gente piensa, discute, analiza y llega a sus conclusiones acerca de lo que está bien y mal sobre la base de algunos hechos básicos y fundamentales: matar está mal, la opresión es mala y ninguna clase de sinsentido político o diplomático puede ocultar los hechos y convencernos de que lo que alguien nos dice es cierto, a pesar de las pruebas de lo contrario, cuando tratan de hacernos desconfiar de nuestros propios ojos, oídos y corazones.

Erdoğan recibió una bienvenida de héroe a su regreso, porque expresó un grado de intolerancia nacional, y nos atrevemos a decir que también internacional, frente a la mentira, la violencia y la supremacía. No se trata de demagogia, sino que es la voz popular, la voz de la lucha y la voz de las masas.

Como bien sabemos, las masas no siempre tienen la razón, pero muy rara vez son los líderes quienes sí la tienen.

Comité Editorial de Tlaxcala