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La vida en Bourj el-Barajneh

Buscando un sentido a la existencia en un campo de refugiados

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Al dirigir la mirada a lo alto, pude ver allí a dos muchachitas que parecían congeladas en el tiempo, por encima de un siempre vibrante Beirut. El balcón, como el resto de su casa y la mayor parte del campo de refugiados, era de un color indefinido. Un color como sucio, al igual que sus ropas. Sin embargo, ellas eran radiantes y hermosas, aunque no así su futuro.

Aquí en Bourj el-Barajneh, uno de los campos de refugiados palestinos de la docena que hay repartidos por el Líbano, el tiempo parece haberse detenido hace años. Generación tras generación, los niños crecen en la misma y desesperada realidad, castigados por crímenes que no cometieron, heridos por una historia en la que no han participado. Se quedan ahí, en sucios balcones agrietados sin remedio, observando Beirut y el mundo pasar.

La ciudad bulle de vida, política, rumores, expectativas e intrigas. Sigue perpetuamente dividida en muchos mundos y contradicciones, de tal forma que parece casi imposible conciliarlos o tender un puente entre ellos.

Bourj el-Barajneh se ha convertido en «municipio» desde su comienzo original como alojamiento «temporal» para los refugiados palestinos expulsados de sus hogares y tierras en Palestina entre 1947 y 1948. La cuota física palestina del campo sigue siendo en gran medida la misma, aunque las cifras han crecido de forma significativa. Afluencias de chiíes, sunníes y, más recientemente, de iraquíes, han ido instalándose en el campo y en sus alrededores. Muy poco se ha hecho para dar cabida al crecimiento natural o para regularizar las últimas afluencias de población. Algunos, muy interesadamente, alegan que permitir que los refugiados palestinos mejoren sus condiciones de vida facilitaría que se desconectaran de su patria y del sentido de pertenencia. Por tanto, mejor que sufran, con mínimas oportunidades de trabajo, sin derechos civiles ni cemento o material de construcción para poder reparar su miserable y penosa existencia.

Un estado de desarrollo estancado es lo que podría definir tanto la situación de este campo de refugiados en particular como la relación del Líbano con los refugiados. Los que se oponen a la presencia de los refugiados temen que integrar a los palestinos en la sociedad libanesa pueda constituir el preludio de su incorporación al paisaje político del país. Esto podría complicar aún más el desorden demográfico existente. Aunque son las sectas cristianas del Líbano las que más temerosas se muestran, también hay otros en estado de ansiedad.

En 1982 se impulsó un estado de sitio constante cuando el ejército israelí, junto con sus aliados en las Falanges Cristianas, impusieron un brutal y mortífero asedio alrededor de Bourj el-Barajneh. Los palestinos y los libaneses resistieron, pero los refugiados, que apenas disponían de armas ligeras, no podían llegar muy lejos con esa resistencia frente al poderío de una superpotencia regional armada por una superpotencia mundial. Finalmente, el campo capituló, mientras muchos de sus edificios se derrumbaban. Cuanto quedó en pie aparecía acribillado de agujeros y de recuerdos dolorosos.

Y se desencadenó otro asedio, que duró casi exactamente tres años, entre 1984 y 1987. El ejecutor fue en esta ocasión la milicia Amal. Este incidente dejó también sus propias pruebas de muros resquebrajados y ventanas destrozadas. Como las leyes declaraban ilegal la reconstrucción y disponían de tan escasos fondos, el polvo de la guerra fue la única mano de pintura fresca que el campo pudo conseguir.

Pero hay muchos seres en el Líbano que todavía quieren ver mejoras, leves o importantes, en las vidas de los refugiados palestinos, ya sea en Bourj el-Barajneh o en muchos otros lugares. Hasta ahora, Hizbollah ha protegido de muchas amenazas a varios campos de refugiados. Los palestinos reconocen aquí con agradecimiento que sin Hizbollah haciendo las veces de parapeto contra los muchos peligros en ciernes, la situación de los refugiados habría sido mucho peor. Pero Hizbollah, un grupo chíi, puede ser también rehén de las aborrecibles divisiones sectarias, demográficas y políticas que campan por sus respetos en el Líbano. Los palestinos cuentan allí con Hizbollah para reforzar sus apoyos. Necesitan que el grupo se enfrente a las fuerzas presentes en el Parlamento libanés que les rechazan exigiendo derechos civiles para ellos. Mucho se está debatiendo en estos momentos, y hay numerosas discusiones por la puerta trasera sobre los detalles, la semántica y muchas cosas más.

Mientras tanto, las dos niñas palestinas siguen en el descolorido balcón. Son hermanas, de unos ocho y diez años de edad. Nacieron después de los dos terribles asedios y de la guerra que ha venido atormentando a su familia durante generaciones. Pero ahí estaban ya, en 2006, presenciando otra guerra. Su campo de refugiados se encuentra a poca distancia de Dahiya, la barriada de mayoría chií donde Hizbollah tiene su sede. Hombres y mujeres fuertes resistieron el inimaginable poder armamentístico dirigido hacia esa diminuta franja de tierra, como a muchas otras partes del Líbano. Ahora, la mayor parte de Dahiya está ya reconstruida y se dan los toques finales a edificios de hormigón que pronto -si es que no estalla otra guerra- se convertirán en hospitales, escuelas, oficinas y zonas residenciales subvencionadas para los más desfavorecidos.

Pero no pasa lo mismo en Bourj el-Barajneh. El campo sigue mostrando las cicatrices físicas y filológicas de pasadas guerras y cada generación se las pasa a la siguiente. Un cambio paradigmático sólo es posible aquí cuando la balanza del poder cambie de forma significativa a favor de un partido u otro. Además de admirar su férrea resistencia contra Israel, los palestinos en el Líbano han puesto muchas esperanzas en Hizbollah creyendo que puede ser el partido que finalmente incline esa balanza del poder a favor de la justicia para los refugiados.

Bourj el-Barajneh podría traducirse un poco aproximadamente como «Torre de Torres». Y en muchos aspectos lo es. Ha resistido la prueba del tiempo y las bombas. Su pueblo ha superado todos los límites de la resistencia y determinación humanas de una manera que debería ser recogida hasta a un nivel científico En algunas áreas, descuella sobre Beirut, desde la dirección de Haret Hreik. La construcción ilegal y el limitado espacio para la expansión horizontal han obligado a los refugiados a construir en vertical en algunas zonas, creando una realidad prácticamente kafkiana, auténtica pero surrealista.

Y los refugiados también se bambolean entre los límites de una casi pseudo-realidad, sintiéndose rehenes en el tiempo y en el espacio en una ciudad en crecimiento, en un mundo frenéticamente cambiante, congelados en el tiempo y cada vez con menos expectativas.

Las dos niñas continuaban observando, claramente sin un objetivo específico en la mente, mientras la gente se paseaba por debajo de ellas, ajena a su confusión. Yo también me marché. Durante un minuto esperé una señal, algo que pudiera permitirme entender que todo este absurdo, toda esta injusticia tenían algún sentido, algún significado. Estoy seguro de que lo hay, pero no pude encontrar hoy ninguno.

Ramzy Baroud (www.ramzybaroud.net) es un columnista internacionalmente reconocido y editor de PalestineChronicle.com. Su libro más reciente es «My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Store» (Pluto Press, London).

Fuente:http://www.counterpunch.org/baroud08132010.html