Figura legendaria de la Revolución, el comandante Camilo Cienfuegos es muy recordado hoy por todos los cubanos, que en cada aniversario de su desaparición física inundan con flores el azulado mar alrededor del archipiélago. Dicharachero sano, poseedor de un humor franco y dueño de una rara capacidad para ver el lado simpático de las cosas, […]
Figura legendaria de la Revolución, el comandante Camilo Cienfuegos es muy recordado hoy por todos los cubanos, que en cada aniversario de su desaparición física inundan con flores el azulado mar alrededor del archipiélago.
Dicharachero sano, poseedor de un humor franco y dueño de una rara capacidad para ver el lado simpático de las cosas, así como para encontrar la frase sagaz y dar la respuesta oportuna en los momentos difíciles, Camilo Cienfuegos fue también un héroe de mil anécdotas.
Al decir del comandante argentino-cubano Ernesto «Ché» Guevara, Camilo creaba sus leyendas con naturalidad, y a la vez que unía su desenvoltura y aprecio por el pueblo a su personalidad, imprimía su sello distintivo a cada acción.
Entre las páginas legadas a la Historia de Cuba, los relatos sobre Camilo, surgidos de la vida misma, son proclives a la meditación y definen el carácter de quien los cubanos nombraron Héroe de Yaguajay.
Cuentan veteranos de la lucha revolucionaria que durante en el combate de La Plata, primera victoria del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, Camilo se adelantó temerariamente en medio de una tremenda balacera hasta un cuartel militar atacado por los rebeldes.
Entonces arrancó parte de la cerca de madera que rodeaba la instalación militar y penetró fusil en mano dentro de ella en medio de un tiroteo que no paró hasta rendirse los soldados, pero ya Camilo estaba dentro del cuartel en un rasgo de valor inusitado.
En cierta ocasión, algunos rebeldes se disponían a emprender una operación. Uno de ellos, Horacio González Polanco, a quién Cienfuegos apodaba El Mulato, exclamó: ¡Con que gusto me tomaría ahora un jarro de café con leche! El Héroe, quien no participaría en ese encuentro, le sonrió y sin decir una palabra se retiró lentamente hacia un rincón del monte. Polanco se disponía a partir cuando, desde un promontorio, oyó a Camilo que gritaba: Mulato, antes de irte, pasa por aquí. El guerrillero cruzó con sus descalzos pies el tramo que los separaba y ya frente a él, extendiendo en la mano un jarro de café con leche, aparecía con una sonrisa Camilo Cienfuegos.
En otra oportunidad la guerrilla debía detener una tropa de la dictadura batistiana. La vanguardia rebelde, a la cual pertenecía Camilo, tuvo por misión adelantarse por un flanco. Localizó al supuesto enemigo en una altura, con superioridad sobre ellos. Pese a la desventaja, Camilo abrió fuego obligándolos a echarse a tierra, y continuó el hostigamiento hasta que, anudado en la punta de un fusil rival, flotó un pañuelo blanco en señal de rendición.
Avanzando cautelosamente Camilo fue hacia los rendidos, pero su sorpresa fue mayúscula cuando escuchó en voz de su compañero de epopeyas Ernesto Guevara: ¿Vos no te diste cuenta que éramos nosotros?
El argentino había avanzado por otro lado y ocupó una posición superior, pero al percatarse de quién era izó la bandera de la paz.
Así quedó zanjada una vieja disputa entre estos inseparables amigos, pues en un combate anterior Ché sorprendió dormido a Camilo y también lo había «capturado».
Tras el triunfo revolucionario de 1959, Fidel Castro y Camilo Cienfuegos acudían con regularidad a encuentros de béisbol, algunas veces como espectadores y en otras como jugadores.
Una noche, ambos acudieron al estadio Latinoamericano de La Habana para un desafío. Surgió entonces la idea de que jugaran divididos en los dos equipos rivales para dar mayor viveza al juego.
Camilo, acariciando su amplia barba, oyó la proposición mascando y exhalando con vigor el humo de su habano. Cuando le explicaron la idea, como un rayo respondió: ¡Contra Fidel ni en la pelota!
Ese día, mientras el líder de la Revolución actuaba como lanzador para la novena de los Barbudos, el inolvidable comandante Camilo Cienfuegos atrapaba sus lanzamientos como receptor de su equipo.