El autor alemán de literatura para jóvenes Michael Ende (1929 – 1995) creó con su célebre novela La historia interminable una de las más fecundas alegorías contemporáneas sobre los problemas que registra la conciencia humana en su inmersión en el mundo de los símbolos y los mitos culturales. Para explicar en lo posible lo que […]
El autor alemán de literatura para jóvenes Michael Ende (1929 – 1995) creó con su célebre novela La historia interminable una de las más fecundas alegorías contemporáneas sobre los problemas que registra la conciencia humana en su inmersión en el mundo de los símbolos y los mitos culturales.
Para explicar en lo posible lo que estoy diciendo: Nuestra psicología no solo representa, en su comportamiento y motivaciones, el reflejo directo de la realidad circundante sobre la base del conocimiento sensible, por la sencilla razón de que la conciencia es también el producto de la historia. Los arquetipos y los mitos existen y proliferan entre nosotros. Son ellos la expresión formal de contenidos simbólicos de los cuales emanan atributos universales que se desarrollan y transforman con nosotros en el tiempo.
Hoy en día, bajo los auspicios del tipo tan especial de contemporaneidad a la que asistimos, los escritores de literatura juvenil son a quienes les ha sido conferida, por regla general, la tarea social de explorar, mediante los ricos recursos de la imaginación, los milenarios mundos simbólicos creados por la cultura.
El padre de Michael Ende era un pintor surrealista. Ese quizás fue el más importante tópico de su infancia, tópico que opino le aguzó el ingenio. El principal arquetipo universal que nos presenta Ende en La historia interminable es el de la Voluntad. Ende le propone al lector la existencia de un mundo: el de Fantasía. Es allí donde todos los símbolos y leyendas alcanzan la forma de figuras tangibles; es allí donde la imaginación se desata de sus ataduras y vestidos terrenales para recrear, al nivel de la inteligencia lúdica y la conciencia poética, otro mundo que vive como reales sus propias contradicciones y necesidades imaginarias; es allí donde el héroe de la novela supera enormes peligros y llega a las más felices realizaciones, mientras se retroalimenta de sus mismos sueños, obsesiones y pesadillas.
Ahora, ¿dónde radica para mí lo insustituible de este libro que lo hace a la vez un válido interlocutor con el pensamiento crítico de Carlos Marx?
Que para el héroe de esta novela heroica, el gordito Bastián Baltasar Bux, el problema más importante no es entrar en Fantasía, sino salir de ella.
En sus Escritos Doctorales (1839 – 1841) el joven Marx apunta en unas esclarecedoras líneas lo que creo son unos de los comentarios psicológicos más íntimos sobre su futura misión filosófica:
«Hay una ley psicológica según la cual el espíritu teorético, devenido libre en sí mismo, se transforma en energía práctica, como voluntad que resurge del reino de las sombras de Amenti (…)»
Amenti era la región de ultratumba donde habitaban, según la tradición religiosa, las almas de los egipcios muertos. Amenti cobra para Marx el significado simbólico que tiene Fantasía para los lectores de Michael Ende. Marx lo que está es previniéndonos sobre los grandes peligros a que nos somete la imaginación subjetiva; Marx lo que no está proponiéndonos, como respuesta, es una salida de Fantasía a partir de la erección de una Filosofía de la Voluntad.
Pero, precisemos el significado de este cuerpo alegórico todavía más. ¿Qué vendría a representar con exactitud el mundo de Fantasía para un pensador de la talla de Carlos Marx?
Fantasía, digámoslo así, puede entenderse como la tradición filosófica en pleno que posee la civilización de Occidente, la cual es también un cuerpo simbólico -imaginario que se retroalimenta constantemente. Es en relación a ese pasado filosófico repleto de sus propias contradicciones internas, complejos enigmas y soluciones teóricas mediáticas, que el joven Marx se sitúa con el mismo nivel de resolución de Bastián Baltasar Bux frente a su propio mundo imaginario: Hay que salir de él a cualquier precio, pues el costo de una permanencia demasiado prolongada en las hermosísimas aunque inciertas tierras de la imaginación especulativa puede desembocar en la locura individual, en una crisis no solo de la personalidad psicológica del sujeto, sino de todo un proyecto histórico.
Continuando con la cita de Carlos Marx él nos dice acto seguido:
«Desde el punto de vista filosófico es importante, sin embargo, especificar mejor estos aspectos puesto que de la manera determinada de este cambio puede deducirse no solo la determinación inmanente, sino el carácter histórico – universal de una filosofía.»
Al cambio a que Marx se refiere es originado por su voluntad que lo ha sacado felizmente de la región del Amenti (el profundo quietismo que siempre poseen la conciencia subjetiva y el idealismo en cualquiera de sus formas) para transportarlo de súbito al agitado mundo de los problemas reales.
Aunque, ¿en qué puede radicar el carácter original y fecundo de este paralelo entre el mundo de Fantasía y el viejo pasado filosófico occidental?
En que Fantasía, pese a su belleza, como el viejo pasado filosófico, tiene que ser necesariamente dejado atrás, pues en él no radica la solución real de los problemas de la sociedad ni del individuo humano. En esa necesidad de «dejar atrás» se ejerce la crítica conscientemente activa a lo que Fantasía es como significado cultural, entre tanto, se va imponiendo en la propia estructura psicológica del individuo un cambio radical, que sustentado por la voluntad, y basado en la honestidad final de las motivaciones internas de su existencia personal, lo conduzcan afuera.
En segundo lugar, salir de Fantasía cobra para nuestro héroe una significación misional. Si con relación a Fantasía se ejerce la crítica más despiadada esa crítica no podrá ser menor frente al mundo real. Porque Fantasía, en definitiva, no ha sido inútil como tampoco ha sido inútil la tradición filosófica de Occidente, porque lo que se impone es una nueva estación gnoseológica para el pensamiento humano y una nueva conducta práctica de alcance histórico.
Es aquí donde creo que se aclara el potencial significado revolucionario que hay en la última línea de la cita de Marx: Una Filosofía de la Acción -emanada de un acto ejemplar de la voluntad humana- solo puede explicar y desatar todo su contenido explosivamente revolucionario si se tiene en cuenta no solo a dónde se dirige, sino también a qué renuncia, como las dos direcciones sobre las que se ejerce la Crítica. Porque lo que ha surgido en el escenario intelectual europeo es una Crítica de la Filosofía, la cual dentro de un concreto marco histórico (la era filosófica pos hegeliana, la aparición de las ciencias teóricas, la segunda revolución industrial, las dos revoluciones burguesas de 1830 y 1848, el ascenso del movimiento obrero internacional y el nacimiento moderno de las ideas socialistas) se va a pronunciar frente a todo el pasado filosófico; es decir, contra el Amenti ideológico donde hibernan las ideas congeladas e irresolutas del milenario Occidente.
Es en esa situación de máximo enfrentamiento intelectual, al que Marx apuesta su vida, su salud y su genio, donde queda esclarecido definitivamente para nosotros lo que el pensador alemán ha llamado: «el carácter histórico – universal de una filosofía.»
Ahora, precisemos en lo posible lo que significa ese carácter unigénito, «histórico – universal», de la Filosofía de Marx.
Pienso que el valor de esa Filosofía no radica tanto en el significado inmediato de su escritura, sino en lo que esa escritura constituye como violenta respuesta de un singular espíritu que busca realizarse en la acción y como revelación esencialmente humana: los problemas de la Filosofía no pueden ser resueltos en el terreno de la Filosofía; los verdaderos problemas de la Filosofía son los problemas que competen al hombre y al mundo real: la economía, la sociedad, el individuo y el replanteamiento objetivo del viejo tema histórico – filosófico de la emancipación humana.
Los estudiosos del marxismo muchas veces separan en dos los principales períodos del pensamiento de Carlos Marx: el de La Crítica a la Filosofía y el de La Crítica de la Economía Política. El primero conduce inobjetable al segundo por ley de consecuencia lógica y ética, del mismo modo que para el héroe infantil creado por Ende, superar el mundo de Fantasía y ponerle feliz fin a la historia interminable, lo conduce a abrazar con plenitud y entereza el mundo de lo real.
Mas, para Marx, como para nosotros, esto cobra un significado nada alegórico, porque esa suprema decisión marxista alteró el rostro real de los últimos dos siglos. La voluntad de Marx se expresa así, en nuestra realidad social, como la voluntad política de cambiar el mundo, la cual, bajo la forma del espíritu teórico práctico, lo somete a la más profunda y desestabilizadora crítica que la historia del pensamiento haya conocido: La Crítica a la Economía Política del capitalismo, donde el propio Marx va a quedar colocado en el pináculo dirigente de la marea ascensional del movimiento revolucionario obrero de la segunda mitad del siglo XIX.
Ahora, ¿cuáles son los problemas que debe resolver la crítica marxista frente al tenebroso ultramundo del Amenti mental?
Creo que la Crítica filosófica marxista al volverle intencionalmente la espalda a toda la tradición filosófica anterior, para decidirse a ocupar para la revolución social el presente histórico descubierto por la Filosofía hegeliana, emitió, sin lugar a duda, el veredicto definitivo que se puede decir con respecto a la ideología clásica alemana: la Ideología es la historia de una falsa conciencia.
No obstante, ¿cuáles pueden ser los verdaderos peligros que arrostra hoy en día un pensamiento moderno como el marxismo, que se devuelve tenazmente al conocimiento y a la transformación del mundo real, en revolucionaria respuesta a varios siglos de idealismo subjetivo?
Existe un peligro muy especial que quiero señalar: el posible fin de la Filosofía si este fin es decretado por el pensamiento positivista. El cual, amparado en los innegables hallazgos de las ciencias teóricas y en el actual triunfalismo científico técnico, intenta crear las condiciones teóricas que produzcan la muerte de la dimensión simbólica del ser humano. Ser humano que corre el peligro mortal de perder su capacidad de rebelarse porque ha perdido su capacidad de soñar. Un positivismo teórico que, en aras de un funcionalismo social extremo y de una concepción marcadamente utilitarista de la vida, puede llegar a propiciar que se ceben en nosotros las técnicas más sofisticadas de dominación política e ideológica elaboradas por el capitalismo.
Es en ese momento, que debemos volver a la raíz tremendamente humana del contenido real de la rebelión de Marx, explicada alegóricamente en el temerario viaje de Bastián Baltasar Bux a través del mundo de Fantasía. El niño fue allí para buscar en los mares ignotos de la poesía y el pensamiento sin fronteras atributos universales de la cultura, correlativos al sueño legendario de la especie, los cuales resultan siempre inagotables con relación a los estrechos límites trazados por la realidad sensoria y el estricto marco utilitario que nos fija la convencional y apocada razón burguesa de nuestro tiempo. El niño acudió allí a buscar lo que Marx encontró convincentemente para nosotros en las solitarias y extenuantes noches de sus estudios críticos filosóficos: La parte de león de la condición humana; la voluntad de cambiar la vida fundada en la honestidad final de las motivaciones internas del sujeto psicológico.
Es desde el estricto marco histórico – cultural de esa gran rebelión protagonizada por un hombre llamado Carlos Marx, y desde la perenne vindicación del postulado subjetivo de la voluntad, que puede ser reorientada con éxito la Filosofía y el pensamiento hacia el mundo de las necesidades reales de los hombres, mientras se despliegan al unísono las extraordinarias fuerzas políticas que pueden producir el cambio social y gestar una nueva era de confraternidad y justicia en las relaciones humanas.
Ya que la voluntad política de cambio, emergida con toda su fuerza de la crisis histórica de la autoconciencia filosófica, encuentra en los pobres del mundo el rugoso cuerpo material de su sentido misional como dramático contenido histórico – objetivo. Pues la praxis política -nos dice Marx en plena actualidad- sigue siendo el nivel más alto y fecundo de la Filosofía revolucionaria