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Cartas a Samira (6)

Fuentes: Al-Jumhuriya

¿Qué hice cuando despareciste, Sammur? Como en todo, no puedo contarte muchas cosas. Lo dejo para cuando vuelvas.  Lo nuevo, además de que he seguido escribiendo como sabes e imaginas, es que he podido viajar a varios países europeos. Sigo sin tener pasaporte, Sammur, y para cada viaje hacen falta varios intercambios de correspondencia con […]

¿Qué hice cuando despareciste, Sammur? Como en todo, no puedo contarte muchas cosas. Lo dejo para cuando vuelvas.
 
Lo nuevo, además de que he seguido escribiendo como sabes e imaginas, es que he podido viajar a varios países europeos. Sigo sin tener pasaporte, Sammur, y para cada viaje hacen falta varios intercambios de correspondencia con la parte invitante, el consulado del país y el departamento turco de inmigración… Es agotador. Los viajes entre países se han convertido en un asunto político, más bien, de soberanía, cercado por peligros y seguridad, en concreto para los sirios. Los consulados que debes visitar para lograr documentos de viaje recuerdan a las sedes de la seguridad asadianas. Nuestra situación en el mundo, Sammur, es la continuación de la situación que teníamos en «la Siria de Asad».

Sigo siendo, no obstante, de esa minoría afortunada de sirios que pueden viajar de vez en cuando y volver a su lugar de residencia. He ido a países europeos y no a países árabes o de otras zonas geográficas hasta el momento. Me invitaron a un país árabe hace aproximadamente un año, pero los servicios secretos del país en cuestión, que prometieron a un amigo que intentó mediar que me recibirían, ¡dijeron que querían verme al llegar al país! Me invitaron a una universidad en otro país árabe, ¡pero esperaban que yo mismo arreglase los problemas que causaba el hecho de que yo no tenga pasaporte!

Todos los viajes han sido para participar en actividades culturales e intelectuales relacionadas con la causa siria. Hoy es una de las grandes cuestiones mundiales, o quizá la más importante. Una cuestión que desafía las bases del pensamiento, la política y el sistema internacional vigente, y nos miran a nosotros, los que hablamos de ella, con una mezcla de consideración, enemistad y duda.

Al mismo tiempo, en nuestro país más que en ninguno, ves claramente la historia, ves el Estado en toda su barbarie y vanidad, y ves a la religión en su locura y mundanidad. Ves al mundo en su estrechez, amplitud y corrupción. Ves cómo personas y grupos se vuelven contra sí mismos y contra los demás, y ves una pasarela de máscaras de todo tipo: la esclavitud cuyo rostro va cubierto con la máscara de la liberación, el odio que lleva la máscara del amor, el sectarismo que se cubre con el velo de la patria, el asesinato que se autodenomina clemencia, la mentira que habla con la lengua de la sinceridad, el egoísmo que adopta el papel del altruismo y el sacrificio, y la ingenuidad que pretende ser justa… Todo lo que ves y oyes puede ser lo contrario de lo que dice ser. Si no fuera porque el corazón pesa en tu ausencia la reflexión sobre este mundo se habría revuelto y convertido en fuente de placer intelectual y, de hecho, sería una particular fortuna, a pesar de la desgracia general, vivir en un momento histórico como este. Creo que las grandes luchas incitan al pensamiento sobre la historia y el destino de la humanidad, y estamos en una situación así hoy, Sammur. Ojalá estuvieras a mi lado…

Lo nuevo también en relación a la escritura es que escribo sobre vosotros cuatro: sobre Razan y especialmente sobre ti. Escribir sobre ti no es solo un tema nuevo en mi trabajo, Sammur, sino que es lo que da espíritu a todo mi otro trabajo. No eres mi causa, Sammur: eres mi identidad. Escribir sobre ti es una terapia para mí también, Sammur.

Tengo, como muchos refugiados sirios, «el complejo del superviviente», el sentimiento de culpa que invade a quien se ha salvado de una desgracia de la que no se han salvado otros. En Al-Jumhuriya (claro que te acuerdas: sigue funcionando y sigo escribiendo ahí básicamente) un joven escritor habló de este complejo del que muy probablemente nunca había oído hablar antes, con una bellísima y concentrada expresión: ¡el shock de la salvación! «El shock de la salvación» es doble en mi caso, pues me salvé esta vez cuando muchos otros no lo hicieron, cuyo número sigue en aumento; pero especialmente porque tú no estás entre los que se han salvado. Es algo con cuya responsabilidad cargo yo solo y lo que más me debilita, Sammur. También es lo que he estado resistiendo por medio del trabajo, y para lo que los amigos, cada uno de los cuales tiene su propio complejo de superviviente en diferentes grados, son una enorme ayuda.

Incluso nuestros amigos turcos tienen cierto grado de ese sentimiento, que les anima a solidarizarse y participar con nosotros en diversas actividades culturales y de protesta. Su ayuda ha sido enorme en todo momento.

Lo que he intentado combatir durante cerca de cuatro años, Sammur, es rendirme a ese shock de la salvación. Creo que tiene al menos dos efectos destructores. El primero es que puede empujar al superviviente a detener el tiempo en el punto de «su salvación»; es decir, su salida del país en nuestra situación, lo que puede volverle después incapaz de ver el cambio de situación y condiciones de la lucha, y la necesidad de reformar los instrumentos para poder seguir con dicha lucha y mantener una posición liberadora en la misma. Creo que conozco casos de supervivientes de nuestra antigua lucha que no dejan de librar una guerra anterior que no libraron cuando debían. Sin embargo, después de que todo cambiara, que la libren ahora no tiene el mismo significado y no tienen la misma posición liberadora. Dan una sensación de antigüedad y de moda pasada. Es un destino que espero evitar, Sammur.

El segundo efecto del complejo del superviviente es que se detenga su capacidad de luchar en las nuevas condiciones de refugio y consuma su energía en quejarse y refunfuñar, o en culparse a sí mismo y al resto. Intento resistir el sentimiento de culpa que nace del shock de la salvación para poder seguir luchando, Sammur. Creo que lo que más destruye la capacidad de luchar es caer en las cadenas del sentimiento de culpa, que es el estado mental menos propicio para que podamos ayudar a quienes no se han visto afectados por nuestro shock de la salvación, o quienes están en peor situación que nosotros. No es sencillo. Lo sé por experiencia, Sammur: es lo más parecido a un sempiterno enfrentamiento que se renueva cada día y donde nunca ganamos la batalla, aunque la podemos seguir librando.

Tal vez ayude a orientarse en esta situación insoportable, Sammur, que un día estuve en la situación del no superviviente – me refiero a la cárcel – mientras que los compañeros y amigos tenían el shock de la salvación. En aquel momento tú también estabas en una situación parecida y no hay duda de que amigos y compañeros tuyos tenían una sensación similar. ¿Qué esperábamos de quienes se habían salvado cuando estábamos con la mayoría de nuestros compañeros en la cárcel? ¿Qué siguieran en la lucha de la que nos habían sacado? No en todos los casos, solo en la medida de lo posible y según su evaluación de la situación. ¿Queríamos que se rindieran al sentimiento de culpa y se reprocharan el tener el shock de la salvación y que no se libraran de ello más que siendo encarcelados con nosotros? Claro que no. Creo que lo que deseábamos de ellos era que se cuidaran y que cuidaran nuestra causa con sus personas y comportamiento. En las cárceles de Hafez al-Asad esperábamos que nuestros amigos cuidaran su dignidad, nuestra dignidad.

Eso es lo que intento hacer, Sammur. No intento solo cuidar tu dignidad, ni la dignidad de nuestra causa y mi dignidad propia, sino también, intento seguir en la lucha con herramientas que quizá son algo diferentes de las anteriores, pero que lo son para que podamos proteger nuestra causa mejor.

En ello no hay nada que satisfaga en una situación como la nuestra, la tuya y la mía, Sammur. Tú estás desaparecida tras unas fronteras estrechas y oscuras, y a mí me han lanzado lejos, fuera de las fronteras. No me basta. Mientras trabajo en la construcción de herramientas más útiles y de una posición más adecuada para que sigamos en la lucha después de perder la primera ronda de la revolución, intento hacer algo que tenga que ver directamente con tu causa todo el tiempo. No he conseguido nada aún, Sammur, pero sigo llamando a la puerta y tengo la esperanza de poder incluso romperla un día no muy lejano para liberarte, y liberar a Razan, Wael y Nazem.

Y en primera y última instancia, sigo en la lucha porque tú me necesitas, me necesito a mí fuerte el día en que regreses.

Te espero. Solo cuídate, te lo ruego.

Besos, corazón mío.

Yassin

Fuente original: http://traduccionsiria.blogspot.com.es/2017/08/cartas-samira-6.html?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed:+TraduccionesDeLaRevolucinSiria+%28Traducciones+de+la+revoluci%C3%B3n+siria%29