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Iglesia de Entrevías: la parroquia ha recogido 30 mil firmas de apoyo

Cinco meses después… «San Carlos Borromeo resiste»

Fuentes: Diagonal

El arzobispado de Madrid aún no ha se ha impuesto en su pulso con la parroquia de San Carlos Borromeo. Hablamos con uno de sus curas sobre el día a día en la iglesia rebelde de Entrevías. Cinco meses después de la orden de cierre decretada por el arzobispado de Madrid, el lema acuñado entonces, […]

El arzobispado de Madrid aún no ha se ha impuesto en su pulso con la parroquia de San Carlos Borromeo. Hablamos con uno de sus curas sobre el día a día en la iglesia rebelde de Entrevías.

Cinco meses después de la orden de cierre decretada por el arzobispado de Madrid, el lema acuñado entonces, «San Carlos Borromeo resiste», continúa siendo una realidad. Los planes iniciales de Rouco Varela de convertir el templo en un centro de Cáritas por ahora no han pasado del papel. Y en Entrevías, a pesar de las amenazas, sus tres sacerdotes siguen ejerciendo.

Su forma de entender el rito tampoco ha cambiado. Continúan oficiando con ropa de calle, aprovechando la liturgia para que los vecinos charlen sobre los problemas del barrio y sustituyendo la oblea tradicional por pastas y galletas preparadas por los propios feligreses. Ya no siguen, tal vez, las misas multitudinarias de hace algunos meses. Los domingos con más de un millar de asistentes y decenas de medios de comunicación alrededor del templo han quedado atrás. Pero aún así, la asistencia al templo continúa siendo bastante elevada.

Ahora, después del ajetreo vivido, la acción social de la parroquia también ha recobrado su ritmo habitual. Como se lleva haciendo desde hace tres décadas, en las dependencias del templo se atiende a las necesidades del barrio, ofreciendo ayuda o buscando alojamiento a vecinos sin recursos, drogodependientes, ex presidiarios, prostitutas, menores con problemas o inmigrantes sin papeles.

«Lo que siento es que en este tiempo podamos haber desatendido otros muchos problemas que hay», comenta Pepe Díaz, uno de los curas históricos de Entrevías. En cuanto al conflicto con el arzobispado, afirma que a lo largo del verano «no ha habido nada nuevo».

Tras el aluvión de críticas, recogida de firmas, y debate en los medios, el arzobispado varió sus exigencias. En una nueva propuesta, incidía en que la parroquia dejase de prestar servicio pastoral y pasara a ser un centro diferente. Desde San Carlos Borromeo se ofreció una contrapropuesta: mantener el servicio religioso y social. La carta se entregó el 9 de julio al obispo auxiliar de Madrid. No han tenido respuesta.

‘Ola de solidaridad’

Mientras, en este tiempo las muestras de apoyo no han dejado de llegar a este pequeño templo. El 27 de julio se efectuaba la decimoquinta entrega de firmas en el arzobispado. En total, 30.000 personas han pedido por escrito que no se cierre la parroquia. A ello se suman otras manifestaciones que dan a entender la conexión de esta iglesia con su barrio. En sus gradas, los aficionados del Rayo Vallecano han colocado pancartas a favor de la parroquia. El 15 de julio, la tradicional fiesta de la Batalla Naval de Vallekas se dedicó este año a la defensa de San Carlos Borromeo. Y no han faltado apoyos llegados desde los puntos más remotos del cristianismo.

Posiblemente, esta «ola de solidaridad», como la ha definido el también párroco Javier Baeza, sea la causa que ha frenado los planes de Rouco Varela. Pepe Díaz recuerda que otras veces no ha sido así. Él mismo vivió en primera persona el caso de la iglesia Nuestra Señora de Gracia, en Moratalaz. Hace 16 años, el obispo decidió cerrarla por las divergencias entre la iglesia y la jerarquía eclesiástica. Pero lo visto en estos meses demuestra que cerrar San Carlos Borromeo no es igual de fácil. Pepe Díaz ignora cómo acabará este conflicto, pero pide más respeto por su forma de entender la liturgia. Para él no se trata de algo anecdótico. «La liturgia es un vehículo de transmisión de unos valores. Y es como el lenguaje: a alguien sólo le entiendes cuando habla en tu mismo idioma», asevera. «Eso se siente cuando se está aquí, pero no se entiende igual desde un palacio episcopal».