Los partidos cuya participación ha sido tema de debate judicial en el Supremo son el Partido Democrático Árabe (PDA) y Raam y Ta’al, dos fuerzas que concurrieron en una coalición liderada por Ahmed Tibi en las pasadas elecciones. La labor parlamentaria de los diputados palestinos en la Knesset (Parlamento israelí) puede ser calificada de cualquier […]
Los partidos cuya participación ha sido tema de debate judicial en el Supremo son el Partido Democrático Árabe (PDA) y Raam y Ta’al, dos fuerzas que concurrieron en una coalición liderada por Ahmed Tibi en las pasadas elecciones. La labor parlamentaria de los diputados palestinos en la Knesset (Parlamento israelí) puede ser calificada de cualquier cosa menos de normalizada. La situación en esta legislatura ha sido tan tensa que el líder y fundador de Balad (integrado en el PDA), Azmi Bishara, que había sido parlamentario desde 1996, se vio obligado a dimitir en abril de 2007 en la Embajada israelí en El Cairo. Tras perder la inmunidad parlamentaria, Bishara optó por exiliarse.
Y es que este político cristiano nacido en la bíblica Nazaret estaba acusado de «traición a la Patria», la israelí, por haber visitado Siria en 2001 y 2006, así como Líbano, donde realizó declaraciones a favor de Hizbullah, la formación chií que se ha convertido en una de las bestias negras de Israel. Pese a ser un destacado miembro de la Knesset, Bishara sufrió en sus propias carnes la legislación israelí, que prohíbe a sus ciudadanos viajar a países considerados «enemigos», especialmente a Siria, Líbano e Irán. Esta prohibición es especialmente dura para los habitantes de Galilea, la zona situada al norte de Israel donde se concentra la población palestina, ya que muchos de ellos tienen lazos familiares al otro lado de la frontera.
La tensión que se vivió en la sesión de la Knesset tras conocerse el intento de prohibición de los partidos palestinos de concurrir a las elecciones fue también muy elevada. Los diputados árabes calificaron la medida de «fascista y racista». David Tal, parlamentario de Kadima, principal partido del Gobierno israelí, espetó a voz en grito «volved a Siria» a los diputados árabes. Avigdor Lieberman, líder de la ultraderechista Yisrael Beitenu y nacido en Moldavia, mostró su satisfacción. «Ahora que se ha decidido que la organización terrorista Balad no podrá competir en los comicios, la primera batalla ha terminado», declaró. Yisrael Beitenu (YB) es un partido que agrupa a emigrantes de la antigua Unión Soviética. Pese a que parlamentarios de YB como Yosef Shagal o Alex Miller no viajaron a Israel desde Bakú y Moscú hasta 1990 y 1992, en su programa electoral abogan por la expulsión de los palestinos de Israel, a pesar de que la mayoría de ellos están asentados en esa tierra desde hace generaciones. Es la expresión máxima de la proclama sionista de un «Estado judío sólo para judíos». «Llaman Día de la Catástrofe (Nakba) a nuestro Día de la Independencia y no quieren que estemos aquí, sólo quieren una mayoría árabe», dijo Yoav Meni, asesor de YB.
Michael Ben-Ari, candidato del ultraderechista Unión Nacional, fue aún más lejos. «Éstos son nuestros auténticos enemigos. Utilizan los teléfonos de la Knesset para ordenar ataques contra nuestro país. Deberían estar entre rejas. Tibi visitó Líbano y no sabemos lo que hizo allí. ¿Cómo podemos permitirnos cometer dos veces el mismo error?», se preguntó.
En todo caso, tanto Balad como Raam y Ta’al no son formaciones que abogan por la destrucción del Estado de Israel. En su programa defienden la solución de los dos estados. Es decir, que Israel limite su territorio a las fronteras previas a 1967, mientras que en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este debería constituirse un Estado palestino. Para ello, evidentemente habría que desmantelar las colonias sionistas instaladas en Cisjordania. Asimismo, estas formaciones reclaman que los palestinos del Estado de Israel (Territorios de 1948, según la denominación palestina) sean reconocidos como una minoría.
En 2003, Balad ya sufrió una prohibición similar con el argumento de que Bishara había mostrado su apoyo a Hizbullah, aunque posteriormente el Supremo les permitió concurrir a los comicios. Lo mismo pasó con Ta’al.
La primera prohibición de una formación árabe israelí se remonta a 1965, cuando el Comité Electoral Central impidió a la formación al-Ard concurrir a los comicios.
Junto a estas formaciones que se presentan a las elecciones a la Knesset, existen partidos de los árabes israelíes que optan directamente por no participar en los comicios al considerar que el Parlamento es una pieza más del engranaje del Estado israelí para perpetuar la discriminación de la población no judía. Es el caso de la formación izquierdista Abnaa el-Balad (Hijos de la Tierra) o de grupos islamistas. Abnaa el-Balad es un movimiento que fue creado en 1969 por universitarios y su programa recoge «el derecho al retorno de todos los refugiados palestinos a sus casas y a sus tierras, el fin de la ocupación y el apartheid sionista y el establecimiento de un Estado democrático secular en Palestina como solución definitiva al conflicto árabe-sionista».
Tradicionalmente, parte del voto de la comunidad árabe se dirige también a formaciones de la izquierda sionista, especialmente a la coalición Meretz-Yachad -que defiende la solución de los dos estados y aboga por una sociedad laica- y al Partido Laborista.
La comunidad árabe israelí de la actualidad está formada por los descendientes de aquellos que en la Nakba de 1948, en la constitución del Estado de Israel, no abandonaron sus hogares como consecuencia de la limpieza étnica. Se estima que de los 950.000 árabes que vivían en los Territorios de 1948, sólo 156.000 pudieron permanecer en sus hogares. El resto tuvo que convertirse en refugiado en Gaza, Cisjordania, Jordania, Líbano, Irak o Siria.
Expropiar la tierra
El Estado de Israel aprobó en 1953 una ley que permitía expropiar la propiedad de la tierra de los refugiados que se habían visto obligados a huir. El Estado sionista empleó leyes otomanas para usurpar la tierra a los refugiados.
La mayoría de los árabes de Israel son de religión musulmana (82%), incluidos los beduinos del Neguev. Los cristianos suponen un 9% y los drusos otro 9%. Según el censo de 2006, el número oficial de árabes residentes en Israel era de 1.413.500. En esta cifra se incluye a los residentes en Jerusalén Este, que no tienen ciudadanía israelí sino un simple permiso de residencia concedido por el Estado de Israel como si se tratase de ciudadanos extranjeros.
Oficialmente, los beduinos que viven en el desierto del Neguev (sur) son 111.000, los que habitan en Galilea (norte) 50.000 y otros 10.000 en la región central. Se trata de un pueblo tradicionalmente nómada que el Gobierno israelí ha tratado de convertir en sedentario mediante la construcción de poblaciones especialmente destinadas para esta comunidad. Paradójicamente, la mitad de la población beduina vive en lo que Israel denomina «aldeas no reconocidas», es decir, en pueblos que no cuentan con permiso de construcción y que, con la ley israelí en la mano, pueden ser demolidos en cualquier momento.
El no reconocimiento de las aldeas es también un problema que afecta al resto de árabes israelíes, especialmente en Galilea, donde los palestinos son el 52% de la población. Es decir, se trata de una zona del Estado de Israel en la que la población judía es una minoría, algo que desde una perspectiva sionista no se puede consentir. Especialmente si se trata de una región fronteriza con un país enemigo como es Líbano.
De este modo, en Galilea se vive una situación que, salvando las distancias, es similar a la de Cisjordania. Existen colonias sionistas de nueva creación destinadas a judaizar la región que cuentan con todos los servicios. Frente a ellos, la población autóctona vive en aldeas «no reconocidas», que carecen de la mayoría de servicios pese a que pagan sus impuestos.
Un hecho que ilustra la situación en la que viven los palestinos en Galilea es que, durante la agresión de Israel a Líbano en 2006, el Ejército sionista colocó sus baterías antimisiles únicamente en poblaciones árabes. De este modo, los ataques de los guerrilleros de Hizbullah contra estas baterías provocaron la muerte de los habitantes de estas aldeas. Según un estudio de la Asociación Árabe de Derechos Humanos (AHRA), la mayoría de los muertos civiles israelíes en este conflicto fueron palestinos.
La población palestina vive completamente segregada de los israelíes, salvo contadas excepciones. Los principales núcleos de población se concentran en Galilea, el Neguev y el entorno de Jerusalén. Al margen de Jerusalén, donde hay más de 200.000, Nazaret es la población en la que más palestinos viven, con 65.000 habitantes. Los colonos judíos construyeron en 1954 Nazaret Illit (Nazaret de Arriba), donde actualmente viven segregados más de 40.000 sionistas.
En grandes ciudades del norte de Israel, como Haifa o San Juan de Acre (Akka) hay habitantes judíos y palestinos. En Haifa, el gran puerto de Israel, el 18% son palestinos. En San Juan de Acre, el 33%. Un ejemplo de la tensión en la que viven las dos comunidades se produjo en octubre, cuando San Juan de Acre vivió enfrentamientos callejeros. Ahmed Tibi, portavoz de la coalición Raam-Ta’al, señaló entonces que «la Policía ha demostrado que es racista y judía». Evidentemente, sólo los palestinos padecieron las cargas policiales, no los judíos.
La discriminación que padecen los árabes tiene consencuencias en distintos ámbitos, como el sanitario, puesto que la esperanza de vida es sustancialmente más reducida que la de los judíos. La tasa de mortalidad infantil entre los árabes es del 8,4 por mil, frente al 3,6 por mil de los judíos. En el ámbito educativo, aunque existen escuelas primarias en árabe y en hebreo, el reconocimiento de aquél desaparece al llegar al nivel universitario, donde todos las clases son en hebreo y en inglés.
Además, en las líneas en árabe la enseñanza del hebreo es obligatoria en todos los cursos como segunda lengua. Sin embargo, quienes estudian en hebreo no tienen el árabe como asignatura obligatoria, sino optativa en algunos cursos. El resultado es que todos los alumnos que han estudiado en árabe son capaces de expresarse correctamente en hebreo, pero sólo unos pocos de los que han estudiado en hebreo son capaces de mantener una conversación o leer un artículo escrito en árabe.
La discriminación tiene su punto álgido en la prohibición de servir en el Ejército a la población árabe. Sólo los drusos están autorizados. A priori puede parecer que para los árabes es un alivio no tener que servir en un Ejército que oprime y mata a sus hermanos palestinos. Y es cierto. Pero también es cierto que en una sociedad completamente militarizada como la israelí no haber servido en el Ejército se convierte en un obstáculo para acceder a puestos de trabajo en el sector público, ayudas o subvenciones. La empresa privada también privilegia a quienes han realizado el servicio militar. Junto a ello, esta exención es una muestra de que el Estado de Israel ve a los árabes como el enemigo más que como a ciudadanos. Por eso no los quiere en el Ejército.
http://www.gara.net/paperezkoa/20090209/120817/es/Ciudadanos-tercera-ante-cita-urnas