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Claroscuros latinoamericanos en tráfico de especies silvestres

Fuentes: IPS

En varias páginas electrónicas se pueden adquirir ejemplares de la salamandra ajolote (Ambystoma mexicanum) o la tortuga de caparazón blando o de agua dulce (Trionyx spiniferus), pese a que ello viola un comercio regulado por convenciones internacionales. Son casos que ejemplifican nuevas modalidades del tráfico de especies vegetales y animales, que agravan aún más el […]

En varias páginas electrónicas se pueden adquirir ejemplares de la salamandra ajolote (Ambystoma mexicanum) o la tortuga de caparazón blando o de agua dulce (Trionyx spiniferus), pese a que ello viola un comercio regulado por convenciones internacionales.

Son casos que ejemplifican nuevas modalidades del tráfico de especies vegetales y animales, que agravan aún más el contrabando transfronterizo y se alimentan también con sitios ubicados en la llamada Internet profunda, la web con contenidos invisibles para los motores de búsqueda.

A pesar de la magnitud del daño a la biodiversidad, América Latina y el Caribe registra pocos avances en el combate al comercio ilegal de especies silvestres, el tema este año del Día Mundial del Ambiente, que se celebra el 5 de junio bajo el lema «El futuro de la vida silvestre está en nuestras manos».

Por su riqueza biológica, México, América Central y la Amazonia -con porciones de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Suriname y Venezuela- son las principales fuentes de especies vegetales y animales para el mercado ilegal.

«América Latina representa una actividad criminal bastante importante, porque existen varios países considerados como megadiversos, eso vuelve a la región muy vulnerable al tráfico», señaló a IPS el especialista Roberto Vieto.

El gerente de vida silvestre para América Latina de la no gubernamental Protección Animal Mundial, una organización con base en Londres dedicada al bienestar de la fauna, denunció que hay un repunte en el tráfico de la vida silvestre en la región, potenciado por el comercio electrónico.

El Reporte sobre el crimen de la vida silvestre mundial, publicado el 26 de mayo por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, en inglés), indica que en el periodo 2004-2015 México, Argentina, Chile y Venezuela encabezan la lista de decomisos latinoamericanos de variedades de flora y fauna.

En la región se produjeron 15 por ciento de las incautaciones mundiales, mientras que en América del Norte se efectuaron 46 por ciento, en Asia y el Pacífico 24 por ciento, en Europa 14 por ciento y en África uno por ciento.

De las confiscaciones se deduce que los reptiles, los mamíferos y las aves son las especies latinoamericanas protagonistas del tráfico, con Estados Unidos, Europa y más recientemente China como destinos favoritos.

La UNODC estima que unas 7.000 especies son traficadas mundialmente, actividad que genera cada año entre 8.900 millones de dólares y 22.250 millones, según informó la Unión Europea en febrero. Eso lo convierte en uno de los cuatro mayores delitos transnacionales, junto con las drogas, las armas y la trata de personas.

Las capturas de variedades son un indicativo de la magnitud del fenómeno. Por citar un ejemplo, las autoridades mexicanas decomisaron entre 2007-2011 más de 200.000 ejemplares y detuvieron a 294 personas involucradas en el delito.

En 2013 se incautaron 4.033 ejemplares y se detuvieron 57 personas por tráfico ilegal de fauna y flora silvestre, y al año siguiente, el último sobre el que se tienen datos, solo se requisaron 1.741 animales y plantas y hubo 37 personas procesadas.

Parte de los ODS

La eliminación del tráfico de vida silvestre integra la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

En el 15 de los 17 Objetos de Desarrollo Sostenible, el dedicado a la protección de los ecosistemas terrestres, la meta siete contempla «tomar medidas urgentes para poner fin a la caza furtiva y el tráfico de especies protegidas de flora y fauna, y afrontar tanto la demanda como la oferta de productos ilegales silvestres».

«La problemática es muy grave. Para ciertas especies, el tráfico es su única amenaza. El tráfico internacional se enfoca a especies endémicas, a las más raras, a las amenazadas por la extinción», apuntó el representante en México de la estadunidense Defensores de la Vida Silvestre, Juan Carlos Cantú.

Prácticamente, todos los países latinoamericanos penalizan el tráfico de variedades silvestres y aplican estrategias nacionales contra ese delito. Pero ese combate enfrenta rezagos y lagunas legales, aunque su dinámica sea bien conocida.

Un ejemplo: en su primer «Reporte nacional sobre el tráfico de animales salvajes«, de 2014, la organización Renctas, de Brasil, concluyó en que más de un millón de caimanes (un tipo de cocodrilo americano) son cazados anualmente de forma ilegal en zonas naturales de ese país, para transferir sus pieles a países vecinos para su procesamiento y exportación.

En 2015, Defensores registró en su reporte «Luchando contra la trata de vida silvestre de América Latina para los Estados Unidos» que los cinco animales más traficados eran los caracoles rosados, las tortugas marinas, los caimanes, los cocodrilos y las iguanas.

El lucrativo mercado chino es el cadalso para variedades como la totoaba, el pepino de mar y los tiburones. La captura de la totoaba, un pez de aguas del noroeste mexicano y cuyo buche es muy consumido en Asia como afrodisíaco, sentencia a muerte a la vaquita marina (Phocoena sinus), un cetáceo al borde del precipicio biológico.

Entre las tretas usadas aparecen el contrabando, el uso de documentos legales para ocultar actividades ilegales o de permisos falsificados y otros tipos de fraudes. Como lo señala UNODC, algunos mercados son vulnerables a la infiltración de fuentes ilegales o de vida silvestre traficada, donde no hay regulación internacional.

Los contrabandistas y sus clientes aprovechan vacíos leales en la región. Por ejemplo, Brasil veta la venta de especies salvajes, pero mantiene legal la tenencia de esos animales criados en servidumbre.

Los tiburones son una muestra por antonomasia de las incongruencias normativas. La mayoría de naciones latinoamericanas avala su venta comercial, pero limita o impide la pesca para la extracción de aletas, un manjar en las plazas asiáticas y un incentivo para la mezcla de mercados legales e ilegales.

El gendarme mundial

La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites), vigente desde 1975, cubre a 5.600 especies de animales y 30.000 de plantas contra la sobreexplotación a través del comercio internacional, según su grado de riesgo de desaparición.

Pedidos a Cites

Para la 17 Conferencia de las Partes de Cites, que se realizará en Johannesburgo entre el 24 de septiembre y el 5 de octubre, El Salvador, Guatemala y Honduras pidieron la inclusión en el Apéndice I de cuatro tipos de lagartos del género Abronia. Ese es el listado de especies cuyo comercio se prohíbe.

En un caso llamativo, México solicitó la adhesión de 13 especies maderables de palo rosa (Dalbergia calderonii) en el Apéndice II, donde se enlistan las especies con restricciones comerciales, para proteger esa variedad del tráfico maderero.

Pero los millones de especies que no están incluidas en Cites pueden ser criadas ilegalmente y comercializadas internacionalmente.

Además, los mercados nacionales también están fuera de su alcance, en la medida en que no se puede probar que los productos no han cruzado fronteras, en contravención con las normas de Cites.

En el caso latinoamericano, la mayoría de sus países no ha presentado al menos desde 2010 ante Cites sus reportes bianuales sobre apropiaciones de especies, pese a la importancia de la fiscalización en el combate al tráfico.

Esa brecha tiene los días contados, pues en su reunión anual de febrero en Ginebra el Comité Permanente de Cites decidió que sus Estados miembros deben entregar cada año estadísticas de decomisos, que engrosarán un reporte anual y el primero de ellos se publicará en octubre de 2017.

Vieto y Cantú coinciden en la importancia de la concienciación de la ciudadanía para que no adquiera especies silvestres. «Se necesita campañas de sensibilización para disminuir el consumo de productos, reforzar la aplicación de normas existentes y la cooperación internacional» para cubrir los vacíos locales, propuso Vieto.

Para Cantú, la clave es disminuir la demanda. «Hay que enseñarle a la gente que no debe comprar animales o productos silvestres. Eso bastaría para disminuir el tráfico a niveles sostenibles», planteó.

Editado por Estrella Gutiérrez

Fuente original: http://www.ipsnoticias.net/2016/06/claroscuros-latinoamericanos-en-trafico-de-especies-silvestres/