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Clima cada vez más agresivo

Fuentes: IPS

Científicos cubanos se muestran cuidadosos sobre la presunta responsabilidad del cambio climático en el aumento de la actividad ciclónica en la cuenca del océano Atlántico, pero consideran urgente el esfuerzo de adaptación a un clima que será cada vez más agresivo. El vínculo entre recalentamiento global y fenómenos climáticos más intensos y frecuentes es materia […]

Científicos cubanos se muestran cuidadosos sobre la presunta responsabilidad del cambio climático en el aumento de la actividad ciclónica en la cuenca del océano Atlántico, pero consideran urgente el esfuerzo de adaptación a un clima que será cada vez más agresivo.

El vínculo entre recalentamiento global y fenómenos climáticos más intensos y frecuentes es materia de polémica internacional, al calor de varios años de fuertes y destructivos huracanes en el área geográfica comprendida por el Atlántico Norte, el Golfo de México y el mar Caribe, y de los vaticinios de que también 2006 superará la media anual de 10 tormentas tropicales por temporada.

Uno de los últimos estudios que señalan al cambio climático como responsable del mayor poder de los huracanes, el realizado por el profesor Kerry Emmanuel, del estadounidense Massachusetts Institute of Technology, advierte que la intensidad y la duración de estas tormentas en el Atlántico y el Pacífico han aumentado 50 por ciento desde 1970.

La investigación de Emanuel asoció ese fenómeno a la mayor temperatura media de la superficie de los océanos y de la atmósfera durante el mismo período, de modo que podría estar relacionado con el cambio climático causado por la acumulación de gases de efecto invernadero en la capa de aire que rodea la Tierra.

«La energía disipada por los huracanes está relacionada con la temperatura superficial del mar. El aumento de ésta en la última década no tiene precedentes y probablemente sea un reflejo de los efectos que está teniendo el cambio climático», señaló Emanuel en un artículo publicado por la revista científica estadounidense Nature en agosto de 2005.

Ramón Pérez, director del Centro Nacional del Clima del Instituto de Meteorología de Cuba, no descarta esa tesis. «Pienso que Emanuel tiene razón, aunque no posea aún la fórmula matemática para demostrarlo», dijo en un seminario para periodistas realizado a fines de mayo sobre la temporada ciclónica 2006.

En su opinión, la falta de total evidencia científica no permite afirmar que el cambio climático sea responsable de un aumento de la actividad ciclónica, pero «no se puede descartar» que el incremento actual sea consecuencia de las nuevas condiciones existentes.

Pérez consideró «urgente la acción de la comunidad internacional dirigida a modificar su modelo de desarrollo y estilos de vida, con el fin de mitigar las causas del cambio climático inducido por la actividad humana».

Los gases invernadero son arrojados a la atmósfera principalmente por actividades humanas, como la combustión de petróleo, gas y carbón.

«Simultáneamente (se deben) tomar las medidas necesarias a fin de manejar el riesgo de los ciclones tropicales como una forma de adaptarse a un clima futuro más agresivo», dijo Pérez, quien consideró «impresionantes» los efectos del cambio climático sobre el ambiente mundial.

El impacto de la excesiva concentración atmosférica de gases invernadero, como el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso, incluye un aumento de la temperatura de los océanos y de la frecuencia e intensidad de fenómenos climáticos extremos.

En las latitudes medias y altas del Hemisferio Norte, las lluvias aumentaron hasta en 10 por ciento, acompañadas de episodios infrecuentes, como crecidas en ciertas partes de Europa. En tanto, las sequías se intensificaron y fueron más frecuentes en África y Asia.

El mayor calor derrite glaciares y hielos polares, dando pie a la elevación del nivel del mar, que fue de hasta dos milímetros por año durante el siglo XX.

De acuerdo con los datos de Pérez, también es notorio que los glaciares se están derritiendo más de prisa, y el hielo del mar Ártico disminuye de espesor, mientras el hábitat de muchas plantas, insectos, pájaros y peces se desplazó hacia altitudes y latitudes más elevadas.

«Esperar por la evidencia científica para actuar es un lujo que los gobiernos no se pueden dar, menos aún tratándose de eventos extremos que ponen en riesgo la vida de millones de seres humanos y costos multimillonarios por destrucción de sus patrimonios, que pueden ocurrir en tan sólo horas», sentenció.

Para Maritza Ballester, investigadora del Centro de Pronósticos de esa institución, aún no se puede «dar como positivo que el incremento en cantidad e intensidad de los huracanes se produzca por el calentamiento global como tal».

«Yo sigo creyendo en el criterio de que esto se debe a procesos cíclicos. Me mantengo conservadora al respecto», dijo a IPS Ballester, coautora del modelo cubano de pronóstico de la actividad ciclónica en el Atlántico, junto a Pérez y la meteoróloga Cecilia González.

Pérez también recordó que el comportamiento de los ciclones tropicales presenta variaciones naturales a escala de décadas, que pueden ser muy grandes en algunas regiones como el océano Atlántico.

Esto significa que períodos de alta y poca actividad se suceden en el tiempo, lo que hace muy difícil concluir acerca de si la frecuencia de los huracanes ha estado cambiando, señaló.

Ballester confirmó el pronóstico cubano de 15 tormentas tropicales para toda la región en la temporada ciclónica que comenzó el 1 de junio y se extiende hasta el 30 de noviembre. Nueve de ellas podrían alcanzar la categoría de huracán.

«Existe un 74 por ciento de probabilidades de que al menos un huracán pase por Cuba», reiteró. De las 15 tormentas, 10 surgirían en aguas del Atlántico Norte, tres en el Golfo de México y dos en el mar Caribe.

De cumplirse el pronóstico, ésta sería la novena temporada consecutiva que supera la media anual histórica de 10 tormentas tropicales con nombres, es decir con circulación rotativa y vientos de más de 63 kilómetros por hora.

Los meteorólogos cubanos coinciden en que la actividad ciclónica se verá estimulada por el recalentamiento de la superficie del mar en el Atlántico y por el predominio de condiciones propicias en la circulación del viento en la estratosfera (capa superior de la atmósfera), a alturas de 21 a 24 kilómetros, entre otros factores.

El eventual aumento de la temperatura oceánica podría elevar la cantidad de ciclones tropicales previstos para esta temporada. El año pasado fue particularmente activo, con 27 tormentas tropicales de vientos entre 63 y 117 kilómetros por hora, 15 de las cuales pasaron a ser huracanes.

La tormenta tropical se transforma en huracán cuando sus vientos son de 118 kilómetros por hora o más. Según la intensidad de sus vientos, la escala de Saffir-Simpson divide los huracanes en categoría uno (vientos máximos sostenidos de entre 118 y 153 kilómetros por hora), dos (de 154 a 177), tres (de 178 a 209), cuatro (de 210 a 250) y categoría cinco (con más de 250 kilómetros por hora).

El Instituto de Meteorología de Cuba estimó que por el azote de estas tormentas en toda la cuenca atlántica murieron 3.570 personas en 2005, una cifra que podría ser muy inferior a la real, por la información todavía inexacta de las víctimas dejadas por los huracanes Katrina, en agosto en Estados Unidos, y Stan, en octubre en América Central. http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=37671