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Un desafío contemporáneo

Color de la piel, nación, identidad y cultura

Fuentes: La pupila insomne

A modo de introducción Existe un conjunto de problemas, que resultan claves para comprender la supervivencia de lo que pudiéramos llamar el «fantasma» de la supuesta contraposición entre «Color de la piel y Nación «en la Cuba de hoy. A lo que se suman los desafíos provenientes de las relaciones entre color, identidad y cultura, […]

A modo de introducción

Existe un conjunto de problemas, que resultan claves para comprender la supervivencia de lo que pudiéramos llamar el «fantasma» de la supuesta contraposición entre «Color de la piel y Nación «en la Cuba de hoy. A lo que se suman los desafíos provenientes de las relaciones entre color, identidad y cultura, dentro de una nación que aún no ha logrado superar los problemas del racismo. [1]

Cuba tuvo que batallar durante largos años y contra muchos «demonios» para lograr emerger como nación.

Lo hizo después de un largo proceso de lucha, que es el adhesivo que mantiene fuertemente unidos a la inmensa mayoría de los cubanos hasta hoy, con independencia del color de la piel. La unidad de los cubanos alrededor del proyecto socialista es real; es el mayor fruto de la obra revolucionaria de más 47 años, heredera de las múltiples batallas por la independencia y la soberanía nacional.

La Isla fue descubierta y colonizada por una de las potencias más atrasadas de Europa. España, que nunca fue modelo de modernidad para Cuba, ni ejemplo de unidad dentro de la diversidad. De la que, como si fuera poco, tampoco heredamos los parámetros de una ética antidiscriminatoria para combatir al racismo; porque España misma siempre ha tendido a no asumir su identidad africana. [2]

España, hacia principios del siglo XVI, implantó en Cuba un régimen colonial, caracterizado por él más férreo monopolio del comercio y de todas las relaciones económicas con el exterior; la brutal sujeción del negro a la esclavitud; el racismo y la discriminación racial; la abierta corrupción administrativa; la inconsecuencia moral y muchas veces la tozudez diplomática, junto a la criminalidad en política.[3]

El único interés de España, fue siempre explotar sin límites las riquezas de la Isla y esquilmarla, haciéndola pagar todas las aventuras expansionistas de la Metrópoli Colonial.

Solo declararon la autonomía de la Isla, cuando esta ya no podía dar respuesta a sus necesidades políticas internas, ni significaba prácticamente nada respecto a Cuba, más que el intento extemporáneo y desesperado de la Metrópoli por tratar de no perder su colonia, cuando ya no tenían tiempo ni fuerzas para preservarla.

Es cierto que la tozudez de no vender la Isla a Estados Unidos, fue una actitud digna de cierto agradecimiento. Pero como consecuentes colonialistas, presionados por la potencia emergente y la situación interna, España, finalmente, prefirió entregar la Isla a Estados Unidos, antes que rendirla a las «armas mambisas» que habían combatido por ella durante más de treinta años.

Color de la piel y nación

La tarea de la llamada Guerra Grande, fue obtener la abolición de la esclavitud.

Sin embargo, durante los primeros años de la Guerra del 68, a pesar del simbolismo de un gesto como el de Carlos Manuel de Céspedes y de algunos otros patriotas, de dar la libertad a sus esclavos; los primeros se vieron obligados a desplegar una táctica política que les permitiera combinar la consecuente actitud abolicionista de muchos, con la de otros, que enrolados en la lucha independentista, sin embargo, no compartían las ideas de terminar con la esclavitud y el racismo; pero cuyos recursos y dinero eran muy necesarios para llevar adelante las batallas por la independencia. Por lo que, en términos prácticos, el consecuente signo abolicionista de la Guerra de los Diez Años, no pudo ponerse ampliamente de manifiesto desde el principio de la contienda. Siendo esta la primera vez, que de manera integral, nación y abolición, que era decir, «raza y nación», se contrapusieron, obligando a hacer concesiones en la realización del primer paso real que representaría la existencia futura de una nación para todos los cubanos, con independencia del color de la piel.[4]A partir de entonces, hasta hoy, la lucha por la independencia de la nación, siempre ha tenido que batallar contra esa herencia de la esclavitud que es el racismo.[5]

No obstante, la abolición de la esclavitud, termina por imponerse, no solo a partir de las ideas abolicionistas que sus líderes principales sustentaban, sino también como una necesidad misma de la guerra. Correspondiéndole a Carlos Manuel de Céspedes el liderazgo de haber impulsado esa tendencia revolucionaria de transformación social.

Sin embargo, el racismo se puso muchas veces de manifiesto, sobre todo, en las actitudes asumidas contra el General Antonio Maceo, su hermano José y sobre el sector de la oficialidad negra y mestiza, por medio de la continua acusación, por parte de no pocos independentistas, de que los «no blancos» en Cuba, luchaban por instaurar una «república de negros».[6] Lo cual continuamente fue utilizado también por la propaganda de la metrópoli en contra del movimiento independentista. Tratando así de inspirar miedo a la población blanca. Lo cual dentro de la época no era nada difícil; pues el llamado «miedo al negro» se paseaba por la Isla desde la Revolución Haitiana (1791- 1804). El temor a que en Cuba se repitieran los «desastres» que habían tenido lugar en Haití,»… apareció como un factor psicológico en la vida de la sociedad cubana que, de una forma u otra, con una variante u otra, con un peso u otro, se mantendría como una de las constantes de nuestras circunstancias nacionales hasta la contemporaneidad más reciente»[7]

Durante la Guerra del 95, las actitudes de racismo dentro del Ejercito Libertador, continuaron manifestándose, a pesar del peso aun mayor que ya tenían dentro de la lucha los negros y mestizos, incluso libres; el carácter más popular y revolucionario de la guerra, así como la actitud de muchos cubanos blancos, que en la manigua no admitían tal lacra. También, a pesar de que al finalizar la Guerra del 68 y como un resultado de esa lucha, España se había visto obligada a conceder la libertad, tanto a los esclavos que habían combatido de su lado, como del lado del Ejercito libertador; y de que casi nueve años antes del comienzo de la contienda, en 1886 ( penúltima en abolirla), se había producido la abolición oficial de la esclavitud en Cuba.[8] Como para dejar marcadas las diferencias sustanciales existentes, entre una abolición formal de la esclavitud, la desaparición del racismo y la discriminación racial realmente existente.

Es que el racismo tiene raíces que no son solo un resultado directo de la esclavitud, sino mucho más que ello, de la cultura que a partir de esta se engendró en Cuba. No podemos soslayar, que hasta mediados del siglo XIX, en que comenzó a emerger la cultura cubana, dominada hasta entonces la Isla en términos casi absolutos por la cultura de la metrópoli española, esta última comenzaba entonces a sufrir los embates de la mezcla que resultó después, pero sin perder su hegemonía dentro de esta.

Entre finales del siglo XVIII y mediados del XIX, era la esclavitud la cuestión social más importante de la época. Los hacendados criollos, muchos acérrimos defensores de esa oprobiosa institución, demandaban tanto su mantenimiento como la entrada libre de esclavos traídos de África, la llamada Trata.

Tres figuras que actuaban entonces en su esfera específica, aunque dentro de la lógica de una concertación global, fueron: Francisco de Arango y Parreño, José Agustín Caballero y Tomas Romay. Estos Propugnaban transformaciones de corte reformista. Siendo Francisco de Arango y Parreño el líder ideológico de ese grupo, para esa etapa. Este último, partidario del mantenimiento de la esclavitud y la trata.[9]

Es decir, que el proyecto de modernidad para Cuba, que estos pensadores propugnaban, era reformista y no se concebía sin la explotación del trabajo esclavo.

Para entonces, «La ruina económica de Haití, consecuencia de la prolongada guerra contra una coalición de potencias capitalistas, y las sanciones impuestas por esas propias potencias después de la independencia, además de los variados desajustes internos, motivaron el encumbramiento capitalista de Cuba, su conversión en uno de los territorios de más expedita creación de riquezas… y la instauración de un dispositivo permanente de traslado de esclavos desde África hacia acá…»[10]

Más tarde, entre 1830 y 1837, volvió a hacerse predominante el reformismo, aunque con matices divergentes, destacándose como la voz más alta José Antonio Saco (1797-1879).

Entonces, la inmensa mayoría de estos liberales de finales del siglo XVIII y hasta bien entrada la segunda mitad del XIX, eran con sus proyectos reformistas, todos racistas y con José A. Saco como su principal ideólogo a la cabeza, hasta concluida la Primera Guerra de Independencia (1878). Eran además partidarios de eliminar a los negros, devolviéndolos a África; o sometiéndolos a un «lavado socio demográfico», al «blanqueamiento»; por cuanto Cuba para ellos, era una sociedad en la cual los negros no tenían cabida más que como fuerza de trabajo esclava, o en desventaja laboral frente a la población blanca.[11]

Por lo cual, si no era posible eliminarlos físicamente, o devolverlos a África, al menos su color debía desaparecer de la sociedad cubana.[12]

Pero todo ello se dio de narices, desde el mismo periodo de primer cuarto del siglo XIX, con las necesidades que planteaba el crecimiento de la industria azucarera, en medio de una situación en la que Cuba asumía los mercados perdidos por Haití. El «miedo al negro», que el crecimiento de la importación de esclavos provocaba, el desequilibrio demográfico- racial existente y el incumplimiento de los convenios para abolir la trata, que Inglaterra sistemáticamente obligaba firmar a España (1817 y 1835, entre otros) daban lugar a un comercio ilícito de esclavos, con el que abiertamente se enriquecían tanto funcionarios ingleses como españoles. Junto a ello también, hacia la segunda mitad del siglo XIX, se tornaba acción la actitud de muchos hacendados ricos de Occidente, que apoyaban la anexión de Cuba al Sur de los Estados Unidos, con tal de preservar la nefasta institución de la esclavitud.[13]

Había que conseguir esclavos de cualquier manera, para garantizar las máximas ganancias, pero, sin embargo, el negro debía desaparecer, a través de un rápido e intencionado proceso de «blanqueamiento», por medio de un mecanismo de privilegiada inmigración europea, que no cesó hasta bien entrada la república. Inmigración principalmente compuesta por europeos blancos y católicos, que debían ser los que entraran, porque ninguno como ellos cumplía los parámetros para lograr el tipo de población deseada. [14]

De toda una gama de actitudes respecto a la esclavitud del negro y el lugar que este debía ocupar dentro de la sociedad cubana, aunque ya no fuera esclavo, emergieron las fuerzas políticas que formaron las huestes del independentismo. Desde un Salvador Cisneros Betancourt, racista, que no consideraba al negro digno de ocupar un lugar dentro de la sociedad cubana, a menos que blanqueara; hasta un Carlos M. De Céspedes, que dio la libertad a sus esclavos, convirtiéndolos en ciudadanos, para que combatieran junto a él por la libertad de Cuba.

No es difícil afirmar tampoco, que no eran solo los reformistas criollos, los racistas, ni España con sus ejércitos bien equipados y aguerridos, o la consecuente actitud de la metrópoli de no darle la independencia o concederle la autonomía a Cuba, los únicos enemigos fuertes y peligrosos contra los que debían batirse los independentistas para lograr sus propósitos, sino que existían además otros problemas. Y estos últimos terminaron por afectar la lucha por la independencia cubana, tanto durante el 68 como a partir de la contienda que comenzó en el año 95.

De modo que los independentistas, hacia principios de 1898, vencían frente a las armas españolas, pero eran derrotados por las divisiones internas. El racismo, el anexionismo voluntario o «involuntario» y el reformismo, presentes dentro de las filas del Ejercito Libertador y de las organizaciones de la República en Armas, fueron obstáculos que se combinaron dentro de todas las maniobras que las administraciones de Estados Unidos desplegaron, concluyendo el siglo XIX, para liderar a su favor la etapa final de la lucha por la independencia de Cuba.[15]

Tanto el presidente Cleveland como Mackinley eran acérrimos enemigos de la independencia de Cuba y se mantuvieron haciendo el juego de una supuesta neutralidad, que favorecía a España y que les permitiría esperar el momento más propicio para la intervención.

Finalmente, a pesar de todas las dificultades sufridas, los independentistas estaban próximos a vencer, pero, como expresamos, España, ante la realidad de una guerra ya perdida y bajo las presiones de la intervención norteamericana, así como de los peligros por los que atravesaba entonces la Corona Española, decidió entregar la Isla a Estados Unidos antes que rendirla a las armas del Ejercito Libertador.[16]

Por lo cual, la nación quedo secuestrada, entre las garras del «águila imperial» yanqui, a pesar de que los cubanos, blancos, negros y mestizos, habían dado su sangre para conquistar la independencia.

Al racismo en particular le correspondió, dialécticamente, culpa por partida triple en el proceso de lucha por lograr la nación: funcionó como fuente de temores para lograr la unidad; fuente de divisiones para mantener la unidad ante el enemigo, y como si fuera poco, fuente de exclusión de los no blancos de la nación. Hoy a ninguna de las tres perspectivas debemos continuar temiéndoles; pero todavía, en esencia, seguimos comportándonos ante el racismo más temerosos de las divisiones que pueda crearnos su tratamiento, que decididos a darle la batalla integral y definitiva para eliminarlo.

Esto último se expresa en una importante resistencia a la aceptación de su existencia y al abordaje del tema racial dentro de nuestra realidad nacional; fenómeno que alimenta la ignorancia existente, pero que también beneficia, como siempre, a los que «agazapados», mantienen sus prejuicios raciales y los ejercen, siempre que se les presenta la más mínima oportunidad. Liberales del siglo XIX, que aún se pasean por nuestros patios, y otros que dicen que el racismo es algo importado de los Estados Unidos. Olvidando que este siempre formó parte de nuestra cultura. De esa parte de nuestra cultura que hay que extirpar de manera definitiva.

Color de la piel e identidad

Del mismo modo, que las Guerras de Independencia solo fueron posibles cuando se reconoció, por parte de las mentes más preclaras del Independentismo, que blancos, negros y mestizos debían luchar juntos contra España. Ese reconocimiento fue también un sustancioso apoyo para contribuir a despejar el camino al surgimiento de la nación.

Lamentablemente, tenemos todavía una grieta importante en ese camino; y es que la emergencia de la nación cubana, tiende a aparecer, en la mayor parte de nuestra historia escrita, como un bello proceso de mixtura, patriotismo, consolidación social y fragua de culturas diferentes, que hicieron surgir una cultura mestiza. Mientras que no pocas veces se obvian u olvidan los «dolores de ese parto».[17] Pues, para otros, se trató también de un proceso incompleto, dentro del cual muchos, principalmente negros y mestizos, no vieron satisfechas sus más legítimas aspiraciones. No podía ser de otro modo, la sociedad cubana había resultado construida para funcionar así; y porque, como sabemos, al final de las contiendas por la independencia, los que apoyaban el proyecto martiano de una república «con todos y para el bien de todos», no fueron precisamente los que se hicieron con el poder.[18]

Esa nefasta herencia de los siglos precedentes, se vio reforzada entonces, por la Intervención Norteamericana y una política neocolonial que, hasta 1958, perfecciono los mecanismos del racismo, la discriminación y de la exclusión social en Cuba, hasta límites insospechados. Ello no tuvo lugar sin luchas, pero el saldo, al final, siguió siendo muy negativo para negros y mestizos; aunque también para toda una masa de pobres en general.

Por tanto, si resultado de todo lo antes explicado, la nación que heredó la Revolución Cubana triunfante en 1959, era aún «incompleta», ¿cómo es posible esperar que no lo fuera también, especialmente para negros y mestizos, cuya identidad había sido siempre tan agredida, en los marcos de la más brutal explotación colonial primero y republicana después?[19]

La identidad del no blanco, pero sobre todo del negro, ha sido siempre una identidad muy agredida; en la misma medida en que esta siempre ha tenido que abrirse paso a través del «campo minado» por el no-reconocimiento, la no-aceptación, el estereotipo racial negativo y el juicio de valor racial hegemónico que siempre ataca la otredad; de la hipocresía, el cinismo y el racismo sutilmente encerrados en frases tales como: » es negro, pero es una persona decente «; » Es negro, pero no es bruto»; «es negro, pero es honrado».[20]

Tratándose de asuntos de muy alta complejidad, que solo pueden ser abordados a partir del conocimiento científico de la realidad, la honestidad y el trabajo de varias ciencias funcionando al mismo tiempo; no desde la empírea, el desconocimiento, o el voluntarismo, que no pocas veces asoma, cuando de la cuestión racial se trata.

Es que para que alguien pueda sentirse parte de una nación, o de un grupo social cualquiera, es condición indispensable que sienta, ante todo, su mismidad. Pues solo se puede ser parte de algo, si se es antes de todo uno mismo.

Por lo que no es de temer entonces, que alguien trate de reafirmarse en lo que es, porque esa será la condición ineludible para que logre ser parte de cualquier otra cosa, aunque solo se tratase de una posibilidad teórica.

El negro debe tener conciencia de su identidad racial y esta no puede ser diluida dentro de la identidad nacional. Ambas tienen que marchar al unísono. Porque el racismo como el machismo nos acompañara aun por mucho tiempo y estos tienen que ser combatidos también desde las identidades individuales.

Es que «ser cubano, significa entre otros aspectos, tener plena conciencia de las raíces étnicas y de la heterogeneidad racial de nuestro pueblo, conocer el basamento histórico que subyace en el ejercicio de la discriminación y el prejuicio racial».[21]

El negro y el mestizo deben entonces preservar y desarrollar la conciencia de que lo son, de lo contrario no van a tener fuerzas ético-morales e ideológicas suficientes, para combatir el racismo que aún les afecta en sus individualidades y como grupo, afectando también la fortaleza del proyecto social de la Revolución.

La conciencia «racial» en un país como Cuba, no puede ser diluida dentro de la conciencia nacional.

Ello ha sido una insuficiencia sociopolítica y cultural, que ha llevado implícito el peligro de una disfuncionalidad dentro del proyecto social de la revolución cubana.

No vivimos hoy los cubanos dentro de un mundo perfecto, y del mismo modo que la mujer no puede diluir su identidad de género dentro de la identidad nacional; tampoco negros y mestizos pueden diluir su identidad «racial» dentro de la identidad nacional.

Porque el proyecto de la Revolución Cubana debe lograrse sobre la base de la unidad dentro de la diversidad. No a la inversa, sino sobre la base de la aceptación, inclusión y respeto a la diversidad «racial» y cultural. Es que la unidad es un proyecto, es la utopía, mientras que la diversidad es objetiva.

Desde otro ángulo del mismo espectro, en Cuba, la pobreza del «no blanco», en especial del negro, y de la mujer negra en particular, nunca fue cualquier pobreza. Por lo que esta, no puede ser abordada simplemente desde un plano general. Porque esa pobreza fue siempre «aderezada» por la discriminación racial del negro, que no es tampoco un tipo de discriminación más, pues se trata de una cuya causa, en Cuba, se lleva encima, por fuera, es el «color de la piel».[22]

Incluso, existen personas «blancas», que pueden haber estado socialmente en peores condiciones de pobreza material y espiritual que muchos negros y mestizos. Pero estos últimos, no tienen la capacidad de «escapar» de tal situación, como sí la tiene el llamado blanco. Este último podría superarse, mejorar su status material y cultural; entonces, además, su color le permitiría practicar el «mimetismo», que le facilitaría sumergirse en la multitud y escapar de su condición de discriminado. Al negro esto le es simplemente imposible. ¿Dentro de qué color se va a sumergir (el negro) para escapar a su condición de discriminado?

Por eso, nuestra realidad dice, que el blanco, solo, o con un poco de ayuda, sale de la pobreza, al negro, casi hay que sacarlo de ella; creándole un ambiente social, dentro del cual el racismo pierda su efectividad. El imaginario popular cubano, recoge esa situación descrita bajo la sentencia, «Ser blanco ya es una carrera».[23]

No estamos entonces tratando de construir identidades, estas son objetivas y existen hace mucho tiempo, con todos sus retos y complejidades. De lo que se trata más bien es que tales identidades no se expresen de manera negativa y lograr un equilibrio social completo entre los diferentes grupos raciales (blancos, negros y mestizos) que componen aun la sociedad cubana.

Porque las diferencias socioeconómicas que todavía sobreviven, son consecuencia de los disímiles puntos de partida históricos de los grupos mencionados. Estos han determinado posiciones de poder objetivamente diferentes, a las cuales entonces se les agregan los estereotipos negativos, los prejuicios raciales, la discriminación y el racismo, que aun afecta a negros y mestizos; entorpeciendo la consolidación del proyecto social, como un proyecto de igualdad, equidad y justicia social para todos los cubanos.

Pensamos que lo contrario a esta visión, es una actitud idealista, o paternalista, a veces, que no se corresponde con la lucha de un país en revolución, que batalla por superar la multifacética y reproducible herencia del colonialismo.

Al mismo tiempo, entonces, ¿de qué modo se podría explayar la identidad nacional, si ella misma puede verse afectada en su contenido? Porque negros y mestizos no formen en igualdad de condiciones parte de esa identidad.

Por eso, la identidad individual, sea racial, de género u otras, no pueden quedar diluidas dentro de la identidad nacional. Pues esta última no es más que un complejo sistema de identidades, que tienen que ser reconocidas, todas al unísono, para que la identidad nacional pueda funcionar como tal. Se trata de un complejo único y diverso al mismo tiempo. Donde el todo no puede funcionar, si no son reconocidas las partes. Tratándose de hecho, de un asunto de funcionamiento de la unidad en el contexto de la diversidad. La unidad puede ser una aspiración, pero la diversidad es siempre objetiva, por lo que esta tiene que ser reconocida, porque ello deviene en el factor cohesionador para llegar a la unidad. Por lo que, todo lo que desconozca la diversidad, afectará la identidad y por tanto a la unidad.

Entonces, quien se asuma como cubano, desde la perspectiva de la identidad nacional, lo tiene que hacer con todos sus rasgos y atributos individuales: «raza» o color, sexo, lugar de nacimiento, cultura y procedencia social, entre otros. De lo contrario no existe. Porque la identidad nacional en sí misma no es nada sin todos esos atributos. La nación no existe en sí misma, no es nada sino está formada, en primer lugar, por el pueblo que la creó y compone; no puede existir sin este. Un pedazo de tierra, de cielo, una bandera, no son más que simples atributos tangibles, de un pueblo que los construyo, haciéndolos devenir en símbolos de su historia. Luego la identidad nacional, sin la identidad de grupos y personas, con todos sus atributos, no existe, sería un concepto vació, que no nos serviría para entender o explicar nada.

Por eso consideramos, que el mayor logro de la Revolución Cubana, es que a partir de 1959, la nación comenzó, paulatinamente, a ser para todos; y Fidel Castro proclamó al racismo como una «lacra» a extirpar del cuerpo social.[24] Sin embargo, otros «fantasmas «, se interpusieron en el camino de una relación más coherente entre «color e identidad». Reapareciendo, hacia principios de los años sesenta, el eterno temor de que al debatir los asuntos relativos a la «raza», se levantarían pavorosos peligros para la preservación de la unidad de la nación.[25]Ante las amenazas reales de los que siempre, desde fuera ( Estados Unidos en particular) se habían opuesto a la supervivencia de la nación cubana, y que para entonces se oponían con mayor fuerza que nunca a la existencia de la Revolución Cubana.[26]

Más de cincuenta y cinco años después, como resultado de esa herencia, cultural sobre todo, las de relaciones entre «color y nación», «color e identidad» » continúan aun siendo vistas, principalmente, casi solo, desde la perspectiva del peligro que abordar el tema racial, tiene para la unidad de la nación y la preservación de la identidad nacional.[27]Sin percatarnos, de que posiblemente hoy, sea precisamente no abordar el tema, lo que represente el peligro mayor para la supervivencia de nuestra identidad y la unidad de la nación. Por cuanto nos enfrentamos a una necesidad cultural y política, aun insatisfecha y por largo tiempo pospuesta su solución definitiva.[28]

Estoy seguro, que ya hoy va siendo mayor el costo de no abordar el tema racial, que el peligro de enfrentar sus retos. Sobre todo, porque en medio de la aguda confrontación ideológica con el imperialismo, tema de la realidad cubana que no sea abordado a profundidad se vuelve contra la nación.[29]Y los temas de la nación no se regalan, ni se prestan y mucho menos se venden.

Color de la piel y cultura

Cuando en 1959, Fidel Castro, máximo líder de la Revolución Cubana, atacaba de frente la problemática de la discriminación racial, estaba manifestándose acerca de asuntos que no pueden ser reducidos a las cuestiones relativas al lugar del negro o del mestizo dentro de la economía del país; o de que estos últimos pudieran compartir más o menos espacios sociales con los llamados blancos. No, en realidad se estaba refiriendo a problemas que tocan de lleno a la cultura nacional y su proceso de consolidación. [30]

Paradójicamente, dentro de una Revolución tan radical como la cubana ¿Cuánto habremos afectado el desarrollo de la cultura nacional, por no haber abordado a fondo y abiertamente un debate sobre la cuestión racial, hasta hoy?[31]Pienso que tal vez hubo fuertes justificaciones para no hacerlo desde el principio.

Pero lo cierto es, que la necesidad de este debate ha devenido en una «asignatura pendiente», que consideramos como la más compleja y difícil de nuestra realidad social actual.

De tal modo, que todo lo que queramos apreciar o analizar dentro de nuestra cultura nacional, y de nuestra vida en general, sin abordar a fondo la cuestión racial, seria pura ilusión; porque siempre tendríamos ante nosotros una «zona oscura», a la que muchos no querrían entrar, preferirían soslayar, negarle importancia, o simplemente ocultar su existencia.[32]

Dentro de la cultura nacional, es interesante el fenómeno de cómo la literatura y en particular la poesía, durante todos los «años de silencio», abordaron con bastante frecuencia el tema racial. Gracias a ellas, el tema no murió, con posterioridad a declararlo como resuelto y ser silenciado, hacia principios de los años sesenta.

Porque hay que reconocer, que, desde la ciencia, era un riesgo escribir sobre el problema «racial». Por lo que entonces, la literatura y la poesía, actuaron como un refugio, para no dejar morir el tema.

Dentro de ese esfuerzo realizado no es posible dejar de mencionar al cine, el teatro, la danza, la música, sobre todo la llamada popular, y la plástica, entre otras; las que profundizaron y continúan haciéndolo, en el rescate del componente africano de la cultura cubana y que no pocas veces trajeron el problema «racial» a su comportamiento en la Cuba de los días que corren.

Pero, sin embargo, escribir desde la ciencia, era muy arriesgado, porque supuestamente se atacaba y cuestionaba entonces el «silencio oficial» declarado sobre el tema racial y se afectaba la unidad lograda dentro del proceso revolucionario. Convirtiendo así el asunto en un problema político. Se trataba entonces, de que había que correr el riesgo de vernos tildados de «racistas» y de «divisionistas», que era el peor señalamiento crítico que podía recibir un revolucionario para la época.[33]Hubo que esperar, que los años de la crisis económica y del llamado Periodo Especial, pusieran en evidencia lo que muchos ya sabían, que los prejuicios raciales, el racismo y la discriminación racial no habían desaparecido.

Es decir, que los que entonces ostentaban una cierta conciencia de que soslayar el tema racial no ayudaba en nada, lamentablemente, vivieron desde la primera mitad de los años sesenta, hasta mediados de los ochenta, un largo periodo de silencio, incluso de represión, dentro del marco social, cultural y político en el que Cuba se desenvolvía durante esos años.

Evidentemente, en todos los países de nuestra América, que fueron colonias, y Cuba es una de ellas, la cultura nacional, emergió bajo la hegemonía de la cultura del colonizador (y sus clases subalternas), que siempre fue la dominante.[34] Por tanto, aunque la cultura nacional cubana se haya formado a través de un complejo fenómeno de asimilación y fundiéndose con elementos de las culturas sojuzgadas, dentro de un complejo proceso de transculturación; esas culturas sojuzgadas, no han llegado aún, en ningún país del mundo latinoamericano y caribeño, ni tampoco en Cuba, a formar un sistema integral y equilibrado con la parte de la cultura antes hegemónica, dentro de la cultura nacional. Esta última, la cultura nacional, es una síntesis, pero dentro de la cual aún continúa manifestándose la hegemonía de la que antes fue la cultura dominante. Lo cual es a su vez una insuficiencia cultural. Cuba, a pesar de haber hecho una Revolución muy profunda y radical, tampoco escapa a ese proceso, a pesar de sus extraordinarios y no emulables avances.

Se trata de un asunto bastante complejo, dentro del cual no podemos ser nada subjetivos ni esquemáticos.

Es cierto que no es posible clasificar a la cultura cubana por colores. Sin embargo, resulta imposible olvidar los «colores» cuando tratamos de entender la formación de la cultura cubana y su nivel de desarrollo actual.

Pensamos, que para ese abordaje de comprensión, no es posible un enfoque desde la cultura misma; mucho menos si este se hace olvidándonos de la compleja dinámica clasista de formación de la cultura cubana, proceso en el que por demás, «raza» o color de la piel, clase y poder resultan inseparables.[35]

No es posible hablar de cultura blanca y cultura negra, dentro de la cultura nacional. Pues esa dicotomía es un absurdo, al menos en el caso de Cuba. Pero para entender la formación de la cultura nacional y su nivel de desarrollo hasta hoy, se hace indispensable diría insoslayable entenderla dentro de la dinámica de formación de la nación y del lugar que correspondió dentro de ese proceso a los componentes humanos que hoy la forman. Por supuesto, no como la formación de algo particular, que pudiera ser divorciado de la formación de la nación como totalidad. Todo lo contrario.

Formación de la nación y formación de la cultura nacional son dos procesos inseparables; aunque después, como tuvo lugar con Cuba, le hayamos dado más beligerancia, durante largo tiempo, a la identidad nacional que a la identidad cultural; impulsado ello por el fuerte proceso de confrontación política que la nación ha tenido que librar, para lograr sobrevivir.[36]

La nación y su cultura, se formaron dentro de un contexto determinado por la existencia, en primer lugar, de un régimen económico, un estado y un conjunto sistémico de relaciones económicas, políticas e ideológicas, que, en el caso de Cuba, estuvieron determinadas por su existencia como colonia, con una Metrópoli Esclavista dominante. Por demás, siempre y al unísono, amenazada también por las ansias norteamericanas de poseerla. De modo que muy pronto, Estados Unidos diseño política, para poner en «cautiverio» el destino de la nación que algún día se liberaría, y que la potencia emergente norteamericana arrebataría de las manos de la metrópoli colonial española.

Fuera de ese contexto, no pudo tener lugar ningún otro fenómeno dominante. Cuba no tuvo otro espacio; [37] Cuba «seguiría siendo de España, mientras no pudiera ser de los Estados Unido» .Esa era la sentencia, ese era su destino y bajo el comenzó a formarse su cultura.

Entonces, la cultura cubana emergió bajo las relaciones hegemónicas, establecidas por las clases dominantes, subclases y grupos subalternos que a ellas correspondían como territorio.

La cultura que aquí emerge lo hace entonces bajo un fenómeno colonial, de hegemonía clasista, cultural y amenaza geopolítica norteamericana.

Sin embargo, no obstante, tampoco debe haber dudas, de que el proceso de formación de la cultura nacional fue más complejo, independiente y hasta espontáneo, que la formación del régimen económico y político, aunque ambos procesos sean del todo inseparables.

Es que las clases sojuzgadas en el contexto colonial, dentro del fenómeno de la cultura, tienen más posibilidades y oportunidades de hacerse presentes, que dentro del proceso de formación del régimen económico y político. Diríamos que cuando de la formación de la cultura se trata, cada cultura, sojuzgada o no dentro del régimen económico y político, disfruta de posibilidades, de un cierto nivel de «democracia» (propio de la colonización española), que sus integrantes, dentro de la economía o la política no logran alcanzar masivamente. Porque España era menos inflexible con la convivencia de las culturas venidas de África, que la colonización inglesa; mientras que era muy rígida con las relaciones económicas y políticas.

Entonces, considerándolos solo sobre la base de sus posibilidades de su participación dentro del poder económico y político, los esclavos en Cuba, (los no blancos en general), aunque desde muy temprano podían comprar su libertad, no habrían podido nunca tener, sobre la formación de la cultura nacional, el impacto que el negro y el mestizo libres o no tuvieron en la formación de la cultura cubana.[38]Basta con observar cómo fue este fenómeno en el caso de los Estados Unidos.[39]

¿Qué tiene entonces la formación de la cultura como proceso en Cuba, que ofrece esas posibilidades, aun a las clases sojuzgadas y discriminadas?

Yo diría que se trata, dentro de las características del régimen colonial esclavista en Cuba, del carácter esencialmente emancipador y liberador de la cultura; la potencialidad del accionar cultural para otorgar poder cuando se enfrenta a otras culturas, aunque se trate de la cultura de las clases dominantes. Impactando en el espíritu, las costumbres, el interés por lo desconocido, la forma de apreciar la vida, en el goce de la imagen, la sexualidad, la música, el baile, la religiosidad, las costumbres, etc. Sin que los que comparten todas esas cosas, dentro de un mismo espacio geográfico, apenas se percaten de ello.

Entonces, una de las complejidades de la formación de nuestra cultura nacional, se expresa muy fuertemente, en que aun las culturas africanas sojuzgadas, supuestamente sometidas o desenvolviéndose bajo la hegemonía de la cultura dominante blanca, ellas fueron y continúan siendo capaces de impactar en esa hegemonía cultural que nos viene de la combinación básica entre la hegemonía económica y la hegemonía política. Se trata de que la cultura que se forma en Cuba, va siendo una mezcla que reacciona sobre el poder hegemónico de las clases dominantes, absorbiendo y transformando también esa cultura, que, aun no deseándolo, se va mezclando, fusionándose con las otras. Tomando entonces cuerpo en un tipo de persona, costumbres y de quehacer cultural, que va siendo la expresión de esa mezcla, de esa síntesis que va resultando ser nuestra cultura nacional. Asunto tan debatido para el caso de Estados Unidos.

De no ser así, en Cuba no hubiera podido formarse una cultura nacional, dentro de la que hasta mediados del siglo XIX había sido dominante; haciendo que esa vieja cultura comenzara a «batirse en retirada», apareciendo por todas partes expresiones de la mezcla que se estaba formando y de la que el surgimiento del ideario independentista fue una clara expresión de la madurez alcanzada dentro de ese proceso de formación de la que finalmente seria la cultura nacional. [40]

Lo que de afuera es injertado en el tronco nacional de la cultura que emerge, contribuye a la desaparición de la hegemonía; pues lo contrario, tiende a perpetuar la vieja hegemonía y puede hacer aparecer otras.

Se trata de un largo proceso, que no se soluciona con la desaparición de los regímenes económicos, políticos y sociales que lo engendraron y alimentaron durante años. Se trata de que con la desaparición del régimen colonial esclavista o del capitalismo no desaparecen las culturas que ellos engendraron. Por lo que a esto le sigue un prolongado periodo de lucha ideológica y cultural, que en el caso de Cuba, aún está presente, y no solo contra los lastres heredados, sino también contra las imperfecciones propias, intentos de penetración y errores del proceso de emergencia del nuevo régimen social que hoy se desea construir.

Es que la cultura, tiende a ser también un mecanismo para reproducir el dominio de las clases que están en el poder, o de las que ya fuera del poder pretenden perpetuar su ideología; por lo que el proceso que hace desaparecer tal situación, hasta generar una verdadera síntesis, es bien complejo y prolongado.

No es difícil observar, por ejemplo, la discriminación de que han sido objeto durante muchos años las manifestaciones de las religiones africanas dentro de la cultura cubana.[41]Las cuales han sido abordadas casi solo como bailes, folklore o religión. Olvidándonos, no pocas veces, que dentro de ellas existe una fuente inagotable de conocimientos, de normas de comportamiento, de principios éticos, que constituyen una incalculable fuente de riqueza cultural de la nación. Tal y como tiene lugar con las llamadas «Regla de Ochá»[42]

Obviando otros aspectos, solo por ello es posible afirmar, que negros, blancos y mestizos, no comparten aun en Cuba, de manera sistémica y equilibrada, los espacios de nuestra cultura nacional.[43]Aun y cuando esas religiones sean practicadas por muchos cubanos, constituyendo la base misma de la religiosidad popular, con independencia del color de la piel, y de que las mismas hayan pasado a formar parte de nuestra cultura nacional.

Pero, además, baste solo analizar aquí, que si aún el tema «racial», apenas forma parte de nuestros currículos académicos, planes de estudio y de la investigación científica universitaria; si aun existe una gran distancia entre escuela y realidad social, en cuanto al tratamiento del tema «racial», ¿cómo esperar que negros, blancos y mestizos ocupen una posición equilibrada dentro de la cultura nacional? Lo que no entra en la escuela, no pasa a la cultura. Y el asunto del color es aún bastante desconocido, soslayado y hasta negado dentro de la realidad de nuestro sistema educacional a todos los niveles. Pregúntesele a cualquier rector de nuestras Universidades, ¿Cuál es la composición «racial» de su masa estudiantil o profesoral? Muy pocos, podrían responder a esas preguntas.

Entonces, solo puede hacerse realidad de que Cuba sea una sociedad verdaderamente multirracial (multicolor) culturalmente hablando, si todos los grupos raciales que la componen, están en condiciones socioeconómicas y culturales de exigir ese equilibrio, que es en principio, y al mismo tiempo, un equilibrio de poder.

Es que, mientras negros y mestizos, no ocupen de manera equilibrada, el lugar protagónico que les corresponde, junto a la población blanca, dentro de la economía, la sociedad y la estructura de poder, nuestra cultura nacional estará siempre afectada en su proceso de desarrollo, persistirá el peligro del retroceso y no habremos superado aun los lastres del colonialismo. Mucho se ha avanzado, pero es aún más lo que resta.

Se trata entonces de, como bien expreso nuestro gran etnólogo, historiador y tercer descubridor, Don Fernando Ortiz, «Cuba es un ajiaco»; solo que pensamos, este aun sé está cocinando. [44] Existiendo dentro del mismo más viandas y carnes, de las que hubiéramos podido imaginar, antes del «Periodo Especial», que aún no se han ablandado.

Entonces, lograr construir una cultura que en ningún sentido sea expresión de la vieja hegemonía cultural impuesta por la metrópoli colonial, y reforzada en la república, con los elementos del «racismo gringo»; sino la cultura de una nación liberada, soberana, en la que todos los sectores o grupos sociales participen y compartan la participación y sus beneficios en igualdad de condiciones; una cultura en la que logre imponerse el «color de lo cubano», es un proceso largo y muy complejo, dentro del cual siempre estará presente el peligro del retroceso. Pienso que, aunque la cultura cubana presenta un altísimo grado de consolidación; sin embargo, aún no hemos logrado extirpar de ella el racismo, fruto y herencia de la vieja hegemonía cultural heredada de la colonización española y reforzada en la república por el racismo yanqui.

Racismo que sobrevive

La Cuba actual, no es ya una sociedad racista, como sí lo fue hasta concluida la etapa republicana. Sin embargo, aun los estereotipos negativos acerca del no-blanco (negro en particular), prejuicios raciales, racismo y discriminación, aunque no predominantes, sobreviven y son alimentados dentro del ambiente social cubano.[45]Por lo que resulta imposible decir, que ya el racismo no está presente dentro de nuestra cultura nacional.

Todo ello, a pesar de la extraordinaria obra humanista de la revolución, en los más explícitos ordenes, y de que el proceso de transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales, vivido durante más de 55 años, hayan logrado sembrar las bases fundamentales de una ética antidiscriminatoria dentro de la sociedad cubana actual. Por lo que hoy, podemos afirmar, que la lucha contra toda forma de discriminación, constituye un pilar inamovible, tanto de la política interna como de la política exterior de la Revolución Cubana.[46]

La inmensa y profunda obra social y cultural que se despliega en el país y el internacionalismo practicado por Cuba, resultan ser dos de los más vivos ejemplos de ello. Deviniendo en verdaderos paradigmas de la obra revolucionaria contra toda forma de discriminación e injusticia social.

El racismo que aun sobrevive en Cuba, no es practicado desde los niveles institucionales del Estado ni del Gobierno. Todo lo contrario, como nunca antes había tenido lugar en la historia cubana, estas estructuras de la sociedad se esfuerzan para desplegar una política en busca de la equidad y de la igualdad social, que ha topado no pocas veces con los bordes del igualitarismo.[47]

Los negros y mestizos en la Cuba de hoy, todos los cubanos en general, pueden contar con un gobierno, un Estado y un liderazgo político, que asumen como propias las necesidades de la sociedad cubana actual, sobre todo de los más pobres y antes discriminados. Esforzándose el país, continuamente, porque la asistencia social, la protección al ciudadano, y todos los beneficios imaginables, lleguen al necesitado hasta el último rincón de la geografía nacional.

Pero el racismo y la discriminación, apoyándose en los estereotipos negativos sobre los negros, y las formas de supervivencia de estos prejuicios, dentro de algunas instituciones, espacios de la conciencia individual, la sociedad cubana, la economía y la familia, aún sobreviven. Ayudados, a partir de los años noventa, por las profundas consecuencias de una crisis económica, con atisbos de crisis social, que apenas comienza a ser superada. Propinándoles así una «paliza descomunal» a todos los que idealistamente consideraron que el problema del racismo en Cuba ya estaba resuelto, tal y como fuera voluntaristamente proclamado a partir de 1962.[48]

Tal vez sea Cuba uno de los pocos países del mundo donde negros, blancos y mestizos, comparten más espacios comunes en el orden geográfico, espacial, social, económico cultural y político; donde la mezcla es la regla, acelerado ello por una revolución radical y extraordinariamente humanista, que declaro la guerra a la discriminación y a la exclusión de todo tipo, a la pobreza y a la desigualdad.

No es difícil aceptar tampoco, que tal vez sea Cuba el país donde más se ha hecho y continúa haciendo contra la discriminación, por la igualdad, la equidad y la justicia social.[49]

Por lo que no es posible (sería un absurdo) desaprovechar la oportunidad de que por primera vez en la historia de Cuba, negros y mestizos tienen la real oportunidad de dejar finalmente de ser discriminados, compartiendo con los llamados blancos, en igualdad de condiciones, los destinos de la nación, ocupando así el lugar que les corresponde dentro de una sociedad multirracial (Multicolor).

Sin embargo, algunos problemas, no solucionados aun, entre ellos, el del abordaje a fondo del tema racial, contribuyen a que el racismo y la discriminación que él trae aparejada, en medio de la compleja situación actual, sobre todo económica, amenace con reinstalarse en la macro conciencia de la sociedad cubana actual. Afectando también la consolidación y el desarrollo de la cultura, la identidad nacional y el proyecto social. Tales problemas son a nuestro juicio, entre los más importantes, los siguientes:

La historia cubana escrita, refleja todavía de manera bastante insuficiente el papel desempeñado por negros y mestizos y por la mujer negra en particular, en el proceso de construcción de la nación y su cultura. Lo cual afecta a la identidad cultural y nacional, vistas como un todo.

Las manifestaciones de racismo, que se expresan como fenómenos de exclusión del negro y del mestizo, sobre todo de los primeros, en algunos espacios sociales y económicos en particular, fenómeno que debe ser combatido aun de manera más abierta, multilateral y sistemática. [50]

La insuficiencia cultural e ignorancia presentes en no pocas personas, que soslayan el tema racial, niegan su existencia, asumen ante el mismo las más disímiles actitudes, o simplemente consideran que se trata de algo sobre lo cual no vale la pena hablar.[51]

La nueva economía, emergida en Cuba durante el denominado «Periodo Especial», como resultado del conjunto de medidas dirigidas a superar la crisis económica, apoyándose en el surgimiento de la propiedad mixta de las corporaciones, el turismo y el acercamiento a la llamada economía de mercado, es aún muy excluyente, en cuanto a la presencia de negros y mestizos en posiciones protagónicas dentro de ella. Especialmente en las actividades cercanas al turista y en las posiciones de dirección.

Los principios trazados por la Dirección del País, para lograr la existencia de un equilibrio racial en la política de cuadros, establecidos desde 1985, aun no se cumplen. La limitada presencia de cuadros de dirección, negros, sobre todo, y mestizos, en las estructuras de dirección del Estado y de las empresas, en particular dentro de las corporaciones y el turismo, es preocupante. Lo cual contradice los altos niveles educacionales alcanzados por esos grupos raciales.[52]

La educación cubana, por su parte, aún no ha asumido la problemática del color de la piel, como parte de la formación científica, cultural e histórico- política, de un estudiantado, que todavía debe enfrentar dentro de la realidad social actual la existencia de los estereotipos negativos sobre los negros y los «no blancos» en general; los prejuicios raciales, la discriminación y el racismo. Por lo que respecto al tema de la raza, existe aun en Cuba una profunda dicotomía entre escuela y realidad social, que afecta el desarrollo cultural y político de la juventud principalmente.[53]

Negros, blancos y mestizos, no se sientan en las aulas a recibir contenidos que los asuma a todos de manera igualitaria, coherente y equilibrada, como miembros de una sociedad uniétnica y multicolor. [54]

El color de la piel, no aparece abiertamente asumido como una variable de consideración directa dentro de la política social. Esta última, actualmente, aunque ataca de manera más específica y directa a la pobreza, la injusticia social, la inequidad y practica «discretamente» la llamada Acción Afirmativa, todavía no llega a la esencia de las diferencias, que engendradas a partir de los distintos puntos de partida históricos, subsisten entre los grupos raciales que integran la población cubana actual: blancos, negros y mestizos.[55

Las ciencias sociales y humanísticas, en particular, dentro de la educación superior, aun no asumen de manera suficiente el tema racial como algo de vital estudio e investigación, para la más profunda comprensión de la sociedad cubana actual y el insoslayable abordaje de su perfeccionamiento. Por lo cual, la docencia e investigación que aún se desarrollan en nuestras Escuelas y facultades universitarias, son insuficientes desde la perspectiva planteada.

10-El discurso público, por medio del cual se ataca la discriminación, aun no es suficientemente divulgado, presentando también ciertas aristas que deben ser ampliadas. Aunque, a pesar de ello, sus formulaciones, ya encierran de por sí un basamento ético importante para debatir sobre la cuestión racial.[56]

Una parte considerable de nuestra intelectualidad, ni siquiera menciona el tema racial, no tomándolo en cuenta como un problema a resolver. Por lo que es posible afirmar que existen diferencias importantes, incluso entre nuestros intelectuales, en cuanto a cual es el momento especifico del proceso de consolidación de la nación cubana y su cultura en que nos encontramos.[57]

Nuestras estadísticas económicas y sociales, prácticamente ignoran hasta hoy el «color de la piel», con el consecuente posible cuestionamiento científico a la validez de sus conclusiones, al excluir del análisis una variable fundamental para la caracterización de la población cubana, así como la perdida de oportunidades que ello significa, para reflejar la verdadera obra social de la Revolución.[58]

Algunas consideraciones finales

Como resultante de todo lo expresado, lo que más caracteriza en la Cuba de hoy el tratamiento del tema racial, socialmente hablando, es una «gran ignorancia» sobre el mismo, tanto en el sentido de su soslayamiento, como en el de su desconocimiento; así como un discreto silencio, que lo relega al espacio de algunos grupos, personas e instituciones preocupadas por el tema.

Ello se expresa claramente, en la realidad de los aún insuficientes abordajes del tema racial en las estadísticas económicas y sociales, la producción científica, la televisión, los medios masivos en general y la literatura histórica, sobre todo. Más grave aún, es que en perjuicio del desarrollo de las ciencias sociales cubanas, prácticamente se le ha cedido el tratamiento científico de la contemporaneidad del tema racial a un conjunto de autores, que no comparten con nosotros las vivencias de la cotidianidad dentro de la realidad social cubana contemporánea. Prácticamente todas las investigaciones más importantes (publicadas) sobre el tema racial, que reflejan la actualidad, de los últimos cuarenta años, no han sido producidas por personas que vivan en Cuba.[59] Por lo que, estamos cediendo la primacía en el tratamiento de un tema vital de nuestra realidad social actual, con la consiguiente inconveniencia que esto encierra.[60]

Experimentamos a cada paso la sensación, de que muchos, teniendo conciencia del problema, parecen querer solucionarlo, pero sin mencionarlo, ni mucho menos debatirlo. Asunto este último en el que apenas se ha comenzado a avanzar en los años más recientes, aunque todavía de manera muy modesta y enclaustrada.[61] Por lo que todo lo referido a un debate sobre el tema racial en la Cuba actual, sobrevive aun casi como en un submundo de algunas personas e instituciones interesadas.

Facilitándole así la operatividad a uno de los mecanismos sociales más peligrosos para la auto reproducción del racismo, los prejuicios y la discriminación dentro de la sociedad: la ignorancia. Y más que ello, colaborando para viabilizar su reingreso a la macro conciencia de la sociedad cubana actual.

La práctica ausencia de un debate abierto, o al menos discreto, pero amplio, sobre el tema racial en Cuba, encierra entonces un peligro mayor para la unidad alcanzada por la nación cubana, de lo que muchos podrían imaginar. No es soslayando el tema, ni obstaculizando su debate, la forma adecuada de enfrentarlo, todo lo contrario.[62]

Tal parece, que respecto al tema racial en la Cuba de hoy, no hemos superado aun el dilema, ya planteado en medio de las guerras de independencia del siglo XIX, entre «color de la piel», nación, identidad y cultura.[63]

Finalmente, llamamos la atención, de que no es posible olvidar, que Cuba es vista como un ejemplo a seguir, para muchos pueblos africanos, los 150 millones de afro descendientes, los pueblos indígenas, muchos afros norteamericanos, y en general, personas blancas y no blancas, que ven en la Isla no solo un paradigma de emancipación económica y política, sino también social y cultural.

Notas

[1] Algunas personas y autores hablan de «racismo residual». Un poco para connotar, que en Cuba este se bate en retirada. En realidad el racismo a nuestro entender lo que hizo fue ocultarse. Aunque no es posible negar que la lucha revolucionaria de todos estos años, lo erosionó. Pero tampoco es posible negar que en realidad la lucha contra el racismo quedo diluida dentro de la lucha contra la pobreza, por la igualdad y contra la discriminación de todo tipo, por lo que este fenómeno tan complejo no recibió un tratamiento específico y directo, que no solo es económico, sino cultural, social y en todos los ámbitos de la vida nacional. Tampoco ayudo declarar su muerte administrativamente y de manera voluntarista. Por lo cual, estamos atrasados en la lucha contra esta lacra social, tal y como Fidel Castro definió el racismo en 1959. Tampoco ayudó, prohibir bajo presión social que se hablara del tema. Por lo que es necesario rendir reconocimiento a aquellos que siempre alertaron sobre lo negativo de este fenómeno, que ahora reaparece, con las características propias del problema, que dado como resuelto, realmente no lo está.

[2] Recientemente, en declaraciones realizadas en una entrevista, el Sr. Jose María Aznar, declaró que los musulmanes habían invadido España, por más de 800 años. Tamaña estupidez de quien fuera presidente hasta hace poco confirma esta afirmación.

[3] No es casual que Cuba haya sido el penúltimo país del hemisferio en abolir la esclavitud. España se aferró a ella, generando todo un andamiaje legal para liderar el proceso de la abolición, ya fuertemente reclamado en la Isla , sobre todo, desde la I Guerra de Independencia. El fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina en 1871, las múltiples negativas a vender a Cuba, el manejo de la Autonomía, la Reconcentración de Weyler y la inmolación de la flota del almirante Cervera en 1898, son buenos ejemplos.

[4] La abolición significaba dar la libertad a los esclavos, para que lucharan por la independencia de Cuba. Significaba que los negros, antes esclavos, pasaban a la condición de ciudadanos, por lo cual detrás de tal gesto de un grupo de independentistas, estaba la idea de una nación que no excluyera a los negros. Aunque para que esa idea tome cuerpo definitivo en la realidad, integralmente vista, aun debemos continuar luchando todos los cubanos. (Nota del Autor).

[5] La idea de raza, en su sentido moderno, no tiene historia conocida antes de América. Con el tiempo los colonizadores codificaron como color los rasgos fenotípicos de los colonizados y lo asumieron como la característica emblemática de la categoría racial. Lo cual devino en un modo de otorgar legitimidad a las relaciones de dominación impuestas por la conquista. La idea de raza es literalmente un invento, pues no tiene nada que ver con la estructura biológica de la especie humana.

[6] Este fenómeno del racismo tomó cuerpo en las actitudes de Calixto Garcia, Estrada Palma, Cisneros Betancourt y otros, que tanto durante la Guerra Chiquita, como en la del 95, manipularon la participación de los Maceo en varias actividades de la guerra, incluidas, entre otras, la injusta sustitución del General Jose en Oriente y sus continuas negativas para reforzar la II etapa de la invasion al mando de la cual debía estar Jose Maceo.

[7] Ver Joel James, ob.p.16.

[8] Un episodio muy bochornoso y lamentable, lo constituye los juicios emitidos por Flor Crombet (mestizo) a solicitud de Calixto Garcia (blanco) en carta a Maceo, donde lo acusaba de posiciones racistas. Lo cual trajo como consecuencia la promesa de un duelo que nunca llegó a realizarse.

[9] Aunque treinta años después, se mostró partidario de la abolición de la trata.

[10] Ver: Jose Luciano Franco Documentos para la Historia de Haití en el Archivo Nacional, La Habana, 1951.Citado por Joel James Figarola en Fundamentos Sociológicos de la Revolución Cubana, (siglo XIX) Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2003, p.10

[11] No consideramos en este análisis a tres pensadores fundamentales: Félix Varela, Jose de la Luz y Caballero y José Martí, por cuanto todos derivaron hacia el independentismo; cosa que no hizo Saco, a pesar de haber vivido todo el periodo de la I Guerra de Independencia. Para ampliar ver: Isabel Monal y Olivia Mirando, «Pensamiento Cubano del Siglo XX», Editorial Ciencias Sociales, Tomo I, La Habana, 2002, pp. 1-43.

[12] Para ampliar sobre este asunto ver: «Racismo y Nacionalidad», de Raúl Cepero Bonilla, Revista Catauro, No. 11 del 2005, pp.148-157.Hombres como Arango y Parreño, Saco, Del Monte, hasta el Presbítero Varela, para quien el color negro era un signo de ignominia. (Nota del Autor ).

[13] No es posible olvidar las expediciones anexionistas de Narciso López entre 1850-1852.Empresa que quedó eliminada con la muerte de este y el posterior comienzo de la Guerra Civil en los Estados Unidos. Desde entonces la idea de la anexión ha variado sustancialmente. De modo que hoy, la extrema derecha de la política hacia Cuba, considera que sería un «honor» que no merecemos, aparecer como una estrella más en la constelación de la bandera norteamericana. Por lo que resulta imposible concebir que la anexión ahora sería que Cuba pasase a ser un estado más de la nación norteamericana con todos sus derechos y prerrogativas. Tal vez un distrito del Estado de la Florida.

[14] Ver Carmen Barcia, Revista Catauro No. 4, La Habana, pp. 36-59.

[15] Había un tipo de anexionismo «involuntario», que provenía de la actitud que incluso algunos líderes independentistas asumían al adoptar posiciones racistas y actuar con cierta prepotencia e inconsultamente; como sería el caso de Calixto Garcia. Lo cual resulta verdaderamente lamentable, al no podérsele negar su extraordinario, patriotismo. Fue Calixto, quien a espaldas de Gomez, facilitó la entrada del Ejército Norteamericano en Cuba y asumió durante la Guerra Chiquita y la del 95, las actitudes tan negativas hacia los hermanos Antonio y José Maceo.

[16] La decisión española respondió a que era imposible rendir la isla ante las armas del Ejercito Libertador, pues ello tal vez habría representado la caída de la corona española. La situación interna no permitía otra cosa que entregar la Isla a Estados Unidos. Fue el propio Calixto Garcia, de manera ingenua e inconsulta, quien le facilito la tarea a Estados Unidos. El primer pago que recibió fue el no permitirle entrar en Santiago de Cuba y el segundo fue morir poco después en circunstancias muy raras, que aún no han podido ser esclarecidas, no permitiéndole rectificar sus errores al único general cubano con mando para evitar o al menos obstruir la intervención norteamericana.

[17] Existen diferencias dentro de la intelectualidad cubana sobre este proceso. Ver: Esteban Morales «Cuba: algunos desafíos del color». Artículo que resulto Tercer Premio Compartido en el Concurso «Pensar a Contracorriente» del 2005.

[18] La administración norteamericana de entonces, junto al Ejército Norteamericano, un grupo de oportunistas, la burguesía criolla occidental, un sector de comerciantes españoles, los autonomistas y un grupo nada despreciable del Ejercito Libertador, le sirvieron de aliados.

[19] Esa es la razón por la cual defendemos la tesis, de que la emergencia de la verdadera nación cubana, para todos los cubanos, solo pudo comenzar a concretarse a partir del triunfo revolucionario de 1959. Antes fue siempre incompleta.

[20] Muchas personas no aceptan esta realidad. Unos porque no les interesa, otros porque nunca han topado con ella, la mayoría porque les abochorna, otros porque siempre han vivido de ella con ventaja.

[21] Ver: Ana Cairo, Revista Cubana de Ciencias. La Habana, No. 30, La Habana, 1995, p. 130.

[22] Para ampliar al respecto Ver: Esteban Morales, Revista Catauro, No. 6.En Cuba lo que rige es la llamada «línea del color».

[23] A diferencia de lo que ocurría con la esclavitud clásica, Grecia o Roma, en América la esclavitud tomo color. Indio, negro y esclavo eran la misma cosa. La discriminación no se sufre solo por ser negro, sino también por ser pobre. Pero al negro y el indígena aun les es más difícil escapar de ambas.

[24] Ver: Fidel Castro, Periódico Revolución, marzo 26 de 1959.

[25] Para ampliar ver: Esteban Morales, Revista Catauro No.6.

[26] Trátase de un peligro real, que no puede ser menospreciado.

[27] Este asunto es ampliamente abordado en, Cuba: los retos del Color. Ensayo publicado por el autor.

[28] Para ampliar ver: Esteban Morales, Cuba: los retos del color. Libro del CEBSH, Universidad de La Habana.2005.No quiete decir que la nación no haya avanzado en ambos campos; se ha avanzado mucho, pero aún permanecen retos por solucionar, que afectan el desarrollo de la nación.

[29] Véanse los intentos más recientes de abordar el tema en el llamado Informe de la Transición y en las declaraciones de la Secretaria de Estado norteamericana Condolezza Rice.

[30] Ver: «El Pensamiento Político de Fidel Castro», Selección temática, Tomo I, Volumen 2, enero de 1959- abril de 1961, Editora Política, La Habana, 1983, pp. 393, 395, 396, 397.

[31] En nuestro artículo de Catauro No. 6 desarrollamos una explicación alternativa, de por qué este tema, abierto en 1959, fue cerrado y convertido en un tabú, a partir de 1962. (Nota del Autor).

[32] Con la cuestión racial, no pocas veces se produce un asunto muy interesante. Muchos no pueden soslayarla; pero la dejan al margen de los asuntos relativos a la discriminación y el racismo aun existentes. (Nota del Autor).

[33] El tema racial tuvo muchos gladiadores dentro de las artes y la literatura, que serían imposibles de mencionar en el corto espacio de este ensayo; pero en las ciencias sociales cubana, apenas hemos recomenzado, después de haber tenido un representante como Don Fernando Ortiz. No pocos combatieron en medio de las desventajas del contexto de los «años de silencio», por lo que merecen nuestro reconocimiento.

[34] La formación de la cultura nacional es un proceso objetivo, nadie se puede sustraer a ese proceso; pero sin embargo, hay quienes asumen ante él una actitud de hegemonismo, como si solo a partir de uno de los ingredientes de la mezcla, se tuviese la posibilidad de decir la última palabra. La cultura nacional es un ajiaco, y aunque no ha concluido su cocción, de todos modos los ingredientes no pueden ser ya separados. Todos estamos dentro de la cazuela, aunque a algunos no les guste.

[35] Desde una perspectiva marxista, la pregunta de si existe una teoría de la cultura o una teoría de la política o de la economía, es un error epistemológico, por cuanto, el mayor logro del marxismo, la cuestión más importante en la que este supera a las llamadas ciencias sociales burguesas, es precisamente haber superado los compartimentos estancos de las teorías burguesas sobre la sociedad, para dotarnos de una cosmogonía y de una visión holística de los fenómenos sociales. Por lo que enfocar un tema cualquiera solo desde la cultura sería un error.

[36] Es importante considerar, que Cuba ha sido siempre vista por Estados Unidos, desde los Padres Fundadores de la nación, como parte de su territorio continental. Por tanto, el enfrentamiento con Estados Unidos, siempre ha ido más allá de un fenómeno político, para ser un fenómeno cultural. Cuba como parte del territorio continental de los Estados Unidos, es parte de la cultura política norteamericana.

[37] Como sería posible imaginar que ningún proceso de la sociedad cubana pudiera tener lugar al margen del sistema político existente.

[38] Yo diría que tal fenómeno no es exclusivo de Cuba; sino que con sus diferentes posibles gradaciones, parece valido para la formación de toda la cultura latinoamericana y caribeña. Para el caso de Estados Unidos, habría que estudiar a fondo los límites que la colonización impuso al indígena y al negro. Pues no se observan similitudes con los anteriores procesos mencionados, aunque con el trascurrir de los años, también se observan sus gradaciones de influencia, aunque nada cercano al llamado «Ajiaco cubano».

[39] Lo cual género en esta nación corrientes tales como la del Nacionalismo Negro. Cosa no inimaginable en el caso de Cuba.

[40] De no ser así, ninguna cultura nacional hubiera podido emerger en las naciones que antes fueron colonias. Fenómeno en el que no podemos detenernos aquí, tratándose también del impacto de la cultura sobre el proceso de formación de las ideas y corrientes políticas.

[41] Baste consultar la información acerca de las exigencias hechas a las prácticas religiosas afrocubanas y la discriminación de que fueron objeto por muchos años. (Nota del Autor).

[42] Parte de esa fuente de conocimiento está siendo fuertemente atacada. El imperialismo no solo roba petróleo sino también cultura.

[43] Mas adelante podemos apreciar cuales son los fenómenos que al afectar la problemática racial, afectan también al desarrollo de la cultura nacional. (Nota del Autor).

[44] Existen dentro del ajiaco, muchas más carnes y viandas, de las que hubiésemos podido imaginar antes del periodo especial, que aún no se han ablandado. No nos llamemos a engaño, esa insuficiencia de protagonismo de los negros y mestizos es también resultado de la gran diferencia en los puntos de partida con que llegaron a 1959 negros, blancos y mestizos; lo cual no puede ser borrado en tan poco tiempo. No nos metemos directamente con ese problema, pero es evidente, que en todas las estadísticas, para una escala descendente, siempre están blancos, mestizos y negros. Lo cual no debería sorprendernos. (Nota del Autor).

[45] Véase el trabajo » Raza y Desigualdad en la Cuba Actual», de Rodrigo Espina y Pablo Rodríguez, Revista Temas No. 45 enero-marzo del 2006. pp. 44-54. Donde podemos observar, que no se trata de simples lastres heredados, sino de insuficiencias que aun la sociedad cubana es capaz de reproducir.

[46] Utilizamos aquí negro , en el sentido en que comúnmente la población lo utiliza. (Nota del Autor).

[47] Aunque ello no nos libra del peligro de que la institucionalidad también sea tocada. Ver del Autor: Revista Catauro No. 6.Donde presentamos una explicación más completa de este controvertido asunto.

[48] Para ampliar: ver del autor: Cuba: los retos del color. Libro publicado por el CESBH, Universidad de La Habana, 2005.Tambien Revista Catauro No. 6. Lugares donde explicamos la dialéctica de cómo, aun y cuando el racismo no es practicado desde los niveles del Estado y del Gobierno, dado que los cuadros en Cuba no viven como una «guardia pretoriana», existe el peligro de que a través de la dinámica de las relaciones entre el poder formal y las estructurasinformales de poder, el racismo pueda ser inoculado a las instituciones de la sociedad civil.

[49] Todas las medidas sociales adoptadas en los últimos años, en el campo de la salud, la educación, la seguridad social y alimentaria, el empleo y en el campo de los beneficios sociales de todo tipo, como viviendas, equipamiento familiar, etc. son el claro indicativo de un proceso de profundización de lo que pudiéramos llamar políticas de beneficio social para toda la población cubana.

[50] Ver: Espina y Rodríguez, Revista Temas Ob. Y Esteban Morales, Catauro No.6

[51] Para ampliar sobre este asunto, ver: Esteban Morales, Cuba: algunos desafíos del color. Revista Academia, UH, próxima a salir .publicada.

[52] Es notable, la atención prestada a este asunto dentro de las estructuras del Partido Comunista de Cuba a todos los niveles de dirección.

[53] Lamentablemente, se conoce de iniciativas por parte de algunos maestros, que pretendiendo salvar la situación y llenar el vacío, adoptan actitudes ante el asunto, que tienden a crear más problemas de los que resuelven.

[54] Por lo cual, no excluimos a ningún grupo racial, pero negros y mestizos , no están suficientemente representados en nuestro planes de estudios y programas. (Nota del Autor).

[55] Asumimos como válida esa clasificación, que consideramos es la que mejor tipifica a nuestra población. (Nota del Autor).

[56] ¿Cuál es la razón o razones, de que las múltiples ocasiones en que Jefe de la Revolución se ha referido extensamente al tema racial, sus palabras no sean ampliamente divulgadas?

[57] Todo ello a pesar, de que algunas manifestaciones culturales como el Rap, presentan discursos muy críticos al respecto. Emergiendo como un discurso alternativo de denuncia. La televisión por su parte, ha comenzado a hacer algunos esfuerzos muy discretos en la misma dirección. ( Nota del Autor ).

[58] Un ejemplo de esa ausencia es posible verlo en varios informes rendidos por Cuba en los años más recientes: Investigación Sobre Desarrollo Humano y Equidad en Cuba 1999, CIEM-PNUD, La Habana, 2000; Perfil Estadístico de la Mujer Cubana en el Umbral del Siglo XXI, ONE, La Habana, 1999; Cuba: 10 años después de la Conferencia sobre la Población y el Desarrollo, CEPDE- ONE,-UNFPA, La Habana, 2005.Cuba: Objetivos de desarrollo del milenio, Segundo Informe, INIE, La Habana, julio del 2005. En ellos se constata el gran avance logrado por Cuba en todos los ordenes, pero al no considerar el color de la piel, se pierde la oportunidad de presentar la obra de la Revolución en aquellos sectores y grupos poblacionales, donde la pobreza es mayor. Además de que es posible cuestionarse su validez científica, a partir de que no consideran un atributo fundamental de la poblacióncubana, como lo es el «color de la piel».

[59] Me refiero a los libros de Aline Helg, Carlos Moore y Alejandro de la Fuente. La familia negra o mestiza, apenas aparece en nuestra televisión.

[60] Lamentablemente, ya nos ocurrió con los Derechos Humanos. Nos demoramos en articular un discurso propio al respecto, y aun los sufrimos. Solo recientemente, las Revistas Tema, Catauro y La Gaceta, han dedicado trabajos sobre la actualidad del tema.

[61] Existe el «Grupo Color Cubano» de la UNEAC, donde se debate el tema sistemáticamente, pero dentro de un contexto aún muy limitado y casi no divulgado. Tratándose de actividades a las que nuestra prensa nacional apenas le da cobertura. (Nota del Autor).

[62] Lamentablemente, el tema aparece en el denominado «Informe de la Transición», y está siendo manipulado para crearle problemas a la Revolución Cubana.

[63] No hay dudas de que la obra reivindicadora y dignificadora de la Revolución Cubana ha sido extraordinaria, pero de lo que se trata es de terminar de extirpar del cuerpo social de la nación cubana los estereotipos negativos, los prejuicios y el racismo que aún sobreviven. Mientras ello no ocurra, siempre estaremos ante el serio peligro de retroceder. (Nota del Autor).

Fuente: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2017/12/02/cuba-color-de-la-piel-nacion-identidad-y-cultura-un-desafio-contemporaneo-por-esteban-morales/