Durante los últimos 30 años la ayuda internacional se ha utilizado como instrumento para disciplinar, silenciar y mantener el control sobre las y los palestinos.
Desde que se firmaron los Acuerdos de Oslo I en 1993, los donantes internacionales han invertido más de 50 mil millones de dólares de ayuda exterior en el Territorio Palestino Ocupado (TPO). Esta financiación se ha canalizado a través de un modelo de desarrollo occidental aparentemente diseñado para fomentar el progreso económico e institucional palestino.
Los arquitectos occidentales de este modelo confiaban en que si conseguían situar a los palestinos “a la altura” de Israel en materia de desarrollo, cuando existieran dos Estados democráticos liberales –el israelí y el palestino, uno al lado del otro– la paz podría apuntalarse en la región.
Pero el modelo ignoró intencionadamente la naturaleza colonialista del sistema israelí y la devastación inherente que causa el expolio de sus estructuras de control colonial. Asimismo, hizo recaer sobre las espaldas de los y las palestinas la carga de la construcción de la paz, previa imposición de cambios para que cumplieran con unos equívocos estándares de desarrollo definidos por los aliados occidentales más próximos a Israel.
Sin embargo, confiando en que el Proceso de Paz de Oslo les conduciría a la libertad, las y los palestinos aceptaron de buen grado la financiación de los donantes y la utilizaron como una oportunidad para establecer sus propias instituciones tras décadas de control directo israelí. El objetivo último palestino era establecer un Estado propio y ser libres una vez que el proceso de Oslo, patrocinado por Estados Unidos, superara un “periodo transitorio” que no debía abarcar más de cinco años y que concluyó ya en 1999.
Esa ayuda era clave para la lógica (colonial) del modelo occidental; se utilizaría como instrumento para reformar –léase: civilizar– a los palestinos y apoyarles durante un periodo transitorio de dominación israelí hasta que llegase el momento en que se pudieran mantener de forma independiente en paz junto a Israel.
Más lejos de ser libres
Aunque la financiación se utilizó para establecer una Autoridad Palestina (AP) semiautónoma e instituciones palestinas de autogobierno limitado –como en materia de sanidad y educación– ni la ayuda ni el proceso de Oslo acercaron a los palestinos a la libertad y a la autodeterminación.
Nunca se les ha permitido construir una economía que les respalde en su lucha contra la potencia ocupante que les sigue colonizando y expulsando de la mayor parte de la tierra que les queda (aproximadamente el 22% de la Palestina histórica).
Por el contrario, esa financiación se utilizó casi inmediatamente para compensar las pérdidas económicas impuestas a los palestinos por las políticas de castigos israelíes, como los cierres, la construcción de asentamientos y las restricciones al comercio.
Cuando el proceso de paz se sumió en una violencia extrema durante la Segunda Intifada, de 2000 a 2006, la ayuda se convirtió en un salvavidas para los TPO.
Los responsables políticos occidentales actualizaron entonces su modelo de desarrollo centrándolo en el sector de la seguridad palestina. Su posición era que si la AP podía coordinarse con Israel y proporcionarle seguridad controlando la “violencia” de las facciones armadas palestinas, se podrían poner en marcha nuevas iniciativas de paz.
Una vez más se hizo recaer la responsabilidad de la reforma y la paz directamente sobre los palestinos desde la consideración del supuesto colonial y racista de que son ellos los más propensos a la violencia, a diferencia de Israel, liberal y democrático.
Los responsables políticos y los desarrollistas occidentales renovaron su labor de rediseñar otros aspectos de las instituciones y de la sociedad palestinas. El nuevo modelo incorporó nociones de eficacia de la ayuda, buena gobernanza y transparencia, conceptos que se popularizaron en el sector de la ayuda durante la década de 2000 en respuesta a la devastación que causaron los sistemas de ayuda neoliberales (y neocoloniales) durante la “década perdida” de los años ochenta y el Consenso de Washington de los noventa.
Muchos desarrollistas bienintencionados dedicaron mucho tiempo y recursos para que el modelo de desarrollo actualizado de Oslo funcionara, y tuvo “tanto éxito” que hasta el Banco Mundial consideró en 2011 que los y las palestinas ya estaban preparados para gestionar su propio Estado. Sin embargo, en 2023 están aún más lejos del autogobierno que hace 12 años.
Cuatro enfoques
Hemos pasado más de una década haciendo seguimiento de la ayuda con mi colega Jeremy Wildeman. Existen diferentes enfoques sobre por qué después de 30 años y 50 mil millones de dólares de financiación, los modelos de ayuda a la paz de Oslo han fracasado tan estrepitosamente. Están también los que consideran que no ha sido necesariamente un fracaso. Por ejemplo, los instrumentalistas de la ayuda, que creen que el modelo de Oslo era y es intrínsecamente sólido pero que fue la externalidad de la “política” la que se interpuso en su camino hacia el éxito.
Los neocolonialistas, por el contrario, son realistas sobre la ayuda; entienden que esta puede utilizarse como herramienta para disciplinar, silenciar y mantener con éxito el control sobre los palestinos, y apoyar el statu quo de los intereses israelíes y occidentales.
Luego están los “instrumentalistas críticos”, que comparten la fe de los instrumentalistas en el modelo de ayuda de Oslo pero, en cambio, se centran en la política de la ocupación militar israelí de los TPO, los derechos humanos palestinos, la construcción de asentamientos israelíes y el derecho internacional, como obstáculos principales que hay que abordar para que haya desarrollo y paz.
Por último, están los críticos que, como nosotros, no creemos que el modelo de ayuda sea un proceso liberador sino más bien una herramienta exógena de dominación exterior que debe abordarse con recelo y, en última instancia, debe ser resistida.
Los principios de eficacia de la ayuda, como los que incluye la Declaración de París de 2005 y el Programa de Acción de Acra de 2008, pueden utilizarse como estrategia anticolonial para evaluar cómo operan los donantes occidentales en regiones del Sur Global como los TPO.
Uno de los principios más importantes es que los donantes sean transparentes y dispongan libremente de información sobre en qué se gastan sus fondos. Esto se debe a que es fundamental para cualquier pueblo soberano comprender de forma exhaustiva qué financiación extranjera entra en su sociedad y en qué fin se gasta, según los intereses de cada donante.
También es una máxima de la buena gobernanza y del institucionalismo liberal que los donantes pretenden desarrollar para los palestinos, mostrar de forma transparente de dónde procede la financiación y cómo la utiliza su gobierno.
Seguimiento de la ayuda palestina
Wildeman y yo hemos intentado en muchas ocasiones desde 2016 rastrear la financiación de los donantes en los TPO.
El objetivo general de nuestro trabajo ha sido rastrear y analizar esa ayuda y crear una base de datos amplia y accesible al público de todos los flujos de ayuda. Hacer que la información sea accesible es crucial para los sistemas de buena gobernanza democrática que las personas palestinas anhelan cumplir, en el camino hacia un gobierno autónomo.
Con este fin, en 2022 realizamos un estudio de investigación para la Red de Organizaciones No Gubernamentales Palestinas, para el que monitorizamos 41 actores donantes importantes que representaban alrededor del 90% de la ayuda a los TPO durante los años 2017 a 2021. Estos actores han desempeñado un papel determinante en cómo pueden estructurarse las instituciones palestinas y cómo sirven a su sociedad. Lo que descubrimos fue una clara falta de transparencia de la ayuda en 2022, que había empeorado notablemente en comparación con encuestas anteriores similares que realizamos en 2016 y 2017.
En 2022 recopilamos datos de tres formas distintas: 1) contactando directamente con los donantes y sus misiones en los TPO para obtener información sobre su gasto en ayuda; 2) revisando los sitios web de los donantes y catalogando los informes en línea sobre su gasto en ayuda a los TPO; y 3) haciendo una extrapolación de los conjuntos de datos hallados en la base de datos del Asistente de Consulta para Estadísticas de Desarrollo Internacional (QWIDS) de la OCDE.
Lo que descubrimos fue que de todos los donantes a los que contactamos, menos del 30% nos proporcionó los datos precisos para comprender lo que ellos y la comunidad internacional están financiando en Palestina.
Lejos de ser transparentes y fácilmente accesibles, los datos disponibles en sus sitios web resultaron bastante difíciles de localizar, si es que estaban publicados, y algunos no estaban disponibles siquiera en inglés, por no decir ya en árabe, el idioma necesario para la compresión autóctona del proceso de ayuda.
Por último, la base de datos QWIDS ofrece una panorámica general de la financiación de la ayuda en los TPO pero solo del limitado número de donantes que facilitan esa información a la base de datos.
El resultado de nuestro estudio fue que después de haber dedicado mucho tiempo a analizar la ayuda palestina con investigadores experimentados en la materia, nos quedamos con una idea muy incompleta de cómo fue la ayuda de los donantes internacionales en los TPO desde 2017 a 2021.
Nuestra principal conclusión se resume así: en un momento en el que se ha producido un notable debilitamiento de las instituciones y los sistemas de buena gobernanza de una AP respaldada por Occidente, y en medio de una intensificación de la colonización israelí de tierras palestinas, los donantes ni han sido transparentes ni han rendido cuentas a las y los palestinos.
Los donantes causan perjuicios
La influencia de los donantes sobre el Estado y la sociedad palestinos es trascendental para la economía colonizada de los TPO. Aunque los donantes crean que su asistencia ayuda a los palestinos, es su inacción a la hora de abordar y acabar con las causas profundas de lo que ellos denominan “estancamiento político” lo que afianza la violencia del statu quo en combinación con la ayuda de Oslo, cuya estructura sirve en realidad para que Israel compense los costes de su ocupación y subvencione el mantenimiento de su colonización de territorio palestino.
Este es el caso más nocivo de combinación de instrumentalistas, que ignoran los problemas políticos fundamentales que sostienen el conflicto en los TPO, y neocolonialistas, que utilizan su modelo para reforzar el colonialismo israelí.
Los palestinos deberíamos rechazar cualquier ayuda que no sirva a estos fines. Mientras tanto, los donantes deberían asignar los recursos necesarios para hacer un seguimiento y facilitar el acceso de todos los palestinos a la información sobre lo que se gastan en ayuda a los TPO.
Actualmente, esto no está ocurriendo y no existe ningún sistema para asegurarse de que lo están haciendo.
En tales circunstancias y habida cuenta del largo historial de Occidente de favorecer los intereses de Israel a expensas de los y las palestinas, estos deberían considerar la ayuda de los donantes occidentales como sumamente sospechosa. Lo que podría dar lugar a rechazar a los donantes occidentales que se nieguen a ser transparentes o a no perjudicar a Palestina ocupada.
Alaa Tartir es Investigador Principal y Director del Programa de Oriente Próximo y Norte de África del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI). Tartir es también investigador asociado y coordinador académico en el Geneva Graduate Institute, Global Fellow en el Peace Research Institute Oslo (PRIO), asesor político de Al Shabaka – The Palestinian Policy Network, y miembro del Consejo de Administración de The Arab Reform Initiative. Las publicaciones de Tartir pueden consultarse en www.alaatartir.com.
Traducción: Loles Olivan Hijós para viento sur