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Cómo los hutis se convirtieron en «chiíes»

Fuentes: MERIP

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

El 4 de diciembre de 2017 los rebeldes hutis de Yemen mataron a Ali Abdallah Saleh, su antiguo aliado y expresidente del país. Fue un revés espectacular: parte del ejército nacional leal a Saleh había luchado durante casi tres años junto con los hutis en la actual guerra civil de Yemen. Pero poco antes de su muerte Saleh se había vuelto contra los hutis al haber iniciado un acercamiento a sus oponentes, el gobierno yemení en el exilio encabezado por el presidente Abd Rabbu Mansour Hadi y sus aliados de las ricas monarquías del Golfo Arábigo, sobre todo Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. En unas declaraciones emitidas el 3 de diciembre por el canal satélite financiado por los saudíes Saleh acusó a los hutis de «imprudencia» intolerable. Si los saudíes y emiratíes levantaran el bloqueo a Yemen, añadió, entonces «pasaremos página». Al día siguiente Saleh fue asesinado.

La relación de Saleh con los hutis es mucho más compleja de lo que podría sugerir este último episodio. Hasta que Saleh fue destituido a finales de 2011 fue su régimen el que se enfrentó a los hutis en seis rondas de combate que empezaron en 2004. Pero otro legado de las guerras de la década de 2000 es particularmente importante debido a la influencia que tiene a la hora de entender globalmente el actual y catastrófico conflicto de Yemen: la invención por parte del régimen de Saleh de la afirmación de que los hutis son «chiíes apoyados por Irán».

Falso cifrado

El primer problema de calificar a los hutis de «chiíes» es que técnicamente no son «chiíes», al menos no de la manera en que la mayoría de la gente entiende el chiísmo contemporáneo. El chiísmo se diferencia del sunnismo, la otra rama principal del islam, sobre todo porque los chiíes creen que los herederos legítimos de Mahoma como líderes político-religiosos, o imames, de la comunidad musulmana son el yerno de Profeta, Ali, y sus descendientes. La mayoría de los hutis son zaidianos, es decir, miembros de una sección del chiísmo que se escindió de la rama principal en el siglo VIII debido a una disputa acerca del reconocimiento del quinto imam*. A diferencia de la mayoría de los chiíes, los zaidianos no creen que la condición de imam se deba transmitir a través de una línea particular de los descendientes de Ali. Hoy en día aproximadamente el 85% de los chiíes del mundo, incluida la vasta mayoría de los chiíes de Irán e Iraq, y los de Líbano, siguen lo que se denomina el chiísmo duodecimano: creen que el duodécimo imam fue el último sucesor legítimo de Mahoma y Ali, y que un día volverá de donde está oculto o escondido para restaurar el gobierno justo y luchar contra el mal. Puede parecer que eliminar la distinción entre zaidianos y duodecimanos (lo que equivaldría a calificar a los coptos de católicos romanos) carece de consecuencias importantes, pero dadas las alianzas en curso y las ambiciones de las potencias regionales, especialmente los saudíes, tiene profundas consecuencias políticas para la guerra en Yemen.

El segundo y mayor problema de equiparar discursivamente la fe zaidiana con el chiísmo duodécimano es que esboza un cuadro de unos lazos «naturales» o «primordiales» entre los hutis e Irán. El presidente Hadi emula a su predecesor Saleh al afirmar que existen estos lazos. Lo mismo que sus aliados saudíes y emiratíes, los cuales consideran a Irán su enemigo implacable desde la revolución de 1979 que derrocó al shah e instauró la República Islámica. Este marco ayuda a los saudíes y a otros regímenes identificados con los sunníes a canalizar en resentimiento hacia el Irán chií el descontento popular. Encuentra partidarios entusiastas en Estados Unidos y otros gobiernos occidentales que también son hostiles a la República Islámica. Y también puede cuajar en las audiencias mediáticas del mundo que después de la guerra de Iraq de 2003 han sido condicionadas a considerar que casi cada contratiempo que se produce en Oriente Próximo es una manifestación de la lucha intransigente y que data de siglos entre las dos principales ramas del islam.

Pero por diferentes razones es erróneo cifrar lo que ocurre en Yemen como un conflicto sunní-chií. Los hutis no son representantes de los iraníes sino un movimiento político predominantemente local basado en agravios y luchas de poder de larga data y centrados en Yemen. No se puede situar bajo un paraguas a todos los zaidianos ni a todas las prácticas zaidianas ya que bajo esta denominación hay una diversidad considerable (el propio Saleh fue educado en la tradición zaidiana). Además, antes de que en 2015 estallara la guerra civil en Yemen no se solían utilizar los términos «chií» y «sunní» [1]. En 2009 el periodista Hugh MacLeod señalaba que a diferencia de muchos retratos occidentales, «la simple distinción religiosa entre las dos ramas principales del islam tradicionalmente ha tenido poco arraigo en Yemen» [2]. Los yemeníes se consideran a sí mismos ante todo zaidianos y shafi’is, partidarios de las dos escuelas de jurisprudencia musulmanas o madhhabs, que históricamente tienen mucho en común. La experta en Yemen Lisa Wedeen insiste: «A partir de mediados del siglo XX la negación de las identidades mádhab se ha vuelto normal en las conversaciones corrientes en Yemen, donde los códigos legales modernos a menudo se extraen, y se mezclan entre sí, de diferentes escuelas de pensamiento establecidas o donde se hacen argumentos en la tradición salafí para sugerir que las enseñanzas mádhab ya no son adecuadas a los tiempos modernos» [3].

Estrategia política y no política religiosa

¿Como, entonces, se convirtieron los hutis en «chiíes»? El proceso empezó más con un espíritu emprendedor político instrumentalista que con distinciones doctrinales o cercanía cultural. En la década de 1990 la figura política y religiosa zaidiana Husayn Badr al-Din al-Huti y sus seguidores (muchos de ellos, aunque no todos, también zaidianos) fundaron un grupo llamado Juventud Creyente como reacción tanto a las políticas discriminatorias del gobierno central yemení como al cada vez mayor proselitismo de los salafistas (sunníes puritanos) financiados por los saudíes en la provincia originaria de los hutis, Sa’ada [4]. Juventud Creyente dirigió sus esfuerzos a denunciar a Saleh y su régimen autoritario. Al mismo tiempo los grupos salafistas que llegaban al noroeste de Yemen provenientes de Arabia Saudí elaboraron una abundante propaganda en la que describían a los «zaidianos como peones de Irán en una conspiración global chií que trata de dividir al mundo musulmán» [5].

En 2004, con una fuerte tensión en Yemen debido a la guerra contra el terrorismo encabezada por Estados Unidos y por la llegada de al Qaeda a la Península Arábiga, estalló la guerra entre los hutis y el régimen de Saleh. Aquel verano la retórica del régimen contra los rebeldes fue bastante general, centrada en las acusaciones de que los hutis eran un grupo violento y antiestadounidense que «incitaba la lucha sectaria y difundía un pensamiento ‘desviado’ y una ‘ideología extremista'» [6]. Pero el régimen pronto empezó a promover agresivamente un relato explícitamente sectario en el que describía a los hutis como «chiíes respaldados por Irán» y que fue adoptado totalmente por los medios en inglés a pesar de la constante ausencia de pruebas sólidas. Casi cada artículo del New York Times referente a los rebeldes desde 2008 contiene una mención al apoyo iraní [7]. Aunque los hutis tomaron prestados de la política revolucionaria iraní algunos eslóganes y consignas, como «¡Muerte a Estados Unidos, muerte a Israel!», hay que entender estas tácticas más como elementos de una estrategia política local y como parte de la violenta reacción contra la relación entre Estados Unidos y Yemen que como signos de afinidad geopolítica y religiosa [8].

La animadversión del régimen pronto fue tan pronunciada que la embajada estadounidense en Yemen envió varios cables a Washington para esclarecer la relación entre los hutis y el chiísmo duodecimano. Estos documentos describen sistemáticamente a un régimen yemení (dirigido por Saleh) que a propósito pretende caracterizar erróneamente a los hutis como una organización sectaria y terrorista vinculada a Irán y a sus supuestos agentes en el exterior, sobre todo a Hezbolá en Líbano. Un cable típico señala: «Mientras siguen aumentando las tensiones en el conflicto de Sa’ada entre las fuerzas del ROYG [siglas en inglés de Gobierno de la República de Yemen] y los hutis, altos cargos del ROYG y medios propiedad del gobierno, con la vista puesta en garantizar el apoyo de Occidente, han intensificado las declaraciones afirmando que los hutis han unido sus fuerzas con Hezbolá […] Afirmando que los hutis y Hezbolá comparten una ideología y unos objetivos comunes, el ROYG argumenta que el gobierno de Estados Unidos debería considerar a los hutis organización terrorista al mismo nivel que al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP, por sus siglas en inglés). Sin embargo, considerando las diferencias ideológicas y políticas entre los hutis y Hezbolá, estas grandes generalizaciones carecen de base objetiva».

El mismo cable continúa: «No obstante, miembros del ROYG siguen caracterizando a los hutis como un grupo chií radical que discrepa con el gobierno por razones sectarias en vez de por agravios políticos legítimos y en ese sentido encuentran un socio ideológico lógico en Hezbolá. El 14 de septiembre el jefe del Estado Mayor del Ministerio de Defensa, el general de división Ahmed al-Ashwal dijo [al oficial político de la embajada] que «los hutis son lo mismo que Irán, lo mismo que Hezbolá; comparten la misma doctrina e ideología».

El despacho de la embajada termina con este comentario: «Altos cargo del ROYG han tratado repetidamente de convencer al gobierno de Estados Unidos de que califique a los rebeldes hutis de organización terrorista, primero alegando contactos con AQAP, luego una ambigua ‘influencia iraní’ y ahora afirmando que colabora con Hezbolá» [9].

Otros observadores también han tomado nota de la estrategia discursiva del régimen de culpar del ascenso de los hutis a cualquier actor exterior que considere que puede atraer la atención de los occidentales. Informes de International Crisis Group sobre los combates en Sa’ada detallan los intentos del gobierno yemení de describir a los hutis como grupo alineado con Hezbolá e Irán. Un informe destaca que «tal como lo describe el gobierno, los hutis ha difundido un credo religioso fundamentalista que refleja un giro desde un zaidismo moderado a un yafarismo (chiísmo duodecimano)» y que el gobierno trataba de situar la emergencia de los hutis en el contexto de la revolución iraní [10]. Un informe de 2010 de Carnegie Endowment for International Peace señala: «El gobierno yemení ha tratado de vincular la rebelión con la más amplia ‘lucha contra el terrorismo’ y de obtener apoyo internacional afirmando que entre quienes apoyan a los hutis están la Libia laica, los sunníes extremistas y radicales de al Qaeda, el Hezbolá libanés y el Irán chií. El Estado no ha ofrecido todavía pruebas de que los rebeldes hutis estén recibiendo ayuda militar exterior ni ha demostrado su afirmación de que Irán se esté entrometiendo en el conflicto» [11].

En otras palabras, a finales de la década de 2000 el régimen de Saleh experimentaba con relatos contraproducentes y a menudo contradictorios para convencer a Estados Unidos y a otras naciones de que apoyaran la campaña del gobierno yemení contra los hutis como parte de la guerra contra el terrorismo y para contener a Irán.

Un error peligroso

Los levantamientos árabes complicaron la situación. Tras las protestas masivas de todo el año 2011, Saleh renunció a la presidencia como parte de un acuerdo con el Consejo de Cooperación del Golfo y Hadi fue instalado en su lugar. Finalmente Saleh y sus partidarios (muchos de los cuales se identificaban como zaidianos) se unieron a los hutis en oposición al nuevo gobierno. En la movilización popular que siguió, que tenía componentes tanto militares como no violentos, estas fuerzas combinadas lograron hacerse con [la capital] Sana’a y en enero de 2015 obligar a Hadi a dimitir. Hadi huyó rápidamente de la capital, primero a su ciudad nativa de Aden, donde renegó de su dimisión y condenó un golpe de Estado huti, y más tarde por barco a Arabia Saudí. Como venganza resurgió el discurso de que «los hutis son como Hezboá» y «son chiíes respaldados por iraníes», incluso en medios locales en inglés como el Yemen Post. Sin embargo, también este periódico (que tiene oficinas en Arabia Saudí y Estados Unidos) había sido anteriormente escéptico con esta idea. Un artículo de julio de 2014 titulado «The Houthis, the New Hezbollah of the Arabian Peninsula?» [Los hutis, ¿el nuevo Hezbolá de la Península Arábiga?] señalaba que «los detractores de los hutis siempre han querido caracterizar al grupo como una facción chií vengativa, sangrienta e intolerante, deseosos de quitar toda legitimidad política a sus miembros y prefiriendo centrarse en la herencia de milicia de los hutis para impedirles participar en la política general» [12].

En marzo de 2015 los saudíes y otras monarquías del Golfo intervinieron militarmente para volver a instalar a Hadi como presidente y esta coalición se enfrentó por una parte a los hutis y por otra a las fuerzas de Saleh. Los saudíes, que afirman luchar contra una milicia chií respaldada por Irán en una importante contienda geoestratégica, han bombardeado gran parte de Yemen lo que ha provocado al menos 13.504 víctimas civiles (4.971 muertos y 8.533 heridos) y la destrucción de gran parte de Sana’a [13]. Según cálculos de la ONU, el actual bloqueo naval ha provocado que más de 20.7 millones de yemeníes (de una población de unos 28 millones de personas) necesite ayuda humanitaria y 17 millones padezcan hambre y corran peligro de morir de inanición [14].

Los iraníes aumentaron su implicación en Yemen tras la captura de Sana’a por parte de los hutis y es cierto que a partir de 2015 agudizaron sus ataques retóricos contra los saudíes. No obstante, los círculos mediáticos y políticos siguen exagerando el nivel del respaldo iraní a los rebeldes [15]. Expertos como Sheila Carapico todavía insistían en 2016 que los hutis «obtienen apoyo moral de Irán, pero nadie ha demostrado nunca que consigan apoyo material de Irán» [16]. Los programas para adiestrar y equipar a los hutis, incluidos los del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní y del Hezbolá libanés, han sido limitados; los hutis recibieron la mayoría de su armamento pesado de las fuerzas de Saleh y no de Irán [17]. El grado de implicación de Irán en Yemen bien puede ser producto de las mismas historias utilizadas para ocultar los orígenes de la rebelión huti; en otras palabras, la parte del relato referente al «respaldo de Irán» en realidad puede ser una profecía de autocumplimiento.

El relato de «los hutis son chiíes» se debería ver como lo que es: una elaborada obra de retórica política concebida para minimizar las importantes diferencias entre denominaciones religiosas, reforzar la falsa imagen de una guerra entre quienes se identifican como sunníes contra quienes se identifican como chiíes y fomentar la intervención extranjera (especialmente de Estados Unidos) en Yemen. Ofrece una peligrosa simplificación mental a los políticos que desconocen la historia y la política yemení y con ello desvía la atención de la crisis humanitaria generalizada provocada por años de guerra civil y los actuales bloqueo y bombardeos de la coalición encabezada por Arabia Saudí y respaldada por Estados Unidos. El uso cínico del lenguaje sectario caracteriza el conflicto en Yemen como parte de una lucha histórica y regional en vez de una guerra civil local que se ha vuelto más letal para los civiles yemeníes debido a la intervención de Arabia Saudí y de los Emiratos.

Notas:

* Los zaidianos reconocen a los mismos cuatro primeros imames que el resto de los chiíes, pero no al quinto, Mohamed el Baciro, a quien sustituyen por su hermano Zaido ben Alí, que en el año 740 promovió una rebelión contra el poder Omeya. (N. de la t.)

[1] «Killing Yemen: An Interview with Sheila Carapico», Voice of the Middle East and North Africa (KPFA), 4 de abril de 2016, https://soundcloud.com/vomekpfa-1/the-war-on-yemen-and-the-refugee-crisis

[2] Guardian , 23 de noviembre de2009.

[3] Lisa Wedeen, Peripheral Visions: Publics, Power and Performance in Yemen (Chicago: University of Chicago Press, 2008), pp. 157-158.

[4] Shelagh Weir, «A Clash of Fundamentalisms: Wahhabism in Yemen», Middle East Report 204 (julio-septiembre de 1997).

[5] US Department of State, «Fighting Fire with Fire: A Clash of Religious Extremisms in Sa’ada (09Sanaa1939_a)», 20 de octubre de 2009, https://wikileaks.org/plusd/cables/09SANAA1939_a.html

[6] J. E. Peterson, «The al-Huthi Conflict in Yemen», Arabian Peninsula Background Note ABPN-006 (agosto de 2008), p. 5, http://www.jepeterson.net/sitebuildercontent/sitebuilderfiles/APBN-006_Y…

[7] Véase: https://query.nytimes.com/search/sitesearch/?action=click&contentCollect…

[8] Wedeen, p. 153.

[9] US Department of State, «Hizb Allah and the Houthis: Different Goals and Ideology (09Sanaa2079_a)», 18 de noviembre de 2009, https://wikileaks.org/plusd/cables/09SANAA2079_a.html

[10] International Crisis Group, Yemen: Defusing the Saada Time Bomb (Sana’a/Brussels, mayo de 2009), pp. 10-11, https://www.crisisgroup.org/middle-east-north-africa/gulf-and-arabian-pe…

[11] Christopher Boucek, War in Saada: From Local Insurrection to National Challenge (Washington, DC: Carnegie Endowment for International Peace, abril de 2010), p. 6.

[12] Yemen Post , 13 de julio de 2014.

[13] UN News Service, 23 de junio de 2017.

[14] UN Office for the Coordination of Humanitarian Affairs, consultado el 11 de diciembre de 2017, http://www.unocha.org/yemen/about-ocha-yemen

[15] Stacey Philbrick Yadav, «The Limits of the ‘Sectarian’ Framing in Yemen», Washington Post , 25 de septiembre de 2014, https://www.washingtonpost.com/news/monkey-cage/wp/2014/09/25/the-limits…

[16] «Killing Yemen,» KPFA.

[17] Thomas Juneau, «No, Yemen’s Houthis Actually Aren’t Iranian Puppets», Washington Post , 16 de mayo de 2016, https://www.washingtonpost.com/news/monkey-cage/wp/2016/05/16/contrary-t… .

Fuente: http://www.merip.org/mero/mero012718

 

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a las autoras, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.