Cuarenta y tres trabajadores de la prensa asesinados en ocho países latinoamericanos durante el 2015. Así reveló la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) al inicio de este año en una investigación que resaltaba, además, el incremento del 60 por ciento de los homicidios en la última década. Todos los asesinatos buscan hacer callar a los […]
Cuarenta y tres trabajadores de la prensa asesinados en ocho países latinoamericanos durante el 2015. Así reveló la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) al inicio de este año en una investigación que resaltaba, además, el incremento del 60 por ciento de los homicidios en la última década. Todos los asesinatos buscan hacer callar a los osados, a esos que hurgaron donde no habían sido llamados.
Cuba no está entre los países donde «asesinan a periodistas». Aquí la tranquilidad ciudadana que supone una de las mayores atracciones para el turismo, también constituye garantía para quienes viven de dar noticias.
Pero la violencia no siempre se manifiesta con efectos letales. Más de una vez han ocurrido episodios de maltrato a profesionales de la prensa por parte de personas que, al sentirse aludidas en la crítica de un periodista, deciden vengarse a puñetazos o con amenazas.
Hace pocos días el director del equipo de béisbol de la provincia de Villa Clara, Vladimir Hernández agredió en plena vía pública al comentarista deportivo Normando Hernández, de la emisora radial CMHW. Según los testimonios de varias personas presentes en el momento del hecho, el ex lanzador gritó y luego abofeteó al narrador en una parada aledaña al céntrico Parque Vidal, porque creyó «desconsiderada» e «irrespetuosa» una opinión expresada por Hernández en el célebre programa La Explosión de las 12 acerca de la dirección de los Azucareros.
Sin embargo, el suceso no ha trascendido más allá del comentario popular. Ni la Comisión Provincial de Béisbol ni la delegación local de la Unión de Periodistas tomaron parte en el asunto. No lo hicieron porque el agredido manifestó que había sido «algo sin importancia».
Quizás el agresor -que no se caracteriza por ser de temperamento violento-, entendió que tenía razones suficientes para actuar del modo en que lo hizo. Quizás fue un impulso momentáneo. Quizás no.
La cuestión no está en buscar justificaciones a los golpes, ni en defender o agredir a quien sostiene determinado criterio en un medio de comunicación. Ante los ojos de todos, el agresor quedó impune y, al parecer, con el derecho a maltratar de nuevo a quien intente criticar públicamente su desempeño profesional.
En la memoria del gremio todavía se conserva la golpiza del entonces árbitro villaclareño Luis César Valdés al periodista del diario Granma, Sigfredo Barros, por un comentario de este sobre el arbitraje en la serie beisbolera. En Cienfuegos no se olvida la escena que protagonizó el hoy Grandes Ligas Erisbell «El Grillo» Arruebarruena clamando por el narrador Digno Rodríguez, como respuesta al anuncio hecho por el periodista en Radio Ciudad del Mar de Cienfuegos sobre la detención del pelotero en un intento de salida ilegal del país.
Tal vez alguien piense que son «cosas que pasan en la pelota», por las pasiones que despierta el deporte. Pero bien se sabe que no.
En junio de 2015, el fotorreportero Ernestro Mastrascusa y otros miembros de la prensa extranjera acreditada en el país denunciaron con fotos en las redes sociales la agresión sufrida a manos de «guardaespaldas» sin licencia. El sujeto, contratado al parecer para «asegurar» la sesión de fotos en Cuba de la cantante Rihanna para la revista Vanity Fair, apeló al sórdido y peligroso método de pincharlos con agujas, para no dejar rastros. En aquella ocasión incluso el presidente de la Unión de Periodistas de Cuba se solidarizó públicamente con los agredidos y apoyó la vía judicial como alternativa para enfrentar este tipo de sucesos. El episodio se saldó con el despido del agresor de su puesto de chofer en una embajada.
No hay que estar en una cobertura de tan alto nivel para que el riesgo le llegue por igual a un periodista. Denunciar un «cambiazo» de frijoles de mala calidad por otros mejores en las bodegas que distribuyen la canasta básica; reportar un presunto desfalco en una empresa; intentar tomar unas fotos en una tarima de un agromercado… Esos y otros de similar «gloria» pueden ser «actos arriesgados» en el contexto cubano. En cada caso lo que se manifiesta es una incapacidad notable para lidiar con la crítica y la opinión diferente, y para reconocer y asumir la función periodística con toda su dignidad.
Aun cuando Cuba, afortunadamente, queda fuera de las estadísticas de homicidios cometidos contra periodistas, en nuestra sociedad muchas más personas que lo deseable se adjudican el derecho de agredir física o psicológicamente a estos profesionales.
Hay muchas maneras de «matar» a un periodista: inculcándole el miedo a través del maltrato físico, la burla o la censura; presionándolo para que omita datos de interés público o negándole la información solicitada; haciéndole creer medias verdades o aplaudiéndolo cuando recita medias mentiras. Cualquiera de las vías implica violencia en grados distintos. Y todas quieren rebajar su voz, desvirtuarlo.
Fuente: http://oncubamagazine.com/sociedad/como-matar-a-un-periodista-en-cuba/