Samer con su esposa Nura y sus hijos, Rita, 8 años, Mina, de 5 y Julan, de 3 Rita, una preciosa niña de 8 años, pide a su madre que le explique qué quiere decir «condición crítica». Rita quería saber algo más de lo que dice Wikipedia sobre el concepto cuando intentaba descubrirlo por […]
Samer con su esposa Nura y sus hijos, Rita, 8 años, Mina, de 5 y Julan, de 3
Rita, una preciosa niña de 8 años, pide a su madre que le explique qué quiere decir «condición crítica». Rita quería saber algo más de lo que dice Wikipedia sobre el concepto cuando intentaba descubrirlo por sí misma. Previamente le habían explicado porqué desde el 25 de septiembre su padre ya no iba a recogerla a la escuela y por qué lo llevaron al hospital. «Estado crítico» es la frase que oye ahora. Lo único que sabe es que su padre estaba bien cuando la dejó en la escuela la mañana del 25.
Nura mira a su hija sin palabras, incapaz de explicarle qué significa. «No sabía qué decirle»; no me salían las palabras…
Varias iglesias palestinas celebraron misa con plegarias por Samer al Arbid, el palestino de 44 años de Ramala secuestrado en su coche el 25 de septiembre de 2019 por cuatro hombres israelíes armados y delante de su esposa. Desde entonces su familia no ha vuelto a verle; actualmente está hospitalizado por la intensidad de la tortura que le infligieron estando bajo la custodia israelí.
Según los medios de comunicación israelíes, en el momento de redactar esta nota se encuentra en «estado crítico» y sigue inconsciente. También según los medios de comunicación israelíes, a Samer se le mantiene con vida con un respirador artificial, tiene varias costillas rotas y padece insuficiencia renal.
Nura, esposa de Samer sosteniendo una fotografía suya en la iglesia
«Samer es un buen padre y un marido atento». «Cuida de su madre mayor y de un hermano enfermo», dice con los ojos envueltos en lágrimas. Es también miembro activo de ONG palestinas, una de las cuales es la Sociedad Civil para Mejorar la Transparencia del Presupuesto Público.
Cabe destacar que Samer fue detenido el 26 de agosto de 2019 cuando soldados israelíes fuertemente armados irrumpieron en su casa a altas horas de la noche y lo secuestraron frente a su esposa e hijos. Estuvo detenido durante casi una semana sin cargos, después de lo cual fue puesto en libertad por orden judicial.
Su secuestro el 25 de septiembre fue igual de abrupto y traumático para toda la familia, con consecuencias mucho más graves y sin final a la vista. Samer y Nura habían dejado a sus hijos en la escuela y estaban de vuelta cuando se dieron cuenta de que los seguían. Cuando su coche se detuvo, cuatro hombres armados atacaron a Samer golpeándolo duramente en el cuello y en otras partes de su cuerpo antes de secuestrarlo. Dos horas más tarde, Nura también fue retenida y arrestada en un puesto de control israelí cerca de la ciudad de Qalandia. Además, los soldados israelíes allanaron la casa de Samer y Nura mientras estaban fuera y destrozaron sus pertenencias (fotos de abajo).
Trasladaron a Samer al Centro Al Mascobye de Jerusalén donde le torturaron. «Sólo Dios y los funcionarios israelíes saben lo que ocurrió entre el 25 y el 27 de septiembre, fecha en la que trasladaron a Samer al hospital de Hadassa donde le sometieron a estrictas medidas de seguridad que incluía la prohibición de ver a su abogado», explica Nura.
Según su abogado, Samer comenzó a experimentar fuertes dolores en el pecho y vómitos constantes al día siguiente de su detención. Presentó quejas reiteradamente ante el juez pero el tribunal israelí le ignoró completamente.
En cuanto a las visitas: en el momento de redactar esta declaración, a la esposa de Samer se le sigue negando el derecho de visita para ver a su marido incluso en el hospital. Además, dice que su condición médica se mantiene en secreto, «La ocupación no nos permite examinar su situación clínica y se niegan a emitir un informe médico sobre su estado». Nura teme por la vida de su marido y responsabiliza a las autoridades israelíes. Su otro temor es por sus hijos, que han sido víctimas del brutal ataque a su padre por parte de las autoridades de ocupación israelíes. A pesar de todo lo anterior, sigue esperando que la justicia prevalezca y que su familia vuelva a estar unida: «con todo mi corazón rezo para que se recupere pronto y vuelva a casa y esté con sus hijos».
Nos gustaría llamar la atención sobre las políticas israelíes relativas a los detenidos palestinos y, en particular, sobre la ordenamiento judicial israelí que concede a la Agencia de Seguridad de Israel, más conocida como Shabak, un permiso especial para utilizar «medios excepcionales» -en otras palabras, tortura- en el interrogatorio de detenidos palestinos considerados «casos especiales». Igualmente, reclamamos a la comunidad internacional que presione a Israel para que ponga fin a estas prácticas que quebrantan el espíritu de los presos y presas. Esta política se ha aplicado no sólo contra Samer al Arbid sino también contra otros palestinos detenidos sin que se tuviera noticias de su situación y cuyo resultado fue la muerte. Según el Club de Prisioneros de la Sociedad Palestina (ONG), 73 prisioneros fueron asesinados por torturas en cárceles israelíes desde 1967.
«Durante años, el establishment israelí ha intentado ocultar lo que ocurre en las salas de interrogatorio. Cuando los interrogadores utilizan la tortura -o «medios especiales», por utilizar el término del israelí- los esfuerzos para ocultarla se redoblan. Incluso aunque el testimonio de la tortura trascienda públicamente, el sistema hace todo lo posible para proteger la identidad de los interrogadores, por ejemplo, forzar la firma de acuerdos de clemencia con los sospechosos torturados para garantizar que la conspiración del silencio permanezca intacta», según informa Haaretz.
A continuación, algunos ejemplos de métodos de tortura utilizados por la ocupación israelí contra prisioneros palestinos, aunque hay más:
Doblar la espalda: Se coloca al sospechoso sobre un taburete sin respaldo con los brazos y las piernas esposados, y se le obliga a inclinarse hacia atrás y hacia abajo hasta el suelo.
Gritar de muy cerca
El interrogador coge al sospechoso por la camisa, lo presiona hacia él y le grita.
En cuclillas
Se obliga al sospechoso a arrodillarse con la espalda contra la pared durante largos períodos de tiempo.
Levantar las manos esposadas por detrás
Se obliga al sospechoso a levantar las manos a la altura de los hombros estando esposado con los brazos a la espalda.
En 1999 el Tribunal Superior de Justicia prohibió la tortura, que había estado permitida hasta entonces. Pero las regulaciones posteriores emitidas por el Procurador General Elyakim Rubinstein legitimaron su uso con la aprobación de altos funcionarios. Una investigación realizada por Haaretz en mayo de 2015 reveló que el uso de la tortura ha ido en aumento.
La tortura legalmente autorizada de Samer durante el interrogatorio pone aún más de manifiesto la complicidad de las autoridades israelíes -incluido el poder judicial-, en una violación sistemática del derecho humano a no ser sometido a tortura. «Es absolutamente indignante que el uso de la tortura durante los interrogatorios siga siendo avalado por las autoridades israelíes», ha afirmado Amnistía Internacional. Además, en virtud de los tratados internacionales que vinculan jurídicamente a Israel, «el uso de la tortura no debe justificarse bajo ninguna circunstancia». El caso de Samer es un ejemplo que expone vergonzosamente la pretensión del poder judicial israelí de defender los tratados de derechos humanos».
Las organizaciones palestinas de la sociedad civil y de derechos humanos hacen un llamamiento a las organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo y a los organismos internacionales, así como al Secretario General de Naciones Unidas y a otros comités y organismos de Naciones Unidas, para que redoblen sus esfuerzos a fin de que la ocupación israelí ponga fin a la tortura aplicada contra los palestinos. Las organizaciones exigen también la liberación inmediata de Samer al Arbid y que las autoridades de ocupación israelíes rindan cuentas por todos sus crímenes contra los palestinos, como se estipula en los artículos 146 y 147 de la Cuarta Convención de Ginebra.