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Apenas el 3 % de los pozos de agua potable de Gaza son apto para el consumo humano y la crisis se está cobrando vidas

¿Cómo se puede resolver la catástrofe del agua contaminada de Gaza?

Fuentes: Al Jazeera

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

El agua potable limpia y segura no es la prioridad principal de Mousa Hillah a la hora de sobrevivir en Gaza. Desde la guerra [de Israel contra Gaza] de 2014 Hillah, al que vecinos y familiares conocen como Abu Ali, ha tenido otras preocupaciones mucho mayores que han quedado profundamente marcadas en su exhausto rostro de abuelo de 48 años. Esquivando los proyectiles de los tanques israelíes, huyó con su familia de la destrucción de su barrio de Shuja’iyya, que fue arrasado por Israel en un ataque tan devastador (7.000 proyectiles en apenas una hora) que sorprendió hasta a los oficiales militares estadounidenses (un general retirado exclamó «¡Cielos santo!»).

Durante unos meses la familia se refugió en la casa de un pariente político cerca del mar, junto con otras 50 personas. Cuando volvieron Abu Ali encontró su casa, la que había construido después de trabajar 30 años en la construcción en Israel, completamente destruida. Ladrillo a ladrillo la reconstruyó y con un punto de mordaz ironía, adornó la entrada principal con cartuchos de tanque reutilizados.

Y ahora, sentado a la luz de la mañana que se filtra bajo un entramado de hojas de parra, se preocupa menos por el agua potable que por un drone israelí que retumba encima, algo que a menudo es presagio de otro ataque. «Quiero dormir tranquilo», afirma Abu Ali mientras su familia se refugia dentro de la casa. «No me siento seguro en casa»

Así que el agua salobre y no potable que sale de su grifo o el agua dulce del depósito de su azotea que posiblemente contenga contaminación fecal son problemas que Abu Ali considera molestias extremas. Por ejemplo, esta misma mañana solo ha habido electricidad de 6:30 a 8:30. Se cortó antes de que llegara el camión que reparte el agua, «demasiado tarde para bombear el agua al tejado», se queja Abu Ali. La escasez de agua potable es un problema importante, pero es evidente que la preocupación por el zumbido del drone tiene prioridad.

La catástrofe del agua de Gaza

No obstante, si verdaderamente la Franja de Gaza se vuelve «inhabitable» para el año 2020 como advierten la ONU y varios grupos humanitarios, en gran parte será debido al colapso total de sistema de suministro de agua potable segura y por no eliminar correctamente las aguas residuales que provocan enfermedades. Debido a la catástrofe del agua potable y de las aguas residuales de Gaza los expertos médicos están constatando ahora un fuerte aumento de enfermedades provocadas por el agua y los alimentos, como gastroenteritis, diarrea grave, salmonelosis, fiebre tifoidea, una «magnitud alarmante» de atrofia de niños pequeños e incluso algunos casos del llamado «síndrome del niño azul». Estudios médicos independientes y revisados por otros médicos también han documentado un aumento alarmante de la anemia y de la mortalidad infanti. Y los médicos de los hospitales de Gaza informan ahora del aumento de los casos de cánceres pediátricos.

Durante años parecía que estos tormentos estaban aislados del mundo exterior por varias capas de vallas, puertas cerradas, patrullas de drones y aviones de guerra israelíes, además del desdén y la indiferencia internacionales. Ahora, finalmente, desde Washington a las capitales europeas, e incluso a la infraestructura de seguridad israelí en Tel Aviv, suenan las alarmas que advierten que hay que hacer algo para evitar que se descontrole la catástrofe del agua en Gaza. «Si verdaderamente se quiere cambiar la vida de la gente lo primero que hay que solucionar es el problema del agua», afirma Adnan Abu Hasna, portavoz en Gaza de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, la UNRWA.

¿Cómo empezó la crisis del agua?

La crisis empezó esencialmente con la creación del Estado de Israel en 1948, cuando cientos de miles de palestinos fueron expulsados de sus ciudades y pueblos, y en cuestión de semanas la población de Gaza se cuadruplicó. Actualmente tres cuartas partes de los dos millones de personas que viven en Gaza son refugiados. Sus descendientes ejercen una enorme presión sobre el acuífero de Gaza, hasta el punto de que se está infiltrando el agua de mar. Lo que cada vez ejerce más presión sobre el acuífero son los millones de galones de agua bombeados por la hoy debilitada industria de cítricos y los otros millones más que bombearon los colonos israelíes en Gaza que ayudaron a drenar la bolsa de agua dulce de Gaza antes de que Israel los sacara de ahí en 2005. A día de hoy apenas el 3 % de los pozos de agua potable de Gaza son aptos para el consumo humano.

El acuífero está muy contaminado por nitratos causantes de enfermedades debido al uso de pesticidas y por las aguas residuales que fluyen libremente debido a que la planta de tratamiento de aguas residuales de Gaza está cerrada por falta de electricidad. Y según las pruebas hechas por la Autoridad del Agua palestina, el agua desalinizada que utilizan dos tercios de los gazíes suele contener contaminación fecal, lo que provoca más enfermedades y supone un grave peligro para los niños de Gaza. El bombardeo por parte de Israel de la infraestructura de suministro de agua (incluidos pozos, torres de agua y cañerías) y de las plantas de tratamiento de resuduos en la guerra de 2014 empeoró mucho más esta situación.

En teoría, un acuerdo de paz global habría eliminado los problemas al conectar Gaza con Cisjordania, donde el vasto Acuífero de la Montaña es lo suficientemente grande como para acabar con la crisis del agua. Tal como están las cosas, no hay paz. Ambos territorios están divididos e Israel controla todo el agua, desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo.

Mientras se avecina una epidemia sanitaria, los expertos, políticos, funcionarios de agencias humanitarias y los gazíes ordinarios son quienes tendrá que discutir la mejor manera de acabar con la catástrofe del agua de Gaza.

«Los israelíes roban el agua»

«Disponemos de un 15 % de nuestros recursos de agua, el resto lo roban los israelíes», afirma Mazen Al Banna, viceministro de la Autoridad del Agua del gobierno de Hamas. Mientras habla se oye junto la oficina del Ministerio en la ciudad de Gaza el ulular de una ambulancia y un lento y triste canto fúnebre en recuerdo de los tres gazíes asesinados por un ataque aéreo israelí el día anterior.

Hace décadas Israel se apropió del río Jordán y desvió la mayor parte de su caudal a la Empresa Nacional del Agua de Israel. E igual de importante, Israel controla el Acuífero de la Montaña y en virtud de los Acuerdos de Oslo ejerce su poder de prohibir a los palestinos cavar pozos, a pesar de que casi todo el acuífero está situado bajo Cisjordania. «Y eso es contrario al derecho internacional», afirma Al Banna. «Me refiero a los derechos al agua de los palestinos, es algo muy importante».

Sin embargo, argumentar a favor de los derechos de los palestinos al agua es similar a debatir sobre el derecho de los refugiados palestinos al retorno. Puede que esté reconocido por el derecho internacional, pero en la actual realidad política sigue siendo una posibilidad distante e incierta. Los ministros de Hamas y todos los gazíes, en cambio, tienen que lidiar con el actual bloqueo económico impuesto por Israel, que ha restringido el movimiento de artículos básicos, incluidos los suministros médicos y piezas fundamentales para reparar la infraestructura de abastecimiento de agua.

«La ocupación y el bloqueo [israelíes] son los principales impedimentos para mejorar la salud pública en la Franja de Gaza», declaró un estudio de 2018 de [la revista médica] The Lancet, que mencionaba «efectos significativos y perjudiciales para la atención sanitaria». Según un informe de 2017 publicado por el grupo israelí de derechos humanos B’tselem, «durante el bloqueo el sistema sanitario se ha deteriorado aún más debido a la falta de equipamiento médico, medicinas y vehículos para emergencias, y debido también a los frecuentes y prolongados cortes de electricidad».

El bloqueo israelí restringe drásticamente la circulación de personas y de materiales hacia Gaza y fuera de ella, incluidos los materiales de «doble uso» que Israel afirma pueden servir tanto para uso civil como militar. Esta es la razón directa por la que casi la mitad de la población de Gaza está en paro y de que una cantidad cada vez mayor de gazíes (actualmente más de tres cuartas partes de la población) dependa de la ayuda humanitaria.

El bloqueo también ha retrasado la entrada de infraestructura hídrica vital, en algunos casos durante años. Por ejemplo, desde 2010 está pospuesta la construcción de una planta de desalinización del agua para la ciudad de Gaza, que es una de una serie de plantas propuestas, debido a las restricciones referentes al uso dual. «Ocho años», afirma Yasmin Bashir, coordinadora del proyecto para la Empresa de Aguas para los Municipios Costeros de Gaza. «Conseguimos la financiación en 2012. Se supone que esta planta abastece a personas que sufren de agua de mala calidad y alta salinidad». Durante años Bashir siguió presentando una larga lista de material para que fuera aprobada por Israel, incluidas cañerías, bombas y piezas para la planta de desalinización. «Pero debido al bloqueo y los cierres frecuentes [de los pasos fronterizos], se atrasó la entrada del material a Gaza». Y este es solo un proyecto. «Actualmente gestionamos más de 25 proyectos», añadió Bashir.

Actualmente incluso voces dentro de la infraestructura militar y de seguridad de Israel están dando la voz de alarma. Según un informe de 2017 del Instituto para Estudios de Seguridad Nacional de Israel «los rigurosos límites al acceso y la circulación impuestos por Israel y Egipto han dificultado la reparación y reconstrucción posterior al conflicto». Según este informe, la larga lista elaborada por Israel de artículos de uso dual «incluye 23 artículos esenciales» que necesita el sector WASH (siglas en inglés de agua, alcantarillado e higiene) de Gaza, como «bombas, equipos de perforación y productos químicos para purificar el agua».

¿La solución es la desalinización?

Actualmente se está llegando a un acuerdo entre la Autoridad Palestina, la ONU, los donantes internacionales e incluso, según parece, el ejército israelí, de establecer una red de grandes plantas de desalinización y tratamiento de aguas residuales. Esta solución tiene un coste de al menos 500 millones de euros y en el mejor de los casos tardará varios años en entrar en funcionamiento, si es que se construye. «Por supuesto, Gaza necesita este proyecto», afirma Rebhi al Sheikh, exviceminstro de la Autoridad del Agua palestina cuya sede está en Ramala.

Otras personas critican esta enorme y cara solución por no ser una tecnología apropiada para una población empobrecida que tendría problemas para pagar el agua desalinizada. «Estos planes fantásticos» no tienen en cuenta el hecho de que «Gaza no puede pagarlo. El PIB es para echarse a llorar», afirma el hidrólogo alemán que trabaja en Ramala Clemens Messerschmid. Afirma que los contratistas externos, incluidos los israelíes, serán los más beneficiados de este proyecto de desalinización . M ás concretamente, Messerschmid señala que la cantidad de agua producida por la planta no satisfaría las necesidades de Gaza. «En condiciones realistas en Gaza no se llegarían a lograr esas cantidades».

Sin embargo, el plan de desalinización parece estar cobrando fuerza. Las agencias de ayuda humanitaria, gobiernos extranjeros e incluso, según parecen, un comité de respuesta de emergencia del ejército israelí se suman a la preocupación de la Autoridad Palestina por la crisis del agua en Gaza. En un documento de Respuesta a la Emergencia en Gaza distribuido entre «amigos y colegas» anónimos el ejército israelí pide una «respuesta humanitaria inmediata» para «mejorar el suministro de energía» y «aumentar el acceso al agua potable» en Gaza.

A pesar del auge de la desalinización apenas opera una planta piloto en el sur de Gaza. Una visita a mediodía a finales del verano reveló una planta tranquila: los pájaros gorjeaban en las vigas situadas sobre el suelo de la planta ociosa: no había electricidad. «No tenemos más de cuatro horas estos días», señaló el gerente de la planta, «pero tenemos esperanza». Está esperando a que sus superiores, los ministros de la Autoridad Palestina, resuelvan el problema. «Pero no sabemos cómo o cuándo».

Aunque se construyan las plantas, no hay garantías de que permanezcan en pie. Algunos altos cargos se preguntan si Israel decidirá bombardear las plantas de desalinización en la próxima guerra contra Gaza, como bombardeó la central eléctrica de Gaza y otras infraestructuras fundamentales en las guerras anteriores.

«Nadie puede decir a Israel que está actuando mal», afirma Al Banna, de Hamas. «Israel hace todo en contra del derecho internacional, pero nadie puede impedir que Israel haga todo lo que quiere».

En el documento de «Respuesta a la Emergencia» el ejército israelí respalda el plan de desalinización de Gaza pero por el momento no ha ofrecido garantías de que no vaya a atacar estas plantas en las próxima guerras.

Al Jazeera intentó ponerse en contacto varias veces con un portavoz del ejército israelí, pero en el momento de publicar este artículo no había recibido respuesta, con lo que preguntó a Gregor von Medeazza, un experto de UNICEF en agua y saneamiento que trabaja en Gaza: En las actuales circunstancias, ¿no es un riesgo demasiado alto el invertir cientos de millones de los donantes? «Cualquier infraestructura es un riesgo», respondió. «Pero, ¿qué camino hay que seguir».

Más allá de las fronteras de Gaza

Hay otros muchos riesgos relacionados con el agua de Gaza y sus aguas residuales, las cuales se vierte al mar a un ritmo de 110 millones de litros al día. Estos riesgos llegan mucho más allá de las fronteras de Gaza ya que las corrientes los llevan hacia el norte.

Gidon Bromberg, director de Ecopeace Middle East con sede en Tel Aviv, afirmó que las aguas residuales de Gaza habían provocado el cierre de varias playas israelíes e incluso en un momento dado el cierre de la planta de desalinización de Ashkelon, que suministra el 15 % del agua potable de Israel.

Bromberg afirma que los israelíes no pueden seguir ignorando el desastre humanitario en Gaza, al que calificó de «bomba de relojería» y advirtió acerca del estallido de una pandemia, consecuencia directa del agua contaminada de Gaza. Si eso ocurriera, afirma Bromberg, los gazíes podrían acudir en masa a la valla fronteriza que los separa de Israel, «no con piedras o cohetes» sino «con cubos» pidiendo agua limpia. «Dios no quiera que los militares de uno u otro lado de la frontera, Israel o Egipto, empiecen a disparar a la gente que se acerca a la valla, desesperados por conseguir agua limpia».

Este artículo es el segundo de dos sobre la crisis del agua en Gaza. El primero, que examina la catástrofe del agua y sanitaria en Gaza se publicó en Al Jazeera el 29 de octubre de 2018 [En castellano, http://rebelion.org/noticia.php?id=248972].

Sandy Tolan es autor del best seller internacional The Lemon Tree y del célebre libro Children of the Stone acerca del sueño palestino de crear escuelas de música bajo la ocupación militar israelí. Es profesor de la Escuela Annenberg de Periodismo y Comunicación en la Universidad del Sur de California.

Fuente: http://www.aljazeera.com/indepth/features/gaza-contaminated-water-catastrophe-solved-181030134509604.html

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.